1Un día Jesús fue a comer a casa de un notable de los fariseos. Era sábado, así que éstos estaban acechando a Jesús. 2 Allí, delante de él, estaba un hombre enfermo de hidropesía.3 Jesús les preguntó a los expertos en la ley y a los fariseos:
—¿Está permitido o no sanar en sábado?
4 Pero ellos se quedaron callados. Entonces tomó al hombre, lo sanó y lo despidió.
5 También les dijo:
—Si uno de ustedes tiene un hijo o un buey que se le cae en un pozo, ¿no lo saca en seguida aunque sea sábado?
6 Y no pudieron contestarle nada.
¿Por qué este fariseo invitó a Jesús a comer en su casa? No fue porque estaba tan enamorado de Cristo; lo estaban acechando, buscando algo para acusarlo. Habían arreglado para tener presente a este hombre enfermo de hidropesía, y ya sabían que el corazón compasivo del Maestro no podía soportar ver a alguien enfermo; Él lo sanaría. La comida era una trampa.
Me encanta la manera en que Jesús lidió con estas situaciones. ¡Podemos aprender mucho de Él! Simplemente les pregunta a los fariseos y a los expertos en la ley, para devolver la responsabilidad a ellos: ¿Está permitido o no sanar en sábado? Ellos saben que la ley no prohíbe sanar en sábado. Pero si dicen que está permitido, no tienen nada que acusar a Jesús. Así que, como sucedió mucho cuando Jesús se enfrentó a alguien, se quedaron callados. Pero su silencio no impidió que Jesús hiciera lo correcto; Él contestó su propia pregunta sanando al hombre. Y los fariseos todavía no dijeron nada, aunque se sabe que estaban muy enojados.
7 Al notar cómo los invitados escogían los lugares de honor en la mesa, les contó esta parábola:
8 —Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú. 9 Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu asiento a este hombre.” Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último asiento.10 Más bien, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pasa más adelante a un lugar mejor.” Así recibirás honor en presencia de todos los demás invitados.11 Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Ocupar el lugar de honor
Jesús no se detuvo con la curación. Ellos estaban observando a Cristo, pero Él también estaba observando a ellos. Jesús siempre observó su entorno. Muchas veces nosotros hablamos demasiado. Sería provechoso observar más lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Jesús nunca pareció preocuparse por ofender a nadie, ni por ser políticamente correcto. Él conocía muy bien la arrogancia y la hipocresía en los corazones de estos fariseos, y notó cómo los invitados escogieron los lugares de honor en la mesa. Está claro que Jesús no buscó ese lugar, ni le ofrecieron el primer lugar; es posible que le dejaron el último. Pero no fue eso que molestó a Jesús; fue lo que sus acciones revelaron acerca de sus corazones.
Estoy seguro de que tú has estado en un banquete donde se forma una fila para coger la comida. Algunos buscan las mejores mesas y el primer lugar en la fila; no quieren perder la mejor comida. Otros dejan que todos los demás pasen primero. Así es en muchas situaciones en la vida diaria; es la naturaleza del hombre buscar el primer lugar y enaltecerse a sí mismo. Incluso en la iglesia, algunos anhelan ese lugar de honor en el frente del templo con el pastor.
No es pecado sentarse en un lugar de honor. Jesús ocupa un asiento de gran honor, a la diestra del Padre, pero no es porque buscó ese asiento. Su Padre lo exaltó a ese lugar porque Jesús se humilló a sí mismo. La cuestión es el motivo del corazón, y cómo se llega a tomar ese asiento. Dios conoce el corazón, y Él sabe si alguien sinceramente está tomando el último lugar para humillarse, o si de verdad cree que merece, o quiere, el primer lugar. Lo importante es estar contento con el último asiento, y no afanarse para el primero. El problema al buscar el primer lugar es que alguien más puede venir y, en presencia de todos, fueras humillado y mandado al último asiento. Si tomas el último lugar, solo es posible moverse hacia arriba, y así recibir honor en presencia de los demás. En su infinita sabiduría, Jesús comparte una palabra fuerte, pero con la apariencia de querer salvarlos de la vergüenza.
Otra vez el mensaje es: “Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” (Verso 11)
Cómo cosechar una recompensa eterna
¡Parece que Jesús es el único que habla en esta comida! Nadie puede responder a lo que dice. Con todos silenciados por la fuerza de esas palabras, Jesús continúa con una exhortación para el anfitrión:
12 También dijo Jesús al que lo había invitado:
—Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos, a su vez, te inviten y así seas recompensado.13 Más bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos.14 Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos.
Puede parecer una falta de respeto cuestionar al anfitrión, que había invitado a sus parientes, vecinos ricos y la gente notable de la ciudad. Posiblemente él quería impresionar a Jesús, pero Cristo no se siente muy cómodo con esta gente. Él dice que sería mejor invitar a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos. ¿Por qué? Porque ellos no pueden devolver el favor; el huésped recibirá una recompensa en el cielo. Pero si los ricos te invitan a su casa después de visitar la tuya, ya tendrás tu recompensa, aquí en la tierra. ¿Cuál prefieres?
Jesús relaciona la humildad con la generosidad. La persona orgullosa siempre está pensando en lo que va a recibir. La persona humilde es generosa y piensa en otros y en sus necesidades; no piensa en lo que va a ganar en la situación. Le atraen las personas que otros desprecian. ¿Eres generoso? Busca oportunidades para bendecir a los menos afortunados. Estúdiate para ver cuándo buscas el primer lugar, y decide siempre tomar el lugar más bajo.