La derrota de Israel parece garantizada:
- Miles de soldados filisteos bien equipados están cercándolos.
- Los seiscientos soldados israelitas están desarmados, aterrorizados y escondidos en cuevas.
- Su líder y rey (Saúl) está destrozado.
No hay ninguna esperanza para Israel, ¿verdad?
Equivocado. Estamos hablando del pueblo de Dios. Incluso en la situación más desesperada, hay un “pero” con Dios; una oportunidad para que Él haga lo imposible. Él es un Dios de milagros. El hombre que Él usa aquí es el tipo de hombre que Dios necesita hoy. Por casualidad es el hijo de Saúl, el mismo Jonatán responsable de este problema, porque él atacó a la guarnición de los filisteos.
Cierto día, Jonatán hijo de Saúl, sin decirle nada a su padre, le ordenó a su escudero: «Ven acá. Vamos a cruzar al otro lado, donde está el destacamento de los filisteos.» Y es que Saúl estaba en las afueras de Guibeá, bajo un granado en Migrón, y tenía con él unos seiscientos hombres. El efod lo llevaba Abías hijo de Ajitob, que era hermano de Icabod, el hijo de Finés y nieto de Elí, sacerdote del Señor en Siló.
Nadie sabía que Jonatán había salido, y para llegar a la guarnición filistea Jonatán tenía que cruzar un paso entre dos peñascos, llamados Bosés y Sene. El primero estaba al norte, frente a Micmás; el otro, al sur, frente a Gueba. Así que Jonatán le dijo a su escudero:
—Vamos a cruzar hacia la guarnición de esos paganos. Espero que el Señor nos ayude, pues para él no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos.
—¡Adelante! —respondió el escudero—. Haga usted todo lo que tenga pensado hacer, que cuenta con todo mi apoyo.
—Bien —dijo Jonatán—; vamos a cruzar hasta donde están ellos, para que nos vean. Si nos dicen: “¡Esperen a que los alcancemos!”, ahí nos quedaremos, en vez de avanzar. Pero si nos dicen: “¡Vengan acá!”, avanzaremos, pues será señal de que el Señor nos va a dar la victoria.
Así pues, los dos se dejaron ver por la guarnición filistea.
—¡Miren —exclamaron los filisteos—, los hebreos empiezan a salir de las cuevas donde estaban escondidos!
Entonces los soldados de la guarnición les gritaron a Jonatán y a su escudero: —¡Vengan acá! Tenemos algo que decirles.
—Ven conmigo —le dijo Jonatán a su escudero—, porque el Señor le ha dado la victoria a Israel.
Jonatán trepó con pies y manos, seguido por su escudero. A los filisteos que eran derribados por Jonatán, el escudero los remataba. En ese primer encuentro, que tuvo lugar en un espacio reducido, Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres. (1-14)
Me gusta Jonatán. Me identifico con él. Yo lo llamo “un hombre de hombre.” ¿No te gustaría pasar tiempo con él?
Jonatán era un hombre audaz
¡Qué contraste con el ejército israelita oculto, que huyó al otro lado del Jordán, paralizado por el miedo ante esta situación imposible! Jonatán miró a sus paisanos y sabía que no iban a enfrentar al enemigo. Así que él lo hizo. Él ve la necesidad y el fracaso de su padre, y decide que alguien tiene que actuar. Tenía toda la razón al no decirle nada a su padre: Jonatán sabía que Saúl le prohibiría ir. No sólo es Saúl un cobarde, sino que él también impide que los demás actúen con fe. Cuando los hombres valientes quieren levantarse, los cobardes tratan de detenerlos con sus argumentos lógicos.
Hace años, cuando leí sobre el Día D (una batalla clave de la Segunda Guerra Mundial), me sentí abrumado por emoción: la tristeza por la increíble pérdida de vidas, pero también la envidia. Ese día hubo un coraje y una audacia que rara vez vemos hoy. ¿Tenían miedo los soldados? ¡Por supuesto! Pero había líderes audaces, dispuestos a hacer lo necesario para cambiar el rumbo de la guerra.
El mundo de hoy en día está sufriendo por falta de hombres audaces. Hoy vemos mucha cobardía, cuando más necesitamos líderes valientes para enfrentar los desafíos de la familia, la iglesia y el gobierno. El enemigo ha tenido éxito en robarnos de nuestra masculinidad, haciéndonos débiles, cobardes e ineficaces. Dios te diseñó para tomar la iniciativa e impactar tu mundo con santa osadía, una cualidad esencial del hombre de Dios.
- La audacia se define como valor, osadía y atrevimiento al hablar o actuar. La valentía se define como esfuerzo, vigor, decisión.
- Tres veces Dios le ordenó a Josué que fuera fuerte y valiente (Josué 1).
- Dios hizo a David audaz y fuerte de corazón.
- “Los perversos huyen aun cuando nadie los persigue, pero los justos son tan valientes como el león.” (Proverbios 28:1, NTV)
- Los creyentes en Hechos 4 le piden a Dios que hablasen la palabra sin temor, con denuedo y valor.
¿Cómo puedes convertirte en un hombre audaz y valiente? Busca a Dios. Cuanto más reflejes la imagen de Dios, más audaz serás.
El mundo piensa del hombre audaz como muy macho, mujeriego, fumando y tomando. Es muy independiente y siempre está listo para pelear y pisotear a todos a su alrededor. Jonatán era un hombre audaz – pero no como esa imagen del hombre del mundo. Fue un denuedo gobernado por el Señor.
Jonatán era un hombre de fe
Tal vez él se hizo muy amigo de David porque su corazón también latía con el corazón de Dios: “Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos.” La reputación de Dios estaba en juego, y él sabía que Dios quiere revelar su poder salvador.
La fe se demuestra al ir a un lugar donde Dios puede usarte, donde la fe se combina con santa osadía. La fe está dispuesta a ser vulnerable y tomar riesgos, confiando en que Dios te va a usar y proteger. La falta de fe puede impedir que hables con tu vecino sobre Cristo o que ores por la sanación de alguien, en caso de que no se sane y tú parezcas estúpido.
La fe es ver las cosas desde la perspectiva de Dios: “Para Dios no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos.» ¿Tienes esa fe para la salvación de tu familia? ¿Puedes decir con Jeremías: “Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti?” (Jeremías 32:17, RVR) ¿O sólo ves los obstáculos? La fe es consciente de ellos, pero también es consciente de un Dios mucho más grande. La fe tiene una clara comprensión de quiénes somos en Cristo, y quién es nuestro enemigo. La fe nos da la confianza de que Dios está con nosotros.
La fe también incluye buscar a Dios y confiar en que Él te guiará. No pongas a Dios a prueba. No recomiendo buscar una señal como lo hizo Jonatán, pero la fe confía en que Dios te apoyará cuando des un paso de fe. Jonatán se puso a disposición de Dios, confiando en que Él haría un milagro, si era su voluntad. También creía que Dios lo protegería si no sucediera. Lo que Jonatán hizo fue muy diferente de la presunción que hoy se llama fe. Él no salió «declarando» la victoria y exigiendo que Dios hiciera lo que él quería que hiciera. La fe se somete a Dios, y con confianza le espera para mostrar el camino. Cuando Dios confirmó su dirección, Jonatán estaba listo para obedecer.
Dios está buscando a hombres que combinen la audacia con la fe, que vean los desafíos y los campos de batalla como oportunidades para que Él trabaje. Dios puede usar a un solo hombre, completamente entregado a Él, cuya pasión masculina está dirigida por una relación dinámica con su Creador. Tenemos que escapar de la mentalidad “más grande es mejor.” La fe como una semilla de mostaza puede mover montañas. Un hombre valiente y listo para salir con fe puede cambiar el mundo. Pero para hacer eso, ese hombre necesita dos cualidades más.
Jonatán tenía amistades genuinas
Los hombres audaces pueden ser individualistas, y los hombres de fe a menudo luchan en las relaciones. Pero amistades cercanas son parte del plan de Dios para nosotros. El hombre de Dios – como Jonatán – sabe cómo compartir su corazón y su vida con los demás. Él se acercó a otros hombres, y ellos respondieron. Él ya había elegido un escudero, y ahora se embarcaron juntos en esta aventura. Pero era algo más que una relación de trabajo. El escudero dice: “Yo estoy contigo en cuerpo y alma.” ¿Te gustaría escuchar esas palabras de un amigo? ¿Alguna vez has tenido esa clase de amigo?
La verdadera masculinidad como la de Jonatán atrae a otros: a mujeres, sí, pero también a otros hombres. Esas relaciones profundas alientan nuestra valentía. Un hombre de Dios comparte su corazón e inspira compromiso. Los hombres cuyos corazones están unidos tendrán un impacto en nuestro mundo.
Jonatán quería glorificar a Dios
Un hombre de Dios está preocupado por el nombre y la gloria de Dios. El hombre que busca su propia gloria no puede ser usado por Dios.
Hay pocos hombres con estas cuatro cualidades: audacia, fe, buenas amistades y celos por la gloria de Dios. De todo el ejército de Israel, Jonatán parece ser el único “hombre de verdad.” Es probable que tú no encuentres muchos como él. El pecado nos ha marcado profundamente. Pero cuando te encuentras con un hombre como Jonatán, acércate a él, trabaja con él, dale tu apoyo y aprende de él.
Esta experiencia no está fuera de tu alcance. Dios te hizo hombre, y Él quiere que tú seas plenamente hombre. Deja que el ejemplo y la fuerza de Jonatán te alienten.
¿Y dónde estaba Saúl?
¡Qué contraste entre la cobardía del padre y la masculinidad piadosa de su hijo! A pesar de Saúl, Jonatán salvó a Israel ese día.
Mientras tanto, Saúl y sus seiscientos hombres acamparon en las afueras de Guibeá alrededor del árbol de granadas de Migrón. Entre los hombres de Saúl estaba Ahías, el sacerdote, que vestía el efod, el chaleco sacerdotal. Ahías era hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote del Señor que había servido en Silo.
Nadie se dio cuenta de que Jonatán había dejado el campamento israelita. (2-3, NTV)
Como hemos visto, Dios usó a Jonatán para llenar a los filisteos de pánico. Cuando nosotros hacemos nuestra parte (tal vez el 10% del trabajo), Dios se levanta y hace el 90%.
Cundió entonces el pánico en el campamento filisteo y entre el ejército que estaba en el campo abierto. Todos ellos se acobardaron, incluso los soldados de la guarnición y las tropas de asalto. Hasta la tierra tembló, y hubo un pánico extraordinario. Desde Guibeá de Benjamín, los centinelas de Saúl podían ver que el campamento huía en desbandada. Saúl dijo entonces a sus soldados: «Pasen revista, a ver quién de los nuestros falta.» Así lo hicieron, y resultó que faltaban Jonatán y su escudero.
Entonces Saúl le pidió a Ahías que trajera el arca de Dios. (En aquel tiempo el arca estaba con los israelitas.) Pero mientras hablaban, el desconcierto en el campo filisteo se hizo peor, así que Saúl le dijo al sacerdote: «¡No lo hagas!»
En seguida Saúl reunió a su ejército, y todos juntos se lanzaron a la batalla. Era tal la confusión entre los filisteos, que se mataban unos a otros. Además, los hebreos que hacía tiempo se habían unido a los filisteos, y que estaban con ellos en el campamento, se pasaron a las filas de los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. Y los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín, al oír que los filisteos huían, se unieron a la batalla para perseguirlos. Así libró el Señor a Israel aquel día, y la batalla se extendió más allá de Bet Avén. (15-23)
Con valentía y fe, Jonatán fue a la batalla. Vemos ahora que algunos judíos habían abandonado al ejército de Israel y se unieron a los filisteos, pero el ejemplo de Jonatán los anima a volver al ejército de Israel. Otros que se escondieron también vuelven a la batalla. Cuando un verdadero hombre de Dios se levanta en fe y valor, los hombres que se apartaron del Señor o se retiraron, volverán a la batalla.
¿Y Saúl? ¡Estaba sentado bajo un árbol de granadas! ¿Qué estaba haciendo allí cuando su ejército estaba a punto de ser devastado?
Saúl está desconectado de su mundo
Muchos hombres están sentados bajo los árboles de granadas, en lugar de impactar poderosamente su mundo. El enemigo viene contra su matrimonio, su familia, su iglesia y su país – y ellos están en casa, pegados a Internet o la tele. Están paralizados, desperdiciando sus vidas y retirados de sus esposas, familias y amigos. Es una fuerte tentación. ¡Resístela! Si tú has caído preso de esa parálisis, arrepiéntete, levántate y muévete. Busca a un Jonatán, y haz guerra junto con él.
Saúl tenía una religión retorcida
Aquí hay dos historias completamente diferentes. No es por casualidad que nadie notó que Jonatán se había ido. Estaban en mundos tan diferentes que ni siquiera sabían lo que Jonatán hizo. Dios estaba en el campo de batalla, con Jonatán y su escudero. Dios envió el pánico a los filisteos y rescató a Israel. Saúl vio la acción desde lejos, buscando una explicación de lo que Dios estaba haciendo y averiguando quién había dejado el campamento. No podía creer que uno de sus hombres fuera responsable de esta gran victoria.
Saúl estaba rodeado de hombres “religiosos” que formaban parte del sacerdocio institucionalizado. Ahías llevaba un efod, el manto sacerdotal. Los sacerdotes con él eran los nietos perversos de Elí. Para cubrir todas las bases, Saúl pidió el arca. El pánico en el campamento de los filisteos fue cada vez mayor, y Saúl estaba perdiendo tiempo precioso. Estaba demasiado ocupado siendo religioso para involucrarse en lo que Dios estaba haciendo. Él todavía estaba preparándose, mientras Dios ya estaba peleando la batalla.
Muchos hombres se esconden hoy en las iglesias, discutiendo teología, profecías o el programa para el domingo. Están perdidos en una religión muerta, mientras Dios está trabajando. Están buscando una explicación teológica adecuada, mientras que Dios está derrotando al enemigo. Ellos recuerdan con cariño los “días de gloria” de la iglesia, mientras que Dios se está moviendo en otros lugares. Ellos siempre se preparan para la batalla, cuando Dios ya les ha dado la victoria, si solamente se levantan y hacen algo.
Saúl es el ejemplo perfecto del hombre castrado. ¿Quieres perder tu virilidad? Entonces, sigue el camino de la desobediencia y usa la religión para tu propio beneficio, como Saúl. Céntrate en ti mismo y en tu reputación, tu apariencia y tus habilidades – o la falta de ellas. En cierto modo, es el camino más fácil – pero mucho menos gratificante.
Las diferencias entre padre e hijo son increíbles. ¡Es alentador saber que puedes tener a un padre como Saúl, y aun así salir bien! ¡O ser un mal padre como Saúl, y tener a un hijo maravilloso! Nuestras almas anhelan ser como Jonatán: un hombre de audacia y fe; un buen amigo, y fiel. Un hombre que transforma su mundo y se mueve en poder y fuerza para la gloria de Dios. Acércate a Jesús, el mejor modelo de virilidad. Cuanto más su imagen se restaure en ti, más vivo te sentirás como hombre. ¿Qué clase de hombre quieres ser?