2 Corintios 10:1-6 ¡Estás en una guerra! ¿Cómo están tus armas?

Pablo terminó su primera carta a los corintios hablando de la colecta para la iglesia de Jerusalén. Los capítulos 8 y 9 de 2 Corintios también se centran en esa recolección, y terminan en triunfo: «¡Gracias a Dios por su don inefable!» ¿Fue en realidad el final de la carta? Mucha gente cree que sí. Estos últimos cuatro capítulos (10-13) tienen un tono decididamente diferente. Muchos creen que es toda o parte de la llamada “carta difícil” a la que Pablo se refiere.

¿Tímido o atrevido?

1Por la ternura y la bondad de Cristo, yo, Pablo, apelo a ustedes personalmente; yo mismo que, según dicen, soy tímido cuando me encuentro cara a cara con ustedes pero atrevido cuando estoy lejos.

¿Has descubierto que la gente habla de manera muy diferente cara a cara, y en Facebook, WhatsApp, o un mensaje de texto? Muchas personas prefieren los mensajes de texto cuando hay algo difícil de comunicar (como romper con una novia). Pablo vivió miles de años antes de mensajes de texto, pero tenía una reputación de ser mucho más audaz cuando estaba lejos, escribiendo una carta. Parece que su presencia personal no fue muy impresionante, y la timidez lo caracterizaba cuando estaba con ellos.

La palabra traducida “tímido” también puede traducirse como “humilde.” Tiene la connotación negativa de ser pusilánime. De la misma manera “audaz” o “atrevido” tiene el sentido de un cobarde que actúa fuerte – cuando no hay peligro presente. Así, sus adversarios burlonamente lo describieron, aunque Pablo claramente no se veía de esa manera.

Manso y tierno

Dada esa percepción, y con las cosas fuertes que Pablo tiene que decir, me sorprende que su apelación sea por la ternura (o humildad) y la bondad (o mansedumbre) de Cristo. Ellos no son rasgos que normalmente asociamos con Pablo, pero Cristo le había dado ese espíritu para escribirles. ¡Ser fuerte y contundente no significa que uno no sea humilde! ¡Tampoco significa que tengas que ser abusivo! Hay una fuerza especial en la gentileza.

No se oye de muchos hombres tiernos hoy. La humildad tampoco es muy popular. El diccionario define tierno como “blando, fácil de cortar o doblar, que produce sentimientos de simpatía y dulzura, o afectuoso, cariñoso y amable.”  ¿Qué hombre quiere ser caracterizado así? Pero el cristiano humilde no es débil. Jesús fue tierno en su trato de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11).

La mansedumbre es otra cualidad que no parece masculina o deseable. El diccionario define manso como “de naturaleza apacible y tranquila, un animal que no es bravo.” Para muchos en el mundo, el hombre manso es afeminado. La mansedumbre de Cristo era evidente cuando soportó el sufrimiento de la cruz. Pablo está apelando a ellos por esta mansedumbre y ternura. No parece ser una estrategia ganadora, dada la fuerza de la oposición, y en particular la batalla espiritual que él va a describir en un momento. ¡Pero tal vez lograríamos más si pudiéramos hacer nuestras apelaciones con el mismo espíritu!

Les ruego que cuando vaya no tenga que ser tan atrevido como me he propuesto ser con algunos que opinan que vivimos según criterios meramente humanos (la carne).

¿Fue una amenaza vacía? Está claro que Pablo quería evitar una confrontación difícil. La situación era bastante mala, y él está dispuesto a hacer todo lo necesario para resolverla. Él espera que respondan a esta carta para que él pueda concentrarse en edificarlos cuando los visite. Parece que hay unos pocos que están en la carne y no entienden lo que significa ser un cristiano; es por eso que responden a la situación como la gente del mundo. No se dan cuenta de que Pablo está en un reino completamente distinto, donde puedes ser humilde y manso, pero fuerte y firme a la vez.

Pelea – pero no como el mundo

Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo (no militamos según la carne).

La guerra es parte de la vida. No hay manera de evitarla. Mientras estemos en este mundo, habrá guerra con las fuerzas de maldad. No es posible decidir abandonar el mundo para evitarla, aunque algunos cristianos intentan hacerlo. Así que tienes que decidir cómo vas a luchar. ¿Recuerdas cómo luchabas antes de conocer a Cristo? Tal vez nadie te lo dijo, pero eso no sirve ya que eres un creyente. Si guerreas como el mundo, te cansarás y perderás la batalla.

Piensa en algunas batallas recientes en tu vida. ¿Cómo las luchaste?

Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.

Las armas del mundo

  • Armas de fuego, cuchillos y otros instrumentos de destrucción.
  • Los tribunales.
  • Calumnia, una guerra de palabras para destruir a otra persona.
  • Mentiras y engaño.
  • Manipulación y propaganda.
  • La sabiduría humana y la filosofía.
  • Psicología.
  • Astucia e ingenio humano.

¿Cuál usaste en el pasado? ¿Cuál has usado recientemente? Esas armas pueden ganar una batalla temporalmente, pero nunca ganan la guerra. Nunca tocan la raíz del problema, porque estamos en una guerra espiritual. Pablo dijo en su carta a los Efesios (6:12): Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.  Mucha gente (incluso los cristianos) no reconoce eso. Zacarías 4:6 nos recuerda cómo se gana la batalla: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Fortalezas

Para prevalecer en esta guerra, necesitamos armas con poder divino, que sólo están disponibles para el creyente. Si no destruimos las fortalezas, nos encontraremos siempre en escaramuzas y nunca ganaremos la batalla.

¿Qué es una fortaleza? Es la única vez que se usa esta palabra griega en el Nuevo Testamento. Edgardo Silvoso ha definido una fortaleza como: “Una mente impregnada de desesperanza que hace al creyente aceptar como algo inmutable lo que sabe es contrario a la voluntad de Dios.” Pienso en una fortaleza como un castillo que se está construyendo. Cada vez que se comete un pecado, un ladrillo más queda fijo en la pared. Cuando el pecado continúa sin arrepentimiento, esos “ladrillos” comienzan a formar una fortaleza. Con el tiempo, se convierte en una parte de tu vida, y Satanás tiene control sobre ti en esa área. Necesitas liberación, utilizando las armas divinas.

  • Naciones, comunidades y familias se convierten en fortalezas de poder demoníaco cuando repetidamente rechazan a Dios y persiguen al mal. Luego Satanás utiliza estas fuerzas del mal para influirlas y controlarlas.
  • El hombre que sigue sus propias ideas absurdas edifica fortalezas ideológicas a través de las cuales Satanás influye en la cultura y la sociedad, y su visión del mundo domina.
  • El pecado, los sentimientos y los patrones de comportamiento del hombre resultan en fortalezas personales.

Por supuesto, para batallar tenemos que saber con qué estamos luchando. La mayoría de la gente tiene varias fortalezas en su vida, muchas veces desde la infancia, y por lo general ni siquiera son conscientes de ellas. Piensan en ellas como debilidades o parte de su personalidad. Necesitamos discernimiento espiritual para identificarlas, y armas divinas para derribarlas. Aunque la revelación de ellas es un primer paso hacia la victoria, en sí misma rara vez las derriba. Tus mejores esfuerzos y psicoterapia y programas de doce pasos tampoco funcionarán.

¿Cuáles son esas armas que Dios nos ha dado?

  • Su Palabra, la espada del Espíritu. Así como Jesús usó una escritura adecuada contra el diablo en sus tentaciones, tenemos que conocer la Palabra para encontrar la escritura correcta y luego proclamarla con fe y autoridad.
  • Oración. Sobre todo la oración dirigida por el Espíritu, y oración en lenguas, si tienes un lenguaje de oración. Estas son oraciones de autoridad basadas en la Palabra de Dios, que proclamas en el nombre de Jesús. Pueden incluir reprender y renunciar al diablo y sus demonios. La oración que identifica y renuncia a cada «ladrillo» o pecado que compone la fortaleza en tu vida es especialmente eficaz.
  • Liberación. Dios tiene personas en su cuerpo con el don y la autoridad para atar y echar fuera a los malos espíritus que te oprimen. Por supuesto, puedes orar por tu propia liberación, pero una fortaleza fuerte puede requerir las oraciones de otros.
  • Los medios de gracia que Dios ha provisto, como participación regular en una iglesia sana, recibiendo predicación ungida de la Palabra, el bautismo y la santa cena.
  • En la batalla necesitas la armadura espiritual, como Pablo la describe en Efesios 6.
  • Otras cosas que sirven como armas son la verdad, una vida santa, proclamar el Evangelio, la fe, el amor y la esperanza de la salvación.

Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.  

La batalla

Pablo está pensando en la situación en Corinto, pero también revela la naturaleza de la batalla espiritual.

Un arma clave del enemigo en su guerra contra el reino de Dios es la ignorancia de quién es Dios. Dado que nuestro conocimiento de Dios proviene principalmente de la Biblia, Satanás hace todo lo posible para evitar que la leamos, o la malinterpretemos.

Jesús es la otra revelación de quién es Dios, pero muchas veces las representaciones populares de Cristo en la literatura y los medios de comunicación están equivocadas. Tienden a centrarse en sus enseñanzas y su amor, e ignoran sus críticas agudas de hipócritas y su manera magistral de manejar el conflicto. Podemos verlo como un bebé en el pesebre o un hombre indefenso en la cruz, en lugar del poderoso guerrero retratado en el Apocalipsis.

El mundo está lleno de discusiones sobre la creación, el estilo de vida y las expresiones propias de género y sexualidad. Claro que es importante presentar la verdad, pero si guerreamos como el mundo y entramos en debates, vamos a perder. La única manera de hacer frente a esos argumentos es destruirlos. Desafía las mentiras, proclama la verdad, y deja que el Espíritu de Dios abra sus mentes.

El campo de batalla principal es la mente. Puedes controlar tus acciones, pero es mucho más difícil controlar tus pensamientos. Cuando batallamos en la carne contra fantasías, dudas y tentaciones, por lo general perderemos. No permitas que esos pensamientos tengan vía libre. Llévalos cautivos. Toma pensamientos descontrolados y llévalos directamente a Cristo. Entonces, permítele a Él, como tu Señor, ordenarlos, para que tengas su mente. Llena tus pensamientos con su Palabra, adoración y otras cosas edificantes.

El camino a la victoria en la batalla de la mente es la obediencia a Dios. Cuando pongas en práctica la voluntad de Dios revelada en la Biblia, derrotarás la tentación, las dudas y las fantasías. La desobediencia abre una avalancha de pensamientos perversos y permite la construcción de fortalezas.

Y estamos dispuestos a castigar cualquier acto de desobediencia una vez que yo pueda contar con la completa obediencia de ustedes.

Este verso es difícil. ¿Cómo te sentirías si alguien entrara a tu iglesia para castigar toda desobediencia? ¿Cómo pueden saber cuáles son los actos? ¿Qué tipo de castigo sería? Posiblemente para expulsarlos de la iglesia o entregarlos a Satanás, como en la disciplina que Pablo describe en su primera carta a los corintios. ¿Pero quién los castigaría? Y si su obediencia fuera completa, ¿por qué sería necesario castigar la desobediencia? Parece que Pablo quiere darles toda oportunidad de arrepentirse y obedecer. Sólo cuando se hubieran agotado todos los demás medios, castigaría a los rebeldes que persistían en su desobediencia, atados en sus fortalezas. Entonces la apelación ya no estaría en la mansedumbre y la ternura de Cristo, sino utilizando las armas espirituales que Cristo nos ha dado:

“Si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.  De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:17-18).

Si se permitiera que las fortalezas del enemigo permanecieran en la iglesia, se debilitaría y Satanás tendría un punto de acceso a todo el cuerpo. Dios prefiere ser tierno. Solo cuando persistimos en nuestra rebelión recurre a medidas más severas. Pero por amor, y la preocupación por su cuerpo y la reputación de Cristo, hará lo que sea necesario. Estamos en una guerra, y se espera batallas. Dios te ha dado las armas y la autoridad para vencer y derribar fortalezas. Ahora es tu turno de usarlas y recuperar lo que el diablo te ha robado. Pablo no va a rendirse y permitir que el diablo destruya esta iglesia. Esta carta es parte de su ataque contra las fuerzas del enemigo. ¡Toma tus armas y pelea la buena batalla, mi hermano y mi hermana!