Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu

En Mateo 4, Jesús fue bautizado, fue tentado por el diablo en el desierto y llamó a sus primeros discípulos. Él estaba al principio de su ministerio, pero Cristo ya era famoso:

Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente.  Su fama se extendió por toda Siria, y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba.  Lo seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y de la región al otro lado del Jordán (Mateo 4:13-15).

El Sermón del Monte

Grandes multitudes querían experimentar y ver sus milagros, y escuchar su enseñanza, pero Jesús nunca buscó la fama o multitud de discípulos. Puede ser que para escapar de la multitud Jesús subió esa montaña, pero la multitud lo siguió. Jesús lo recibió como una oportunidad que le dio su Padre para separar a los verdaderos discípulos de los espectadores. Así como Moisés subió al monte para recibir las normas del viejo pacto, Jesús subió al monte para enseñar las normas del nuevo pacto, el ADN del reino de Dios. Varias veces Él citó la ley y la profundizó, demostrando que Él tiene mayor autoridad que Moisés. Empezó su enseñanza describiendo a la persona bendecida por Dios, las características del ADN de su discípulo.

Empezamos pobres y necesitados

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (RVR)

«Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. (NVI)

«Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él,
porque el reino del cielo les pertenece.
(NTV)

Jesús a propósito comienza con algo que va completamente en contra de nuestras expectativas y la cultura del mundo. Podríamos  pensar que la persona dichosa sería alguien:

  • Con mucha fe.
  • Quien anda en victoria.
  • Muy piadoso y religioso.
  • Quien tiene mucho éxito en su ministerio.
  • Quien demuestra muchas manifestaciones de dones espirituales: profecía, milagros…
  • Lleno del Espíritu Santo y de sabiduría, y con muchos recursos para compartir con otros.

Es decir, rico en espíritu.

Claro que esas cosas son buenas. Pero Jesús dice que su reino pertenece a los pobres en espíritu. Por supuesto, la persona con mucha fe y un gran ministerio puede ser pobre en espíritu, pero es más difícil.

¿Qué significa ser pobre en espíritu?

  • La Nueva Traducción Viviente dice que esta persona se da cuenta de su necesidad de Dios. Ha perdido toda confianza en su propia justicia y fuerza, y reconoce que depende totalmente de Cristo y del poder de su Espíritu.
  • Reconoce que no tiene ningún reclamo, sino espera en Dios por su salvación. Tiene un espíritu humilde y quebrantado.
  • Reconoce su bancarrota (moral, espiritual y aun física) ante Dios.

La pobreza espiritual no tiene nada que ver con el miedo o la cobardía, ni tampoco es una falsa humildad que pretende ser nada, negando los dones y habilidades que Dios le ha dado.

Los filósofos de ese día no reconocieron la humildad como una virtud. Por nuestra naturaleza somos orgullosos y rebeldes, y valoramos nuestra independencia. ¡Despreciamos a los pobres en espíritu! Pero Dios no necesita gente confiada en sí misma, bien estudiada, con todas las cosas que son importantes para el mundo. Pablo tenía que aprender la pobreza espiritual; antes, creía que era rico espiritualmente, pero aprendió que cuando era débil, Dios podía manifestar su poder.

Este primer bienaventurado nos da mucho ánimo y esperanza. Jesús va completamente contra la corriente común. ¡No depende de ti! No tienes que presentar la imagen de que sabes todo y siempre estás en victoria.

¿Qué significa heredar el reino?

Jesús enseñaba mucho sobre el reino; vale la pena estudiarla cuidadosamente. Él no quería establecer un reino político, aunque muchos de sus discípulos querían entronizarlo como rey en Jerusalén. Lamentablemente, muchas iglesias y pastores quieren establecer sus propios “reinos,” y otros (como los discípulos), quieren establecer un reino cristiano en la tierra ahora.

Jesús usa el tiempo presente: De ellos es el reino. Lo que esta persona dichosa hereda ahora es la presencia y el gobierno de Jesús en su vida. Puede que no tenga nada más en este mundo, pero tiene al Rey de reyes. La bendición en cada bienaventurado se saborea ahora, pero estará consumada en el futuro. Jesús vendrá otra vez a esta tierra para establecer su reino perfecto, que los pobres en espíritu heredarán. Aquellos que ya tienen su “reino” aquí se quedarán afuera. No fueron los fariseos, los zelotes o los sacerdotes quienes entraron en el reino con mayor frecuencia, sino los publicanos y las prostitutas arrepentidos.

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57:15, RVR).

La iglesia en Laodicea perdió esta actitud humilde y era autosatisfecha y superficial. No podía reconocer su pobreza espiritual:

Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú (Apocalipsis 3:17).

Es fácil para el cristiano que tiene mucho tiempo en el Señor perder esta pobreza de espíritu. Como la iglesia de Laodicea, puede creer que ha llegado a la madurez y ya es rico.

¿Ay de los ricos?

Hay un pasaje muy similar a Mateo en Lucas 6; se llama el Sermón del Llano, y probablemente se dio en otra ocasión. En Lucas 6:20, Jesús simplemente dice Dichosos ustedes los pobres, lo que confirma el énfasis de su ministerio para los pobres (Lucas 4:18). Lucas 6:24  confirma lo que Jesús dijo varias veces acerca de aquellos que ya tienen todo en este mundo: Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo! Lucas nos da una perspectiva ligeramente diferente, pero es la misma idea.

¿Te sientes pobre en espíritu? ¡Regocíjate! ¡Eres bendecido! ¡Es mejor ser pobre en espíritu que rico en espíritu! ¿Y si te sientes rico en espíritu? Habla con el Señor para ver si tienes que humillarte y aprender, como Pablo, lo que Dios valora.