Gloria y frustración: Romanos 8:18-27

Cómo soportar tu sufrimiento actual

18 De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.

En esta porción nos encontramos en medio de una mezcla de padecimiento, esperanza, gloria, y frustración. Compartimos en los sufrimientos de Cristo ahora, pero tal como Cristo sufrió por un ratito y ahora está glorificado en el cielo, la gloria futura tuya empequeñece tu padecimiento ahora.  Vale la pena perseverar; el conocimiento que Cristo pasó por lo mismo debe ayudarte soportarlo y acercarte a Él.

Vemos esta perspectiva bíblica también en 2 Corintios 4:17-18: Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno. Si fijas tus ojos en cosas terrenales estarás deprimido y desesperado. Acuérdate que esa casa, esa coche, ese trabajo – todo lo que ves ahora – es pasajero.  Fija tus ojos y dedica tu energía y tiempo a lo eterno, a lo que no se ve. Te dará una perspectiva nueva de tus aflicciones ahora.

¿Has pensado en la gloria que será revelada en ti? ¿Ves a tus hermanos en Cristo con una visión de su gloria futura?

La vida ahora: frustrada

19 La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, 20 porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza 21 de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (NTV: la creación espera el día en que se unirá junto con los hijos de Dios a la gloriosa libertad de la muerte y la descomposición)

Esta vida está caracterizada por frustración. La palabra griega significa vacuidad, futilidad, y falta de propósito. Es la misma palabra que usaba Salomón en Eclesiastés 1:2 cuando dice que la vida es absurda. Y tú no eres el único sufriendo;  ¡la creación sufre también! (¡Toda la creación de Dios es importante! Es nuestro deber cuidarla.)

Hay un día glorioso por venir, cuando los hijos de Dios (tu y yo) serán revelados. Todo el mundo va a ver quiénes somos. Esa revelación va a impactar a la creación también: Termina su frustración y corrupción.  Por esa razon lo aguarda con ansiedad. Nosotros también somos sometidos al mismo decaimiento y frustración.

Y tú, ¿aguardas con ansiedad para el día de tu liberación y revelación? ¿Te sientes a veces como un esclavo? ¿Un esclavo del pecado, como Pablo lo describe en capítulo 7?  ¿Un esclavo de corrupción?

Imagínate un mundo futuro sin decaimiento ninguno, ni en la creación ni en nosotros.  La creación alcanzará todo su potencial y hermosura, y tú serás libre de toda aflicción y restricción, como un prisionero librado para gozarse de una nueva vida. ¿Tienes esa esperanza firme?

Gemir en esperanza

22 Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. 23 Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? 25 Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia.

¿Has visto el dolor de una mujer en el parto? Está muy fuerte, ¿verdad? La mujer soporta el dolor porque tiene esperanza; sabe que pronto tendrá el gozo incomparable de ver a su hijo o hija. Pues, así es el dolor de la creación ahora, y el dolor nuestro. Las ansias para algo más, el dolor de la vida actual, nos hacen gemir, y el alivio de ese dolor y el gemir es la esperanza. Pero tienes que esperarlo; ahora recibes solo las primicias, el Espíritu Santo.

¿Cómo está tu esperanza? Fuiste salvo en la esperanza y expectativa de algo más.  Cuando recibes lo que esperabas, ya no necesitas esperanza. La esperanza muchas veces es frustrante, pero es de Dios, y es buena. Esta vida es solamente una sombra de tu futuro glorioso. Solamente tenemos las primicias, pero ¡las primicias del Espíritu son muy buenas!

Pablo escribió en 2 Corintios 5:2-5:  Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial,  porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos.  Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.  Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas.

Parte de esa esperanza es la redención del cuerpo; a Dios le interesa no solo tu espíritu, sino tu cuerpo también. Ahora te puedes sentir desnudo, pero serás revestido de gloria.

¿Gimes ahora?  ¿O estás tan ocupado y satisfecho con la vida de este mundo que no piensas mucho en tu futuro glorioso? Alguien dijo que los cristianos sonríen demasiado y no gimen suficientemente. ¡Posiblemente Dios permite que pasemos por tribulaciones aquí para que gimamos más!

La solución de tu frustración: Comunión con Dios ahora, a través de su Espíritu

26 Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. 27 Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.

En nuestra aflicción actual, la oración nos lleva a la presencia de Dios, pero Dios sabe que muchas veces no es fácil orar:

  • Somos débiles.
  • Nuestras mentes vagan.
  • No sabemos que pedir de Dios.

Así que Él nos ayuda. Muchas veces hay anhelos que no podemos expresar en palabras, pero el Espíritu sabe el anhelo de tu corazón e intercede por ti. ¿A veces gimes en tu espíritu?  ¿Suspiras? Déjalos manifestarse. Si oras en lenguas, ora mucho en ellas.

Dios también está examinando tu corazón. Él ya sabe tu petición. Tienes la combinación perfecta: El Espíritu intercede por ti, y siempre es conforme a la voluntad de Dios, lo cual significa que Dios siempre contesta esa petición.

Hay un futuro glorioso para ti más allá de lo que puedas imaginar. Pero tienes que esperarlo, y mientras esperas estarás frustrado.  Padecerás. Fija tus ojos en cosas eternas, y acércate a Dios en oración. Gime. Vive en las primicias, la plenitud de su Espíritu que está disponible a ti ahora mismo. Ese Espíritu es la garantía de las promesas de Dios.

 

Una nueva forma para vivir:  Romanos 8:1-17

Por fin llegamos a uno de los capítulos más ricos de la Biblia.  Basta ya con la lucha del capítulo 7; bienvenido a una vida nueva y completamente distinta, gracias a Jesús.  Dios mismo ya mora dentro de ti, guiándote y dándote poder para hacer lo recto.

¿Cómo experimentas esta vida? Vemos tres requisitos aquí:

  1. Al principio de capítulo 7 Pablo habla del matrimonio. La única salida del pacto del matrimonio es la muerte; luego estás libre para casarte con otra.  De la misma manera, la salida del antiguo pacto es la muerte de la naturaleza pecaminosa.
  2. Con esa naturaleza muerta, puedes unirte a otro; en este caso, a Jesucristo. Es semejante al matrimonio; vives unido a Jesús.
  3. Tienes que vivir conforme a esta nueva realidad, tal como un marido no puede vivir como un soltero. Ya no andas conforme a la carne (la vida anterior), sino conforme al Espíritu.

Así vas a experimentar una nueva dimensión de tu vida.

 Una nueva libertad

1Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús (RVR añade:  los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu), 2 pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

¡Ya no hay condenación ninguna! ¡No hay nada para avergonzarse! Sinónimos de condenación son pena, tormento, maldición, castigo, e infierno.

Vivíamos atormentados:

  • Por Satanás, el acusador de los hermanos.
  • Por nuestra conciencia.
  • Por Dios.
  • Por otros.
  • La ley, la cual continuamente reveló nuestras fallas y debilidades.

Ahora nadie puede acusarte.  Hay una nueva ley, la ley del Espíritu, que te libra de la ley del pecado y de la muerte. Cuando Satanás (u otra persona) o tu mente se levanta para condenarte:

  • Repréndele en el nombre de tu nuevo Señor, Jesús.
  • Recuérdale que Cristo ya pagó el precio de tu pecado.
  • Recuérdale de esta Palabra.
  • Tal vez aún más importante, recuérdate a ti mismo que eres libre de condenación.
  • Y alaba a tu Señor por ese milagro.

Una nueva justicia

En Cristo cumples todos los requisitos de la ley:

3 En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, 4 a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu (DHH: Lo hizo para que nosotros podamos cumplir con las justas exigencias de la ley, pues ya no vivimos según las inclinaciones de la naturaleza débil sino según el Espíritu).

Como vimos en el capítulo 7, ni Dios ni su ley son responsables por nuestra condición; tú y yo somos culpables. La ley tenía poder, pero el pecado lo anuló. Era imposible para la ley librarnos, pero, gloria a Dios, el Señor hizo lo que nosotros no pudimos hacer:

  • Nos envió su propio Hijo.
  • Vino en condición semejante a la nuestra, de pecador:
    • Parecido, porque fue tentado en todo como nosotros; era completamente hombre.
    • Pero desigual, porque nunca pecó.
  • Así que Cristo era un sacrificio perfecto y eficaz para todos nuestros pecados.  Alguien tenía que pagar, y Cristo sufrió todo nuestro castigo en la cruz.
  • Por medio de Jesús, el Padre condenó al pecado.

Ese sacrificio resulta en un milagro para nosotros (pero solamente para los que no viven según la naturaleza pecaminosa, o la carne, sino según el Espíritu): Todas las justas demandas de la ley se cumplen en nosotros. Cuando abandonamos nuestras esfuerzas para obedecer la ley y nos rendimos a Cristo, es como si perfectamente obedecemos la ley. Puede ser difícil entender cuan radical es si no has laborado toda la vida para cumplir los requisitos de la ley, pero pudieras entenderlo si estabas en una iglesia con muchas reglas, con un dios severo que nunca estaba contento contigo.

Una nueva elección

Ahora una vida abundante de paz e intimidad con Dios está disponible a ti, pero tú tienes que escoger lo  que quieres: ¿Una vida controlada por tu naturaleza pecaminosa, o por el Espíritu de Dios?

Escudríñate:

  • Tu mente: ¿está fijada en cosas de la carne? ¿o cosas del Espíritu?
  • El fruto de tu vida: ¿la muerte? ¿o vida y paz?
  • Las inclinaciones de tu naturaleza pecaminosa: ¿las matas? ¿o las sigues?

5 Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu (DHH: Los que viven según las inclinaciones de la naturaleza débil, sólo se preocupan por seguirlas; pero los que viven conforme al Espíritu, se preocupan por las cosas del Espíritu).

Tus deseos

Comienza en la mente, con tus deseos. ¿Cuáles dominan en tu vida?

Deseos de la carne:

  • Todos sabemos cuáles son: comida, sexo, placeres, entretenimiento, éxito.
  • No son malos en sí; el problema es fijar la mente en ellos, hasta que casi se conviertan en ídolos.
  • Tú puedes estar en la iglesia todos los días, pero si tu mente está fijada en estos deseos estás viviendo conforme a la naturaleza pecaminosa.

Deseos del Espíritu:

  • Glorificar a Jesús. Amar y servir a otros. Edificar la iglesia. Servir como sal y luz en este mundo. Compartir la Palabra.
  • Si estás viviendo conforme al Espíritu, si el Espíritu mora en ti en su plenitud, tu mente será fijada en sus deseos.

Hay solamente dos opciones. ¿Están fijados tus pensamientos en los deseos de la carne, o del Espíritu? ¿Estás viviendo conforme a la naturaleza pecaminosa, o conforme al Espíritu?

Tu fruto

Luego, examina el fruto de tu vida.

6 La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.

Aunque puede parecer muy atractiva, la mentalidad pecaminosa produce muerte: separación, depresión, tristeza, angustia, ansiedad y enfermedad.

En cambio, si estás viviendo conforme al Espíritu, habrá vida y paz. Tu vida será fructuosa y habrá paz interior y paz con otros.

La mentalidad pecaminosa

Si no estás seguro que vale la pena escoger la vida del Espíritu, considera la persona que vive conforme a la carne:

7 La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. 8 Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.

  • Eres un enemigo de Dios.
  • No te sometes a la ley.
  • No eres capaz de obedecerla.
  • No puedes agradar a Dios.

Es claro que esta persona no es un cristiano. ¿Pero hay algunos cristianos con el Espíritu, y otros sin el Espíritu, que todavía viven conforme a los deseos de la carne?  ¡No! Pablo dice claramente que si no tienes el Espíritu, no eres de Cristo:

9 Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.

Claro que puedes apagar el Espíritu o contristarlo, pero si eres salvo, tienes al Espíritu, y el Espíritu de Dios es poderoso. Si vive en ti, te transformará. No es posible estar lleno del Espíritu y vivir según la carne.

La transformación comienza en el espíritu, pero también impacta al cuerpo:

10 Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.

Estamos aquí en la tierra, y el cuerpo todavía va a morir, gracias al pecado. Pero a causa de la justicia de Jesús, tenemos vida a través del Espíritu. ¡Dios va a redimir tu cuerpo también! El mismo Espíritu que levantó a Jesús de la muerte dará vida a tu cuerpo en una resurrección futura.

12 Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.

Es claro que Dios ha hecho maravillas para nosotros.  Somos obligados a Él; tenemos que agradarle y obedecerle.

Sería genial si no hubiera ninguna lucha más con el pecado, pero no vamos a llegar a la perfección en esta tierra. Lo importante es arrepentirse y confesar el pecado que cometes en seguida. Hay una diferencia entre practicar pecado (vivir conforme a la naturaleza pecaminosa), y pecar de vez en cuando. Y cuando vemos algún pecado, tenemos que actuar inmediatamente. Literalmente, es una cuestión de vida y muerte:

13 Porque si ustedes viven conforme a ella (la carne), morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.

Si sigues viviendo conforme a los deseos de tu carne, morirás. No serás salvo y no entrarás en el cielo.

Pero tenemos la capacidad y la obligación de dar muerte a las inclinaciones de la naturaleza pecaminosa.  Es por medio del Espíritu, pero también es una decisión de tu voluntad. Pablo sabe que tenemos malos hábitos; si eres nuevo en Cristo y llevas unos 30 años en la carne, hay lógica que todo no cambiará de noche a mañana. Dios es paciente para con nosotros; hay un proceso de santificación.

La persona que sinceramente está matando a esos pecados por medio del Espíritu va a experimentar la vida de Jesucristo. Pero la vida cristiana es mucho más que una batalla con el pecado.

Un nuevo padre

Ahora Pablo introduce un concepto nuevo en esta vida maravillosa: adopción como hijos de Dios.

14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

Es común decir que todos somos hijos de Dios. Mentira. Es cierto que en el sentido que somos su creación, Él es nuestro padre, pero solamente los que son guiados por su Espíritu son sus hijos.

¿Dirías que eres guiado por el Espíritu?  ¿Tienes la consciencia que eres un hijo de Dios?

15 Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»

Antes eras un esclavo al miedo. Vivías en temor. Ese es el espíritu de este mundo, el espíritu del maligno. Pero Dios ahora es tu papá:

16 El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

¿Cómo sabes que eres un hijo de Dios? La Palabra te asegura aquí que eres; también tienes el testimonio interior del Espíritu que lo confirma en tu espíritu. Hay un acuerdo y una certeza profunda que eres su hijo.  ¿Tienes esa certeza?

17 Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.

Hay un privilegio más que tenemos como hijos de Dios: somos sus herederos, y con Cristo nuestro hermano mayor, somos coherederos con Él. ¡Qué maravilla!

Pero todavía no tenemos toda nuestra herencia; todavía estamos en este mundo, y eso significa que habrá padecimiento. Compartimos en los mismos sufrimientos de Jesús, pero la promesa y la esperanza nuestra es que vamos a compartir en su gloria también.

¿Cómo te impacta vivir con ese conocimiento?  ¿Te da más fuerzas para soportar el padecimiento? ¿Puedes comprender la grandeza de todo lo que Dios tiene preparado para ti?

Como experimentar al Espíritu Santo

¿Cómo te parece? ¿Quieres esta vida nueva?

Si nunca has entronado a Cristo como el Rey y Señor de tu vida, ya estás condenado, pero aquí está tu liberación de la muerte y entrada a la vida eterna. Si eres cristiano ya, el Señor te invita a una experiencia más profunda.

  • Confiesa a Dios tu pecado y necesidad de un Salvador.
  • Acepta por fe la justicia de Cristo y el perdón de pecados que Dios te ofrece. Entrega tu vida a Dios y ríndete a Cristo como tu Maestro, Rey, y Señor. Ya vas a hacer su voluntad.
  • Con la misma fe, recibe el don del Espíritu Santo. Da libertad completa al Espíritu en tu vida.
  • Utiliza los medios de gracia que Dios nos ha dado: participación total en la vida de una iglesia, comunión con Dios en oración, y alimentando tu Espíritu con la Biblia.
  • Resiste los esfuerzos de otros para condenarte.
  • Fija tu mente en las cosas que desea el Espíritu, y cambia tu mente para no fijarse en los deseos carnales.
  • Cada vez que ves un mal hábito del pasado, una obra de tu carne, mátalo.
  • Busca y sigue la guía del Espíritu.
  • Clama “Abba, Padre” y nutre la relación con Dios como Papá tuyo.

Dondequiera que estés ahora en tu peregrinaje, Dios tiene algo nuevo para ti.

 

La lucha para hacer lo bueno (Romanos 7:7-25)

Pablo está de concluir su larga discusión de fe, ley, y pecado. Pronto nos dará una visión de una nueva vida en el Espíritu, una vida victoriosa. Pero para el momento, todavía está en la lucha de un hombre religioso que quiere hacer lo recto.

7¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies.»

El propósito de la ley

Con todos los problemas que la ley nos causa, algunos pudieran decir que es mala, que es pecaminosa. Pero todo lo que Dios hace es buena, y la ley tiene un propósito: Nos revela nuestro pecado. Cuando leemos los mandamientos nos damos cuenta de que nosotros somos quebrantándolos; el problema no es la ley.

El enfoque exclusivo de Pablo en la ley como la fuente de nuestra conciencia del pecado puede parecer exagerado, porque antes habló de la revelación natural, y la conciencia que Dios nos ha dado para discernir entre lo bueno y lo malo. Pero aparentemente Pablo pone eso a un lado para el momento para clarificar el rol de la ley aquí, sobre todo en la experiencia judía. Romanos es un libro de la ley; usa la palabra “ley” más que cualquier otro libro de la Biblia (¡74 veces!).

 8 Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto.

La ley despierta malas pasiones, y el pecado (la naturaleza caída y pecaminosa) se aprovecha de esa oportunidad para despertar toda clase de codicia.

Si no hubiera ninguna ley, no habría nada para definir lo malo, y el pecado estaría muerto. Solamente se despertó cuando Satanás tentó a Adán y Eva para desobedecer ese primer mandamiento en Edén, y aceptaron su mentira.

9 En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí. 10 Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; 11 porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató.

El pecado mata y engaña

Aquí, ¿habla Pablo de Adán antes del mandamiento, o de sí mismo en la inocencia de su niñez? Si aceptamos el concepto del pecado original, Adán sería el único verdaderamente libre del pecado.

Ahora, con el pecado vivo a causa del mandamiento, ello se convierte en una persona ficticia que le engaña y le mata. ¡No subestimes el pecado! ¡Tiene el poder para engañar y matar!

12 Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno.

Otra vez, aunque el resultado de la ley es la muerte, la culpa no es de la ley; solamente revela la rebelión en nuestros corazones. La culpa es la nuestra.

13 Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado.(DHH: Y así, por medio del mandamiento, quedó demostrado lo terriblemente malo que es el pecado.)

El propósito de la ley es para mostrarnos nuestra depravación, para llevarnos a la desesperación. El pecado es tan feo que llevó al Hijo de Dios a la cruz. Nos damos cuenta de que es imposible en nuestra fuerza obedecer los mandamientos; necesitamos a un Salvador. Sin la misericordia y gracia de Dios estamos perdidos.

14 Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano (débil, carnal), y estoy vendido como esclavo al pecado.

Esclavo al pecado

¿Crees eso? En nuestro orgullo, es difícil para muchos admitir que somos esclavos, pero nuestra experiencia lo confirma:

15 No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. 16 Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; 17 pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí. 18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. 19 De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.

Puede parecer que Pablo está jugando con palabras.

Está confuso:

  • No hace lo que quiere.
  • Hace lo que aborrece.

Hacer lo que no quiere confirma que la ley es buena:

  • El pecado que habita en él tiene el poder para hacer lo que no quiere hacer.
  • Nada bueno habita en su naturaleza pecaminosa.

Desea hacer lo recto:

  • Pero no es capaz de hacerlo.
  • No hace el bien que quiere.
  • Hace el mal que no quiere.

Concluye que no es el verdadero “Pablo” que hace lo malo, sino el pecado que habita en él.

¿Te parece que Pablo está echando la culpa, buscando una excusa para su pecado? Es posible que hay tanto conflicto dentro de nosotros que puede parecer que “el pecado” nos controla. ¿Te recuerda de tu experiencia?

21 Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. 22 Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; 23 pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.

La guerra interior

Si es difícil para Pablo explicar lo que está pasándole, ¡es porque hay una guerra interior! Lo bueno y lo malo están batallando; hay guerra entre su mente y los miembros de su cuerpo. ¡Y él es un cautivo de esa guerra! No puede escapar lo maligno. Siempre está allí, mofándose por ello cada vez que quiere hacer lo bueno, y casi siempre gana.

Esto puede explicar porque te sientes malentendido. En tu mente, en el hombre interior, tú puedes ser un tipo bueno, pero para alguna razón lo que intentas hacer para bien siempre sale mal.

Este es un hombre bajo la ley.  En su interior, en su mente, se deleite en la ley. Pero no puede obedecerla, no puede poner en práctica la Palabra, porque es cautivo a los malos deseos de su cuerpo. Es el testimonio de Israel en todo el Antiguo Testamento; es el antiguo pacto.

24 ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?

¿Es esta la experiencia cristiana?

Muchos dicen que esta es la experiencia normal del cristiano en este mundo: Siempre habrá esta lucha entre el viejo y el nuevo hombre; nunca estamos completamente libres de la naturaleza pecaminosa. ¿Pero de verdad crees que Dios te quiere un pobre miserable? ¿No crees que Cristo tiene el poder para librarte de este cuerpo mortal, de la naturaleza pecaminosa, incluso en esta vida? ¡Yo creo que sí! Y eso es exactamente lo que dice Pablo:

25 ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!

El capítulo 7 es la experiencia de alguien religioso que no conoce el poder del Espíritu en su vida. Es la excusa que muchos usan para explicar la pobreza de su experiencia en Cristo. El capítulo 8 describe la verdadera vida cristiana, pero antes de entrar en eso, Pablo resume su experiencia como un judío celoso:

En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.

No hay esperanza ninguna. La ley no te ayuda cambiar la vida; no tiene esa potencia. Solamente te muestra cuan feo y rebelde eres. La única respuesta es matar al viejo hombre (la naturaleza pecaminosa), nacer de nuevo, y caminar en el poder del Espíritu Santo.

Entonces, ¿cómo debes responder a la ley?

  • Deléitate en ella.  Te revela el corazón de Dios, y te revela la rebelión en el tuyo. Dios quiere que te lleva al arrepentimiento.
  • Da gracias a Dios por su gracia y misericordia.  No la mereces. Tu deber es obedecer la ley completamente, o morir. Pero Cristo cumplió la ley perfectamente y te ha librado de tu esclavitud a ella.
  • Estúdiala para aprender lo que agrada a Dios. Te sirve como una guía.

No habrá ninguna ley en el cielo, y en el capítulo 8 vamos a ver como experimentar un poquito del cielo ahora. Mientras tanto, si estás envuelto en la guerra frustrante que Pablo describe aquí, hay esperanza. Viene por medio de una persona: Jesucristo, Señor nuestro.  No más de las reglas y la religión para obtener la victoria; es una relación viva con Jesús.

 

Tres pasos importantes a una vida fructuosa (Romanos 7:4-6)

4 Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer (quedar unidos) al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios (DHH: una cosecha agradable a Dios). 5 Porque cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba, las malas pasiones que la ley nos despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para muerte. 6 Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito.

El camino hacia la muerte:

La ley de Dios > malas pasiones despertadas > ellas actuando en nuestros miembros > fruto para muerte

El camino hacia la bendición:

Subyugados a la ley y al diablo > morimos a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo > somos libres de la ley y del diablo > servimos a Dios en el poder del Espíritu

En ese camino hay tres pasos importantes donde Dios satisface tus necesidades más profundas:

  1. Una nueva motivación

El fundamento para la nueva vida es una relación: Perteneces a Cristo.  Antes pertenecías al diablo, pero ya no; estás unido a Cristo. Pablo comienza Romanos 7 con el ejemplo de la unión matrimonial, y ahora habla de nuestra unión con Cristo. Hay mucho paralelismo. Tal como el marido quiere agradar a su mujer, el cristiano quiere agradar a su Señor. El amor de esa mujer te da seguridad y gozo y motivación para serle fiel; igual como el amor de Cristo.

Aquí Dios satisface la necesidad para relación, para pertenecer a alguien, y para seguridad. Nunca encontrarás perfectamente esas cosas en una mujer u otra persona en este mundo.  Solamente lo encuentras en Cristo.

2. Una nueva manera de servir

Antes, estabas obligado a cumplir con los requisitos de la ley.  Laborabas frustrado, porque estabas dominado por la naturaleza pecaminosa.  Siempre era una lucha.

Ahora eres libre.  Quieres servir a Dios, y Él te da el poder por medio de su Espíritu para hacer maravillas para la gloria de su nombre; te da el poder y la capacidad para hacer lo recto.

3. Un nuevo resultado

El propósito de la vida es dar fruto; es así para toda flora y fauna. Dice daremos fruto.  No hay ninguna duda. En el pasado dabas fruto para la muerte, pero el resultado natural de la nueva vida en Jesús es una cosecha agradable a Dios.

Aquí Dios te da propósito para la vida: la oportunidad para impactar positivamente al mundo. Te da verdadero significado.

Jesús dijo que por sus frutos los conocerás.  ¿Cómo está el fruto de tu vida? ¿Estás sirviendo a Dios en el poder del Espíritu? ¿O todavía estás laborando bajo los antiguos mandamientos en el poder de la carne? La única manera de dar fruto para Dios es mediante tu unión con el Cristo resucitado, después de morir a la ley y la naturaleza pecaminosa. De esa manera Dios quiere satisfacer las necesidades más profundas de tu vida.

 

Adulterio y divorcio   Romanos 7:1-3

En este capítulo Pablo se encuentra en medio de un argumento muy importante: En Cristo somos libres de la ley, pero no libres para pecar.  Crucificamos a la naturaleza pecaminosa para entonces vivir por el poder del Espíritu. Para esforzar su punto, apela a lo que la ley dice acerca del matrimonio.

1 Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida?

Muchos que recibieron esta carta eran judíos que ya conocían la ley.  Deben saber que la ley del Antiguo Testamento era para esta vida solamente.

2 Por ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo sólo mientras éste vive; pero si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. 3 Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera. Pero si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque se case con otro hombre.

Su ejemplo, que solamente toca al tema de divorcio y adulterio, cuadra con la enseñanza de otras escrituras (Lucas 16:18, Marcos 10:2-12, 1 Corintios 7:10-16). Él habla de una mujer aquí, pero aplica también al hombre.

“Hasta que la muerte nos separe.” No son meras palabras, un voto de boda (aunque ahora muchos no lo incluyen en los votos). Es el entendimiento fundamental de matrimonio como Dios lo diseñó. La única salida es la muerte. Libertad de la ley no nos libra de las normas para el matrimonio.  Un cristiano no puede decir que en Cristo es libre, y no está ligado a su esposa.

Para evitar el adulterio, la persona divorciada se queda soltera. Casarse con otro, mientras el conyugue queda vivo, resulta en adulterio, y en la Biblia el adulterio es algo muy serio. Los adúlteros no pueden entrar en el cielo (1 Corintios 6:9-10). Son asuntos muy complejos y este no es un estudio profundo (lee este blog para ese estudio https://blog.unpadreespiritual.com/2017/04/la-santidad-del-matrimonio-y-el-problema-del-adulterio-y-divorcio/, o mi libro 1 Corintios: Un manual para el varón cristiano.  Pero la persona que se divorcia y se casa con otro está en adulterio,y me parece que hay un montón de esos adúlteros en nuestras iglesias.  ¿Qué es la solución?

  • Confiesa cualquier pecado que haya ante Dios.  Ni el divorcio ni el adulterio son pecados imperdonables.
  • Si estás en otro matrimonio, no te divorcies de esa persona.
  • Si es posible, Dios siempre quiere reconciliación. Si estás divorciado y ustedes no se han casado con otro, ora y busca una reconciliación, pero con mucha sensibilidad y paciencia (ve a Oseas para un ejemplo).
  • En cada circunstancia, haz lo que puedas: pide perdón, arregla lo que puedas, y repara la relación con otros (hijos, suegros).
  • Busca consejo sabio, estudia la Biblia, y ora mucho antes de tomar alguna decisión. Más que nunca, necesitas el guía del Espíritu Santo aquí.

Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16), pero también te ama a ti. Si has pecado en esta área, Él quiere perdonarte, sanar las heridas, y restaurarte. No escribo esto para condenarte, pero es muy importante discernir lo que dice Dios acerca del divorcio y adulterio.

 

¿Quién es tu maestro?  Romanos 6:15-23

¿Vamos a seguir pecando para que Dios  nos muestre más de su gracia maravillosa?

Pablo vuelve a la misma pregunta del primer versículo del capítulo, y ahora, en esta segunda parte, postula otro argumento más para refutar a los que buscan excusas para pecar:

15Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!

Cuando aceptamos a Cristo como Salvador, Él perdona nuestros pecados y nos da una vida nueva, y el Padre nos adopta como sus hijos. Pero Cristo también es Señor, y una entrega sincera es un compromiso para obedecerle como maestro.

16 ¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia.

Esclavos de la obediencia

Tú puedes creer que eres libre, pero la verdad puede ser que eres un esclavo. ¿Quién es tu maestro? Es el que obedeces.  Puedes decir que tú eres un cristiano, pero si siempre obedeces los deseos de tu naturaleza pecaminosa, estás engañado. ¿Crees que estás bien porque obedeces a Cristo cuando tienes las ganas?  El mismo Jesús dijo en Mateo 6:24, en el contexto del amor al dinero: Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Es una mentira que puedes servir al pecado y también a Dios.

Muchos “esclavos del pecado” no piensa en el fin de sus acciones; solamente se gozan del placer del momento. El fin de ese camino es la muerte, pero si sigues en obediencia a Cristo, te lleva a la justicia: una relación con Dios, y la satisfacción profunda de hacer lo recto.

17 Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida.

Todos sabemos cómo es ser un esclavo del pecado; cuando te entregas a Cristo, Él te libra de esa esclavitud. ¿Cómo?

  • Escuchando la palabra de Dios, la enseñanza que nos fue transmitida por los apóstoles en el Nuevo Testamento (y debe ser transmitida fielmente por los siervos de Cristo hoy en día). Lamentablemente, muchas veces la enseñanza actual es un evangelio falso de prosperidad y bendición que ignora el arrepentimiento y el costo del discipulado.
  • Una sumisión de corazón a sana enseñanza. Aceptamos y nos sometemos a la autoridad de la Biblia; no solamente con unas palabras repetidas en una oración para salvación, sino de corazón.

Es un proceso que continúa para toda la vida: Seguimos estudiando y escuchando la palabra, de corazón sincero, con el compromiso de poner en práctica todo lo que el Espíritu nos enseña. Así aprendemos la sumisión no solamente a la Biblia, sino también a Dios y a sus siervos.

18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia.

El cristiano es liberado, no para pecar, sino para ser un eslavo de Cristo y de justicia. Si eres un esclavo del pecado será casi imposible hacer lo recto. No condenes al esclavo del pecado; ofrécele otra opción, de libertad y salvación y la posibilidad de impactar al mundo para el bien.

19 Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad.

Sirve a la justicia que lleva a la santidad

Pablo repite lo que dijo en el verso 13, pero habla en términos humanos, porque somos limitados en nuestro entendimiento espiritual (¿que dijera Pablo usando términos divinos?).

Otra vez hace referencia a esa pendiente resbaladiza del pecado, la que vimos en Romanos 1. Cuando comienzas a servir a la impureza, te lleva más y más a la maldad, pero si ofreces ti mismo a la justicia, momento por momento, en cada decisión, te lo llevará a la santidad.

20 Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia.

Los que no conocen a Cristo, si lo saben o no, son esclavos del pecado; están bajo el dominio de satanás. Sin el poder de Dios, no es posible someterse al dominio de la justicia.

21 ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte!

¿Qué fruto cosechabas?

Cosechamos lo que sembramos (Gálatas 6:7-8: Cada uno cosecha lo que siembra.  El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna).

Cuando sembraste a tus deseos pecaminosos, cosechaste vergüenza, y estabas de camino para la muerte. Puede ser que tú todavía estás experimentando esa cosecha.  Como dice la versión Dios Habla Hoy: ¿qué provecho sacaron entonces? Es fácil a veces romantizar el pasado, pero ¿qué provecho sacaste de ese estilo de vida? Es bueno recordarnos de la realidad fea de la vida vieja.

22 Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.

Puesto al servicio de Dios

¡Qué bueno es estar en el camino de santidad que conduce a la vida eterna, libre del pecado!  El pecado ya no se apodera de ti.  Eres libre, y una vez libre, tienes que ponerte conscientemente al servicio de Dios.

23 Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Varias veces Pablo ha dicho lo mismo, para que sería imposible perder su sentido:  El pecado tiene un fin, una paga, que es la muerte; tarde o temprano, te lleva allí.  Pero Dios te ofrece vida; te ofrece un don.  No lo mereces y no puedes ganarlo; lo consigues solo en una relación con Jesucristo: Es vida eterna.

¿Has recibido ese don? ¿Estás experimentando la libertad que vimos en este pasaje? ¿O estás todavía bajo el dominio del pecado? ¡Cristo te librará!

Tú puedes tener muchos años caminando con Cristo, pero en este momento puedes estar en una lucha con el pecado. Posiblemente ya has caído en ello. ¡Despiértate! ¡Es un engaño! Esa mujer, o la pornografía, pueden parecer muy atractivo, pero destruirán tu matrimonio. Esa oportunidad de ganar dinero ilícito puede parecer una salida fácil de tus problemas económicos, pero te puede llevar a la cárcel.  El pecado te destruye.  ¡Cristo vino para librarte del pecado! ¡Vuelve al camino de santidad! ¡Puedes! No es tarde. Cristo está esperándote. Te llama ahora.