¿Estás seguro que quieres ser un profeta?

Hay más profetas hoy en día que en cualquier otro momento de la historia. Sólo chequea el internet. Y no estoy hablando de profetas de religiones extrañas, sino de profetas que dicen hablar en el nombre del Señor. Puedes encontrar uno que dice cualquier cosa que quieras oír. Algunos cargan para suscribirse a sus profecías de internet. ¿No te parece extraño que alguien pudiera recibir una palabra del Señor justo a tiempo para publicarla todos los días? No quiero decir que no puede suceder; de hecho, me gustaría recibir una palabra profética fresca todos los días.

Pero estoy muy cauteloso cuando leo estos profetas modernos. Jesús advirtió específicamente que habría muchos falsos profetas en los días postreros (Mateo 24:24). Un estudio de la historia de Israel confirma que casi siempre había muchos más profetas falsos que genuinos. Ora por mucho discernimiento cuando leas o escuches estas profecías. ¿Cuánto de lo que dicen en realidad sucede? Es fácil manipular los hechos. Por ejemplo, si alguien profetiza un gran terremoto en los próximos treinta días, es muy probable que en algún lugar en la tierra habrá un terremoto importante en ese periodo. Si su profecía no se cumple, tampoco significa automáticamente que es un falso profeta. Dios a menudo da profecías de advertencia; puede ser posible evitar el evento mediante la intercesión enfocada de creyentes.

Lo que realmente me preocupa es la facilidad con que una persona llega a ser un profeta. Yo podría abrir una página web hoy. Aún peor es la comodidad en que viven los profetas. Ciertamente, no todos, pero algunos hacen un ingreso significativo de sus profecías. He visto videos de ellos hablando desde estudios muy cómodos en sus edificios expansivos. Lo que me lleva al título de este capítulo: ¿Estás seguro que quieres ser un profeta? ¿Tienes alguna idea de lo que está involucrado en eso? Auténticos profetas de Dios en el Antiguo Testamento tenían algunas de las vidas más duras imaginables.

Isaías

Me encanta Isaías. Estaba meditando sobre su libro recientemente cuando llegué al capítulo 20 y encontré este mandamiento desconcertante que el Señor le dio en el versículo 2:

Ve y quita el cilicio de tus lomos, y descalza las sandalias de tus pies. Y lo hizo así, andando desnudo y descalzo.

Seguramente eso significa que solo se quitó la ropa exterior, ¿verdad? De esa manera muchos hacen a Pedro echándose en el agua (Juan 21:7) o a Jesús colgado en la cruz más aceptables a nuestras sensibilidades modernas. Y si Isaías tenía que andar desnudo, no era para más que una o dos horas, ¿verdad? Pero no, a medida que continuamos a leer se lo pone peor (versículos 3-4):

Entonces el Señor dijo: «Así como durante tres años mi siervo Isaías ha andado desnudo y descalzo, como señal y presagio contra Egipto y Cus, así también, para vergüenza de Egipto, el rey de Asiria llevará desnudos y descalzos, y con las nalgas al aire, a los cautivos de Egipto y a los desterrados de Cus, lo mismo jóvenes que viejos.

Lo siento, pero esas nalgas estaban desnudas. ¿Tal vez llevaba un taparrabos? Hace mucho frío en Judá, pero por tres años, su cuerpo era un recordatorio constante a Judá de la palabra de Dios. Sin duda limitaba su vida social; parece cruel hacer a un fiel servidor. Pero manifestaciones proféticas del mensaje de Dios eran comunes en el Antiguo Testamento. ¿Estoy sugiriendo que los profetas de hoy deben andar desnudos? ¡Por supuesto que no! ¡Pero Dios puede llamarlos a hacer algo incómodo y humillante!

En el capítulo 21 hay otro tipo de incomodidad que un profeta puede experimentar. He visto a los «profetas» de hoy predecir juicio grave sobre los Estados Unidos – con mucho gusto. Claro que hay algunos que parecen genuinamente preocupados por la palabra que están trayendo, pero mira cómo esta palabra afectaba a Isaías. Y esta ni siquiera era una palabra en contra de su propio pueblo – era en contra de su enemigo, Babilonia:

Por eso mi cuerpo se estremece de dolor,
sufro de agudos dolores,
como los de una parturienta;
lo que oigo, me aturde;
lo que veo, me desconcierta.
Se me turba la mente,
me hace temblar el terror;
el crepúsculo tan anhelado
se me ha vuelto un espanto.

No es raro encontrar a los profetas del Antiguo Testamento sufrir por días como resultado de la intensidad de sus visiones. Es una cosa sentirse preocupado y tal vez perder el sueño por lo que el Señor ha revelado, pero la respuesta de Isaías indica que esta palabra le tocó en lo más profundo.

Estos ejemplos no son inusuales o extremos. No hay mucho más mencionado de la experiencia personal de Isaías; no podemos asumir que su vida era siempre tan intensa. Pero parece que otros profetas tenían una vida aún más difícil.

Ezequiel

Desde el principio Dios le dijo que tendría una tarea difícil; tan dura que muchos se disculparían y dirían “no, gracias” al Señor.

Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan, ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo obstinado (Ezequiel 2:6).

En el capítulo cuatro tuvo que cargar el pecado de Israel acostado en su lado izquierdo – ¡para 390 días! Justo cuando que se terminó era atado con cuerdas y se puso sobre su lado derecho – ¡por 40 días! Dios le dio una receta para la comida (¡al menos podía comer!). Pero cuando Dios incluía excremento humano como combustible para cocinarla, era demasiado para Ezequiel, y Dios se arrepintió; él podía utilizar el estiércol de vaca.

Más tarde, Dios tomó a su esposa – y ni siquiera se le permitió llorar o apenarse (24:15).

Jeremías

Jesús habló de Israel matando a los profetas. Parece que casi todos odiaban a Jeremías. Había muchas amenazas de muerte contra él (ve Jeremías 11: 18-20). Más que una vez estuvo a punto de ser asesinado:

Pero en cuanto Jeremías terminó de decirle al pueblo todo lo que el Señor le había ordenado, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo lo apresaron y le dijeron: ¡Vas a morir!  (Jeremias 26:8)

Finalmente se enojaron tanto con sus profecías que lo pusieron en una cisterna, o pozo:

 Ellos tomaron a Jeremías y, bajándolo con cuerdas, lo echaron en la cisterna del patio de la guardia, la cual era de Malquías, el hijo del rey. Pero como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él. (Jeremias 38:6)

Gracias a Dios, alguien se apiadó de él y lo sacó, aunque todavía estaba preso.

No es fácil llevar la Palabra de Dios; Jeremías dijo que era como un fuego en sus huesos, y fue afligido físicamente, no muy diferente de Ezequiel:

Se me parte el corazón en el pecho
y se me estremecen los huesos.
Por causa del Señor
y de sus santas palabras,
hasta parezco un borracho,
alguien dominado por el vino.
(Jeremías 23:9)

¡Con razón le llaman “el profeta llorón!”

Oseas

¡Mira el impacto de sirvir al Señor en la vida personal! Toda la familia de Oseas sirvió como una parábola para ilustrar su mensaje de la infidelidad de Israel.

La primera vez que el Señor habló por medio de Oseas, le dijo: «Ve y toma por esposa una prostituta, y ten con ella hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido por completo. ¡Se ha apartado del Señor!» (Oseas 1:2)

Su promiscuidad no terminó una vez que estaba con Oseas:

Me habló una vez más el Señor, y me dijo: «Ve y ama a esa mujer adúltera, que es amante de otro. Ámala como ama el Señor a los israelitas, aunque se hayan vuelto a dioses ajenos y se deleiten con las tortas de pasas que les ofrecen.»

Compré entonces a esa mujer por quince monedas de plata y una carga y media de cebada,  y le dije: «Vas a vivir conmigo mucho tiempo, pero sin prostituirte. No tendrás relaciones sexuales con ningún otro hombre. ¡Ni yo te voy a tocar!» (Oseas 3:1-3)

Creo que se puede decir que Oseas tenía una vida familiar difícil.

¿Cuál es mi punto? No es que tú tienes que pasar por alguna experiencia semejante a ser un profeta genuino, pero tengo que cuestionar cuánto de lo que pasa por profecía hoy en día es auténtica. Parecería que los profetas modernos pudieran experimentar al menos algunas de las dificultades de estos grandes hombres del pasado. Históricamente, los profetas han sido un grupo extraño, haciendo cosas extrañas. Si tú eres un profeta, oro que Dios te guarde de este dolor. Pero si estás sufriendo ahora mismo, no seas sorprendido. No seas engañado por las apariencias, y ora por el discernimiento del Espíritu cuando escuches o leas profecías.

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