Una nueva forma para vivir:  Romanos 8:1-17

Por fin llegamos a uno de los capítulos más ricos de la Biblia.  Basta ya con la lucha del capítulo 7; bienvenido a una vida nueva y completamente distinta, gracias a Jesús.  Dios mismo ya mora dentro de ti, guiándote y dándote poder para hacer lo recto.

¿Cómo experimentas esta vida? Vemos tres requisitos aquí:

  1. Al principio de capítulo 7 Pablo habla del matrimonio. La única salida del pacto del matrimonio es la muerte; luego estás libre para casarte con otra.  De la misma manera, la salida del antiguo pacto es la muerte de la naturaleza pecaminosa.
  2. Con esa naturaleza muerta, puedes unirte a otro; en este caso, a Jesucristo. Es semejante al matrimonio; vives unido a Jesús.
  3. Tienes que vivir conforme a esta nueva realidad, tal como un marido no puede vivir como un soltero. Ya no andas conforme a la carne (la vida anterior), sino conforme al Espíritu.

Así vas a experimentar una nueva dimensión de tu vida.

 Una nueva libertad

1Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús (RVR añade:  los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu), 2 pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

¡Ya no hay condenación ninguna! ¡No hay nada para avergonzarse! Sinónimos de condenación son pena, tormento, maldición, castigo, e infierno.

Vivíamos atormentados:

  • Por Satanás, el acusador de los hermanos.
  • Por nuestra conciencia.
  • Por Dios.
  • Por otros.
  • La ley, la cual continuamente reveló nuestras fallas y debilidades.

Ahora nadie puede acusarte.  Hay una nueva ley, la ley del Espíritu, que te libra de la ley del pecado y de la muerte. Cuando Satanás (u otra persona) o tu mente se levanta para condenarte:

  • Repréndele en el nombre de tu nuevo Señor, Jesús.
  • Recuérdale que Cristo ya pagó el precio de tu pecado.
  • Recuérdale de esta Palabra.
  • Tal vez aún más importante, recuérdate a ti mismo que eres libre de condenación.
  • Y alaba a tu Señor por ese milagro.

Una nueva justicia

En Cristo cumples todos los requisitos de la ley:

3 En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, 4 a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu (DHH: Lo hizo para que nosotros podamos cumplir con las justas exigencias de la ley, pues ya no vivimos según las inclinaciones de la naturaleza débil sino según el Espíritu).

Como vimos en el capítulo 7, ni Dios ni su ley son responsables por nuestra condición; tú y yo somos culpables. La ley tenía poder, pero el pecado lo anuló. Era imposible para la ley librarnos, pero, gloria a Dios, el Señor hizo lo que nosotros no pudimos hacer:

  • Nos envió su propio Hijo.
  • Vino en condición semejante a la nuestra, de pecador:
    • Parecido, porque fue tentado en todo como nosotros; era completamente hombre.
    • Pero desigual, porque nunca pecó.
  • Así que Cristo era un sacrificio perfecto y eficaz para todos nuestros pecados.  Alguien tenía que pagar, y Cristo sufrió todo nuestro castigo en la cruz.
  • Por medio de Jesús, el Padre condenó al pecado.

Ese sacrificio resulta en un milagro para nosotros (pero solamente para los que no viven según la naturaleza pecaminosa, o la carne, sino según el Espíritu): Todas las justas demandas de la ley se cumplen en nosotros. Cuando abandonamos nuestras esfuerzas para obedecer la ley y nos rendimos a Cristo, es como si perfectamente obedecemos la ley. Puede ser difícil entender cuan radical es si no has laborado toda la vida para cumplir los requisitos de la ley, pero pudieras entenderlo si estabas en una iglesia con muchas reglas, con un dios severo que nunca estaba contento contigo.

Una nueva elección

Ahora una vida abundante de paz e intimidad con Dios está disponible a ti, pero tú tienes que escoger lo  que quieres: ¿Una vida controlada por tu naturaleza pecaminosa, o por el Espíritu de Dios?

Escudríñate:

  • Tu mente: ¿está fijada en cosas de la carne? ¿o cosas del Espíritu?
  • El fruto de tu vida: ¿la muerte? ¿o vida y paz?
  • Las inclinaciones de tu naturaleza pecaminosa: ¿las matas? ¿o las sigues?

5 Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu (DHH: Los que viven según las inclinaciones de la naturaleza débil, sólo se preocupan por seguirlas; pero los que viven conforme al Espíritu, se preocupan por las cosas del Espíritu).

Tus deseos

Comienza en la mente, con tus deseos. ¿Cuáles dominan en tu vida?

Deseos de la carne:

  • Todos sabemos cuáles son: comida, sexo, placeres, entretenimiento, éxito.
  • No son malos en sí; el problema es fijar la mente en ellos, hasta que casi se conviertan en ídolos.
  • Tú puedes estar en la iglesia todos los días, pero si tu mente está fijada en estos deseos estás viviendo conforme a la naturaleza pecaminosa.

Deseos del Espíritu:

  • Glorificar a Jesús. Amar y servir a otros. Edificar la iglesia. Servir como sal y luz en este mundo. Compartir la Palabra.
  • Si estás viviendo conforme al Espíritu, si el Espíritu mora en ti en su plenitud, tu mente será fijada en sus deseos.

Hay solamente dos opciones. ¿Están fijados tus pensamientos en los deseos de la carne, o del Espíritu? ¿Estás viviendo conforme a la naturaleza pecaminosa, o conforme al Espíritu?

Tu fruto

Luego, examina el fruto de tu vida.

6 La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.

Aunque puede parecer muy atractiva, la mentalidad pecaminosa produce muerte: separación, depresión, tristeza, angustia, ansiedad y enfermedad.

En cambio, si estás viviendo conforme al Espíritu, habrá vida y paz. Tu vida será fructuosa y habrá paz interior y paz con otros.

La mentalidad pecaminosa

Si no estás seguro que vale la pena escoger la vida del Espíritu, considera la persona que vive conforme a la carne:

7 La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. 8 Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.

  • Eres un enemigo de Dios.
  • No te sometes a la ley.
  • No eres capaz de obedecerla.
  • No puedes agradar a Dios.

Es claro que esta persona no es un cristiano. ¿Pero hay algunos cristianos con el Espíritu, y otros sin el Espíritu, que todavía viven conforme a los deseos de la carne?  ¡No! Pablo dice claramente que si no tienes el Espíritu, no eres de Cristo:

9 Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.

Claro que puedes apagar el Espíritu o contristarlo, pero si eres salvo, tienes al Espíritu, y el Espíritu de Dios es poderoso. Si vive en ti, te transformará. No es posible estar lleno del Espíritu y vivir según la carne.

La transformación comienza en el espíritu, pero también impacta al cuerpo:

10 Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.

Estamos aquí en la tierra, y el cuerpo todavía va a morir, gracias al pecado. Pero a causa de la justicia de Jesús, tenemos vida a través del Espíritu. ¡Dios va a redimir tu cuerpo también! El mismo Espíritu que levantó a Jesús de la muerte dará vida a tu cuerpo en una resurrección futura.

12 Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.

Es claro que Dios ha hecho maravillas para nosotros.  Somos obligados a Él; tenemos que agradarle y obedecerle.

Sería genial si no hubiera ninguna lucha más con el pecado, pero no vamos a llegar a la perfección en esta tierra. Lo importante es arrepentirse y confesar el pecado que cometes en seguida. Hay una diferencia entre practicar pecado (vivir conforme a la naturaleza pecaminosa), y pecar de vez en cuando. Y cuando vemos algún pecado, tenemos que actuar inmediatamente. Literalmente, es una cuestión de vida y muerte:

13 Porque si ustedes viven conforme a ella (la carne), morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.

Si sigues viviendo conforme a los deseos de tu carne, morirás. No serás salvo y no entrarás en el cielo.

Pero tenemos la capacidad y la obligación de dar muerte a las inclinaciones de la naturaleza pecaminosa.  Es por medio del Espíritu, pero también es una decisión de tu voluntad. Pablo sabe que tenemos malos hábitos; si eres nuevo en Cristo y llevas unos 30 años en la carne, hay lógica que todo no cambiará de noche a mañana. Dios es paciente para con nosotros; hay un proceso de santificación.

La persona que sinceramente está matando a esos pecados por medio del Espíritu va a experimentar la vida de Jesucristo. Pero la vida cristiana es mucho más que una batalla con el pecado.

Un nuevo padre

Ahora Pablo introduce un concepto nuevo en esta vida maravillosa: adopción como hijos de Dios.

14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

Es común decir que todos somos hijos de Dios. Mentira. Es cierto que en el sentido que somos su creación, Él es nuestro padre, pero solamente los que son guiados por su Espíritu son sus hijos.

¿Dirías que eres guiado por el Espíritu?  ¿Tienes la consciencia que eres un hijo de Dios?

15 Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»

Antes eras un esclavo al miedo. Vivías en temor. Ese es el espíritu de este mundo, el espíritu del maligno. Pero Dios ahora es tu papá:

16 El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

¿Cómo sabes que eres un hijo de Dios? La Palabra te asegura aquí que eres; también tienes el testimonio interior del Espíritu que lo confirma en tu espíritu. Hay un acuerdo y una certeza profunda que eres su hijo.  ¿Tienes esa certeza?

17 Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.

Hay un privilegio más que tenemos como hijos de Dios: somos sus herederos, y con Cristo nuestro hermano mayor, somos coherederos con Él. ¡Qué maravilla!

Pero todavía no tenemos toda nuestra herencia; todavía estamos en este mundo, y eso significa que habrá padecimiento. Compartimos en los mismos sufrimientos de Jesús, pero la promesa y la esperanza nuestra es que vamos a compartir en su gloria también.

¿Cómo te impacta vivir con ese conocimiento?  ¿Te da más fuerzas para soportar el padecimiento? ¿Puedes comprender la grandeza de todo lo que Dios tiene preparado para ti?

Como experimentar al Espíritu Santo

¿Cómo te parece? ¿Quieres esta vida nueva?

Si nunca has entronado a Cristo como el Rey y Señor de tu vida, ya estás condenado, pero aquí está tu liberación de la muerte y entrada a la vida eterna. Si eres cristiano ya, el Señor te invita a una experiencia más profunda.

  • Confiesa a Dios tu pecado y necesidad de un Salvador.
  • Acepta por fe la justicia de Cristo y el perdón de pecados que Dios te ofrece. Entrega tu vida a Dios y ríndete a Cristo como tu Maestro, Rey, y Señor. Ya vas a hacer su voluntad.
  • Con la misma fe, recibe el don del Espíritu Santo. Da libertad completa al Espíritu en tu vida.
  • Utiliza los medios de gracia que Dios nos ha dado: participación total en la vida de una iglesia, comunión con Dios en oración, y alimentando tu Espíritu con la Biblia.
  • Resiste los esfuerzos de otros para condenarte.
  • Fija tu mente en las cosas que desea el Espíritu, y cambia tu mente para no fijarse en los deseos carnales.
  • Cada vez que ves un mal hábito del pasado, una obra de tu carne, mátalo.
  • Busca y sigue la guía del Espíritu.
  • Clama “Abba, Padre” y nutre la relación con Dios como Papá tuyo.

Dondequiera que estés ahora en tu peregrinaje, Dios tiene algo nuevo para ti.