David huyó de Nayot de Ramá y fue adonde estaba Jonatán.
Al principio esto parece extraño. ¿Por qué dejar un lugar tan ungido, tan lleno de la presencia de Dios? ¿Y por qué David “huyó” de Nayot? ¿Se quedó Samuel allí? ¿Y qué sucedió con Saúl después de ese encuentro poderoso con el Espíritu y los profetas? La Biblia no lo dice.
Yo creo que hay dos explicaciones. Es hermoso ir a la cima de la montaña y tener una hermosa experiencia con el Espíritu. Ir a un retiro. Pasar tiempo con grandes siervos del Señor. Es cierto que esos profetas se quedaron allí. Pero la mayoría de nosotros estamos llamados a ser sal y luz en el mundo. David fue ungido para ser rey. Ha tratado de ser fiel como siervo, escudero y amigo del Rey Saúl. Y Saúl quería matarlo. David quería saber por qué. ¿Había algo malo que él hizo? Quiere disculparse. ¿Tenía que corregir algo o hacer algo más? Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario. El hijo del rey debía saber lo que estaba pasando.
Ese hijo también era su mejor amigo. Cuando hay lazos de amor entre dos hombres, se quiere mantener esa comunicación. En su angustia, buscaba algún consuelo de su amigo. Pablo expresa varias veces en sus cartas la importancia de esa relación con un hermano cristiano. David no huyó a la casa de su padre. Ya hemos visto que sus hermanos no le ofrecerían mucho consuelo. No volvió con su esposa. Tal vez no confiaba mucho en ella. Buscó un verdadero amigo, y sabía dónde encontrarlo.
—¿Qué he hecho yo? —le preguntó—. ¿Qué crimen o delito he cometido contra tu padre, para que él quiera matarme?
En su humildad, David se examina primero a sí mismo. Cree que debe ser culpa suya. En su familia, como el más joven, estaba acostumbrado a que sus hermanos siempre lo culparon. No fue su primer instinto señalar con el dedo al rey.
2 —¿Morir tú? ¡De ninguna manera! —respondió Jonatán—. Mi padre no hace nada, por insignificante que sea, sin que me lo diga. ¿Por qué me lo habría de ocultar? ¡Eso no es posible!
Aunque son tan diferentes, vemos aquí una relación padre/hijo muy estrecha. Jonatán no era el único hijo, pero así como David vio algo especial en él, parece que su papá también lo vio. Y por alguna razón, Jonatán está completamente en shock de que su padre quisiera matar a David. Aparentemente no había visto nada sospechoso en el palacio.
3 Pero David juró y perjuró: —Tu padre sabe muy bien que tú me estimas, así que seguramente habrá pensado: “Jonatán no debe enterarse, para que no se disguste”. Pero, tan cierto como que el Señor y tú viven, te aseguro que estoy a un paso de la muerte.
Ya hemos visto los celos de Saúl. Todo el mundo estimaba a David, ¡y ahora su hijo favorito también! Cuando caemos en el odio o los celos, nos encontramos en una situación delicada.
4 —Dime qué quieres que haga, y lo haré —le respondió Jonatán.
Jonatán ya no lo duda, y está dispuesto a hacer lo que sea para ayudar a su amigo.
5 —Sabes —dijo David—, mañana es la fiesta de luna nueva, y se supone que yo debo sentarme a la mesa para comer con el rey. Pues bien, deja que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde. 6 Si tu padre me extraña, dile que yo insistí en que me dejaras ir en seguida a Belén, mi pueblo, pues toda mi familia estaba reunida allá para celebrar su sacrificio anual. 7 Si él responde que está bien, entonces no corro ningún peligro. Pero, si se enfurece, con eso sabrás que ha decidido acabar conmigo. 8 Ya que en presencia del Señor has hecho un pacto conmigo, que soy tu servidor, te ruego que me seas leal. Si me consideras culpable, no hace falta que me entregues a tu padre; ¡mátame tú mismo!
A pesar de todo lo que le ha pasado con su suegro, David sabe que Saúl lo estaría esperando en la mesa para la fiesta de luna nueva. David inventa una situación (otra mentira) para poner a prueba al rey. David sospecha que Saúl usaría la comida para matarlo.
Lo triste es que parece que David no confía del todo en la lealtad de su amigo, a pesar de un pacto que habían hecho. La verdad es que a veces cuando alguien tiene que escoger la lealtad a un amigo o a la familia, puede escoger la familia. David le recuerda que hicieron el pacto en presencia del Señor. David se humilla y se llama servidor de Jonatán. Y le pide que él mismo lo mataría si Jonatán realmente cree que David es culpable de algún pecado contra su familia.
9 —¡No digas tal cosa! —exclamó Jonatán—. Si llegara a enterarme de que mi padre ha decidido hacerte algún daño, ¿no crees que te lo diría?
10 David le preguntó: —Si tu padre te responde de mal modo, ¿quién me lo hará saber?
Jonatán no creía que David pensara así. Es un amigo fiel. Pero David sólo quiere saber cómo averiguar lo que Saúl estaba planeando.
11 Por toda respuesta, Jonatán invitó a David a salir al campo. Una vez allí, 12 le dijo: —David, te juro por el Señor, Dios de Israel, que a más tardar pasado mañana a esta hora averiguaré lo que piensa mi padre. Si no corres peligro, de alguna manera te lo haré saber. 13 Pero, si mi padre intenta hacerte daño, y yo no te aviso para que puedas escapar, ¡que el Señor me castigue sin piedad, y que esté contigo como estuvo con mi padre! 14 Y, si todavía estoy vivo cuando el Señor te muestre su bondad, te pido que también tú seas bondadoso conmigo y no dejes que me maten. 15 ¡Nunca dejes de ser bondadoso con mi familia, aun cuando el Señor borre de la faz de la tierra a todos tus enemigos! 16 ¡Que el Señor pida cuentas de esto a tus enemigos!
Jonatán ya sabe el destino de David. Sabe que él mismo, aunque es el hijo del rey, no heredará el trono. No solo quiere a David y jura por el Señor advertirle y protegerle, sino que también piensa en el bienestar de su familia. Es casi como si tuviera una premonición de su muerte. Es David, a quien su padre quiere matar, que realmente debería temer, pero es Jonatán quien tiene teme por su propia vida y su familia.
De ese modo Jonatán hizo un pacto con la familia de David, 17 pues quería a David como a sí mismo. Por ese cariño que le tenía, le pidió a David confirmar el pacto bajo juramento.
¿No es lo que nos manda hacer la ley? ¿Amar al prójimo como a mí mismo? Pero la verdad es que esta es una amistad muy especial. Hay personas con la que hay cariño. El mundo no lo entiende. ¿Has tenido un Jonatán en tu vida? ¿Realmente sabes lo que es amar a alguien con tanto cariño hasta el punto de hacer una especie de pacto con él?
18 Además le dijo: —Mañana es la fiesta de luna nueva. Cuando vean tu asiento desocupado, te van a extrañar. 19 Pasado mañana, sin falta, ve adonde te escondiste la otra vez, y quédate junto a la piedra de Ézel. 20 Yo fingiré estar tirando al blanco y lanzaré tres flechas en esa dirección. 21 Entonces le diré a uno de mis criados que vaya a buscarlas. Si le digo: “Mira, las flechas están más acá, recógelas”; eso querrá decir que no hay peligro y podrás salir sin ninguna preocupación. ¡Tan cierto como que el Señor vive! 22 Pero, si le digo: “Mira, las flechas están más allá”, eso querrá decir que el Señor quiere que te vayas, así que ¡escápate! 23 ¡Que el Señor sea siempre testigo del juramento que tú y yo nos hemos hecho!
No sabemos por qué hizo un plan tan detallado para que David supiera el estado de ánimo de su padre, pero David lo aceptó. Para Jonatán, ese juramento era muy importante.
24 David se escondió en el campo. Cuando llegó la fiesta de luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer 25 ocupando, como de costumbre, el puesto junto a la pared. Jonatán se sentó enfrente, mientras que Abner se acomodó a un lado de Saúl. El asiento de David quedó desocupado. 26 Ese día Saúl no dijo nada, pues pensó: «Algo le habrá pasado a David, que lo dejó ritualmente impuro, y seguramente no pudo purificarse». 27 Pero, como al día siguiente, que era el segundo del mes, el puesto de David seguía desocupado, Saúl le preguntó a Jonatán:
—¿Cómo es que ni ayer ni hoy vino el hijo de Isaí a la comida?
La Biblia apenas menciona a la esposa de Saúl. Era la costumbre en esa época que los varones comieran juntos. Parece que solo cuatro se sentaban en esa mesa. La ausencia de David seguramente sería muy notoria.
28 Jonatán respondió: —David me insistió en que le diera permiso para ir a Belén. 29 Me dijo: “Por favor, déjame ir. Mi familia va a celebrar el sacrificio anual en nuestro pueblo, y mi hermano me ha ordenado que vaya. Hazme este favor, y permite que me dé una escapada para ver a mis hermanos”. Por eso es que David no se ha sentado a comer con Su Majestad.
Otra mentira. Pero cuando estamos en situaciones complicadas, a veces nos sentimos obligados a mentir. Parece un poco extraño, dada la naturaleza de su relación, que David no le pidiera permiso a Saúl para ir y ver a su familia.
30 Al oír esto, Saúl se enfureció con Jonatán. —¡Hijo de mala madre! —exclamó—. ¿Crees que no sé que eres muy amigo del hijo de Isaí, para vergüenza tuya y de tu desgraciada madre? 31 Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros! Así que manda a buscarlo, y tráemelo, pues está condenado a morir.
Así se revela el corazón del rey. No ama a su esposa: la llama “mala madre,” “desgraciada madre.” Saúl ya sabe muy bien la amistad que existe entre los dos hombres. Sabiéndolo, es extraño que espere que Jonatán le traiga a David para que muera.
32 —¿Y por qué ha de morir? —le reclamó Jonatán—. ¿Qué mal ha hecho?
33 Por toda respuesta, Saúl le arrojó su lanza para herirlo. Así Jonatán se convenció de que su padre estaba decidido a matar a David. 34 Enfurecido, Jonatán se levantó de la mesa y no quiso tomar parte en la comida del segundo día de la fiesta. Estaba muy afligido porque su padre había insultado a David.
¿Solo ahora Jonatán está convencido del peligro que corre David? Ahora Saúl ha perdido no solo a su ministro del arpa, sino también a su propio hijo. Jonatán esta enfurecido. Los hombres tan afligidos como Saúl tienden a alienar a sus familias y terminan muy solos.
No es la primera vez que Saúl quiere matar a su hijo. En 1 Samuel 14, Jonatán, sin saber la orden de su papa, revivió comiendo miel, rompiendo así el juramento de Saúl, y el rey estaba dispuesto a matarlo.
35 Por la mañana Jonatán salió al campo para encontrarse con David. Uno de sus criados más jóvenes lo acompañaba. 36 Jonatán le dijo: «Corre a buscar las flechas que voy a lanzar».
El criado se echó a correr, y Jonatán lanzó una flecha que lo sobrepasó. 37 Cuando el criado llegó al lugar donde la flecha había caído, Jonatán le gritó: «¡Más allá! ¡La flecha está más allá! 38 ¡Date prisa! ¡No te detengas!» Y así continuó gritándole Jonatán. Cuando el criado recogió la flecha y se la trajo a su amo, 39 lo hizo sin sospechar nada, pues solo Jonatán y David sabían de qué se trataba. 40 Entonces Jonatán le dio sus armas al criado. «Vete —le dijo—; llévalas de vuelta a la ciudad».
Todo eso para advertir a David del peligro.
41 En cuanto el criado se fue, David salió de su escondite y, luego de inclinarse tres veces, se postró rostro en tierra. En seguida se besaron y lloraron juntos, hasta que David se desahogó.
Otra demostración del amor puro que existía entre los dos. Y no solo amor, sino también respeto. Son pocas veces en la Biblia que se ve a dos hombres llorar juntos. Fue un momento muy doloroso para David. De allí en adelante su vida se cambiaría.
42 «Puedes irte tranquilo —le dijo Jonatán a David—, pues los dos hemos hecho un juramento eterno en nombre del Señor, pidiéndole que juzgue entre tú y yo, y entre tus descendientes y los míos». Así que David se fue, y Jonatán regresó a la ciudad.
Jonatán cumplió su promesa, como si fuese necesario para tranquilizar a David de que estaba a salvo. Y los dos amigos se separaron. Hasta donde sabemos, solo se vieron una vez más. Pero esos lazos de amor, ese pacto, ese compromiso entre dos hombres, puede sostenerlos a través de muchas pruebas.