¡Adoración!  Éxodo 15:1-20

Cuando Dios hace un milagro en tu vida, ¿cómo respondes? ¿Tomas tiempo para darle gracias y alabarlo? ¿O olvidas a Dios cuando las cosas vuelven a la normalidad? Yo vi esto una y otra vez como un capellán de la prisión. Claro que había muchos presos que adoraban al Señor con todas sus fuerzas porque los sustuvo durante la prueba más difícil de sus vidas. Pero había otros que Dios milagrosamente libró de la cárcel; prometieron servir a Dios por el resto de sus vidas si sólo Él los sacase. Sin embargo, se olvidaron de Él desde el momento en que salieron de las puertas. Y eso no sucede solo en la cárcel; sucede todo el tiempo en la calle también. Y no es nuevo; cuando Jesús sanó a los diez leprosos, solo uno regresó para darle gracias. Decepcionado, Jesús le preguntó:  ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? (Lucas 17:18) Romanos 1:21 dice que no agradecer y glorificar a  Dios es el fundamento de nuestro problema de pecado:

Es cierto, ellos conocieron a Dios pero no quisieron adorarlo como Dios ni darle gracias. En cambio, comenzaron a inventar ideas necias sobre Dios. Como resultado, la mente les quedó en oscuridad y confusión. (NTV)

Nuestros corazones y mentes se ven afectados si no adoramos a Dios.

Dios anhela verdaderos adoradores (“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren,” Juan 4:23). Cuando haces algo por tu familia, ¿no te gusta cuando te agradecen y te dicen que eres un gran padre? Si lo dan por sentado y nunca lo mencionan a ti ni a nadie más, la próxima vez tiendes a no hacer nada por ellos. Dios no es diferente. Él anhela nuestra adoración. Se lo merece, por todo lo que ha hecho por nosotros.

Los hebreos no estaban acostumbrados a cultos de adoración. No conocían muchas alabanzas. Pero Moisés tomó la iniciativa y los condujo en un glorioso culto después de cruzar el Mar Rojo. Dios los ayudó a cantar una canción nueva, tal vez haciendo eco de lo que Moisés cantó. Y nosotros, ¿ayudamos a la gente en nuestras iglesias a adorar a Dios?  Nosotros, que hemos conocido muchas alabanzas durante mucho tiempo, a veces no pensamos en la importancia de ver la letra, pero para alguien nuevo, le ayuda mucho verla. Es aún mas importante en estos días; ya no cantamos muchos de los coritos sencillos de hace años; son canciones mas sofisticadas. La mayoría de las iglesias muestran la letra de las canciones, pero si la tuya es una de las pocas que no lo hace, haz el esfuerzo para que todos pueden participar en la adoración.

Pastor, tú debes tomar la iniciativa en llevar tu congregación a la presencia de Dios. Es bueno tener un líder de adoración, pero no te libera de tu responsabilidad de fomentar la verdadera adoración en tu iglesia. Es una parte clave de tu llamado al ministerio. Mantente involucrado en la adoración. De vez en cuando únete a la banda de adoración para sus ensayos. Habla y ora con los líderes de alabanza sobre cuales canciones cantarán en el culto. Si no has guiado a tu congregacion en adoración por un tiempo, sorpréndelos y hazlo algún domingo. Participa plenamente en el culto. Por favor, no utilices ese tiempo para hablar con la gente, terminar de preparar tu mensaje o no estar a la vista. ¡Eso comunica un mensaje equivocado! Sé el primero en entrar en la adoración y establece el tono para el culto. Estoy muy preocupado por lo que observo en muchos cultos de «adoración,» que parecen más conciertos, demostrando los talentos de la banda.

Muchos llaman a este pasaje la Canción del Mar. También es conocido como la canción de Miriam, porque ella se menciona en el versículo 20. John Wesley sugirió que Moisés la compuso y dirigió a los hombres, mientras que su hermana Miriam la llevó a las mujeres. Exactamente cómo, no lo sabemos. Algunas fuentes judías hablan de hombres y mujeres que hacen colas, haciéndose eco de lo que cantó el líder. ¡En ese entonces no proyectaban la letra en una pantalla! Moisés no la escribió por adelantado, porque no sabía lo que Dios iba a hacer. Moisés no expresaba muchas emociones, pero aquí vemos lo que llenó su corazón, y su gratitud apasionada por su liberación.

1Entonces Moisés y el pueblo de Israel entonaron el siguiente cántico al Señor:

«Cantaré al Señor,
porque ha triunfado gloriosamente;
arrojó al mar al caballo y al jinete.
El Señor es mi fuerza y mi canción;
él me ha dado la victoria.
Él es mi Dios, y lo alabaré;
es el Dios de mi padre, ¡y lo exaltaré!

Moisés comienza con algo muy íntimo. Ocho veces dice «yo» o «mi» en estos dos versículos. Puede ser obvio, pero para verdaderamente adorar al Señor, Él tiene que ser tu Dios. Si no lo conoces, es solo una canción bonita. Mira a tu alrededor en la iglesia (¡pero no para juzgar a la gente!) y observarás quién realmente conoce a Dios y está muy entusiasmado con lo que ha hecho en su vida, y quién solo está ahí para el espectáculo.

Algunos desprecian una adoración que se basa en nuestra experiencia personal como si fuese egocéntrica, pero la adoración más profunda nace de lo que Dios ha hecho por nosotros. Es cuando realmente experimentamos esa liberación y perdón de pecados que vamos a proclamar del corazón: «Tú me has dado la victoria.»

¿Cómo es tu adoración? ¿Es Dios tu fuerza? ¿O todavía confías en tu propia fuerza limitada? ¿Es Dios tu canción? ¿Has experimentado su victoria? En algún momento tú tienes que aceptar a Cristo y recibir su salvación. No fue porque nació un hebreo que Moisés conoció a Dios; está bien que Moisés pudiera decir que Él es el mismo Dios de su padre, pero la fe de tu padre no te salvará.

El Señor es un guerrero;
¡Yahveh es su nombre!
Arrojó al mar
a los carros y al ejército del faraón.
Los mejores oficiales del faraón
se ahogaron en el mar Rojo.
Las aguas profundas brotaron con fuerza y los cubrieron;
como piedras se hundieron hasta el fondo.

»Tu mano derecha, oh Señor,
es gloriosa en poder.
Tu mano derecha, oh Señor,
aplasta al enemigo.
Con la grandeza de tu majestad,
derribas a los que se levantan contra ti.
Desatas tu ardiente furia
y los consume como a paja.
Al soplido de tu aliento,
¡las aguas se apilaron!
El impetuoso oleaje se quedó firme como un muro;
en el corazón del mar las aguas se endurecieron.

»El enemigo se jactaba diciendo:
“Los perseguiré
y los alcanzaré.
Los despojaré
y los consumiré.
Sacaré mi espada;
mi mano poderosa los destruirá”.
10 Pero tú soplaste con tu aliento,
y el mar los cubrió.
Se hundieron como plomo
en las poderosas aguas.

11 »Oh Señor, entre los dioses, ¿quién es como tú:
glorioso en santidad,
imponente en esplendor,
autor de grandes maravillas?
12 Levantaste tu mano derecha,
y la tierra se tragó a nuestros enemigos.

¿Reconoces a este Dios como tu Dios?

  • ¿O es tu Dios una deidad débil que tienes que convencer para que actúe?
  • ¿Sigue siendo un bebe en el pesebre o colgado en una cruz?
  • ¿Solo piensas en las enseñanzas de Jesús sobre el amor?
  • ¿Piensas en el Padre como un viejo amable?
  • ¿Has olvidado que Dios es un gran guerrero?

Mira nuevamente cómo se describe a Dios aquí:

  • Arrojó al mar los carros y el ejército del faraón.
  • Su mano derecha, gloriosa en poder, aplastó al enemigo.
  • Derribó a los que se levantaron en contra.
  • Desató su ardiente furia y consumió a sus enemigos como paja.
  • Olvídate de una explicación científica: ¡fue por el soplido de su aliento que las aguas se apilaron!

¿Te encoges delante del enemigo? ¡No debes! Deja que Dios se levante como tu defensa y tu guerrero. No temas su ira ardiente, a menos que tú te opongas a Él. ¡Pídele que la desate! Pero primero confirma que estás batallando contra el verdadero enemigo (el enemigo de Dios). Luego pídele con fe que su poder se manifieste para aplastarlo.

¡De verdad no hay Dios tan grande como nuestro Dios! Hay tres frases aquí que lo describen:

  • Glorioso en santidad.
  • Imponente en esplendor.
  • Haciendo maravillas.

¿Describen a tu Dios? ¿Cuándo fue la última vez que hizo maravillas para ti? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que viste su gloria y esplendor? ¿Eres consciente de su santidad, lo que significa que no puede soportar el pecado?

13 »Con tu amor inagotable
guías al pueblo que redimiste.
Con tu poder los guías
a tu hogar sagrado.

Gracias a Dios, ¡no es solo un fuego consumidor y una furia ardiente! Esas características son buenas y deberían ser parte de tu concepto de Dios, pero están equilibradas por su amor inagotable. Como padre, nos quiere en su hogar. Él te guiará con su amor y te llevará allí con su poder. Hará lo necesario para llevarte al otro lado de tu mar rojo, darte la victoria sobre tu faraón, y llevarte a su presencia para toda la eternidad. ¡Te redimió con la sangre de su propio Hijo! ¡No va a abandonarte o dejarte perecer!

14 Lo oyen los pueblos y tiemblan;
la angustia se apodera de los que viven en Filistea.
15 Los líderes de Edom están aterrados;
los nobles de Moab tiemblan.
Todos los que viven en Canaán se desvanecen;
16     terror y espanto caen sobre ellos.
El poder de tu brazo
los deja sin vida, como una piedra,
hasta que tu pueblo haya pasado, oh Señor,
hasta que haya pasado el pueblo que compraste.

Acaban de escapar de la ira del enemigo, pero Moisés ya está pensando en su testimonio en otros países. Por supuesto, en este caso es porque espera que respeten al Dios de Israel y los dejen pasar en paz. Pero Dios se deleita en manifestar su poder para que la gente perdida y sin conocimiento de Dios se maraville de cuán grande es Dios. Qué lastima que Dios sea a menudo el objeto de bromas, y que los cristianos sean vistos como bufones; no vemos a sus enemigos aterrorizados y temblorosos.

¿Crees que a Dios le gustaría cambiar eso? ¿Crees que tú puedes ser un vaso que Él utilice para manifestar su poder y gloria? ¿Crees que Él puede trabajar en tu iglesia de tal manera que terror y espanto caigan sobre tu comunidad? ¿Recuerdas el temor que se apoderó de todos los que escucharon lo que les sucedió a Ananías y Safira? (Hechos 5) ¿Y la admiración profunda que llenó la iglesia primitiva?

17 Tú lo traerás y lo plantarás en tu propio monte,
el lugar, oh Señor, reservado para tu morada,
el santuario, oh Señor, que tus manos establecieron.
18 ¡El Señor reinará por siempre y para siempre!».

“Que venga tu reino…” Todo tiene que ver con que Dios reine: en tu vida, tu familia, tu iglesia y el mundo (en la medida en que puedas influirlo). Es el anhelo de nuestros corazones que su reino se establezca en esta tierra. Cuando Cristo venga otra vez, nos llevará y nos plantará en su morada. Jesús dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay. Voy a prepararte lugar” (Juan 14:2). ¿Anhelas ese santuario? ¿Lo ingresas con la mayor frecuencia posible? Una de las claves más importantes para ingresar a ese santuario es la adoración que hemos visto en este capítulo.

19 Cuando los carros de guerra, sus conductores y los caballos del faraón entraron al mar, el Señor hizo que las aguas cayeran con fuerza sobre ellos. ¡Pero el pueblo de Israel había cruzado por en medio del mar, pisando tierra seca!

20 Entonces la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas. 21 Y Miriam entonaba este cántico:

«Canten al Señor,
porque ha triunfado gloriosamente;
arrojó al mar al caballo y al jinete».

Miriam es la primera profetisa en la Biblia. Aquí dirigió a todas las mujeres en danza y adoración profética. No sabemos mucho acerca de su ministerio profético. En Números 12:2 Miriam reclamó que Dios habló por medio de ella. Ella se puso celosa de su hermano Moisés y quería el mismo reconocimiento como una portavoz del Señor, pero centró su queja sobre su esposa cusita. Como resultado, su piel se volvió leprosa (Números 12:10).

¿Has escuchado la historia del Mar Rojo tantas veces (o has visto la película), que ya no te maravillas del poder de Dios manifestado aquí? ¿Cuándo fue la última vez que adoraste a Dios con todas tus fuerzas por lo que Él ha hecho en tu vida? ¿Tienes una relación viva con Dios? Sigue el ejemplo de Moisés, y alienta a aquellos a quienes influyes (en tu familia o tu iglesia), para que sean verdaderos adoradores.