Un mensaje para el predicador

En Éxodo 6 el Señor le dio a Moisés un mensaje para llevar a los israelitas. ¡Que bendición tener una predica directamente de Dios! Pero ellos no la recibieron. ¿Por que? Verso 9 dice: Moisés les dio a conocer esto a los israelitas, pero por su desanimo y las penurias de su esclavitud no le hicieron caso.

¿Que enseña al predicador? Tu prediques un mensaje directamente del corazón de Dios, pero si el pueblo está desanimado y cargado con los problemas de esta vida, no te hagan caso. Todavía tenemos la responsabilidad de llevar el mensaje que Dios nos de. Pero no es tu culpa, ni la culpa del pueblo, si ellos no pueden recibirlo en ese entonces.

Luego Dios le mandó Moisés al faraón con una palabra. Pero ahora Moisés está desanimado. Verso 12 dice: Pero Moisés se enfrentó al Señor y le dijo: «¿Y como va a hacerme caso el faraón, si ni siquiera los israelitas me creen? Además, no tengo facilidad de palabra (literalmente: soy incircunciso de labios).»

Cuando el pueblo no recibe nuestro mensaje nos recuerda de nuestras debilidades. Es difícil pensar en predicando a otra iglesia, o a los inconversos, si la misma iglesia que estamos pastoreando no recibe la predica. Pero Moisés está mirando solamente a sí mismo. Es fácil para un predicador evaluar su valor por su congregación: si recibe su mensaje o no, si la iglesia crece o no. Pero Dios no condena a Moisés. Simplemente le da otra tarea aun más importante. Sabemos que no hay ningún problema con la palabra de Dios. Los israelitas simplemente están en circunstancias en las cuales no pueden oír la palabra. Si alguien está muriéndose de hambre o sed, no quiere oír una predica en ese momento. Necesita alimento o agua. Posiblemente a veces tenemos que ministrar a otras necesidades del pueblo antes de predicar la palabra.

¡Anímate! Sigue haciendo tu parte, comunicando la palabra que Dios te de. Es nuestra responsabilidad estar seguro que estamos estudiando la Palabra y de verdad escuchando para la voz de Dios. Pero entonces deja los resultados en las manos del Señor. Y busca al Señor a discernir el desanimo y las cargas que estén presentes en tu iglesia, y ministra como puedas a esas necesidades. Rechaza esos pensamientos que no tienes facilidad de palabra y eres un fracaso como predicador. ¡Dios está contigo!