2 Corintios 3: Más y más gloria

La vida es una lucha, incluso para el cristiano, el pastor y el gran apóstol Pablo. Ya en esta carta hemos visto sus conflictos con los corintios, su gran sufrimiento y la oposición que enfrentó. En este capítulo vamos a ver cómo es posible soportar esos problemas.

La verdadera recomendación para el ministerio

El mundo valora las “recomendaciones”, y son importantes hasta cierto punto. Pero tenemos que centrarnos en lo que es verdaderamente importante.

1¿Acaso comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos que presentarles o pedirles a ustedes cartas de recomendación, como hacen algunos? Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones.

Es común para un hermano nuevo que venga de otra iglesia, o alguien que quiera ministrar, llevar una carta de recomendación de una iglesia o líder bien conocido. Puede tener un certificado de ordenación o un diploma académico. Eso es bueno, pero no es suficiente. Parece que los oponentes de Pablo en Corinto tenían eso. Lamentablemente, las cosas no siempre son lo que parecen. Alguien con recomendaciones brillantes puede ser un abusador de niños. Se puede comprar una licencia de ordenación en Internet, y un diploma de un instituto bíblico o seminario dice poco acerca del carácter de la persona.

Para algo tan precioso como el ministerio en la iglesia de Jesucristo, los estándares rigurosos son muy importantes. En mi iglesia, alguien que quiere ser pastor necesita la recomendación de su iglesia local. Luego, el concilio de pastores y ancianos en esa zona lo toma a su cargo – si creen que Dios lo está llamando al ministerio. Ellos lo aconsejan, lo examinan y lo ayudan a prepararse para el ministerio. Esto incluye sus estudios, pero sus profesores de seminario también tienen que emitir un “Certificado de Aptitud para el Ministerio” acerca de su piedad y demostración de carácter cristiano. Todo eso es bueno, especialmente hoy en día cuando alguien puede empezar una iglesia sin prácticamente ninguna preparación, ni rendir cuentas a nadie. Pero todavía no es suficiente.

Jesús dijo que los conocemos por sus frutos (Mateo 7:16-20; 12:33; Juan 15:1-16). Parece que Él estaba pensando principalmente en el impacto duradero en las vidas de otras personas, incluyendo su salvación y crecimiento espiritual. Los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23) también son importantes. Otras referencias a los frutos en nuestras vidas se encuentran en Efesios 5:9, Filipenses 1:11, Colosenses 1:6 y 10, y Santiago 3:17. Pablo está preocupado por lo que hay en el corazón, no con cartas. Tu carta real de recomendación es la gente a quien has ministrado y la obra transformadora del Espíritu en sus vidas. Alguien puede parecer impresionante en la televisión o en Internet, pero nunca vemos el verdadero fruto de su ministerio, las cartas escritas en los corazones de la gente. Si estás considerando a alguien para un puesto en el ministerio, visita la iglesia que servía y las personas a quienes ha ministrado. Esa es su principal recomendación.

Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo. No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.

¡Dios te hace competente!

Las palabras “competencia” y “aptitud” generan ansiedad en muchas personas. ¿Y tú? Es muy común sentirse incompetente e impulsado a demostrar a otros (y a si mismo) que sí, tiene las condiciones necesarias, anotando los resultados de exámenes o evaluaciones del trabajo. Sin duda es importante desarrollar la competencia en tu profesión (en el mundo muchas personas tienen que demostrar su capacidad para mantener sus trabajos), pero en la iglesia no depende de la formación que uno tenga, sino de la capacitación del Espíritu.

En el ministerio, Pablo dice que es cierto, tú no eres capaz. No tienes lo que necesitas. Tu competencia proviene de Dios, y cuando Dios te llama a un puesto, ¡Él te hace competente! ¡Te capacita! Cuando confíes en Él, te dará todo lo que necesites. ¡Qué libertad! ¡No es de extrañar que Pablo diga que la letra mata! Tal vez tú has trabajado bajo la presión de actuar de cierta manera y sentir esa muerte. ¡Dios quita esa presión! Relájate, ama a Dios y a los demás, y permite que su fuerza y ​​su ministerio fluyan a través de ti.

El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! 10 En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria. 11 Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!

¡El ministerio cristiano es glorioso!

¿Recuerdas cómo Israel no pudo acercarse al Monte Sinaí debido a la presencia gloriosa de Dios? Una columna de fuego guió al pueblo en el desierto, el rostro de Moisés reflejó la gloria de Dios y la nube de gloria llenó el templo (Éxodo 13:21-22; 34:29-36; 40:34; 2 Crónicas 5:14; 7:2). Ese era el antiguo pacto de la ley en tablas de piedra, un ministerio que trajo la muerte y la condenación. ¡No hay comparación con la gloria del Nuevo Pacto de justicia y vida, la adopción en la familia de Dios y la plenitud del Espíritu! Y esta gloria dura, no como la gloria de Moisés que se desvanecía.

¿Ves tu ministerio así? ¿Se ha vuelto tan rutinaria la iglesia que ya no ves la gloria? ¡Abre tus ojos! ¡El ministerio que Dios te dio es glorioso!

12 Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena confianza. 13 No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo. 14 Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo. 15 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. 16 Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. 17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

Cuando comprendemos la naturaleza gloriosa del ministerio del Nuevo Pacto, tenemos mucho denuedo para acercarnos al Señor y llevar el mensaje a otros. ¡Estamos ayudándolos a ver la gloria de Dios! ¡Estamos presentando a Cristo, quien quita el velo de sus corazones! ¡Los ofrecemos la libertad y la presencia del Señor!

Si es tan glorioso, ¿por qué es tan difícil para la gente recibirlo? Satanás ha velado el entendimiento de los incrédulos. Cuando oramos, guerreamos y ministramos en el poder del Espíritu, y predicamos la Palabra, la gente se vuelve al Señor y se quita el velo.

18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.

Si has dudado de que el Espíritu Santo era completamente Dios, dice aquí que el Señor es el Espíritu. Dos veces lo dice por énfasis. Cuando el Espíritu mora en ti, Dios mismo vive en ti y trabaja arduamente para transformarte a su imagen. Eso puede ser doloroso a veces, pero si contemplas la gloria de Dios, mirando a Él, adorándole y viviendo en su presencia, el dolor será devorado por la gloria. ¿Cómo va tu vida? ¿Pueden otras personas ver la imagen de Dios en ti? ¿Puedes ver su imagen en la gente a quien estás ministrando? Debe ser más y más gloria. Hay muchos obstáculos en ese proceso, y algunas veces el velo vuelve a aparecer. ¡Rasga el velo! ¡Busca la gloria de Dios! ¡Fíjate en Él para que su gloria siga aumentando en ti!