Enojo

Lo que dice la Biblia acerca de la ira de Dios

La ira no es mala. Lee el Antiguo Testamento: Dios parece ser un dios muy enojado. Varias veces casi destruyó a su pueblo a causa de su ardiente ira. Su ira es muy poderosa:

Tu ira en verdad nos consume,
tu indignación nos aterra.
¿Quién puede comprender el furor de tu enojo?
¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe!
 (Salmo 90:7, 11)

Moisés escribió ese Salmo. Él era un hombre muy capacitado para escribir sobre la ira de Dios: La había visto varias veces, pero también tenía una relación muy íntima con Dios.

Corrígeme, Señor, pero con justicia,
y no según tu ira, pues me destruirías
 (Jeremías 10:24).

¿Has corregido a tus hijos en ira? ¿Hasta el punto de que casi los destruiste? Me sorprende que Jeremías, que tan a menudo proclamó la ira de Dios contra otros, creyera que Dios se enojaría con él.

¿Quién podrá enfrentarse a su indignación?
¿Quién resistirá el ardor de su ira?
Su furor se derrama como fuego;
ante él se resquebrajan las rocas
 (Nahúm 1:6).

Dios puede estar muy enojado, con consecuencias muy feas:

Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses, y con todos sus ídolos han provocado mi furor. Por eso arde mi ira contra este lugar, y no se apagará (2 Crónicas 34:25).

El soplo de Dios los destruye,
el aliento de su enojo los consume
  (Job 4:9).

Él mueve montañas sin que éstas lo sepan,
y en su enojo las trastorna
 (Job 9:5).

Dios castiga y juzga en su ira

En su ira, Dios puede reprender o castigar:

No me reprendas, Señor, en tu ira; no me castigues en tu furor (Salmo 6:1). David, el hombre conforme al corazón de Dios, escribió esto. Él conocía el favor y el amor de Dios, pero también sufrió bajo su disciplina después de su pecado con Betsabé.

Por tu culpa perderás la herencia que yo te había dado.
Te haré esclava de tus enemigos, en un país para ti desconocido,
porque has encendido mi ira, la cual se mantendrá ardiendo para siempre
(Jeremías 17:4).

Tal vez esto sea una exageración, debido a la profundidad de su ira en ese momento, porque Dios es lento para la ira y su ira no dura:

Eres Dios perdonador, clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor (Nehemías 9:17).

Porque sólo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto,
por la mañana habrá gritos de alegría
 (Salmo 30:5).

Por un momento, en un arrebato de enojo, escondí mi rostro de ti;
pero con amor eterno te tendré compasión—dice el Señor, tu Redentor—
 (Isaías 54:8).

Parece que Dios tiene que descargar su ira por completo, y luego se calma:

Entonces se apaciguará mi ira, mi enojo contra ellos será saciado, y me daré por satisfecho. Y cuando en mi celo haya desahogado mi enojo contra ellos, sabrán que yo, el Señor, lo he dicho (Ezequiel 5:13).

Veremos el furor de Dios manifestado en el juicio venidero:

¡Miren! ¡Ya viene el día del Señor
—día cruel, de furor y ardiente ira—;
convertirá en desolación la tierra
y exterminará de ella a los pecadores!
 (Isaías 13:9)

Pero por tu obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio (Romanos 2:5).

Colosenses 3:6 dice por estas cosas viene el castigo de Dios.

Ira en Apocalipsis

Apocalipsis está lleno de ira. Incluso Jesús, que nos salva de la ira del Padre, está enojado:

Todos gritaban a las montañas y a las peñas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero! (Apocalipsis 6:16)

Los seguía un tercer ángel que clamaba a grandes voces: «Si alguien adora a la bestia y a su imagen, y se deja poner en la frente o en la mano la marca de la bestia, beberá también el vino del furor de Dios, que en la copa de su ira está puro, no diluido. Será atormentado con fuego y azufre, en presencia de los santos ángeles y del Cordero.  El humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos. No habrá descanso ni de día ni de noche para el que adore a la bestia y su imagen, ni para quien se deje poner la marca de su nombre.»  (Apocalipsis 14:9-11)

Si crees que el Dios de ira del Antiguo Testamento es distinto del Dios de amor del Nuevo, aparentemente no has leído Apocalipsis. El Padre derramó su ira y juicio por nuestro pecado sobre Jesucristo en la cruz, pero Dios no ha “madurado” y “dejado” su ira. Pacientemente Él espera el día cuando veamos todo su furor.

Jesús y el enojo

Aparte de Apocalipsis, hay poca ira en el Nuevo Testamento, aunque Jesús era capaz de enojarse:

Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y le dijo al hombre: Extiende la mano. La extendió, y la mano le quedó restablecida  (Marcos 3:5).

El ejemplo más conocido de que Jesús se enoja es echar fuera a los mercaderes del templo:

Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas (Mateo 21:12).

También vemos a Jesús enojado y reprendiendo a los fariseos, por ejemplo en Mateo 23.

Varias veces en sus parábolas el hombre que representa a Dios se enoja:

El siervo regresó y le informó de esto a su señor. Entonces el dueño de la casa se enojó y le mandó a su siervo: “Sal de prisa por las plazas y los callejones del pueblo, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos.” (Lucas 14:21)

Enseñanza bíblica sobre cómo  manejar tu ira

Moisés, David, Samuel y Nehemías se enojaban. Pero, a pesar de la prevalencia de la ira de Dios en la Biblia, hay poca enseñanza bíblica sobre cómo podemos manejarla:

Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. (DHH: Deja el enojo, abandona el furor; no te enojes, porque eso empeora las cosas.) (Salmo 37:8)

Es posible controlar tu ira. Tú puedes conscientemente apartarte de ella, y girar hacia el perdón y una solución constructiva del problema. Muchas veces la ira empeora las cosas.

La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego (Proverbios 15:1).

También tenemos la capacidad de calmar la ira de otros. Nuestra tendencia es responder a la ira con ira, con palabras fuertes. Ellas echan más leña al fuego, y pueden resultar en una pelea. El objetivo es evitar eso. Una respuesta amable calma el enojo. No es afeminado para evitar una pelea.

No te hagas amigo de gente violenta, ni te juntes con los iracundos (Proverbios 22:24).

Tú puedes escoger a tus amigos. Hay gente malhumorada y violenta. Aléjate de ellos. Si te unes con los iracundos, es probable que caigas en su pecado.

No te dejes llevar por el enojo que sólo abriga el corazón del necio (PDT: enojarse es una tontería) (Eclesiastés 7:9).

El enojo debe ser algo pasajero. No mores en ello. Protege tu espíritu.

Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno (Mateo 5:21-22).

La ira mata. Jesús incluso dice que el enojo inapropiado pone en peligro nuestra salvación. Aunque puede parecer que Jesús dice que el enojo siempre es malo, tenemos que equilibrarlo con otras escrituras. Aquí va más allá del enojo para maldecir a la persona.

Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo (Efesios 4:26-27).

Si estás enojado, es fácil pecar. Y lo que es peor, si no resuelves tu enojo, darás cabida al diablo. Puedes destruir una relación, hacer algo que lamentas más tarde o traer división a la iglesia. La Biblia nos aconseja ser lentos para la ira, pero una vez enojado, resuélvelo el mismo día si es posible. No esperes. Si lo guardas será como un fuego lento que te consumirá cada día.

 Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere (Santiago 1:19-20).

Si aprendes a escuchar y controlar la lengua, te salvarás de mucha ira, contienda y dolor. Aprende el dominio propio y no te enojes fácilmente. La ira no es un fruto del Espíritu Santo, y puede hacer mucho daño.

Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,  pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo.  Entonces el Señor le dijo: «¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo?  Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte (DHH: está esperando el momento de dominarte; PDT: te estará esperando para atacarte). No obstante, tú puedes dominarlo.» (Génesis 4:4-7)

Hay una ira justificada, y hay una ira sin fundamento alguno. Caín se enojó porque le trajo a Dios una ofrenda inferior, y no quiso recibir la corrección de Dios. Caín abrió una puerta para el pecado, que era una fiera lista para atraparlo. Caín todavía tenía la capacidad de dominarlo y cerrar esa puerta. Su ira injustificada resultó en asesinato y consecuencias drásticas para Caín. Qué imagen, ¿verdad? Satanás está esperando un momento para dominarte por medio de tu enojo. Dios siempre te dará una salida, pero cuando un hombre está caliente, en su orgullo a menudo no quiere humillarse y cerrar esa puerta.

¿Que hemos aprendido acerca del enojo?

  • Posiblemente es la emoción más fuerte. Puede consumir y destruir. Nos motiva a la acción, pero también puede nublar nuestro juicio.
  • La fuente de la mayoría de nuestros problemas con el enojo es la falta de dominio propio y la tendencia de ser rápido para la ira. Dios es lento para la ira, esperando siglos para expresar su ira en el juicio del pecado.
  • Dios se enoja con el pecado, y esa ira lo motiva a juzgarlo. Su ira puede ser destructiva, pero su deseo es purificarnos y restaurarnos. Tu ira también puede ser destructiva. No la dirijas a la persona, sino al pecado, y al diablo y sus demonios.
  • La ira de Dios es un tema muy común, sobre todo en el Antiguo Testamento. ¿Es parte de tu concepto del carácter de Dios? ¿Has pensado en la posibilidad de que Dios esté enojado? ¿Incluso contigo? Nadie ha visto el alcance de esa ira, pero está por venir.
  • Eres hecho a imagen de Dios. La ira es una parte de esa imagen que nosotros reflejamos. La ira en sí misma es buena, pero está torcida por el pecado. No rechaces todo enojo simplemente porque puede causar problemas. Hay un lugar para el enojo en la vida cristiana.
  • Dios nos ofrece un modelo de ira que dura un momento, equilibrada por su misericordia que dura para siempre. Una vez que hayas expresado tu enojo, déjalo y perdona a la persona.
  • Dios tiene que expresar su enojo, y nosotros también tenemos que expresarlo. Puede ser más saludable expresarlo en el gimnasio, en algún trabajo o hablando con Dios; luego puedes dirigir una porción de ese enojo a la persona responsable.

Cómo manejar el enojo

Quiero compartir cuatro consejos bíblicos para ayudarte:

  1. Reconócelo. Asume la responsabilidad de tu enojo.
  • El enojo es parte de la imagen de Dios en ti. No es malo, pero fuera de control (al igual como el sexo) puede ser muy destructivo.
  • El enojo es una señal que hay algo malo: en una relación, en una situación o dentro de ti mismo. Hay otras emociones que se manifiestan como enojo: depresión, vergüenza, temor o la pérdida de control. Examínate cuidadosamente para ver la fuente de tu enojo.
  • Separa tiempo para reflexionar sobre la causa del enojo, cómo estás manejándolo y cómo Dios te ayude a resolverlo. Es bueno escribir estas cosas en un diario, y compartir y orar con un hermano cristiano que te apoye mientras que aprendes a manejarlo.
  1. Muchos guardan enojo en sus corazones durante años. Tienes que resolver ese enojo del pasado.
  • Colosenses 3 nos instruye a matarlo.
  • El enojo puede dar cabida al diablo. Si el enojo ha sido un gran problema para ti, tú puedes tener fortalezas espirituales para derribar. Separa un tiempo para anotar todas las cosas que te han enojado. Entrega cada una a Dios, y renuncia a toda cabida del diablo.
  • A veces se debe hablar con la persona implicada para resolverlo, pero frecuentemente hace más daño resucitar a algo que la otra persona se haya olvidado. Puede ser mejor, con la ayuda de Dios, matar ese enojo, dejarlo en sus manos y perdonar a la persona.
  1. Estudia Colosenses 3 y 4, y ponlo en práctica. Camina en el poder del Espíritu Santo, revestido con la nueva naturaleza de Cristo. La ira no es un fruto del Espíritu. Gálatas 5 dice que la ira fuera de nuestro control es un fruto de la naturaleza pecaminosa. Cuanto más experimentas la vida nueva en Cristo, menos problemas tendrás con la ira.
  2. Cuando te enojes, sigue lo que dice 2 Corintios 10:3-5:

Aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo.  Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.  Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.

  • Reconoce que es una batalla espiritual. Satanás está buscando cabida en tu vida.
  • Clama a Jesús, pidiéndole ayuda y hablándole acerca de tu enojo.
  • Tómate una pausa para analizar la situación y ver los argumentos que no sean de Dios.
  • Separa lo que sea la ira justificada y lo que estés llevando de otras situaciones.
  • Lleva esos pensamientos cautivos a Cristo, esperando, en oración, por sabiduría para enfrentar a la otra persona o actuar para resolver alguna injusticia. En tu diario, apunta cómo estás manejándolo. No quieres guardar algo en tu corazón y dar cabida al diablo otra vez.

¡Dios quiere darte la victoria! En lugar de negar tu enojo o reprimirlo, Él quiere enseñarte cómo manejarlo bien.