Muertos al pecado, vivos para Cristo  Romanos 6:1-14

Los primeros capítulos de Romanos se dedican a la teología del pecado, la ley, fe, y gracia. Ahora, en el capítulo 6, Pablo comienza a aplicarlo a la vida diaria.

¿Vamos a seguir pecando para que Dios  nos muestre más su gracia maravillosa?

1¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde? (DHH: ¿Vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso?)

Algunos ignorantes postulaban que para experimentar más de la gracia de Dios, se debe pecar más. No pueden comprender porque alguien andaría en santidad si somos libres de la ley.  Por ejemplo, si quitan las leyes del tráfico, la tendencia sería manejar muy rápido e ignorar las semaforas, ¿verdad?

2 ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?

No hay lógica ninguna en el argumento de esas personas.  La persona que busca cada excusa para pecar no conoce nada de que es ser cristiano, ni que es ser obligado por el amor de Cristo. Es una contradicción profunda: cuando aceptas a Cristo, tú mueres al pecado, y no es posible para un hombre muerto pecar. Hay algo muy malo si alguien se llama cristiano, pero vive en el pecado.

Unidos con Cristo en su muerte

3 ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte?

Varias veces el Nuevo Testamento habla de nuestra unión con Jesús; una identificación íntima con nuestro Salvador. Pablo refiere al bautismo como un símbolo vívido de esa unión; bajándose en las aguas, estás sepultado con Cristo. Participamos en su muerte. Espiritualmente, en los ojos de Dios, el viejo hombre está muerto.

4 Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.

Fue así para Cristo, y es así para ti también:  Si quieres experimentar el poder de la resurrección y tener una vida nueva, primeramente tienes que morir.  Entonces naces de nuevo, una nueva criatura.

5 En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección.

Para dar énfasis, Pablo lo dice otra vez: Estamos unidos con Jesús en su muerte, también estamos unidos con Cristo en su resurrección.

6 Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado (RVR: para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado); 7 porque el que muere queda liberado del pecado.

Un hombre muerto no puede pecar

Hasta ahora suena bien, pero puede ser difícil aplicarlo a la vida diaria. La vieja naturaleza (la naturaleza caída y pecaminosa, la carne), fue crucificada, y esa muerte tiene implicaciones profundas:

  • El cuerpo pecaminoso ya es muerto, y pierde su poder.  La Reina Valera es aún más fuerte: Es destruido. Todavía puede engañarte con sus deseos, pero ha perdido su poder.
  • Antes, tú eras un esclavo del pecado. Cuando tu naturaleza caída quería algo, eras impotente para resistir. Ahora tú eres un esclavo de Cristo, libertado de tu esclavitud al pecado. Pero tal como los israelitas saliendo de Egipto, o alguien libertado de esclavitud hoy en día, todavía tienes la mentalidad de un esclavo. Cuesta tiempo y trabajo para perder esa mentalidad.

La única manera para librarte del pecado es morir. Si has muerto juntamente con Cristo, eres libre.

8 Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él.

La muerte es un paso necesario, pero, gracias a Dios, no es el fin. Morimos con Cristo para entonces vivir con Él. Esa es nuestra confianza: Dios no te deja muerto; entras en una vida nueva que compartes completamente con Cristo. ¿Dirías que estás viviendo con Cristo? Si no, ¿has muerto al pecado? Porque el pecado no puede coexistir con una vida unida con Cristo.

La única solución para nuestra lucha con el pecado es vivir en unión con Cristo, lleno de su Espíritu.

9 Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. 10 En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios.

El Cristo resucitado no tiene temor ninguno de la muerte; murió una vez, para jamás volver a morir. Ahora toda su vida es para Dios, y así debe ser para nosotros. Ya tenemos la victoria sobre el pecado y el diablo. Por fe morimos y resucitamos a una nueva vida.  El pecado ya no tiene dominio sobre ti. Dios te ha dado poder. Él ha hecho su parte, pero la fe exige acción y obediencia a Dios. Ahora, por tu voluntad, tú tienes que hacer tu parte.

11 De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

Muertos al poder del pecado, vivos para Dios

De la misma manera que Cristo nunca tiene que morir otra vez, y ahora vive completamente para Dios, nunca debes volver a pecar. Tienes que cambiar tus pensamientos y tu manera de pensar. En cada momento, aunque la carne puede parecer muy viva y poderosa, considérate muerto al pecado.  No mores allí en la muerte; medita en la realidad que eres vivo para Dios en Cristo.

¿Como ves al pecado en tu vida?  ¿Como una bestia que quiere destruirte, o algo impotente que usa meras palabras para intimidarte?

Como ejemplo, consideremos al hombre casado. ¿Puede vivir todavía como un soltero? Sí, por un rato, pero habrá consecuencias. Al principio, puede estar muy acostumbrado a su vida vieja como mujeriego, pero entonces ve su anillo de matrimonio. Pasa tiempo con su esposa. Ya no va a las fiestas. A veces no se siente casado, y pueda que no hay mucha evidencia física del cambio, pero él sabe que algo muy profundo ha cambiado (¡y su esposa es lista a recordarle es eso!).

Así es con el cristiano. Puedes vivir en pecado por un rato, pero habrá consecuencias. Y el Espíritu te recuerda que ya eres una criatura nueva, un hijo de Dios. Te acuerdas de tu bautismo. La Biblia te enseña cómo vivir en Cristo. La transformación comienza en la mente.

12 Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos.

Cuatro consejos para vencer al pecado

Con esa mente, hay varias cosas que tienes que hacer. Acuérdate, cuando Dios te manda hacer algo, te da el poder para obedecerlo.

  1. No permitas que el pecado reine en tu cuerpo. Si Dios tiene que mandar esto, obviamente es posible que el pecado puede reinar en tu cuerpo.  Tú tienes que decidir, con tu voluntad, si será Cristo, o el pecado. ¿Qué tiene dominio en tu vida?  ¿Qué reina? ¿Cristo?  ¿El Espíritu? ¿O el pecado?
  2. No obedezcas tus malos deseos.  Vendrán a tu mente, pero recházalos y no los obedezcas. Si obedeces mucho tus malos deseos, entonces Cristo no reina en tu vida.

13 No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia.

3  No ofrezcas los miembros de tu cuerpo al pecado. Las manos, los pies, los ojos, la lengua. Y, tal vez los más difícil para muchos hombres, el miembro. Me gusta la imagen del pecado pidiendo el uso de los varios miembros de tu cuerpo para hacer su injusticia. En el pasado los ofrecíamos con mucho gusto. Ya no. Pregúntate a ti mismo antes de hacer algo: ¿Estoy ofreciendo este miembro al pecado? ¿Resultará en injusticia? ¿Algo que puede lastimar a mi Dios?

Presenta, ofrece, tus miembros a Dios para servirle como instrumentos de justicia. ¿Has notado aquí que nunca dice solo lo negativo? Hay muerte, pero entonces hay resurrección.  No quieres dejar un vacío en tu vida cuando dejas de presentarte como instrumento de injusticia; activamente comienza a hacer la obra de Dios, ofreciendo a ti mismo como instrumento de justicia.

14 Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.

El pecado ya no es más tu amo

Cuando aceptamos a Cristo, ya estamos bajo la gracia.  No es por nuestro merito ni por nuestras fuerzas; es pura gracia, un don de Dios. Todo fluye de nuestra unión con Cristo. Si haces estas cosas sencillas (¡pero no fáciles!) el pecado no tendrá dominio sobre ti.

  • ¿Te consideras muerto al pecado? ¿O estás nutriéndolo? ¿Ejerciéndolo? Nutre tu nueva naturaleza con la Palabra de Dios.
  • ¿Qué reina en tu vida? ¿El pecado? ¿O Cristo?
  • ¿Eres un instrumento de justicia, para la gloria de Dios?
  • Declara hoy: “El pecado no tendrá dominio en mi vida. Cristo, entrono a ti. Quiero vivir completamente para Dios.”