Saúl casi mata a su hijo a causa de su machismo exagerado: 1 Samuel 14: 24-52

Lleno del Espíritu de Dios, Jonatán atacó valientemente al enemigo. Su padre, espiritualmente vacío, estaba sentado debajo de un árbol de granadas. Estaba fuera de contacto con la realidad y enfrentaba un desastre seguro en la batalla con los filisteos. Hombres desesperados y fuera de control a menudo demuestran una bravuconería machista.

Los israelitas desfallecían de hambre, pues Saúl había puesto al ejército bajo este juramento: «¡Maldito el que coma algo antes del anochecer, antes de que pueda vengarme de mis enemigos!» Así que aquel día ninguno de los soldados había probado bocado. (24)

Un juramento insensato

Saúl obviamente no fue responsable dela victoria de Jonatán, pero de alguna manera lo hizo sentir poderoso, y lo dejó con ganas de más. Resulta que tontamente obligó a sus tropas a ayunar con este juramento. Dios puede llamar ayuno, pero esto no tenía nada que ver con Dios, y ciertamente no era una estrategia típica de batalla. Se trataba de Saúl. Las tropas no pudieron comer “antes de que pueda vengarme de mis enemigos.” La batalla con los filisteos se había convertido en algo personal. Después de tantos fracasos, Saúl estaba decidido a demostrar su valor: ¡Él todavía era el rey! Él mostraría su fuerza con un ayuno – y obligaría a sus tropas a ayunar, sin pensar en su bienestar.

La necedad de su decisión se revela en su fruto. Los hombres quedaron agotados, desfalleciendo de hambre, y con temor del juramento. ¿Así es como se prepara un ejército para la batalla? ¿No es sentido común que las tropas estén bien alimentadas? ¿No quiere que se sientan bien y seguros, en lugar de estar bajo la amenaza de una maldición?

La provisión milagrosa de Dios

Mientras Saúl retuvo la comida, Dios milagrosamente la proporcionó: Al llegar a un bosque, notaron que había miel en el suelo.  Cuando el ejército entró en el bosque, vieron que la miel corría como agua, pero por miedo al juramento nadie se atrevió a probarla. (25-26)

Imagínate a estos hombres, muriendo de hambre, y viendo toda esta rica miel. ¡Pero no pudieron tocarla! Líderes inseguros y arrogantes que se jactan, como Saúl, lastiman a la misma gente que deben cuidar, ocultando su debilidad por el acaparamiento de cualquier poder y control que puedan conseguir. No están pensando bien, así que las cosas pueden ponerse feas y aterradoras. Hoy en día hay demasiados mujeres y niños que han sufrido la inseguridad de un esposo o padre. Tal vez tú también hayas sufrido bajo un jefe inseguro.

Jonatán rompe el juramento

Mientras su padre hace un tonto de sí mismo, ¿qué está haciendo nuestro hombre Jonatán?

Sin embargo, Jonatán, que no había oído a su padre poner al ejército bajo juramento, alargó la vara que llevaba en la mano, hundió la punta en un panal de miel, y se la llevó a la boca. En seguida se le iluminó el rostro. Pero uno de los soldados le advirtió:

—Tu padre puso al ejército bajo un juramento solemne, diciendo: “¡Maldito el que coma algo hoy!” Y por eso los soldados desfallecen.

—Mi padre le ha causado un gran daño al país —respondió Jonatán—. Miren cómo me volvió el color al rostro cuando probé un poco de esta miel. ¡Imagínense si todo el ejército hubiera comido del botín que se le arrebató al enemigo! ¡Cuánto mayor habría sido el estrago causado a los filisteos! (27-30)

¿No crees que Dios arregló esto deliberadamente? ¡Probablemente se estaba riendo! Jonatán estaba en el campo de batalla. No sabía nada acerca de esta prohibición. Vio la miel, la comió, y fue revivido de inmediato. Jonatán tuvo el valor de decir lo que las tropas ya sabían: su padre no estaba considerando lo que era mejor para ellos o para la nación. Si no estuvieran tan hambrientos, la victoria habría sido mucho mayor. ¿Deshonró Jonatán a su padre y a su rey? Nunca fue reprendido por lo que hizo. ¿Hasta qué punto honramos a nuestros padres o alguien en autoridad? Si están en pecado, ¿estamos obligados a obedecerlos? ¿O también los honramos diciéndoles la verdad?

Mientras tanto, las cosas iban de mal en peor para el ejército hambriento.

Aquel día los israelitas mataron filisteos desde Micmás hasta Ayalón. Y como los soldados estaban exhaustos, echaron mano del botín. Agarraron ovejas, vacas y terneros, los degollaron sobre el suelo, y se comieron la carne con todo y sangre. Entonces le contaron a Saúl:

—Los soldados están pecando contra el Señor, pues están comiendo carne junto con la sangre.

—¡Son unos traidores! —replicó Saúl—. Hagan rodar una piedra grande, y tráiganmela ahora mismo.

También les dijo: —Vayan y díganle a la gente que cada uno me traiga su toro o su oveja para degollarlos y comerlos aquí; y que no coman ya carne junto con la sangre, para que no pequen contra el Señor.

Esa misma noche cada uno llevó su toro, y lo degollaron allí.  Luego Saúl construyó un altar al Señor. Éste fue el primer altar que levantó.  Y dijo:

—Vayamos esta noche tras los filisteos. Antes de que amanezca, quitémosles todo lo que tienen y no dejemos a nadie con vida.

—Haz lo que te parezca mejor —le respondieron.

—Primero debemos consultar a Dios —intervino el sacerdote.

Saúl entonces le preguntó a Dios: «¿Debo perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero Dios no le respondió aquel día. (31-37)

Saúl viene al rescate

Algo está mal. Dios no está hablando, y Saúl está alarmado. Debido a que los hombres hicieron este tonto juramento de no comer nada, terminan quebrantando la ley que realmente importa, y pecan contra Dios. Nunca habría sucedido si hubieran comido. Cuando tú dedicas tu energía a reglas onerosas hechas por hombres y quitas los placeres legítimos de tu vida, corres el riesgo de sufrir tentaciones más graves. Ten cuidado con las reglas que parecen espirituales, pero se basan en orgullo o control, en lugar de las Escrituras.

Apenas unos días atrás, Saúl fue severamente castigado por su desobediencia. Ahora él viene al rescate como el gran defensor de la ley. Para reforzar su imagen como un gigante espiritual, Saúl construye un altar al Señor, dándole gracias por la victoria. Suena bien, pero presta atención a los mensajes sutiles que los escritores ponen en la Biblia; algunas palabras pueden comunicar mucho: ¡Éste fue el primer altar que Saúl levantó! ¿Qué pasó después de su gran victoria sobre los amonitas en el capítulo 11? ¿No construyó un altar cuando fue ungido rey? ¿O un altar de arrepentimiento cuando Dios lo juzgó? ¿Por qué esperó hasta ahora? ¿Había experimentado un despertar espiritual? ¿Realmente estaba agradecido a Dios?

Saúl probó sangre, y quería más. Está en una buena racha, y quiere asegurarse de la bendición de Dios. Al igual que el ayuno, un altar parece lo correcto, aunque Saúl no tenía ninguna intención de buscar a Dios allí. Saúl ya había hecho sus planes. El sacerdote tenía que sugerir que se consultara al Señor antes de esta gran batalla. No es sorprendente que Dios no respondió cuando Saúl finalmente oró, porque el rey no tenía una relación con Dios. Pero de alguna manera él sabía que era pecado, lo cual bloqueaba la respuesta de Dios:

Así que Saúl dijo: —Todos ustedes, jefes del ejército, acérquense y averigüen cuál es el pecado que se ha cometido hoy. ¡El Señor y Salvador de Israel me es testigo de que, aun si el culpable es mi hijo Jonatán, morirá sin remedio!

Nadie se atrevió a decirle nada. Les dijo entonces a todos los israelitas: —Pónganse ustedes de un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos del otro.

—Haz lo que te parezca mejor —respondieron ellos.

Luego le rogó Saúl al Señor, Dios de Israel, que le diera una respuesta clara. La suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, de modo que los demás quedaron libres. Entonces dijo Saúl: —Echen suertes entre mi hijo Jonatán y yo.

Y la suerte cayó sobre Jonatán. (38-42)

Ojalá Saúl aprendiera algo de sus errores, pero no.  Él mantiene la apariencia de fuerza con otro juramento tonto. Por supuesto Saúl no sabe que fue su hijo que quebrantó el primer juramento, pero los soldados lo saben. Ellos no iban a traicionar a Jonatán, pero ahora Dios contestó la oración de Saúl, señalando a su hijo. Nunca he estado muy seguro de por qué Dios honró echando suertes, pero a menudo lo hizo, y esta vez la suerte cayó sobre Jonatán.

Saúl le dijo: —Cuéntame lo que has hecho.

—Es verdad que probé un poco de miel con la punta de mi vara —respondió Jonatán—. ¿Y por eso tengo que morir?

—Jonatán, si tú no mueres, ¡que Dios me castigue sin piedad! —exclamó Saúl.

Los soldados le replicaron: —¡Cómo va a morir Jonatán, siendo que le ha dado esta gran victoria a Israel! ¡Jamás! Tan cierto como que el Señor vive, que ni un pelo de su cabeza caerá al suelo, pues con la ayuda de Dios hizo esta proeza.

Así libraron a Jonatán de la muerte. Saúl, a su vez, dejó de perseguir a los filisteos, los cuales regresaron a su tierra. (43-46)

¡Mira la perversidad de Saúl! Para salvar la cara y mantener la apariencia de fuerza, mataría a su propio hijo. Saúl estaba dispuesto a sacrificar a su familia por su orgullo.

¿Has conocido a padres que están celosos del éxito de sus hijos? ¿Tal vez tu papá? ¿O tú? Es bastante común. Saúl estaba tan absorto en sí mismo, que en lugar de regocijarse por el éxito y virilidad de su hijo, lo iba a matar. Pero sus tropas habían soportado mucho, y se amotinarían antes de permitir eso. Saúl se vio obligado a retroceder, y la vida de Jonatán se salvó. Pero en lugar de reconocer sus malas decisiones y retirarse con gracia, Saúl se mantuvo firme, aun a costa de que pareciera un idiota y perdiera el respeto del ejército. Tuvo que abandonar sus grandes planes de matar a todos los filisteos, los cuales volvieron a casa muy vivos. Si hubiera sido más sabio, los habría derrotado de una vez, pero ahora va a experimentar una guerra amarga con ellos por el resto de su vida.

Un gran despliegue de machismo no es la verdadera fuerza, y no engaña a nadie. Es feo, y te hace quedar mal. No construyas altares para mantener las apariencias. No permitas que tu orgullo y problemas personales perjudiquen tu relación con su familia. No caigas en la trampa de un legalismo que supuestamente demuestra tu fuerza y ​​espiritualidad. Ten cuidado con las declaraciones que hagas. He escuchado pastores declarar muchas cosas en un momento de fervor espiritual, pero luego se avergüenzan cuando no suceden. Esas declaraciones suenan impresionantes, pero pueden no tener nada que ver con Dios. Sé real y no tengas miedo de reconocer tus errores.

 ¿Gala de valor?

Sorprendentemente, el capítulo termina con una nota positiva:

Después de consolidar su reinado sobre Israel, Saúl luchó contra todos los enemigos que lo rodeaban, incluso contra los moabitas, los amonitas, los edomitas, los reyes de Sobá y los filisteos; y a todos los vencía haciendo gala de valor. También derrotó a los amalecitas y libró a Israel de quienes lo saqueaban.

Durante todo el reinado de Saúl se luchó sin cuartel contra los filisteos. Por eso, siempre que Saúl veía a alguien fuerte y valiente, lo alistaba en su ejército. (47-48, 52)

De alguna manera, Saúl se convirtió en un guerrero valiente – o al menos pudo detectar hombres fuertes y valientes, y atraerlos a su servicio, porque Saúl no era particularmente valiente ni poderoso. A pesar de sus errores, su reinado duró muchos años más. Quizás aprendió de sus fracasos y finalmente se convirtió en un rey exitoso.

 

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