Nunca es tarde para Jesús  Juan 11

En esta historia conocida vemos la clara conexión entre la esperanza y la fe. Fue una lucha para Marta y María mantener su esperanza a pesar de todas las apariencias. Como hemos visto en los capítulos sobre fe, hubo algo pequeño que tuvieron que hacer en fe para recibir su milagro. Incluso cuando parece que la esperanza ha muerto, Jesús quiere mantener vivas tu esperanza y tu fe.

¿Cuál es tu problema?

1 Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y Marta, sus hermanas.

Vivimos en un mundo caído. Adán y Eva desobedecieron a Dios, y actualmente el mundo está bajo el dominio del maligno. Como resultado, sufrimos de interminables enfermedades, padecimientos y tragedias. ¿Dónde está el dolor en tu vida hoy? ¿Cómo estás sufriendo? Puede que tengas buena salud, pero sufres de un corazón quebrantado, un dolor peor que el peor dolor de cabeza. Tú no eres único. La naturaleza de esta vida es que vamos a tener problemas. En este caso, Lázaro estaba enfermo. Ésta es la primera vez que oímos hablar de Lázaro en la Biblia, pero parece que ya había conocido a Jesús. Una enfermedad afecta a  toda la familia, y sus hermanas también estaban sufriendo.

María era la misma que ungió con perfume al Señor, y le secó los pies con sus cabellos.

La única otra referencia a Marta y María está en Lucas 10:38-42:

Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:

—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!

—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.

Fue Marta quien recibió a Jesús en su casa y estaba ocupada en muchos quehaceres, pero es María a quien Juan recuerda y la menciona como la hermana de Lázaro. ¿Por qué? Se sentó a los pies de Jesús y escuchó su palabra, lo cual Jesús dijo es lo único necesario; María eligió la buena parte.

Y tú, ¿has elegido la mejor? ¿Eres tú una Marta o una María?

  • ¿Te molesta que otros no hagan más para “servir” a Jesús? ¿Estás inquieto?
  • ¿De verdad amas a Jesús?
  • ¿Estás afanado y turbado con muchas cosas que te roban la intimidad con Jesús? ¿Te sientes abrumado con todos los detalles?
  • ¿Has elegido algo que te será quitado?

Después del milagro de este capítulo, María ungió al Señor con perfume, y se secó sus pies con sus cabellos (Juan 12:1-8). ¿Te pareces más a Judas, que solamente podía pensar en el gran valor del perfume, o puedes expresar un amor exuberante para tu Señor?

Puede que sea hora de que elijas la parte buena. Siéntate a los pies de Jesús. Escucha de nuevo su voz. Derrama el amor y gratitud que tienes para Jesús en adoración o lágrimas.

Envíale a Jesús un mensaje (una oración) para decirle tu necesidad

¿Has compartido lo que te duele con Jesús? ¿Le has dado tus cargas? Este fue el mensaje de Marta y María:

Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. (RVR)

No declaran nada, ni siquiera piden un milagro para su hermano. Confían en Jesús que Él sabrá qué hacer. Solamente quieren que Jesús sepa lo que está pasando. ¿Hay algo que tienes que dejar a sus pies, confiado que Él sabe qué hacer? Él te ama a ti también. ¿Eres consciente de ese amor?

Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado».

Hay enfermedades que terminan en muerte. Si Cristo no viene, en algún momento tú vas a morir. Tu puedes declarar y orar todo el día, pero si Dios ha decido que es una enfermedad para la muerte, vas a morir. ¡Dios tiene el control de todo!

¿Podría ser que el propósito de ese problema en tu vida es darle a Jesús la oportunidad de glorificarse a sí mismo? ¿Tienes la fe para creer que Jesús conoce el propósito de las pruebas en tu vida? ¿Estás dispuesto a sufrir y pasar por duras pruebas para darle a Jesús la oportunidad de glorificarse?

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. A pesar de eso, cuando oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba.

Esto parece una gran contradicción: Jesús los amaba, pero Él no fue inmediatamente a consolarlos y sanar al enfermo. Jesús podría salvar a esta familia de una gran agonía, pero resucitar a un muerto le da mucha más gloria que sanar alguna enfermedad.

¿Te parece que Jesús no ha recibido tu mensaje? ¿Qué Él no entiende la urgencia de tu clamor? En ese entonces no había teléfono ni Internet. Las hermanas no saben si Jesús recibió el mensaje o no. En fe, cada día esperan que Jesús venga. Pero no aparece.

Jesús sale para la casa de Lázaro

Después dijo a sus discípulos: —Volvamos a Judea.

—Rabí —objetaron ellos—, hace muy poco los judíos intentaron apedrearte, ¿y todavía quieres volver allá?

—¿Acaso el día no tiene doce horas? —respondió Jesús—. El que anda de día no tropieza, porque tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque no tiene luz.

¿Está tu vida guiada por circunstancias y temores, o advertencias y amenazas de otras personas? ¿Andas de día, en la luz, sin nada oculto? ¿Dependes de la luz que te rodea, o tienes una luz interior? Dios nos ha dado la luz del sol y una inteligencia para ayudarnos a andar durante el día. Pero en la oscuridad, si no tienes la luz de su Palabra y su Espíritu, vas a tropezar. Si estás andando en el valle de sombra de muerte, ¿tienes esa luz interior que te guíe?

11 Dicho esto, añadió: —Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.

12 —Señor —respondieron sus discípulos—, si duerme, es que va a recuperarse.

13 Jesús les hablaba de la muerte de Lázaro, pero sus discípulos pensaron que se refería al sueño natural. 14 Por eso les dijo claramente: —Lázaro ha muerto, 15 y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean. Pero vamos a verlo.

16 Entonces Tomás, apodado el Gemelo, dijo a los otros discípulos: —Vayamos también nosotros, para morir con él.

Ésta será también una gran lección para los discípulos. Nuestra tendencia es pensar solamente en nosotros mismos. ¿Puedes ver más allá de ti mismo? ¿O eres como Tomás, incapaz de ver las posibilidades e incrédulo?

Jesús dijo que estaba alegre de que no estuvo presente para sanar a Lázaro, para que los discípulos creyesen. ¿Podría ser que Jesús haya permitido la oscuridad en tu vida ahora para que tu fe crezca?

¿Te parece que Jesús ha llegado demasiado tarde para solucionar tu problema?

17 A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros de distancia, 19 y muchos judíos habían ido a casa de Marta y de María, a darles el pésame por la muerte de su hermano.

Sí, Jesús llegó muy tarde, pero tiene una gran audiencia. Muchos caminaron los tres kilómetros para consolar a las hermanas.

20 Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó en la casa.

21 —Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.

María está desilusionada y tal vez aun enojada con Jesús. Se queda en casa. Pero Marta era menos motivada por sus sentimientos y siempre quería hacer lo correcto, y sale a su encuentro. Tiene fe; ella sabe que Jesús podría sanar a su hermano. Sabe que el Padre siempre le da a Jesús lo que pide. Pero aun con esa fe, Marta no fue a la tumba para declarar un milagro. Marta deja la situación en las manos de Jesús, aunque no puede entender por qué Jesús no vino antes. Y, como vamos a ver en el verso 24, no tiene ninguna expectativa de una resurrección para su hermano. ¿Hay algo en tu vida ahora que simplemente no puedes entender por qué Jesús no ha hecho nada al respecto?

23 —Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

24 —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta.

25 Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

27 —Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.

Como muchos de nosotros, Marta tiene fe, pero es una fe limitada. Cree que Jesús es el Mesías, cree que es Dios y cree en la resurrección en el día postrero. Pero no tiene fe para un milagro en su vida actual, en medio del llanto y la tristeza. Su fe es para cosas fuera de este mundo; es difícil para ella aplicar esa fe a su vida diaria. Y así es para muchos de nosotros; podemos tener fe para los demás y fe para el futuro, pero poca fe para nosotros y nuestras pruebas. Las buenas nuevas son que Jesús no es limitado por los límites de nuestra fe. No depende de ti, sino de Él, y su amor, misericordia y poder.

¿Tienes sueños muertos? ¿Un ministerio muerto? ¿Un matrimonio muerto? ¡Jesús es la resurrección y la vida! ¡Él puede resucitar a lo muerto!

Jesús te llama

28 Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María, le dijo en privado: —El Maestro está aquí y te llama.

29 Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los judíos que habían estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar.

32 Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

33 Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente. 34 —¿Dónde lo han puesto? —preguntó.

—Ven a verlo, Señor —le respondieron.

No dice que Marta se postró a los pies de Jesús, pero María lo hizo. Y ella dice lo que su hermana había dicho: “si hubieras estado aquí.” “¡Si solo hicieras lo que quiero y lo que te pido, todo estaría bien, Jesús!” Si solo hubieras salvado a mi esposa, ella no estaría con otro hombre ahora. Si solo hubieras sanado a mi mamá, ella todavía estaría viva. ¿Hay un “si solo hubieras” que tienes para Jesús?

Puede doler tanto que ya no quieras ir a la iglesia. No quieres ver a Jesús. Te quedas en casa. Pero Jesús te ama y te llama. Es interesante que Jesús no dijo nada a María; la ama, y le duele verla llorar. Jesús se conmueve con tus angustias también.

35 Jesús lloró.

¿Qué tienes sepultado? ¿Qué hay doloroso para ti? ¿Puedes creer que Jesús también llora contigo? Toma un momento, llora, y acércate a Jesús para ver sus lágrimas.

36 —¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos. 37 Pero algunos de ellos comentaban: —Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?

¿Cuál puedes ver? ¿El amor de Cristo, frente a la muerte y padecimiento de este mundo? ¿O estás molesto porque Jesús no hace más para aliviar ese sufrimiento? ¿Hay cosas que no entiendes y no tienen sentido para ti?

¿Hay una piedra que tienes que quitar?

38 Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra. 39 —Quiten la piedra —ordenó Jesús. Marta, la hermana del difunto, objetó: —Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.

Jesús quiere hacer un milagro. No necesita grandes proclamaciones de fe. Él no espera declaraciones de una resurrección. Pero hay algo que tienen que hacer para recibir este milagro: quitar la piedra. No es muy difícil, ni aun requiere mucha fe. Pero en ese momento puede ser lo más difícil para estas hermanas. Se reabre una herida profunda; viendo algo de tu pasado que sepultaste y quieres olvidar.

¿Hay una piedra que tienes que quitar? ¿Algo que apesta? ¿Algo que no tiene sentido para ti?

¿Quieres ver la gloria de Dios?

40 —¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.

Jesús no está impresionado con su excusa. No niega que hiede, ni que es muy difícil para las hermanas. Pero esa es la fe y la obediencia necesarias para ver la gloria de Dios.

41 Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste. 43 Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: —¡Lázaro, sal fuera!

El Padre siempre escucha a tu sumo sacerdote, intercediendo por ti a su diestra.

44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir. (RVR)

A veces Jesús hace un milagro, pero dejamos a la persona atada. No queremos dejarlo ir. ¿Hay algo o alguien que tengas que desatar? Cuando alguien es “resucitado” de la muerte de su pecado, puede salir de su sepulcro aún atado. Necesita hermanos que lo ayuden, que lo desaten. ¡No dejes a esa persona envuelta en un sudario!

Marta y María pasaron unos días angustiadas, tal vez enojadas con Jesús. Estaban confundidas que no había venido a ayudar a alguien que Él ama. Pero nunca es tarde para el Señor; Él es la resurrección y la vida. Hay esperanza para ti. No necesitas una gran fe; sólo la fe como un granito de mostaza. Puede ser que Jesús te llame hoy y llore contigo. Podría llamarte para quitar una piedra, o desatar y dejar ir a alguien. Él quiere glorificarse y trabajar más allá de tus expectativas. Permíteselo.