Saúl se recupera: I Samuel 11: 1-11

Hasta ahora podría parecer que Dios se equivocó cuando escogió a Saúl como el primer rey de Israel. Después de su experiencia dramática con el Espíritu Santo, ha sido cuesta arriba para Saúl. Los enemigos de Israel rieron cuando recibieron noticias de este muchacho cobarde que sería rey. Es el momento perfecto para atacar el país.

Najás el amonita subió contra Jabés de Galaad y la sitió. Los habitantes de la ciudad le dijeron: —Haz un pacto con nosotros, y seremos tus siervos.

—Haré un pacto con ustedes —contestó Najás el amonita—, pero con una condición: que les saque a cada uno de ustedes el ojo derecho. Así dejaré en desgracia a todo Israel.

—Danos siete días para que podamos enviar mensajeros por todo el territorio de Israel —respondieron los ancianos de Jabés—. Si no hay quien nos libre de ustedes, nos rendiremos. (1-3)

Como de costumbre, Saúl está ausente. Sin liderazgo y sin esperanza de victoria, Jabés ni siquiera quería pelear. Si ellos se someten a Najás, serán sus esclavos. Pero Najás quería aún más: Él iba a deshonrar a todo Israel, sacando el ojo derecho de cada hombre. Y no había garantía de que Najás no terminara matando todos los habitantes de Jabés.

Hoy no es tan diferente. Hay pocos hombres valientes de Dios. La falta de líderes fuertes nos hace vulnerables a los ataques enemigo. En lugar de resistir a Satanás, nos rendimos a él, o hacemos acuerdos con él. Le rendimos partes de nuestras vidas porque estamos cansados ​​de la lucha. Eso es arriesgado. Cuando tú le entregas algo, el diablo exige más. Él quiere tu ojo derecho también. Comienza a edificar una fortaleza en tu corazón. Su propósito es matarte. Y tus acuerdos con Satanás traen deshonra a Jesucristo y su Iglesia; lo hemos visto con demasiada frecuencia.

Sin embargo, Jabés no estaba listo para aceptar la derrota. En su desesperación, enviaron mensajeros a todo Israel, en el caso improbable de que alguien viniera a ayudar. Aparentemente, ni siquiera pensaron en Saúl, ni esperaron su ayuda.

Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá, que era la ciudad de Saúl, y le comunicaron el mensaje al pueblo, todos se echaron a llorar.  En esos momentos Saúl regresaba del campo arreando sus bueyes, y preguntó: «¿Qué le pasa a la gente? ¿Por qué están llorando?» Entonces le contaron lo que habían dicho los habitantes de Jabés. (4-5)

¿Por qué estaba Saúl en el campo? ¿Se olvidó de su elección como rey? Parece que simplemente volvió a su vida vieja de campesino. Eso también les sucede a muchos cristianos. Aceptan a Cristo y se involucran en todas las actividades de la iglesia. Se bautizan y reciben el Espíritu Santo. Sus amigos hacen comentarios acerca de su conversión y se burlan de ellos, tal como los hombres insolentes lo hicieron con Saúl. Experimentan todo lo que un verdadero cristiano debe experimentar, pero luego caen de nuevo en su vida vieja como si nada hubiera pasado.

Saúl fue cambiado en un hombre nuevo. Dios le mandó que hiciera todo lo que le vino a su mano, porque estaba con Saúl. ¿Pero fue arar el campo con sus bueyes lo mejor que podía hacer? Tal vez Israel no hubiera sido humillado ante su enemigo si Saúl estuviera haciendo su parte como rey.

Cuando Saúl escuchó la noticia, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder. Enfurecido, agarró dos bueyes y los descuartizó, y con los mensajeros envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con esta advertencia: «Así se hará con los bueyes de todo el que no salga para unirse a Saúl y Samuel.» (6-7)

Saúl pudo olvidar su llamado, pero Dios no se había olvidado de Saúl. Saúl no estaba en la iglesia o buscando a Dios. No hubo profetas alrededor. Saúl no hizo nada. Estaba regresando con sus bueyes, cuando oyó al pueblo llorar. Algo lo conmovió profundamente en el espíritu. Mi hermano, ¡deja que el Espíritu de Dios te toque cuando oigas de las necesidades de su pueblo! ¡No endurezcas tu corazón al sufrimiento que te rodea!

Saúl parecía un fracaso total como rey. ¿Qué sucedió que lo cambió de un muchacho que trabajaba en el campo con sus bueyes, a un poderoso guerrero? El Espíritu Santo lo llenó después de su encuentro con Samuel, y ahora el Espíritu vino sobre él de nuevo. Y en un momento el Espíritu lo transformó en una persona diferente.

Saúl guardó silencio frente a sus acusadores. Interiorizó su ira. Pero ahora de repente esa ira se despertó. Muchos hombres no saben cómo manejar su ira. Algunos han sufrido tantos problemas a causa de ella que hacen todo lo posible para reprimirla, pero la ira no es mala. Dios es un dios de ira, y Él puede usar la ira justa contra el enemigo, la injusticia o el pecado. Dios quiere hombres apasionados. Si sigues reprimiendo tu ira, puedes perder tu pasión. Dios te ayudará a manejarla, para que no seas dominado por ella. La ira puede motivarte a actuar. Saúl descuartizó los bueyes que trajo del campo. Eran una parte importante de su vida vieja, pero ya no los necesita. Ahora la cuestión es ¿habrá alguien que siga a este joven rey que nunca había hecho nada?

El temor del Señor se apoderó del pueblo, y todos ellos, como un solo hombre, salieron a la guerra. Saúl los reunió en Bézec para pasar revista, y había trescientos mil soldados de Israel y treinta mil de Judá. Luego les dijo a los mensajeros que habían venido: «Vayan y díganles a los habitantes de Jabés de Galaad: “Mañana, cuando más calor haga, serán librados.” »

Los mensajeros fueron y les comunicaron el mensaje a los de Jabés. Éstos se llenaron de alegría y les dijeron a los amonitas: «Mañana nos rendiremos, y podrán hacer con nosotros lo que bien les parezca.»

Al día siguiente, antes del amanecer, Saúl organizó a los soldados en tres columnas. Invadieron el campamento de los amonitas, e hicieron una masacre entre ellos hasta la hora más calurosa del día. Los que sobrevivieron fueron dispersados, así que no quedaron dos hombres juntos. (7-11)

Parece que hay muy poco de ese temor o reverencia hoy; ¡qué el temor del Señor caiga sobre su pueblo!

De la noche a la mañana Saúl formó un ejército de 330.000 hombres. Pero ahora hay otro problema: Por lo que sabemos, Saúl nunca había luchado con más que unos animales salvajes, mucho menos dirigir un vasto ejército contra guerreros experimentados. Pero, para Dios, eso no es un problema. El Espíritu de Dios no sólo llenó a Saúl de furia, sino que también lo equipó para la batalla, y lo convirtió en un líder fuerte. Con valentía, en fe, le envió un mensaje a Jabés de que la ciudad sería librada al día siguiente. Y así sucedió. Saúl condujo al ejército en una victoria decisiva, y Jabés fue liberada. ¡Qué transformación increíble del joven rey!

Tú puedes experimentar el mismo poder

¿Te enfrentas a nuevos retos que te parecen más de lo que puedes manejar? Ésta fue la segunda vez que el Espíritu vino sobre Saúl con poder. Hasta ahora parece que Saúl había apagado al Espíritu, o tal vez nunca necesitaba su poder. ¡No se necesita mucha unción para arar un campo!

Es posible que el Espíritu te haya llenado hace años, pero ahora esa experiencia te puede parecer muy lejana. Tú necesitas que el Espíritu venga sobre ti con poder – por primera vez, o la quincuagésima. Un caminar diario en el poder del Espíritu Santo es tu mejor defensa contra los ataques del enemigo. Si quieres experimentar su poder, descubre lo que Dios está haciendo e identifícate con su pueblo. Ve a las líneas del frente y lucha contra el enemigo. Si no estás en un lugar donde Dios te puede usar para evangelizar o ministrar, es posible que nunca podrás experimentar la plenitud del Espíritu. Dios no nos da su Espíritu para sentirse bien o impresionar a otros con sus dones. El Espíritu se apoderará de ti para una tarea, cuando das ese paso de fe.

Los planes de Saúl para esa noche – y para los próximos meses – fueron interrumpidos dramáticamente. Como los pescadores que abandonaron todo para seguir a Jesús. ¿Estás dispuesto a cambiar tus planes drásticamente?

¿Te llena de ira santa ver lo que está sucediendo en la iglesia o en tu país? Dios no nos llama a juzgar o condenar a una parte del Cuerpo que está siendo atacado. Otros judíos no juzgaron a Jabés ni los llamaron débiles porque el enemigo vino contra ellos, pero muchas veces eso es lo que hacemos con otros cristianos. Cuando el Espíritu venga sobre ti, te dará poder para desafiar al enemigo. ¿Podría Dios usarte para despertar a su pueblo? ¿Por qué no? Saúl exigió a todos que formen parte del esfuerzo – ¡o que sus bueyes sean descuartizados! La gente salió como un solo hombre. ¡No hay indicios de que Saúl haya tenido que cortar ningún buey! Un hombre ungido por el Espíritu atraerá a otros hombres para luchar. Se juntan alrededor de una tarea. Esa unidad es más urgente en la batalla. ¿Qué tipo de impacto tendrían en tu país si los creyentes se unieran como un solo hombre? ¿Te imaginas la victoria sobre el enemigo? Qué el temor – ¡el terror! – de Dios caiga sobre la iglesia para que pongamos a un lado nuestras diferencias, luchemos contra el enemigo juntos y veamos la liberación de Dios.

¡Qué cambio tan increíble para ese joven que estaba escondido en el equipaje! Como Saúl, todos nosotros hemos fracasado. Es parte de ser humano. Puedes descender en una espiral descendente, sentir que ya has pecado demasiado, y que no hay esperanza ni retorno. Puedes aceptar las mentiras que tú tienes que demostrar tu valía y trabajar para ganar el favor de Dios otra vez, o pensar que Dios nunca te volverá a usar. Pero Dios está allí, esperándote, anhelando que regreses y ocupes el lugar que te corresponde en la familia. Él quiere tocar tu corazón endurecido y herido. Tan rápido que te caíste, tú puedes volver al Señor, listo para la batalla.