1 Corintios 15:1-11 El mensajero y el mensaje

11 En fin, ya sea que se trate de mí o de ellos, esto es lo que predicamos, y esto es lo que ustedes han creído.

En este versículo vemos los tres elementos del ministerio:

El mensajero

El mensaje

Los receptores

El mensajero

Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y, por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. Admito que yo soy el más insignificante de los apóstoles y que ni siquiera merezco ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. Al contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. 

¡Cristo apareció! Dios tomó la iniciativa; vino a nosotros y se reveló en la persona de Jesucristo. ¿Has tenido un encuentro con el Cristo vivo? Es necesario si vas a compartir un mensaje vivo. Dios sigue llamando mensajeros. No busca voluntarios. Pablo se sentía a sí mismo como el más insignificante de los apóstoles, pero si Dios te llama, Él te usará a pesar de tu pasado:

  • Pablo no fue uno de los doce.
  • Nació “fuera de tiempo,” (“como un aborto,” RVR).
  • Estaba avergonzado de su pasado; nunca podría olvidar el rostro de Esteban cuando fue apedreado.
  • Era un enemigo de Cristo, persiguiendo a su iglesia.

A pesar de eso, Pablo no permitió que Satanás usara su pasado para condenarle ni paralizar su ministerio. Muchas veces, los hombres más útiles para el Señor son aquellos que han superado muchos obstáculos en sus vidas y no conforman a las expectativas de otros ministros. Si tú te sientes diferente de los demás, con cosas feas en tu pasado, no te preocupes. No subestimes lo que Dios puede hacer.

Pablo fue el último; el más insignificante. Sabe que no merece ser llamado apóstol, pero Dios usa más a los débiles. Los últimos serán los primeros. Dios se deleita en exaltar lo despreciado. Puedes sentirte indigno. No tienes la preparación intelectual, el éxito, la facilidad para  hablar o la buena familia que tienen los demás. Puede ser que no seas muy bien parecido. No importa. Solo sirven para confirmar que no tiene nada que ver contigo, sino con Dios y su poder. Por la gracia de Dios, eres lo que eres. No es por tu propia fuerza. Si has tenido un buen éxito en el ministerio, toda la gloria pertenece a Cristo. Tenemos que aprender a vivir toda nuestra vida por la gracia de Dios. Todo lo que tenemos es un don inmerecido de Dios. Si estás ministrando en la gracia de Dios, no estarás infructífero. La naturaleza de la semilla de Dios es que crece y produce frutos – mucho fruto. Si eres infructífero, debes examinarte para ver si estás laborando en tu propia fuerza. La Reina Valera dice que nunca es en vano lo que haces por la gracia de Dios.

La obra es de Dios, pero el ministerio todavía cuesta mucho trabajo. Es algo misterioso: la gracia de Dios nos motiva a laborar con mucho tesón. Es parecido a alguien que estudia fuera de su país y no conoce muy bien el idioma; tiene que trabajar con más tesón que los demás. Lamentablemente, hay muchas personas perezosas en el ministerio. El Señor merece tus mejores esfuerzos: Trabaja con mucho tesón por medio de su gracia y para su gloria.

El mensaje

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto.

Nuestro mensaje es recibido; no es nuestro deber inventar un mensaje nuevo para atraer a la gente. Nosotros solo somos transmisores. No añadas nada a la Palabra de Dios; nuestra fe se basa en la autoridad bíblica.

El mensaje es muy sencillo: Jesucristo. Somos pecadores, separados de Dios; no podemos salvarnos a nosotros mismos. Solo un sacrificio perfecto puede pagar el precio de nuestro pecado y evitar el bien merecido juicio de Dios. Cristo murió en la cruz por tu pecado, conforme a las profecías del Antiguo Testamento, fue sepultado y resucitó al tercer día. ¡Cristo vive! Muchas personas, más de quinientas, fueron testigos de su resurrección. No hay duda que Cristo resucitó. Venció el pecado, la muerte y Satanás. Su victoria es ahora nuestra. Esa resurrección es el tema de este capítulo.

¿Estás predicando este mensaje? ¿O crees que tienes que entretener a tu iglesia? ¿Crees que tienes que enfocarte más en todas las bendiciones que Dios tiene, en lugar del precio de la salvación? Puedes creer que todos ya han oído este mensaje y tienes que hablar sobre algo diferente, pero este es el mensaje que tiene el poder de Dios para salvar y restaurar al hombre. Claro que tenemos que predicar otros temas bíblicos también, pero este mensaje es el fundamento.

Los receptores

1Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

No vale mucho tener a un mensajero bien preparado y un mensaje ungido si no tenemos audiencia. Dios nos capacita y nos prepara con un propósito. La mies es mucha y los obreros son pocos. Ahora mismo Él está preparando a la gente para escuchar y recibir el mensaje por fe: creer que es verdadero y relevante para sus vidas. Pero no basta con recibirlo; tienen que ponerlo en práctica y mantenerse firmes en el evangelio. Las dudas y las pruebas vendrán, pero Cristo es la roca, y tenemos que perseverar firmes en Él.

Los corintios operaban mucho con los dones y el poder del Espíritu. Eso es bueno, pero en medio de todos los programas, bulla  y emoción en la iglesia es fácil olvidar el corazón del evangelio. El ministro tiene que recordar la gente del mensaje.

Hay una condición para nuestra salvación: aferrarse a la palabra (“perseverar y retener la palabra”, RVR). Yo sé que es muy popular hoy creer que cuando dices una oración (recibes el mensaje) ya tienes tu boleto al cielo, y venga lo que venga, estarás bien. Al hombre que quiere continuar en su pecado le gusta ese mensaje. Pero no es bíblico. Si negamos el mensaje y rechazamos el señorío de Jesucristo en nuestras vidas, no estamos cumpliendo con esta condición de salvación. Tenemos que perseverar en nuestra fe en Jesús y manifestar esa fe en nuestra obediencia. Es posible creer en vano: Si no perseveras y no retienes la palabra, tu fe es en vano. De hecho, es peor, e incluso peligroso, tener una falsa confianza en que estás bien porque hace años, en algún momento, recibiste el mensaje, si no estás caminando con Jesús ahora.

Jesús da algunos ejemplos de creer en vano

Jesús habló de la posibilidad de creer en vano en la parábola del sembrador:

El sembrador siembra la palabra. Algunos son como lo sembrado junto al camino, donde se siembra la palabra. Tan pronto como la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos. Otros son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, pero, como no tienen raíz, duran poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se apartan de ella. Otros son como lo sembrado entre espinos: oyen la palabra, pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que esta no llega a dar fruto. Pero otros son como lo sembrado en buen terreno: oyen la palabra, la aceptan y producen una cosecha que rinde el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno» (Marcos 4:14-20).

El mensaje y el mensajero son fieles. Ellos no cambian. Hacen su parte. La semilla es solo buena: la rica Palabra de Dios, el Evangelio. El sembrador es obediente a su llamado. La diferencia es el terreno, el receptor. Satanás se aprovecha de un corazón duro para quitar la semilla de algunos. Otros no tienen raíces; no se aferran a la palabra ni la ponen en práctica. Tan pronto como tienen problemas o son perseguidos por creer en la palabra de Dios, caen. Creyeron en vano. Lo mismo con otros que no se mantienen firmes. Las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros deseos malvados entran hasta que ahogan la palabra, y se quedan infructíferos. Han creído en vano. Solo un cuarto, con buen terreno,  escucha el mensaje y lo recibe, y da una buena cosecha. Se mantienen firmes y aferran a la palabra.

Otro ejemplo se encuentra en Mateo 7:26-27:

Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;  y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

Este hombre también escuchó la palabra y edificó una casa, pero no puso la palabra en práctica. En la tormenta la casa cayó. Creyó en vano.

¿Cuál eres tú? ¿Estás perseverando? ¿Has recibido el mensaje? ¿Hay problemas y preocupaciones que pueden ahogar la palabra? ¿Existe la posibilidad de que el engaño de las riquezas y muchos malos deseos pueden resultar en que creíste en vano? ¿Hay una tormenta que aflige tu vida ahora? ¿Has puesto la palabra de Jesús en práctica? ¿O está edificada tu casa sobre la arena?

¿Estás haciendo tu parte en sembrar la palabra? Si Dios te ha llamado para compartir este mensaje, Él te dará la gracia de trabajar con mucho tesón por su gloria.

Si nunca has recibido este mensaje y quieres ser salvo, acepta a Cristo ahora. Él quiere perdonar tus pecados y darte una vida nueva. No importa lo que hayas hecho.