Cómo responder al pecado en la iglesia: 1 Corintios 5

Este capítulo es muy fuerte para mí, porque revela lo lejos que estamos del ejemplo de la iglesia primitiva. Es el primero de dos casos (el otro está en el capítulo seis) de pecado en la iglesia, y nos enseña cómo responder a él.

¿Chotas en la iglesia? ¿O el amor verdadero?

1Es ya del dominio público que hay entre ustedes un caso de inmoralidad sexual que ni siquiera entre los paganos se tolera, a saber, que uno de ustedes tiene por mujer a la esposa de su padre. ¡Y de esto se sienten orgullosos! ¿No debieran, más bien, haber lamentado lo sucedido y expulsado de entre ustedes al que hizo tal cosa? 

En la cultura carcelaria que yo conocía durante muchos años, un “chota” (alguien que informa a los oficiales de algún delito) era odiado. Pero en la iglesia, es nuestro deber cuidar de nuestros hermanos (ver Génesis 4:9). Algunos se regocijan en secreto cuando un hermano se cae, porque los hace sentir más espirituales. Pero la primera reacción debe ser llorar y sentir un dolor profundo. Todo el cuerpo sufre por el pecado de un miembro. ¿Estás tan acostumbrado al pecado que no te molesta, no te duele? ¿Comprendes lo importante que es la santidad para Dios?

Los corintios ignoraron el pecado e incluso estaban envanecidos y se jactaron. Los líderes fallaron en su responsabilidad de enfrentarlo. Por desgracia, en muchas iglesias grandes de hoy, la mayoría no tiene idea de lo que está pasando en la vida de sus hermanos. Si sabemos algo, lo ignoramos o chismeamos – o (si somos muy espirituales) oramos por ello. La mayoría de los líderes no tienen el denuedo, la unción o el conocimiento para enfrentar al pecado.

Jesús dijo que no solo es la responsabilidad de los líderes, sino de cada creyente. En Mateo 18 nos enseñó cómo responder al pecado de un hermano:

  1. Busca al hermano y repréndelo en privado.
  2. Si él no te escucha, trae uno o dos testigos.
  3. Si te niega a escuchar, lleva el asunto ante la iglesia.

El papel del apóstol

Pablo siguió este modelo de Jesús y lo aplicó a toda la iglesia. Él sabía que este pecado la destruiría, y como los corintios ignoraban la situación, ahora es su responsabilidad como apóstol enfrentarlo. El versículo tres explica cómo funciona la autoridad apostólica:

Yo, por mi parte, aunque no estoy físicamente entre ustedes, sí estoy presente en espíritu (o, en el Espíritu Santo), y ya he juzgado, como si estuviera presente, al que cometió este pecado.

La iglesia no es un negocio o un club. Un apóstol, y toda la iglesia, operan en un nivel espiritual. No es solo un dicho (“estoy presente contigo en el espíritu”); Pablo sabe que realmente él está presente. Eso es muy poderoso: La autoridad funciona fuera de nuestro concepto de tiempo y espacio. Fue esa compresión y la fe profunda del centurión que asombraron a Jesús cuando ese hombre le dijo: “no soy digno de que entres bajo mi techo…pero dí la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad.” Jesús nunca entró a su hogar, pero espiritualmente estuvo presente, y el siervo se quedó sano (Lucas 7:1-10).

Como un hijo cuando sus padres no están presentes, los corintios creían que tenían la libertad de hacer lo que quisieran hacer. Pablo les dice: “No, tu papá está presente”: Ya he juzgado, como si estuviera presente, al que cometió este pecado. Aún más importante, el Señor Jesús está presente.

Un apóstol puede, y debe, juzgar al pecador en una de las iglesias que él supervisa. Para cumplir con esa responsabilidad, necesita un conocimiento de lo que está sucediendo en las iglesias, y necesita el denuedo para actuar. Algo sucede en el espíritu cuando él juzga a un pecador.

El papel de la iglesia 

Bajo la autoridad del apóstol, la iglesia tiene que cumplir tres condiciones antes de actuar:

Cuando se reúnan en el nombre de nuestro Señor Jesús, y con su poder yo los acompañe en espíritu, entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor.

  1. Estar reunidos en el nombre del Señor Jesucristo

No es suficiente simplemente terminar la oración para abrir el servicio con “en el nombre de Jesús.” Por la fe en la palabra de Jesús (“donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”), creemos que Jesús mismo está allí. Ese es el mismo pasaje donde Jesús habla del poder de la unidad, y cómo tratar a un hermano que peque contra ti (Mateo 18:15-20).

  1. El poder del Señor Jesús está presente

Sería peligroso disciplinar al hermano sin el poder de Jesús presente. Aparentemente, incluso con Cristo presente, su poder no es automático. A veces tenemos que esperar, o confesar el pecado, antes de experimentarlo. ¿Has estado en un servicio donde el poder de Jesús no estuvo presente? ¿Podría ser que la mayoría de nuestros servicios carecen de ese poder? Si no lo están experimentándolo, no es sorprendente que haya gente atada en pecado.

  1. Pablo los acompaña en espíritu

La iglesia no ejerce esa disciplina sin el apóstol, y Pablo no lo hace aparte de la iglesia; trabajan juntos. La presencia del apóstol les da autoridad; ellos necesitan la fe para creer que él está presente.

Si la persona no recibe la corrección 

Solo cuando hayan hecho todo lo posible por ayudar al hermano, y no se arrepienta, hay un paso más: Entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor (verso 5).

Está claro que hay una dinámica aquí que la mayoría de nosotros nunca experimentamos en la iglesia. Solo en estas condiciones pueden hacer algo tan radical como entregar a un hermano al diablo.

  1. No es un castigo o venganza, sino una disciplina hecha en amor, con el motivo de la restauración del hermano. Cada iglesia necesita salvaguardas para evitar abusos en la disciplina.
  2. Muchos creen que Romanos 7 dice que siempre vamos a tener una lucha entre la carne y el espíritu, pero aparentemente Pablo cree que la carne (la naturaleza pecaminosa) puede ser destruida. En este caso, esa destrucción ocurre cuando el pecador es entregado a las manos de Satanás. Tenemos que crucificar la carne. No es posible acomodarla; tiene que morir. Si la naturaleza pecaminosa no es destruida, el espíritu no será salvo. Mejor ser obediente y crucificarla ti mismo, que ser entregado a Satanás para su destrucción. ¿Es ese hombre viejo destruido en tu vida?
  3. ¿Cómo se destruye? El hombre está fuera de la cobertura de la iglesia y, por lo tanto, es vulnerable a los ataques físicos, emocionales y espirituales de Satanás. Él puede pasar por unas pruebas muy fuertes, pero el motivo es la destrucción de la carne, no de la persona, aunque a veces puede morir (ver 1 Corintios 11:30 y Ananías y Safira en Hechos 5).
  4. El único otro ejemplo en el Nuevo Testamento de entregar a alguien a Satanás está en 1 Timoteo 1:19-20. Pablo dice que al ignorar su conciencia, algunos han naufragado en la fe. Él entregó dos hermanos a Satanás “para que aprendan a no blasfemar.” Está claro que no lo haces apresuradamente o a la ligera. Requiere mucha oración y mucho cuidado, o puedes hacer mucho daño a la persona.

 ¿Por qué es tan importante purificar la iglesia completamente y practicar esta disciplina?

Hacen mal en jactarse. ¿No se dan cuenta de que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?Desháganse de la vieja levadura para que sean masa nueva, panes sin levadura, como lo son en realidad. Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ya ha sido sacrificado. Así que celebremos nuestra Pascua no con la vieja levadura, que es la malicia y la perversidad, sino con pan sin levadura, que es la sinceridad y la verdad.

Primero, impacta la salvación eterna del individuo, pero también puede destruir una iglesia entera. El pecado es como un poco de levadura que impregna toda la masa con malicia y perversidad. ¿Te acuerdas de Acán en Josué 7? El pecado de un solo hombre resultó en la derrota de toda la nación. Si permitimos a una persona en la iglesia con pecado en su vida, será como un cáncer y una mancha en todo el cuerpo. Tenemos que echar fuera la vieja levadura de la malicia y la perversidad, y tomar el pan de la sinceridad y la verdad.

Entonces ¿cómo relacionamos con los pecadores, en la iglesia, y en el mundo?

Los últimos versículos del capítulo revelan cómo ellos (y muchos de nosotros también) tenían las cosas al revés:

Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales.10 Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. 11 Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer.

12 ¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? 13 Dios juzgará a los de afuera. «Expulsen al malvado de entre ustedes.»

Un cristiano no debe relacionarse con personas inmorales; ni siquiera deberían juntarse para comer. Nada. Pero entendemos mal lo que Pablo dijo. No está hablando de la gente del mundo: Uno tendría que salir de este mundo para evitar gente como esa (NTV). Muchos cristianos, como los fariseos, no quieren nada que ver con los “pecadores” del mundo. ¡Pero somos la sal y la luz del mundo! Los inmorales, los avaros, los estafadores y los idólatras del mundo nos necesitan. Jesús era “amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11:19). Sigue el ejemplo de Jesús y busca a tales personas. No es para nosotros juzgar a los que están afuera (12). Esa es la tarea de Dios. ¡Ten cuidado de no tomar su lugar!

El problema no es el mundo, sino la iglesia. Necesitamos un templo santo para el Señor, sin levadura. El verso 11 dice: No deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea:

  • Inmoral: ¡Imagínate expulsar a todos en la iglesia que se meten en pornografía, fornican con sus novios o practican alguna inmoralidad sexual!
  • Avaro: ¡Allí va otra gran parte de la iglesia!
  • Idólatra: Aquellos que tienen algo más que Dios (dinero, computadora, televisión, placer….) ocupando el primer lugar en su vida.
  • Calumniador (maldiciente): Aquellos que chismean y hablan mal del pastor u otro hermano, o simplemente tienen una boca sucia y mala.
  • Estafador o ladrón: Aquellos que no son honestos en su negocio, con impuestos o en cosas pequeñas de la vida diaria.

¡Con tal persona ni siquiera deberían juntarse para comer (11)!

Dios juzga a los que están afuera; los hermanos de la iglesia deben juzgar a los que están dentro. ¡Pero parece imposible! ¡Vamos a perder la mayor parte de la iglesia! Es cierto que es muy delicado.

Algunos consejos sobre la disciplina

  1. Estamos hablando aquí de la persona que practicapecado. Todos pecamos de vez en cuando. 1 Juan 1:8 dice:Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad.
  2. Esta persona está endurecida. Sabe que está pecando, pero sigue haciéndolo. Tiene la actitud de que no tiene que rendir cuentas a nadie; es libre de hacer lo que quiera. Dios quiere un corazón arrepentido, que corre hacia el Señor quebrantado, pidiendo su misericordia y perdón.
  3. Solo después de hacer todo lo posible para ayudar a la persona “perversa,” tenemos que sacarla de entre nosotros (verso 13, Deuteronomio 17:7). La ley del Antiguo Testamento era muy fuerte con el pecado; apedrearon a muchos, y tenían que eliminar todo pecado de la comunidad.

¿Pero no es casi imposible poner en práctica la enseñanza de este capítulo?

Ya he escuchado todas las excusas:

  • “Pablo no pretende que realmente sigamos estas instrucciones.”
  • “Era para la iglesia primitiva; no es posible hacerlo hoy.”
  • “Vamos a tener problemas con las autoridades y con el tribunal.”
  • “Vamos a perder a toda la congregación.”
  • “Nos van a llamar fanáticos.”

De verdad, estoy cansado de las excusas. La iglesia está llena de levadura. No hay poder de Jesús en nuestros servicios. Jesús no aparece en muchos de ellos, hay tanto pecado en su cuerpo. No predicamos acerca del pecado, el arrepentimiento y la santidad. Luchamos contra la autoridad, ya sea un apóstol, un pastor o una iglesia. Somos rebeldes y no queremos dejar nuestro pecado. Y si una iglesia intenta poner en práctica esta palabra, la gente irá a otra iglesia más “abierta,” con “más amor,” que no “juzga.” Pero no es para nosotros sacar las cosas de la Biblia que no nos gustan o que nos parecen anticuadas. Como en toda la vida cristiana, Dios nos ayudará a obedecerla.

¿Cuáles son las enseñanzas principales de este capítulo?

  1. La importancia de la autoridad en la vida cristiana. Por naturaleza, el ser humano es rebelde y resiste a la autoridad. Hoy hemos rechazado la autoridad que teníamos en el pasado, en la familia, la escuela y la sociedad. La misma rebeldía ha invadido la iglesia. Cada creyente debe estar bajo la autoridad de una iglesia, la iglesia bajo la autoridad de un apóstol o un concilio, y ellos bajo la autoridad de Cristo. Cuando dejamos esta cadena de autoridad, perdimos el poder del Espíritu. Ha habido muchos abusos con esa autoridad, pero no abandonamos un principio bíblico debido a esos abusos.
  2. También estamos bajo la autoridad de la Biblia. Existe lo bueno y lo malo; no nos corresponde a nosotros decidir lo que está permitido o no. Cristo murió a causa de nuestros pecados; despreciamos ese sacrificio cuando tomamos su muerte y el pecado a la ligera.
  3. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Debe haber una diferencia entre el mundo y la comunidad de fe.
  4. La disciplina en la iglesia no es opcional. Tenemos que enfrentar el pecado.

¡Qué Dios tenga misericordia de nosotros! ¡Qué la sangre de Jesús nos purifique! ¡Qué nos arrepintamos de nuestro pecado, y de la tolerancia del pecado! ¡Estamos muy listos para el juicio de Dios! Más que nunca necesitamos la plenitud del Espíritu Santo para guiarnos y aconsejarnos sobre estos asuntos delicados.