Dios tiene bendiciones para ti, más allá de lo que puedas imaginar:
4Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese (actúe en favor) por el que en él espera (o, confía).
Pablo cita el mismo versículo en 1 Corintios 2:9:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Dios quiere actuar en tu favor. Él tiene cosas increíbles preparadas para ti. ¿Es posible saber cuáles son? Sí, porque en el verso 10 Pablo dice: Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu. En Jesucristo, en la revelación del Nuevo Testamento y por la obra del Espíritu en nuestro corazón, aprendemos algo acerca de los planes de Dios.
Vemos en estos versos tres condiciones para recibir estas bendiciones:
- Esperar en Dios. Entregar todo a Él, dejar de hacer cosas en nuestras fuerzas y a nuestra manera, y esperar pacientemente su tiempo.
- Confiar en Dios. Tener fe en que su palabra es verdadera y que Él va a actuar a favor nuestro.
- Amar a Dios (¡el primer mandamiento!). Él quiere una relación contigo. Quiere saber que tú no esperas en Él solo por sus bendiciones, sino que te deleitas estar en su presencia. Y los que realmente aman a Dios, le obedecen.
Ahora, lo que para mí es lo más impresionante de este pasaje: ¡Dios te espera a ti también!
5Sales al encuentro de los que, alegres,
practican la justicia y recuerdan tus caminos. (DHH: a quien hace el bien con alegría
y se acuerda de hacer lo que tú quieres.)
Pero te enojas si persistimos
en desviarnos de ellos. (DHH: desde hace mucho te hemos ofendido)
¿Cómo podremos ser salvos?
¡Qué imagen hermosa de nuestro Dios! Como el padre del hijo pródigo, cada día Él espera con ansias el tiempo que pasemos juntos en nuestras devociones, pero no está muy entusiasmado con aquellos que lo hacen por obligación. Él conoce tu corazón, y quiere un corazón alegre, con muchas ganas de practicar la justicia. ¡Él sale al encuentro de esa persona alegre! ¡Él quiere la comunión contigo! Cuando nos desviamos de sus caminos, se entristece y nos llama a volver y recordarlos.
- Hay dos palabras importantes aquí: practicar y persistir. Él quiere una vida consistente, en la que practiquemos la justicia como estilo de vida. En nuestros hogares, negocios y en toda la vida, practiquemos la justicia.
- Para recordar los caminos de Dios, tienes que conocerlos. Estúdialos. Medita en sus caminos, y escógelos en lugar de tus propios caminos o los caminos del mundo.
- Él entiende que te desviarás de sus caminos de vez en cuando; el problema es cuando persistes en desviarte. Entonces se enoja, y vas a experimentar su ira y su disciplina. Pierdes la comunión con Dios. Esta persona es como la de Romanos 1, que persiste en perseguir otros caminos.
Por desgracia, incluso en la iglesia, parece que hay pocos que practican la justicia. Muchos han olvidado los caminos de Dios. Si estás alejado de Dios, ¿cómo puedes ser salvo?
6 Todos somos como gente impura;
todos nuestros actos de justicia
son como trapos de inmundicia.
Todos nos marchitamos como hojas:
nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.
7 Nadie invoca tu nombre,
ni se esfuerza por aferrarse a ti. (RVR: que se despierte para apoyarse en ti)
Mi primera reacción al leer estos versículos es protestar: Los demás pueden ser así, ¿pero yo? ¿No hay quien practique la justicia?
¿Recuerdas la depravación total en Romanos 1? Aquí está otra vez. Encaja perfectamente con otras escrituras como Isaías 53:1 y Romanos 3:23 (todos han pecado y están privados de la gloria de Dios). No hay nada en nosotros que merezca la salvación.
- Somos personas impuras. Aun en el corazón del cristiano devoto hay mucha impureza.
- Podemos hacer actos de justicia, pero son como trapos de inmundicia. Cuando se compara nuestra justicia con la santidad de Dios, simplemente no está a esa altura.
- Nos marchitamos como las hojas. Durante muchos años yo vivía donde las hojas caen de los árboles en otoño. Tuve que limpiar el patio una y otra vez, pero nuestro vecino no limpió el suyo, y con cada viento mi patio se llenó otra vez con sus hojas. A veces, las hojas caen como la nieve de los árboles. Así somos nosotros. La hoja que cae ya no sirve para nada para el árbol. No hay vida en ellas. Son muy coloradas, pero rápidamente pierden ese color. La hoja no puede protestar y decir, “¡pero yo quiero quedarme en el árbol!”
- Se compara nuestras iniquidades con el viento. El pecado es poderoso y difícil de resistir; nos arrastra. Frente al viento, somos débiles.
- Nadie invoca el nombre de Dios; no buscan ni claman a Dios.
- No se esfuerza por aferrarse a Dios. En el pasado era común pasar horas en el altar hasta que se agarró a Dios. Ya no; no permanecemos en la vid (Juan 15).
Las consecuencias son trágicas:
Pues nos has dado la espalda
y nos has entregado en poder de nuestras iniquidades. (DHH: te ocultaste de nosotros
y nos has abandonado, RVR: nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades)
Dios nos ha dado la espalda. Está enojado con nosotros, y ya no podemos verlo cara a cara. Nos ha entregado al poder de nuestras iniquidades. Creo que Pablo tenía este pasaje en mente cuando escribió Romanos 1.
Ante esta situación tan grave, nuestra única esperanza es la misericordia de Dios.
8 A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre;
nosotros somos el barro, y tú el alfarero.
Todos somos obra de tu mano.
9 No te enojes demasiado, Señor;
no te acuerdes siempre de nuestras iniquidades.
¡Considera, por favor,
que todos somos tu pueblo!
Le recordamos a Dios la relación que todavía tenemos, semejante a un padre con su hijo alejado:
- Es nuestro padre.
- Es nuestro alfarero.
- Somos el barro, su creación, la obra de sus manos; estamos hechos a su imagen. Él tiene una inversión en nosotros.
- Somos su pueblo. ¿Cómo puede rechazarnos para siempre? Muchas veces en el Antiguo Testamento Dios lucha entre su ira y su tierno amor por su pueblo. Es semejante a la lucha interiorpor un conyugue infiel o un hijo rebelde.
- Dios puede estar enojado, pero le rogamos: ¡No te enojes demasiado! ¡No podemos soportarlo!
¡Si solamente pudiera olvidarse de nuestras iniquidades! ¡Que podía empezar de nuevo! ¡Gloria a Dios! ¡Es exactamente lo que hizo por nosotros en Jesucristo! Llegamos ante el Juez, culpables, pero Él nos declara inocentes. No hay registro de ningún pecado; está limpio. Nos declara no culpables y nos vamos libres, para amar y servir a Dios y ser amados por Él.
¿Estás alegre en el Señor? ¿Andando en sus caminos y practicando la justicia? Él te espera, sale al encuentro, para pasar un momento íntimo de comunión contigo. Es tu padre y te ama. ¿Estás experimentando algunas de las maravillas que tiene preparadas para ti?