Una última oportunidad para redimirse: I Samuel 15: 1-35

Dios es muy paciente con nosotros, y misericordioso. Está claro que Saúl no merece otra oportunidad. Ya recibió su sentencia: Va a perder su reino. Pero Dios nos ama tanto que nos da muchas oportunidades. Aquí Él envía a Samuel con una nueva tarea para Saúl. El rey está en apuros, pero esto le ofrece la oportunidad de reflexionar y cambiar.

Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. (1, RVR)

Éste es un saludo extraño para un padre espiritual a su hijo. No creo que Saúl hubiera olvidado quién era Samuel, pero Samuel quería recordarle el papel importante que había desempeñado en su vida: Él instaló a Saúl en el trono y trajo la noticia del juicio de Dios. Samuel sabe que Saúl no está escuchando muy bien la voz del Señor. Él quiere enfatizar la importancia de esta tarea. Es una cuestión de vida o muerte para Saúl.

«Así dice el Señor Todopoderoso: “He decidido castigar a los amalecitas por lo que le hicieron a Israel, pues no lo dejaron pasar cuando salía de Egipto. Así que ve y ataca a los amalecitas ahora mismo. Destruye por completo todo lo que les pertenezca; no les tengas compasión. Mátalos a todos, hombres y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos.” » (2-3)

La tarea

Durante muchos años Dios quería juzgar a Amalec. Los amalecitas atacaron a Israel en su camino desde Egipto. Ese día Dios dijo: «Yo borraré por completo, bajo el cielo, todo rastro de los amalecitas.» Y Moisés añadió: «¡La guerra del Señor contra Amalec será de generación en generación!» (Éxodo 17:14-15) Puede ser que los amalecitas habían oído hablar de esta maldición, pero pasaron muchos años y Dios no había hecho nada, y los amalecitas decidieron que era una amenaza vacía. Pero Dios no olvida. Él solo estaba esperando el momento adecuado, y el hombre adecuado. Parece un triunfo garantizado para Saúl. Él sabe exactamente qué hacer, y ciertamente Dios le dará la victoria.

Has clamado a Dios con el salmista: “¿Hasta cuándo, Señor?” (Salmo 13) Tú puedes sentirte tentado a tomar las cosas con tus propias manos y vengarte de aquellos que te han ofendido a ti o al Señor. A veces Dios parece lento para cumplir sus promesas, pero Él sabe lo que está haciendo. Cuando Él quiere que hagas algo, Él te hará saber.

  • ¿Te ha dado una misión?
  • ¿Te está probando?
  • ¿Te encuentras en una batalla en este momento?
  • ¿Es tu propia creación, o es de Dios?

Si Dios te envió en una misión, ¡Él estará contigo!

¡Saúl completamente destruye a los amalecitas!

Saúl reunió al ejército y le pasó revista en Telayin: eran doscientos mil soldados de infantería más diez mil soldados de Judá. Luego se dirigió a la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco.  Los quenitas se apartaron de los amalecitas, pues Saúl les dijo: «¡Váyanse de aquí! Salgan y apártense de los amalecitas. Ustedes fueron bondadosos con todos los israelitas cuando ellos salieron de Egipto. Así que no quiero destruirlos a ustedes junto con ellos.»

Saúl atacó a los amalecitas desde Javilá hasta Sur, que está cerca de la frontera de Egipto. A Agag, rey de Amalec, lo capturó vivo, pero a todos los habitantes los mató a filo de espada. (4-8)

¡Qué gran comienzo! Esta vez Saúl está bien preparado, con un ejército de 210,000 soldados. Él cuidadosamente advirtió a todos los extranjeros que abandonaran el país, ya que él está decidido a matar a todos. El rey es capturado, y todo el pueblo destruido. ¿Ha aprendido Saúl de sus errores? ¿Al  fin él hace algo bien?

Pero…de repente la escena cambia. Ese “pero” en la obediencia puede ser desastroso.

El «pero» que destruyó a Saúl

Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron. (9, RVR)

¿Qué están pensando? ¿Olvidaron lo que dijo Dios? Ellos hacen lo que tiene sentido para ellos: destruir lo que es débil y despreciado, pero preservar lo que es bueno. Aplicamos nuestro razonamiento a la palabra de Dios: “Esos pobres corderos. Son especímenes perfectos. Simplemente no podemos destruirlos. Además, ¡podemos sacrificarlos a Dios!”

Nos deshacemos de las cosas débiles y despreciadas, y nos sentimos bien. Pero nos aferramos a lo que el mundo dice es bueno, y desobedecemos a Dios. Saúl tenía la responsabilidad como rey de garantizar que todo se hiciere de acuerdo con la orden de Dios, pero él participó en el pecado de su ejército.

Ésta no era la primera vez que Israel desobedeció la orden de Dios para destruir todo. Saúl tenía que saber sobre el pecado de Acán, que trajo la derrota a la nación después de la caída de los muros de Jericó (Josué 7). E Israel fue afligido durante siglos por la gente que no pudieron destruir cuando entraron en la tierra prometida. Dios nos manda a destruir a todos los enemigos en nuestras vidas, pero por lo general no lo hacemos, y terminamos luchando contra ellos durante muchos años. ¿Hay algunas «vacas sagradas» en tu vida?

Samuel se enfrenta a Saúl

Luego el Señor le dijo a Samuel: «Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato». Al oírlo, Samuel se conmovió tanto que clamó al Señor durante toda la noche. (10-11, NTV)

Justo cuando parecía que Saúl estaba haciendo bien, desobedeció y se apartó del Señor. Él es totalmente egocéntrico y preocupado por su propia importancia. El mensaje que Samuel recibió de Dios fue tan fuerte que el profeta pasó la noche clamando al Señor. ¿Estás dispuesto a perder una noche de sueño para interceder por alguien en rebelión? Samuel estaba con Saúl desde el principio y vio sus fracasos, pero él todavía no podía renunciar a Saúl. ¿Sabes lo que es estar conmovido por todo el pecado y los problemas que ves a tu alrededor? Ruego a Dios que Él nunca tenga que lamentarse por tu desobediencia, o potencial perdido o el fracaso de tu vocación. Eso es trágico, y aterrador, si tienes algún temor de Dios.

 Un monumento en su propio honor

Temprano a la mañana siguiente Samuel fue a buscar a Saúl. Alguien le dijo: «Saúl fue a la ciudad de Carmelo a levantar un monumento en su propio honor y después continuó a Gilgal». (12, NTV)

Después de su victoria en 1 Samuel 14, Saúl levantó un altar al Señor, pero ahora se revela su verdadero corazón. Mientras Dios lamentaba su pecado y su desobediencia, Saúl fue a erigir un monumento en su propio honor. Al parecer, estaba tan alejado del Señor que podía desobedecer órdenes claras y pensar que lo estaba haciendo muy bien. Y nosotros hoy en la iglesia, ¿construimos monumentos en nuestro propio honor? ¿Una escuela? ¿Un nuevo templo? ¿Un ministerio? ¡Que Dios nos libre de tal arrogancia!

Cansado y agobiado, Samuel alcanza a Saúl al fin del día. Con orgullo y alegría Saúl sale a recibirlo:

Cuando por fin Samuel lo encontró, Saúl lo saludó con alegría. —Que el Señor te bendiga —le dijo—. Llevé a cabo el mandato del Señor. (13, NTV)

¿Estaba mintiendo, o estaba tan engañado que realmente pensó que había hecho todo bien? He conocido a muchos cristianos envueltos en sí mismos y ciegos a la realidad, confiados en que eran el hombre de Dios para la hora.

Balidos de oveja y mugidos de vaca

—Y entonces, ¿qué significan esos balidos de oveja que me parece oír? —le reclamó Samuel—. ¿Y cómo es que oigo mugidos de vaca?

—Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al Señor tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos. (14-15)

Solo había un pequeño problema con la historia de Saúl: los balidos de oveja y mugidos de vaca. ¡Las mismas que Saúl tuvo que destruir! Saúl tenía la excusa perfecta, e incluso es espiritual: ¡Iban a ofrecerlas al Señor! Tal vez Saúl creyó que esto agradaría a Dios. Conozco a muchos cristianos que aceptarían esta explicación. Suena bien, si tú no te tomas en serio la palabra de Dios, y crees que hay lugar para modificar sus órdenes para tu propia conveniencia. Pero es demasiado para Samuel:

¡Basta! —lo interrumpió Samuel—. Voy a comunicarte lo que el Señor me dijo anoche.

—Te escucho —respondió Saúl.

Entonces Samuel le dijo: —¿No es cierto que, aunque te creías poca cosa, has llegado a ser jefe de las tribus de Israel? ¿No fue el Señor quien te ungió como rey de Israel, y te envió a cumplir una misión? Él te dijo: “Ve y destruye a esos pecadores, los amalecitas. Atácalos hasta acabar con ellos.” ¿Por qué, entonces, no obedeciste al Señor? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo que ofende al Señor? (16-19)

Saúl comenzó su reinado con una autoimagen baja, pero ahora su ego fue inflado. Había olvidado lo que Dios había hecho en su vida. Lo más importante es que había desobedecido el claro mandamiento de Dios. Es fácil condenar a Saúl, pero cuando Dios no está en el centro, tendemos a oscilar entre esos dos extremos. Nosotros podemos olvidar rápidamente nuestro quebrantamiento y pecado, y la liberación de Dios. Desobedecemos a Dios, y luego miramos hacia abajo a aquellos que todavía están perdidos en sus pecados.

—¡Pero yo sí obedecí al Señor! —insistió Saúl—. ¡Cumplí la misión que él me encargó! Traje al rey Agag, pero destruí a todos los demás. Entonces mis tropas llevaron lo mejor de las ovejas, de las cabras, del ganado y del botín para sacrificarlos al Señor tu Dios en Gilgal. (20-21, NTV)

Adán fue el primero quien echó la culpa a otro. Todos lo hacen. Saúl no acepta su responsabilidad como líder: “Yo sí obedecí; yo cumplí.” Pero “las tropas” llevaron los animales. ¿Y era sólo un lapsus cuando Saúl llama al Señor “tu Dios” cuando habló con Samuel? (Ésta era la segunda vez que Saúl lo dijo – también en el verso 15.) ¿Puede ser que Dios ya no era el Señor de Saúl? ¿O nunca era?

100% obediencia requerida

Saúl pudo haber cumplido con el 95% de lo que Dios quería – y pensar que estaba haciendo muy bien. Muchos cristianos de hoy estarían de acuerdo. Pero Dios no está interesado en el 95% de obediencia. Él requiere el 100%. Cuando fallamos, Él es misericordioso – si somos honestos y llegamos a Él en humildad y arrepentimiento genuino. Dios sabe que somos humanos y cometemos errores, a pesar de que algunas personas (¡especialmente los jefes!) pueden creer que son infalibles. Si tú caes en pecado, no te cubras. No hagas excusas, y no eches la culpa, como lo hizo Saúl: “¡Pero yo sí obedecí!” Sé real y honesto, y suficientemente humilde para reconocer lo que has hecho. Samuel no está impresionado con la excusa de Saúl, y tampoco está Dios.

 Obediencia versus religión

Samuel respondió:

«¿Qué le agrada más al Señor:
que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios,
o que se obedezca lo que él dice?
El obedecer vale más que el sacrificio,
y el prestar atención, más que la grasa de carneros.
La rebeldía es tan grave como la adivinación,
y la arrogancia, como el pecado de la idolatría.
Y como tú has rechazado la palabra del Señor,
él te ha rechazado como rey.»
(22-23)

¿Quieres agradar a Dios? Obedécele. Ya hemos oído ese mensaje varias veces en este libro. Para obedecer tienes que escuchar la voz de Dios y saber su voluntad. No elijas lo que tengas ganas de hacer – e ignorar partes de la Biblia que no te complazcan. No seas como Saúl, actuando como juez de la palabra de Dios. A menudo destruimos lo débil y despreciado de nuestra cultura, y salvamos lo que el mundo valora – supuestamente para usar en servicio a Dios. ¡Ten cuidado de rechazar la palabra del Señor por tus acciones!

Dios dice que la rebelión es como la adivinación o la hechicería, y la arrogancia es idolatría. Esa hubiera sido una sorpresa para Saúl, tal como es para la mayoría de cristianos. Rebelión y arrogancia eran grandes problemas para Saúl – y para muchos de nosotros. Todos esos animales que Saúl iba a sacrificar significaban absolutamente nada al Señor si él no estaba caminando en obediencia. Ciertamente el obedecer vale más que el sacrificio. Todos nuestros cultos de adoración y templos hermosos afligen el corazón de Dios si no escuchamos su palabra y la obedecemos.

El defecto fatal de Saúl

—¡He pecado! —admitió Saúl—. He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Pero te ruego que perdones mi pecado, y que regreses conmigo para adorar al Señor.

—No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—. Tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado como rey de Israel.

Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto, y se lo arrancó. Entonces Samuel le dijo:

—Hoy mismo el Señor ha arrancado de tus manos el reino de Israel, y se lo ha entregado a otro más digno que tú. En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de parecer, pues no es hombre para que se arrepienta.

—¡He pecado! —respondió Saúl—. Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los ancianos de mi pueblo y ante todo Israel. Regresa conmigo para adorar al Señor tu Dios.

Samuel regresó con él, y Saúl adoró al Señor. (24-31)

Es triste, pero a menudo requiere algo desastroso para llamar nuestra atención, como ser arrestado o ver a tu esposa dejarte por otro hombre. Cuando Saúl escuchó las consecuencias de su pecado, su confesión reveló un defecto fatal: “temí al pueblo y consentí a la voz de ellos.”

Puede ser que Saúl estuviera preparado para hacer lo correcto, pero era débil y temía a sus propios hombres. Los soldados le trajeron los animales y Saúl no tuvo la fuerza para comandar su masacre. Su debilidad interna y la falta de defensa de lo que correcto causaron su caída. Si tienes miedo de los hombres, no eres apto para el liderazgo cristiano. Si rechazas la palabra de Dios para agradar a los hombres, serás rechazado por Dios.

¿Qué tan sincero fue Saúl? En estas situaciones, muchos se arrepienten con la esperanza de evitar las consecuencias del pecado. No es genuino. ¿Por qué la adoración era tan importante para Saúl? ¿Hubo una parte de él que buscó a Dios y fue tocada por la adoración? He visto a muchos hombres con grandes problemas que honestamente deseaban adorar a Dios. Es posible que Saúl estuviera espiritualmente hambriento, pero también tuviera mucha confusión interior. Él quería adorar al Señor, pero Saúl quería que Samuel lo acompañara. ¿Por qué? Para que Saúl fuese honrado ante los ancianos y el pueblo de Israel. Parece que era más importante para Saúl verse bien con la gente que con Dios. Si parece que no contó con el apoyo de Samuel, el pueblo lo despreciaría. Pero Samuel discernió su motivación y no quiso acompañarlo en su adoración falsa. Desesperado, Saúl agarró la túnica de Samuel y la arrancó. Finalmente Samuel accedió a ir a adorar con él.

Antes de que Samuel se fuese, había una cosa más que hacer. Saúl no había matado al rey amalecita. El viejo profeta tenía que hacerlo.

Después dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec. Y Agag vino a él alegremente. Y dijo Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte.

Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal.

Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. (32-35, RVR)

Es bueno saber que tú no eres el único con remordimiento. Dios mismo lamentó haber hecho a Saúl rey de Israel.

Lecciones para padres espirituales

Samuel no era un padre demasiado involucrado en la vida de su hijo espiritual. Pasó un tiempo con Saúl y luego lo dejó para poner en práctica lo que le había enseñado.

  • Basó su aporte en la vida de Saúl en la palabra de Dios, no sus propios pensamientos acerca de lo que debería hacer.
  • El fracaso con sus propios hijos no impidió que Samuel fuera un padre espiritual para Saúl. De hecho, sus propios fracasos lo motivaron y lo ayudaron a ser un padre a Saúl.
  • Samuel no disculpa la desobediencia de Saúl ni minimiza su gravedad. No tuvo miedo de enfrentar a Saúl con la verdad. Es posible estar tan cerca de alguien que no quieres hacer nada para poner en peligro esa relación. Ten cuidado si tú te sientes así.

Samuel lloró por Saúl el resto de su vida. Tú puedes saber cómo se sentía Samuel. Puede ser tu propio hijo o alguien que tú hayas guiado como mentor. Tú no puedes, y no debes, controlar lo que hace. Él cometerá errores. Esperemos que él aprenda de ellos, pero es posible que no lo haga. Si tú has invertido en él y lo amas, duele verlo caer, así como duele ver caer a tus propios hijos.

Samuel hizo lo que Dios le mandó que hiciera. Fue Dios quien eligió a Saúl como rey. Después de todo, el hecho de que Saúl haya fallado no fue culpa de Samuel. Samuel podría haberse considerado un fracaso, pero había sido fiel. Tú no puedes asumir la responsabilidad por el fracaso de tu hijo espiritual o por su éxito. Gracias a Dios por la oportunidad de hablarle a su vida, de amarlo y de andar con él en los momentos buenos y malos, como lo hizo Samuel con Saúl. ¿Dónde estaría Saúl sin Samuel? Probablemente en la granja arando con sus bueyes.

Cuando Saúl se dio cuenta de que Samuel iba a dejarlo, agarró desesperadamente la túnica de Samuel. Sin embargo, el momento había llegado cuando la relación terminaría. Puede llegar el momento en que esa relación de mentor tenga que terminar. Si Saúl hubiera llamado a Samuel, él probablemente habría venido, pero eso nunca sucedió. Estoy seguro de que Samuel siempre oró por Saúl mientras lloraba por él.

Cómo evitar el pecado de Saúl

Qué fácil es engañarnos a nosotros mismos, pensando que estamos obedeciendo a Dios cuando solo somos selectivamente obedientes. Dios está más preocupado por la obediencia que por la religión. Creemos que con un par de “sacrificios” o rituales religiosos (¿ayunos? ¿oraciones?) podemos complacerlo. ¿Cómo está tu obediencia? ¿Noventa por ciento? ¿Cincuenta por ciento? Dios perdona tu pecado, pero aún requiere de 100% de obediencia. ¿Cómo nos atrevemos a decir que sabemos mejor que Dios qué es mejor? ¿Cómo nos atrevemos a decidir qué aceptar y qué rechazar en su palabra? ¡Cuidado con la trampa que destruyó a Saúl! Pensó que había hecho todo bien, cuando en realidad estaba en grave pecado. Me recuerda a la gente que Jesús condena en Mateo 7:21-23:

»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”

Haz todo lo que necesites para librarte de la rebelión y la arrogancia. El proceso puede ser doloroso. Dios te humillará y te quebrantará, pero te ayudará a evitar estas trampas.