Hecho para reinar: Cómo usar (y no perder) tu autoridad real (Introducción y capítulo 1)

Imagina la emoción de Dios cuando creó a Adán a su imagen, y con mucha expectativa declaró: “Reinará sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo.» (Génesis 1:26) Dios le dio una hermosa mujer, un jardín paradisíaco y la autoridad de un rey. Y tú, como Adán, fuiste creado a la imagen del Rey del universo, y dotado con un potencial ilimitado como su hijo adoptivo. Dios te diseñó para ser la cabeza, con autoridad en tu hogar y comunidad. Fuiste creado para reinar, pero casi siempre hay algunas duras lecciones en el camino hacia el trono.

El peregrinaje de un hombre pasa por varias etapas bastante obvias, parecidas a las horas de un día. Comenzamos por la mañana, en un tiempo de preparación y formación, donde aprendemos a escuchar la voz de Dios y responder a su llamado. El joven tiene mucha visión y energía, pero todavía está aprendiendo lo que significa ser un hombre.

La mañana de tu vida como hombre

Si eres un joven, todavía en la mañana de tu vida, es normal luchar con la inseguridad. Lo quieres todo ahora mismo, pero no hay prisa. Estás poniendo el fundamento para el resto de tu vida. ¿Me permitirás caminar contigo y animarte? No quiero verte repetir los errores de otros y perder la plenitud de lo que Dios tiene para ti. Habrá nuevas responsabilidades en esta etapa que pueden parecer abrumadoras. Hay tanto que hacer, es fácil olvidarte de las cosas más importantes: Dios, y tu familia. En esta etapa es importante:

  • Desarrollar disciplinas espirituales para crecer en la gracia del Señor.
  • Comer bien y hacer ejercicio.
  • Aprender a amar a una mujer (tu esposa, o futura esposa).

He visto a muchos hombres jóvenes con esposas hermosas, pero ellos están ciegos a este tesoro y regalo de Dios. Están demasiado involucrados en su carrera y sus diversiones, y están pensando en sí mismos. También pueden estar ciegos a las señales de advertencia en su matrimonio y vida personal. Aprende a identificarlas, presta atención a ellas y haz algo al respecto, o harán que tu vida sea miserable. Sobre todo, disfruta a Dios y todo lo que Él te ha dado. Aunque no lo creas, esta es una mañana gloriosa, con todas las posibilidades de un nuevo día. ¡Es el momento en que empiezas a reinar!

El hombre mayor

Si ya ha pasado la mañana y tienes más experiencia en esta vida, estos jóvenes tienen una gran necesidad de hombres mayores que los guíen y caminen con ellos. Debe incluir a su padre, pero a menudo ese padre no está muy presente en sus vidas. Este estudio de Saúl puede mostrarte y ayudarte a comprender qué fue lo que salió bien o mal en tu vida. Aprenderás sabiamente a utilizar tu autoridad real ahora y ayudar a otros a evitar tus errores.

Israel pide un rey

1 Samuel 8:1-20

Nuestro Dios todopoderoso tiene un problema: Nos hizo para reinar, pero le cuesta hallar hombres que fielmente ejerzan esa autoridad real. Adán ciertamente no lo hizo, y todavía estamos sufriendo debido a su fracaso. Pasaron muchos años, y finalmente aparecieron algunos hombres de valor. Por ejemplo, Moisés liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, y Josué los guió en la conquista de la tierra prometida. Pero cuando Josué murió, la nación cayó en el caos. El último versículo de Jueces dice: En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien. Pero no es cierto que no había rey; tenían a un rey.  Israel era una teocracia, y Dios era su rey. Cuando no aceptaron su señorío ni obedecieron sus leyes, Él levantó a varios «jueces» como líderes del pueblo. Tú has oído hablar del vellón de Gedeón y la fuerza de Sansón, y su traición por Dalila. No había capital ni templo. La tienda de reunión que Moisés hizo en el desierto seguía siendo el centro del culto y del gobierno.  

Al comienzo de 1 Samuel, Elí, el sacerdote del tabernáculo, era el líder de la nación. Si puedes juzgar a un hombre por sus hijos, parece que Elí no fue el mejor padre; esos muchachos estaban entre los más malvados de toda la tierra. De ninguna manera Dios les permitiría gobernar el país. Pero a pesar de sus fracasos, Dios usó a Elí como mentor y padre espiritual del siguiente líder, un joven profeta llamado Samuel. El nacimiento de Samuel fue un milagro: Su madre era estéril, y ella hizo un voto al Señor que daría su hijo a Él. Samuel fue criado por Elí. Dios habló a través de Samuel y le ayudó a guiar a la nación a victorias en guerras contra los filisteos. Probablemente no sea una coincidencia que Samuel, como su mentor, tuviera problemas con sus hijos. Era su único defecto.

Dios siguió buscando a un hombre para empezar una línea de reyes, pero solo su propio Hijo, de la línea de David, establecería ese reino duradero. Dios no encontró esa línea en Elí o Samuel. Finalmente Israel dijo “basta ya” con los problemas familiares del envejecido Samuel. Querían algo nuevo.

Cuando Samuel entró en años, puso a sus hijos como gobernadores de Israel, con sede en Berseba. El hijo mayor se llamaba Joel, y el segundo, Abías. Pero ninguno de los dos siguió el ejemplo de su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando sobornos y pervirtiendo la justicia. (1-3)

Le tocó a Samuel tomar la iniciativa y buscar la voluntad de Dios para el futuro de la nación, pero no podía admitir que sus hijos no eran aptos para gobernar. Es fácil ignorar los problemas familiares – hasta que tu esposa se vaya, tu hija quede embarazada o tu hijo caiga preso. Sin un liderazgo piadoso, la gente sigue el rumbo del mundo. Todas las otras naciones tenían reyes, e Israel también quería su rey. El único problema era que Israel no era como las demás naciones. Tratar de ser como el mundo solo trae problemas. Samuel lo sabía, y buscó el consejo de su Dios.

Cuando le dijeron que querían tener un rey, Samuel se disgustó. Entonces se puso a orar al Señor,  pero el Señor le dijo: «Considera seriamente todo lo que el pueblo te diga. En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que yo reine sobre ellos. Te están tratando del mismo modo que me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses.  Así que hazles caso, pero adviérteles claramente del poder que el rey va a ejercer sobre ellos.» (6-9)

¿No sería genial tener una respuesta inmediata y verbal a tus oraciones, incluso si no fuese la respuesta que esperabas?

Rechazo

Dios no quería que los hijos de Samuel gobernaran la nación, e Israel no quería a Samuel o sus hijos. Samuel se siente rechazado, pero Dios lo saca rápidamente de su autocompasión: “¡No se trata de ti, Samuel!” El rechazo duele, pero realmente están rechazando a Dios, y Él está acostumbrado a ello; ha experimentado más rechazo que tú, por ningún motivo. Dios peleó sus batallas y fielmente los guió sin una sola falla, pero Israel no quería ser guiado por Dios, ni quería que Él luchara por ellos. Querían un hombre, un rey, para guiarlos, y querían pelear sus propias batallas.

Un líder piadoso a menudo es el blanco de la ira y la desilusión de un pueblo que lucha contra Dios. Es mucho más fácil culpar a un hombre que a Dios, o admitir honestamente que están rechazando a Dios. No te sorprendas si tú experimentas el mismo rechazo y rebelión. Si tú has sido rechazado, por tu iglesia o por tu esposa, trata de no tomarlo personalmente, aunque eso puede ser muy difícil. Deja que Dios encargue de eso. Acércate a Dios en tu dolor y deja tu auto-lástima allí. Él entiende.

El costo de hacer las cosas a tu manera

Cuando te sientes rechazado es fácil actuar por dolor e ira. Si te encuentras en una posición de autoridad, es posible forzar tu voluntad en otros y retener deliberadamente lo que ellos quieren. Los hombres a menudo lo hacen con sus esposas o hijos; tal vez tu papá, o un jefe, lo haya hecho contigo. Tal vez tú también; pero Dios no lo hace. Él no estaba contento, pero les va a permitir que tengan su rey. Puedes insistir en algo, y Dios te permite tenerlo, aunque Él tenía algo mejor para ti. Dios te da la responsabilidad y la oportunidad de fallar. Tus oraciones pueden mover la mano de Dios, incluso en una dirección que Él no prefiere ir. Es parte de nuestra preparación para reinar. Dios redimió el error de Israel y usó a los reyes para el bien de la nación, pero siempre hay consecuencias de rechazar a Dios y hacer las cosas a nuestra manera. Samuel estaba muy dispuesto a hablar con la gente sobre los problemas que un rey traería. Él probablemente esperaba que ellos vieran la luz y retiraran su petición.

Samuel comunicó entonces el mensaje del Señor a la gente que le estaba pidiendo un rey. Les explicó: —Esto es lo que hará el rey que va a ejercer el poder sobre ustedes: Les quitará a sus hijos para que se hagan cargo de los carros militares y de la caballería, y para que le abran paso al carro real. Los hará comandantes y capitanes, y los pondrá a labrar y a cosechar, y a fabricar armamentos y pertrechos. También les quitará a sus hijas para emplearlas como perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de sus mejores campos, viñedos y olivares, y se los dará a sus ministros, y a ustedes les exigirá una décima parte de sus cosechas y vendimias para entregársela a sus funcionarios y ministros. Además, les quitará sus criados y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, de manera que trabajen para él. Les exigirá una décima parte de sus rebaños, y ustedes mismos le servirán como esclavos. Cuando llegue aquel día, clamarán por causa del rey que hayan escogido, pero el Señor no les responderá. (10-18)

Al escuchar estas palabras, ¿no reconsiderarías lo que estás pidiendo? Se espera que la gente recapacite, se arrepintiera, y le rogara a Dios que sea su rey. Pero la advertencia cayó en oídos sordos. Y tú, ¿has insistido tercamente en hacer las cosas a tu manera, aun después de las advertencias de un pastor, amigo o familiar? ¿Hay una advertencia de que tienes que hacer caso en este momento?

Tal vez lo más triste es que Dios no les hará caso cuando clamen por socorro. Hay ocasiones en que Dios dice que Él no responderá a la oración, al menos de la forma deseada: Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen” —dice el Señor Todopoderoso. (Zacarías 7:13) Puede ser que tengas que vivir con las respuestas a tus oraciones: tal vez Dios no te dará otro trabajo si le rogaste la promoción que está causándote tanto estrés, o tengas que permanecer con la mujer para quien le pediste con tantas suplicas. Si te parece que Dios no está respondiendo a tus oraciones, examina tu corazón. Es posible que tú estés experimentando las consecuencias de una decisión equivocada.

El pueblo, sin embargo, no le hizo caso a Samuel, sino que protestó: —¡De ninguna manera! Queremos un rey que nos gobierne. Así seremos como las otras naciones, con un rey que nos gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra. (19 y 20)

Israel no estaba seguro de querer ser un pueblo santo, apartado para Dios. El ser humano quiere ser aceptado por los demás y no ser visto como diferente; así que muchas veces vamos corriendo tras todo lo que el mundo nos ofrece.

Samuel todavía creía que Israel cambiaría de opinión al oír las consecuencias de su petición para un rey, pero permanecieron firmes. Samuel tuvo una sola opción: volver a hablar con Dios. Después de oír lo que el pueblo quería, Samuel se lo comunicó al Señor. (21) ¡Como si el Señor no los hubiera oído!

—Hazles caso —respondió el Señor—; dales un rey. Entonces Samuel les dijo a los israelitas:—¡Regresen a sus pueblos!  (22)

Si están decididos a tener un rey, van a tener su rey. Samuel solo puede esperar en Dios para el siguiente paso. Al menos la gente lo obedeció, y no insiste en nombrar a su propio rey en ese momento, pero no están en buen estado espiritualmente, y tienen expectativas altas de un rey. Sería un gran desafío para el hombre que Dios escogería; difícil aun para un varón con mucha experiencia. ¿Cómo se sentiría un chico de granja al ser nombrado rey?

Y tú, ¿es Dios verdaderamente tu rey, o estás peleando tus propias batallas? ¿Sigues buscando el éxito mundano que sólo trae más problemas? ¿Has suplicado a Dios por algo, para ser como los demás? En el proceso, ¿has rechazado el plan de Dios para ti?