Aprovecha al máximo el resto de tu vida

La última vez que miramos al rey Saúl, estaba desnudo y profetizando delante del Señor. En medio de eso David se escapó, y Saúl se detuvo temporalmente de perseguirlo. Pero en vez de nutrir lo que Dios hizo en él, permitió que su miedo y celos le dominaran de nuevo. Inspirado por Satanás, comete su peor atrocidad.

Entonces el rey mandó a llamar al sacerdote Ajimélec hijo de Ajitob, y a todos sus parientes, que eran sacerdotes en Nob. Cuando llegaron,  Saúl le dijo:

—Escucha, hijo de Ajitob.

—Diga, mi señor —respondió Ajimélec.

—¿Por qué tú y el hijo de Isaí conspiran contra mí? —le reclamó Saúl—. Le diste comida y una espada. También consultaste a Dios por él para que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando.

Ajimélec le respondió al rey:

—¿Quién entre todos los oficiales del rey es tan fiel como su yerno David, jefe de la guardia real y respetado en el palacio?  ¿Es acaso ésta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto su servidor no sabe absolutamente nada.  (1 Samuel 22:11-15)

Dios está dando a Saúl una salida. El varón de Dios le está hablando sentido común. La verdad. Pero el pensamiento de Saúl estaba retorcido por las mentiras y el engaño del diablo. Saúl se hubiera humillado, agradecido al sacerdote por ayudar a su yerno, y salvándose de juicio adicional. Pero su corazón estaba endurecido por el pecado y la envidia. Él no tenía temor de Dios ni respeto por sus siervos. —¡Te llegó la hora, Ajimélec! —replicó el rey—. ¡Y no sólo a ti sino a toda tu familia!

 De inmediato el rey ordenó a los guardias que lo acompañaban:

—¡Maten a los sacerdotes del Señor, que ellos también se han puesto de parte de David! Sabían que estaba huyendo, y sin embargo no me lo dijeron.

Pero los oficiales del rey no se atrevieron a levantar la mano en contra de los sacerdotes del Señor.  Así que el rey le ordenó a Doeg:

—¡Pues mátalos tú!

Entonces Doeg el edomita se lanzó contra ellos y los mató. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que tenían puesto el efod de lino.  Luego fue a Nob, el pueblo de los sacerdotes, y mató a filo de espada a hombres y mujeres, a niños y recién nacidos, y hasta a los bueyes, asnos y ovejas. (22:16-19)

Fue un edomita gentil que mató a los sacerdotes. No judío lo haría. El mismo Saúl que no pudo obedecer al Señor para destruir totalmente Amelech no vacila en destruir todos en Nob. Pero no ha logrado nada. David está todavía libre, y Saúl se ha alienado aún más al Señor.

Pero Saúl no era tan despistado como pareciera. Quebrantado, endurecido, y atado, Saúl todavía era capaz de responder a David con ternura. En más de una ocasión David pudo haber matado a Saúl. Cuando David terminó de hablar, Saúl le preguntó:

—David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien me habla!

Y alzando la voz, se echó a llorar.

 —Has actuado mejor que yo —continuó Saúl—. Me has devuelto bien por mal.  Hoy me has hecho reconocer lo bien que me has tratado, pues el Señor me entregó en tus manos, y no me mataste.  ¿Quién encuentra a su enemigo y le perdona la vida? ¡Que el Señor te recompense por lo bien que me has tratado hoy!  Ahora caigo en cuenta de que tú serás el rey, y de que consolidarás el reino de Israel.  Júrame entonces, por el Señor, que no exterminarás mi descendencia ni borrarás el nombre de mi familia.

 David se lo juró. Luego Saúl volvió a su palacio, y David y sus hombres subieron al refugio. (24:16-22)

Nadie le hubiera culpado si David mató a Saúl. Nadie tenía que saber. Sin embargo, siglos antes de que Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos, David tenía un corazón que estaba bien con Dios. Él siempre honró a sus ancianos y los que tenían autoridad, y no tocaría al ungido del Señor. No tomó las cosas en sus propias manos, sino confiaba en Dios para juzgar a Saúl. Pero también estaba suficientemente sabio para no quedarse y ser objeto de su abuso. David regresó con sus hombres a la fortaleza y dejó que Saúl se autodestruyera.

Saúl se hubiera rendido aquí. Pero, como la mayoría de los hombres, su orgullo no se lo permitió, así que mantenía la persecución de David. Nunca pensó en humillarse, arrepentirse, y buscar al Señor. Si le hubiera entregado el reino al sucesor que Dios había elegido (que ya estaba en la familia), él hubiera salvado su vida y hubiera disfrutado de sus últimos años.

Si te encuentras en una situación como la de David:
• Manten tu honor y haz lo recto, incluso cuando veas tremenda corrupción en los mayores de ti.
• Resiste la tentación de socavar – pero haz lo que puedas para evitar lo peor de su veneno.
• Ora por ellos. Puedes orar con fe que la montaña sea removida para el mar. Pero acuérdate que Dios permitiera que se quedase.
• No pienses de asesinato (en serio).
• Pelea con el verdadero enemigo.
• Seas capaz de ministrar a ellos, como David tocaba el arpa para Saúl. Sea difícil y se sienta incómodo, pero permite que Dios te use.

Aprovecha al máximo el resto de tu vida

Dios quiere que aprendamos de nuestros errores y, como mentor o padre espiritual, ayudar a los jóvenes evitarlos. Conozco a muchos hombres aplastados por la decepción y el fracaso. Es fácil retirarse y darse por vencido. Qué bueno es conocer a un joven lleno de fe y energía para servir al Rey de reyes. Anímale y ayúdale como puedas.

Estés desencantado y desanimado con esta vida. Pero en vez de vivir en el pasado con sus pesares, saca el máximo provecho de lo que tengas.
• Acepta la muerte de algunos sueños, y llóralos.
• Humíllate y reconoce tu parte en lo que ha pasado en tu vida.
• Deja de jugar el juego de la culpa y aprovecha al máximo el tiempo que te quede.

Dios te dará alternativas viables. Había varias opciones para Saúl:
• Invertirse en su yerno y sucesor. Saúl habría crecido mientras apoyaba a David.
• Tuvo un hijo impresionante. Pudiera conocido mejor a Jonatán y pasar tiempo con él.
• Puede unirse a los profetas. La gente ya había preguntado «¿Saúl entre los profetas?» ¡Le esperara una tercera carrera en la escuela de los profetas!
• Pasar tiempo con sus dos hijas, aprendiendo a ser un abuelo.

Es cierto que Saúl perdió su reino terrenal, pero puede usar sus años restantes preparándose para el reino venidero a la misma vez que ayudó a otros desarrollar su autoridad real. A pesar de sus fallas, Saúl tenía algunas buenas opciones. Todavía tenía mucho a su favor. Y tú también. Resiste la amargura y la negatividad. Dios quiere que disfrutes al máximo del resto de tu vida.