Mateo 5:4-6: Luto, manso, y hambriento 

El capítulo dos de Filipenses nos manda que tengamos la mente de Cristo; no solo es caminar como Jesús, sino también pensar como Jesús. Las bienaventuranzas revelan el ADN del discípulo de Cristo, lo que trae alegría a su corazón y los que son bendecidos ante los ojos de Dios. Para esa multitud reunida en la montaña, esas bienaventuranzas fueron inesperadas; van contrario a todo lo que la cultura del mundo nos ha enseñado a valorar.

Los que lloran serán consolados

 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. (RVR)

Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. (NTV)

Muchos creen que el cristiano maduro debe estar siempre alegre y andar sobre las nubes en victoria, alabando al Señor. El mundo busca la felicidad a cualquier precio y hace todo lo posible para evitar el dolor y la tristeza. La cultura occidental ha minimizado el luto hasta el punto de que a veces es mal visto llorar en un funeral. Los cristianos dicen cosas que niegan el dolor de la persona que está de luto, como, «Él está en un lugar mejor.» ¡Muchos de nosotros ni siquiera sabemos cómo llorar! Algunos creen que el luto no es apropiado para el cristiano; eso es para los incrédulos o católicos.

El luto implica la muerte de un ser querido, o la pérdida de algo muy importante. Puede ser que:

  • Dios no sanó a tu ser querido.
  • Tu vida es un caos.
  • Lloras por amor perdido, esperanza perdida u oportunidades perdidas.
  • Tu corazón está quebrantado.

¡Nadie acoge eso con agrado! Pero si no hay nada que llorar, no hay necesidad de consuelo, y no podemos experimentar esa parte importante del ministerio del Espíritu Santo. Jesús fue varón de dolores, experimentado en quebranto (Isaías 53:3). Otras versiones dicen acostumbrado al sufrimiento (DHH) o conocedor del dolor más profundo (NTV).

  • ¿Cómo te sientes acerca del dolor? ¿Estás “experimentado en quebranto”?
  • ¿Estás de luto por algo en este momento?
  • ¿Sientes que de alguna manera fracasaste, porque alguien murió o las cosas salieron mal? Tal vez otros hayan sugerido que se debió a tu falta de fe u oraciones.

Jesús dice que Dios bendice a la persona afligida. David bailaba, pero también lloraba: “Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?” (Salmos 56:8)

Cada persona es diferente, pero si tú tienes un corazón tierno, lleno de compasión y el amor de Dios, puedes llorar por los problemas de este mundo, al igual que Jesús lloró por su amigo Lázaro (Juan 11:35), y lloró sobre Jerusalén impenitente (Lucas 19:41). El temor reverente y la sumisión de Jesucristo a su Padre se manifestaron en gran clamor y lágrimas: Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente (Hebreos 5:7).

Reconocimos nuestra pobreza espiritual en la primera bienaventuranza, ahora lloramos por nuestro pecado. Confesamos nuestra falta de amor y de hacer lo correcto, y nuestra parte en clavar a Jesús en la cruz. Estamos contritos y arrepentidos.

En Lucas, Jesús dice que la persona bendita no solo es pobre espiritualmente, sino también materialmente, y Él condena a los ricos: ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo! (Lucas 6:24). ¡Basta ya del evangelio de la prosperidad! Ahora, Jesús sigue a ofender nuestra sensibilidad al condenar al feliz y despreocupado: ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis (Lucas 6:25). ¿Por qué? Tal vez los que se ríen ahora no tomen en serio su pecado y su relación con Dios, ni las necesidades de quienes los rodean. ¿Significa que nunca podemos reírnos? ¡Por supuesto no! Pero hay un hilo común en estas bienaventuranzas de algunos que tienen abundancia ahora (pero que pagan más tarde), y otros en la lucha que se acercan a Dios, confiando en Él para un futuro mejor.

¿Tienes el corazón de Jesús? ¿Te llamarían un varón de dolores, experimentado en quebranto? ¿O te estás riendo? No es un signo del pecado o de una fe débil llorar; es parte de ser humano. El problema real es ser tan duro de corazón, tan aislado de los demás y su dolor, que nunca lloras. Si estás de luto, ¡Dios lo sabe! ¡A Dios le importa! Él es plenamente consciente de cada lágrima. No importa lo que llores hoy, Dios promete consolarte. Deja tu autocompasión, auto-condena y confusión. Dios dice que la persona que llora es bendecida. ¿Puedes realmente creerlo, y agradecerle por la circunstancia dolorosa? Qué el Espíritu Santo, el Consolador, te consuele.

Dichoso el manso

 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (RVR)

Si eres honesto, ¿realmente quieres ser manso? ¿Lo ves como una bendición? Jesús dijo:

Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia. (NVI)

Puede ser genial para una mujer ser suave y dulce de espíritu (como la versión amplificada en inglés lo traduce), pero no suena muy varonil. Podríamos imaginar a un hombre manso como un debilucho afeminado. No es muy atractivo.

La mansedumbre tiene un sentido negativo para los hombres, lo que se confirma por la forma en que Pedro usa la misma palabra griega para hablar a las mujeres (1 Pedro 3: 4):

En cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno (manso, afable y apacible, RVR), que es tan precioso a los ojos de Dios. (NTV)

Pero Jesús era manso. Él entró en Jerusalén humildemente, montado en un burro, y se describió a sí mismo como manso:

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11:29, RVR).

El Diccionario de la lengua española define manso como: “De naturaleza apacible y tranquila: es un hombre manso que no se exalta por nada.” La Real Academia Española dice que es: “De condición benigna y suave. Suave, considerado, cortés, y el dominio propio para ejercer esa humildad.”

La mansedumbre es lo opuesto a la soberbia o arrogancia. La persona mansa soporta insultos o heridas sin levantarse en venganza. En cambio, pone la otra mejilla y confía en que Dios cuidará de él. La misma palabra se usa de un animal domesticado. Por ejemplo, un caballo que era salvaje e inútil, pero ahora puede ser montado o utilizado para trabajar. Aún es fuerte, pero su fuerza está bajo control. Sometemos nuestra fuerza a Dios y la ejercemos bajo su control. Un perro manso no molesta a nadie; no muerde y no es bravo. ¡El problema es que muchos hombres quieren ser bravos!

La mansedumbre en la vida cotidiana

Cuando nos encontramos en circunstancias fuera de nuestro control o influencia, generalmente reaccionamos con frustración, amargura o rabia. Pero precisamente en esa situación podemos responder con mansedumbre. Por la fe en Dios, creemos que Él es soberano, conoce la circunstancia y va a trabajar en ella por nuestro bien. La mansedumbre no es una resignación al destino o una sumisión pasiva y renuente a las circunstancias. Esa es debilidad. Aunque podamos parecer débiles y vulnerables en una prueba severa, perseveramos pacientemente y la soportamos, con esperanza en Dios y una fuerza interior que no se rinde. De hecho, cuando se menciona la mansedumbre en la Biblia, por lo general se refiere a una persona que perseveró y fue recompensado por su paciencia. La auto-imagen sólida de la persona mansa le permite estar confiada en su relación con los demás. Fue esa certeza de su identidad lo que permitió a Jesús humillarse y lavar los pies de los discípulos.

Es difícil para el hombre carnal manifestar mansedumbre; no es parte del ADN de la naturaleza caída. Gálatas 5:22 la incluye como un fruto del Espíritu. Para experimentar la bendición que Jesús describe aquí, debes estar lleno del Espíritu, con su fruto manifestado en tu vida.

Pero, ¿cómo puede un hombre manso heredar la tierra? ¿No es cierto que el mundo lo aprovecha y lo pisotea? Nos han enseñado desde la niñez que para salir adelante tenemos que ser fuertes y agresivos. Parece que es el hombre soberbio quien tiene influencia en este mundo y hereda la tierra. Pero nosotros lo tenemos al revés; Jesús nos promete que los mansos heredarán la tierra. Lo que no está claro es cuándo. El mundo puede reírse de nuestra humildad y mansedumbre. Mientras tanto, confiando en la promesa de Dios, nos reímos de sus intentos de controlar y dominar. En algún momento en el futuro, Dios quitará el poder de los que se exaltan a sí mismos, y se lo dará a los mansos, a los que se han sometido a Él. No heredamos la tierra con nuestro esfuerzo frenético, sino a través de una confianza tranquila en Dios. Ahora estamos aprendiendo a vivir en el poder de Cristo, y a reinar con Él en esta vida.

David: ¿Un hombre manso?

No hay muchos que describirían a David como manso, pero él escribió acerca del hombre manso en el Salmo 37:5-11:

Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.

Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.

Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre que hace maldades.

Deja la ira, y desecha el enojo;
No te excites en manera alguna a hacer lo malo.

Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.

Pues de aquí a poco no existirá el malo;
Observarás su lugar, y no estará allí.

Pero los mansos heredarán la tierra,
Y se recrearán con abundancia de paz.

Dichoso el que tiene hambre y sed de justicia

 Estoy seguro que tú has visto esas fotos alarmantes de niños muriendo de hambre.

Nadie diría que esos niños están felices; ni siquiera Jesús. Pero Jesús usa la imagen del vacío y la gran necesidad para desacreditar la comprensión común de la felicidad:  

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (RVR)

Tendemos a pensar que aquellos que persigan las riquezas y los placeres de este mundo son los que están llenos. Sus vidas son emocionantes. Ellos disfrutan de la última tecnología, los carros más rápidos y las mujeres más glamorosas. Seguramente, con sus casas hermosas, familias lindas, posiciones privilegiadas y riquezas prácticamente ilimitadas, sus vidas están llenas. Desafortunadamente, están llenos de sí mismos. A menudo hacen lo que sea necesario para conseguir lo que quieren, independientemente de lo que sea correcto. Desesperadamente, tratan de llenar un vacío en sus almas. Pero la persona que tiene hambre de justicia se centra en lo espiritual, no en lo material.

En medio de toda la perversión y el pecado presentes en el mundo de hoy, ¿hay un anhelo en tu corazón por la justicia? ¿Tienes hambre de santidad? ¿Hay momentos en tu propia vida cuando parece que nunca vas a alcanzar una vida recta y justa? Pues, Jesús te promete que serás saciado.

Tipos de justicia

  • Justicia de estado o relación, que conduce a una relación correcta con Dios. A través de nuestra fe en Jesús somos justificados (declarados no culpables, como en el tribunal), como si nunca hubiéramos pecado.
  • Justicia moral; eligiendo consistentemente obedecer a Dios y hacer lo correcto. Los fariseos tenían una justicia externa para servilmente guardar las reglas. En varias ocasiones Jesús condenó su legalismo. Por desgracia, muchos cristianos han caído en el mismo legalismo. Nuestro hambre debe ser mucho más profunda, un hambre que viene del corazón y de la voluntad.
  • Justicia social. La Biblia va más allá de una justicia personal e individual. Dios desea liberarnos de toda opresión, y se interesa por los derechos civiles, un sistema judicial justo y la integridad en el mundo empresarial.

Cómo ser saciado

No serás saciado a causa de tus méritos, duro trabajo o buenas obras. Es una actitud del corazón, un anhelo profundo. Esto es un anhelo por la justicia de Dios, al igual al hambre física y la sed que todos experimentamos. Estamos cansados del pecado, de nuestro egoísmo y del engaño de Satanás y el mundo. El hecho de que tengamos hambre y sed de justicia significa que nos hemos dado cuenta de que nuestra justicia es como trapos de inmundicia. No hay nada bueno dentro de nosotros; Jesús tiene que llenarnos, y Él promete hacerlo, por su gracia.

Jesús también dijo: Qué aflicción les espera a ustedes, los que ahora están gordos y prósperos, porque tienen un horrible tiempo de hambre por delante (Lucas 6:25, NTV).

Ésta es una perspectiva diferente; implica que aquellos que tienen abundancia ahora, que están bien alimentados y son prósperos, enfrentarán un “horrible tiempo de hambre” en el futuro. Es un tema consistente de las bienaventuranzas: si quieres todo ahora, habrá un precio que pagar en el futuro, pero si soportas persecución o escasez ahora, recibirás bendiciones eternas del Señor.

  1. ¿Qué es lo que anhelas? ¿La vida buena? ¿Cosas materiales? ¿Una apasionada vida amorosa? ¿Estás dispuesto a comprometer la palabra de Dios para obtenerlas? ¿Ya has abandonado la justicia para perseguirlas?
  2. En medio de toda la perversión y pecado presentes en el mundo de hoy, ¿hay un anhelo desesperado en tu corazón por la justicia y la santidad?
  3. ¿Te apasiona la justicia, no sólo en tu propia vida, sino en el mundo que te rodea?
  4. ¿Tienes hambre espiritual? ¿O ya estás saciado con las cosas del mundo?

¿Hay momentos en que te parece que nunca lograrás esta vida justa? Jesús promete saciarte, pero no es una sola vez. Éste es un hambre continua, como todos los días tenemos hambre de comida. Tenemos que acercarnos continuamente a Jesús para ser saciados.

La progresión aparente en estas primeras cuatro bienaventuranzas

  • Primero, reconocemos nuestra pobreza espiritual (en realidad, nuestra quiebra) ante Dios. No hay nada que podamos hacer para ayudarnos a nosotros mismos.
  • Esto nos lleva a un luto genuino por nuestro pecado y quebrantamiento, y por el daño que hemos causado a Dios y a los demás por nuestro pecado.
  • Al reconocer nuestra pobreza, asumimos una actitud apacible y humilde (mansa) hacia otros que están luchando, y abandonamos nuestro orgullo y arrogancia espiritual.
  • Si no hay un verdadero cambio en nuestra forma de vivir, las tres primeras bienaventuranzas no tienen mucho valor. Ya hay demasiados “cristianos” que libremente confiesan su pobreza y necesidad, pero carecen de hambre de justicia. Dios promete a saciar a aquellos que tienen un deseo apasionado de justicia.

¿Qué piensas? Para andar como Jesús anduvo, para pensar como Jesús pensó y para ser verdaderamente bendecidos por Dios, necesitamos esta mentalidad, este ADN. Va en contra de todo lo que el mundo promueve, y por desgracia, lo que se enseña en muchas iglesias.