Éxodo 34 El fin de la crisis

Ya sea un nuevo matrimonio, un nuevo bebé o una nueva nación, tarde o temprano habrá una crisis. Israel tenía solo unos pocos meses de libertad, y ya experimentaron su primera crisis (el becerro de oro). Casi los destruyó. Apenas sobrevivieron. Ahora, en este capítulo, Moisés tiene algunas cosas más que arreglar, y estarán listos para seguir adelante.

Dios dijo que ya no iría con ellos; no podía soportarlos. Después de mucha oración de parte de Moisés en el capítulo 33, él recibió la afirmación de que Dios los acompañaría, y también tuvo una visión de la espalda de Dios. Ahora las cosas han vuelto más o menos a la normalidad, y Dios reemplazará las tablas de piedra que Moisés rompió. Pero Moisés tiene que volver a escalar la montaña y pasar otros 40 días de ayuno en su presencia. ¡Mucho mejor que pasar el rato con los israelitas problemáticos!

1El Señor le dijo a Moisés: «Labra dos tablas de piedra semejantes a las primeras que rompiste. Voy a escribir en ellas lo mismo que estaba escrito en las primeras.Prepárate para subir mañana a la cumbre del monte Sinaí, y presentarte allí ante mí. Nadie debe acompañarte, ni debe verse a nadie en ninguna parte del monte. Ni siquiera las ovejas y las vacas deben pastar frente al monte.»

Cuando yo era un niño mi papá se enojaba si yo rompía algo. Romper las tablillas escritas por Dios mismo parece peor, pero Dios solo le recuerda a Moisés que él las rompió, y Moisés tiene que tallar las nuevas. Eso es todo.

Dios claramente le dijo a Moisés que nadie debería subir con él; esta vez parece que Josué se quedó abajo.

Moisés labró dos tablas de piedra semejantes a las primeras, y muy de mañana subió con ellas al monte Sinaí, como se lo había ordenado el Señor. El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer su nombre: pasando delante de él, proclamó:

—El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación.

Una vez más la cronología exacta de los eventos en Éxodo no está clara. ¿Podría ser que esta fue la respuesta de Dios a la petición de Moisés de ver su gloria al final del capítulo 33? Muchos piensan que sí. Si es así, es sorprendente que su gloria sea su carácter y la forma en que se relaciona con nosotros. Vemos más de su amor que su majestad y poder. Son estas características las que demuestran su gloria. Nosotros reflejamos esa gloria a la medida en que las exhibimos.

¿Niños castigados por el pecado de sus padres?

Muchos creyentes tienen inquietudes con lo que Dios dice aquí. Primero las buenas noticias:

  • Él es el Señor. Es soberano; Él reina en poder sin igual.
  • Él es compasivo y misericordioso. Él nos entiende y nos derrama su favor porque quiere, no porque lo merezcamos.
  • Él es lento para la ira. Sí, se enojó por el becerro de oro. ¡Pero seguramente lo habían provocado por un buen rato! Si leemos la historia futura de Israel vemos que Dios fue extraordinariamente paciente con ellos. Y, ¿qué hay de nosotros hoy? Seguramente merecemos su juicio, pero aún controla su ira.
  • Él es amoroso; mantiene su amor hasta mil generaciones. Antes de la ira o el juicio, Él es amor.
  • Él perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado. ¡Y esto es antes de que Cristo viniera a redimirnos!

Eso suena genial, y lo es. Es el «pero» en el versículo siete lo que causa preocupación:

  • Él no deja al culpable sin castigo. Dios no sería justo si no lo juzgara. Estos son los impenitentes que insisten en continuar en su pecado, no aquellos que han recibido su perdón.
  • El castigo continúa hasta la tercera y cuarta generación. Eso es preocupante, y suena injusto. Pero este versículo debe tomarse en el contexto de la revelación que Moisés ya recibió en el segundo de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:4-6): »No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra.  No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación.  Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.

Lejos de ser injusto para castigar a niños inocentes, el castigo es para aquellos que siguen odiándolo. De hecho, Dios es increíblemente lleno de gracia: Él castiga hasta la cuarta generación; ¡su amor se muestra por mil generaciones! Una maldición generacional puede seguir a aquellos que odian a Dios. Será más difícil para sus hijos seguir al Señor. Pero el amor de Dios automáticamente se mostrará a los hijos de quienes lo aman y lo obedecen.

En seguida Moisés se inclinó hasta el suelo, y oró al Señor de la siguiente manera:

—Señor, si realmente cuento con tu favor, ven y quédate entre nosotros. Reconozco que éste es un pueblo terco, pero perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y adóptanos como tu herencia.

Esto parece repetitivo, ya que Dios prometió en el capítulo 33 que iría con ellos. Tal vez la declaración de su compasión y perdón le dio a Moisés más denuedo para interceder por el pueblo y obtener una confirmación firme de que Dios iría con ellos. Esa es su principal preocupación, y debe ser la nuestra: ¡Quédate entre nosotros, Señor!

Un nuevo pacto

10 —Mira el pacto que hago contigo —respondió el Señor—. A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras que yo, el Señor, haré por ti. 11 Por lo que a ti toca, cumple con lo que hoy te mando. Echaré de tu presencia a los amorreos, cananeos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos. 12 Ten mucho cuidado de no hacer ningún pacto con los habitantes de la tierra que vas a ocupar, pues de lo contrario serán para ti una trampa. 13 Derriba sus altares, y haz pedazos sus piedras sagradas y sus imágenes de la diosa Aserá. 14 No adores a otros dioses, porque el Señor es muy celoso. Su nombre es Dios celoso.

Una vez más, Dios va mucho más allá de lo que esperamos: En respuesta a la intercesión de Moisés, Él hace un pacto con Israel, a pesar de su grave pecado. Cada pacto consta de dos partes. Por su parte, Dios promete:

  • Hacer cosas maravillosas que no se hayan hecho en ninguna otra nación en la tierra.
  • Hacer un imponente despliegue de su poder en medio de ellos; todos los que rodean a los hebreos serán testigos de ello.
  • Expulsar a las naciones paganas de la Tierra Prometida.

Para experimentar estas bendiciones, la nación de Israel tiene que:

  • Obedecer sus mandamientos.
  • Nunca hacer un tratado con los paganos en la tierra, porque seguirán sus malos caminos y quedarán atrapados.
  • Destruir toda evidencia de la idolatría de esos paganos.
  • Adorar solo a Dios. Parte de su propio carácter son los celos; Él no tolerará a ningún otro dios en nuestras vidas.

15 »No hagas ningún pacto con los habitantes de esta tierra, porque se prostituyen por ir tras sus dioses, y cuando les ofrezcan sacrificios a esos dioses, te invitarán a participar de ellos. 16 Y si casas a tu hijo con una de sus mujeres, cuando ella se prostituya por ir tras sus dioses, inducirá a tu hijo a hacer lo mismo.

Este mandato me recuerda el mandato de Pablo de no unirse en yugo desigual con los incrédulos (2 Corintios 6:14). Debemos ser un pueblo santificado, separado de aquellos que no adoran a Dios. Estamos en el mundo pero no somos del mundo. El matrimonio con un incrédulo es particularmente problemático, como se indica aquí, y como se nota en la historia de Israel. Cuando estamos demasiado involuncrados con el mundo, nos invitan a participar en su estilo de vida. El creyente casi siempre está influenciado por el incrédulo.

Es posible que no sientas el peligro de prostituarte con ídolos o comer lo sacrificado a ellos, pero Jesús nos dio una visión más amplia cuando dijo: »Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero» (Lucas 16:13). Demasiados creyentes intentan hacer eso, y casi siempre terminan amando y sirviendo al dinero. Resulta que arriesgamos incitar su ira celosa.

Los versículos del 17 al 26 contienen varios comandos, principalmente relacionados con las fiestas y las ofrendas.

27 El Señor le dijo a Moisés:

—Pon estas palabras por escrito, pues en ellas se basa el pacto que ahora hago contigo y con Israel.

28 Y Moisés se quedó en el monte, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos.

Una vez más vemos la confirmación de la autoría mosaica de estos libros. Sabemos que él podía escribir (su educación egipcia le fue muy útil), y Dios le mandó a escribir sus palabras. La primera vez Dios mismo había escrito los mandamientos en las tabletas; esta vez Moisés los escribió.

El rostro radiante de Moisés

29 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz.30 Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele; 31 pero Moisés llamó a Aarón y a todos los jefes, y ellos regresaron para hablar con él. 32 Luego se le acercaron todos los israelitas, y Moisés les ordenó acatar todo lo que el Señor le había dicho en el monte Sinaí.

¿Has visto un resplandor en el rostro de alguien que pasa tiempo extendido con el Señor? ¿Y tú? ¿Hay gente que teme acercarse a ti por el resplandor de la presencia de Dios en tu rostro? Moisés (llamado el hombre más humilde de la tierra) no lo aprovechó para jactarse, sino que trató de mantener la comunión con todo el pueblo.

33 En cuanto Moisés terminó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo. 34 Siempre que entraba a la presencia del  Señor para hablar con él, se quitaba el velo mientras no salía. Al salir, les comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado decir. 35 Y como los israelitas veían que su rostro resplandecía, Moisés se cubría de nuevo el rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el Señor.

Parece que Moisés se quitó el velo para hablar con Dios y para compartir su Palabra con la gente. El resto del tiempo el velo cubría su rostro. Pablo se refiere a este velo en 2 Corintios 3 cuando dice que la gloria del Nuevo Pacto es mayor que la experimentada por Moisés. Pablo explica que Moisés llevaba el velo para que los israelitas no viesen la gloria desvanecerse. ¡Qué triste que muchos creyentes nunca se acerquen a la profundidad de la comunión que tenía Moisés!

El fin de la crisis

Y eso es todo. Es el final de su primera crisis como nación. Regresarán al desierto, conseguirán un tabernáculo para que ellos mismos puedan aprender cómo acercarse a Dios, y tendrán la oportunidad de poner la ley en práctica. Habrá otra crisis. De hecho, ninguno de esa generación llegará a la tierra prometida. ¡Ni siquiera Moisés! Van a pasar los próximos cuarenta años vagando por ese desierto.

Ha sido un tiempo brutal para todos los involucrados. Para Moisés, mucho ayuno, noches sin dormir e intensa intercesión. Para su hermano Aarón, el segundo al mando, una caída devastadora. Y para la multitud, muchos muertos por la espada y la peste.

¿Cuáles son algunas de las principales lecciones aprendidas?

  • Una tribu, los levitas, optó por defender al Señor. Como recompensa, se les dio el sacerdocio. Dios siempre honra a quienes lo honran. ¿Estás en una situación en que estás tentado a vacilar en tu compromiso? ¿Es tiempo levantarte para el Señor?
  • No juegues con Dios. Israel estaba aprendiendo que Dios se toma en serio la obediencia y su palabra. Él también es un dios celoso; no soporta los ídolos. Él quiere un pueblo que verdaderamente lo siga y lo adore. El pecado es grave. ¿Hay algunos ídolos en tu vida? ¿Hay algún pecado que tengas que dejar para evitar el juicio de Dios?
  • Un solo hombre salvó a la nación por su intercesión. Si no fuera por ella, Dios probablemente habría destruido a todos. Moisés es un tremendo ejemplo de lo que un solo hombre puede hacer, sobre todo cuando permanece en la presencia de Dios. Su constancia, obediencia e intimidad con Dios son notables. ¿Qué puedes sacar de su experiencia para tu propio liderazgo? ¿Sientes que eres el único que realmente busca a Dios?
  • Dios termina haciendo un pacto con ellos, prometiendo hacer maravillas por ellos. ¡Una recuperación impresionante! ¿No crees que Él quiere hacer maravillas hoy también?

Tú puedes estar en medio de una crisis, o puedes haber dejado una. ¿Puedes manejarla como lo hizo Moisés, y ver la gloria de Dios y acercarte a Él? ¿Podría ser que tú eres un líder e intercesor para ayudar al pueblo de Dios donde vives?

Hay consecuencias graves por el pecado, ya sea el tuyo o el de otra persona. Pero la experiencia de Israel nos da la esperanza de seguir adelante, confiar en Dios, orar y dejar que profundice nuestra relación con Dios. ¿No sería genial si tu familia pudiera ver tu rostro radiante, porque habías estado en la presencia de Dios?

Ya sea que estés en crisis o que todo esté bien, Dios quiere hablar contigo. ¿Vas a darle ese tiempo? ¿Necesitas hablar con Él acerca de algo?

 

Una respuesta a «Éxodo 34 El fin de la crisis»

  1. ¡¡¡ Tremendo!!!
    No sabia que Dios puede visitar, la malda de nuestros padre hasta la tercera y cuarta generacion de nuestros hijos. A y cuando hablamos q Moisés escribio por segunda ves los mandamientos en las tablas,creeo que el escritor se refiere a los del versiculos 11 al 26; y como dicen los vs.27-28 Escribe tu estas palabras; porque comforme estas palabras he hecho contigo y con israel.yo pienso que escribio ésos vs.11-26; porque luego él mismo dice a los jóvenes que nacieron en el desierto que Jehová escribio en lasTablas, Dt.10:1-4; si estoy mal me corijes por favor.te amo y saludos a la familia.

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