Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, se le apareció primero a María Magdalena, pero ella no lo reconoció. Algo cambió en la apariencia de Jesús después de su resurrección. Incluso los discípulos más cercanos a Jesús no reconocieron su rostro, aunque podían tocarlo. Podría aparecer y desaparecer y atravesar paredes, pero no era un fantasma; comió y bebió, y todavía tenía las heridas en las manos y el costado. Él apareció a 500 personas, pero nunca en el templo o en la sinagoga; estaba en un jardín, un camino, un aposento alto, y, ahora, por tercera vez a los discípulos, en la playa.
1Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades. Sucedió de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (al que apodaban el Gemelo), Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos.
Jesús les ordenó que fueran a Galilea (Mateo 28:10), y ellos fueron en obediencia. No sabemos cuántos días han pasado, pero Jesús no vino. Me parece que después de ver al Señor resucitado, uno tendría fe por el resto de su vida. ¿Cómo podrías dudar? Pero incluso para estos discípulos que pasaron tres años con Jesús, es fácil olvidar los milagros del Señor y caer en la incredulidad. Jesús estaba a punto de ascender a su Padre, y dejar a estos discípulos que había entrenado durante tres años para establecer la iglesia. Tendrían la Gran Comisión para guiarlos. Pero primero, con el corazón de un pastor, Jesús tuvo que ministrar al líder de esos discípulos. Sin Pedro, el futuro de toda su misión estaría en dudas.
Pedro vuelve a pescar
Sucedió que una noche, siete de los discípulos (incluso los tres más íntimos con Jesús) estaban juntos, posiblemente en la casa de Simón. Estaban aburridos, cansados de esperar a Jesús y sin las ganas de hacer nada. Posiblemente tú hayas pasado una noche como esta con algunos amigos: No hay nada en la tele. Ya entraron en Facebook y no hay nada nuevo. Han visto demasiados videos en YouTube. No tienen ganas de orar. Es una puerta abierta para el diablo, para tentarnos con algo indebido. Y fue Pedro, el impulsivo, el líder, quien finalmente tuvo una idea:
3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar.
No es pecado pescar. De hecho, la pesca es un buen pasatiempo. Pero varios años atrás Jesucristo llamó a Pedro, y le dijo que ya no iba a pescar peces; de allí en adelante pescaría hombres (Lucas 5:10). Pedro dejó sus redes y su barca para seguir a Jesús. Pero ahora nos enteramos de que él guardaba sus redes, posiblemente en una bodega en su casa, y aún tenía su barca. ¿Por qué? Ya no las necesita. Pero, como muchos de nosotros, él quería salvar algo de su vida vieja, por si acaso.
¿Hay algo que tú tienes guardado? Puede ser algo que te ataba, algo inocente, o simplemente algo en tu mente, pero es peligroso. Cristo nos llama a dejar todo para seguirlo. Es demasiado fácil volver a las redes y a la barca del pasado en un momento de desánimo y debilidad.
¿Eres un líder? ¿O un seguidor?
Es aún más peligroso si tú eres una persona de influencia: Un pastor, un padre de familia o, en este caso, el líder de los discípulos. Tu pecado puede hacer que muchos tropiecen. He conocido demasiados presos con mucha culpa porque otros murieron o fueron encarcelados bajo su influencia.
Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo.
También puede ser que tú seas un seguidor. Es demasiado fácil influenciarte. No tienes la fuerza para pararte y resistir al otro hombre. También he conocido demasiados internos que eran inocentes, pero fueron encarcelados porque seguían al hombre equivocado.
Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.
Esto es extraño; son pescadores profesionales que conocen muy bien ese mar. Hay noches en las que no pescas mucho, pero ¿para no pescar nada? La verdad es que lo que te sirvió muy bien en el pasado ya no te sirve. No puedes volver a tu vida vieja. Lo que te trajo riquezas y placeres en el pasado ya estará vacío. Terminaron la noche peor que nunca. Ahora están cansados, frustrados y muy desanimados. Nada está funcionando bien. Cuando hacemos las cosas a nuestra manera, sin Jesús, de repente el carro no corre, la compu falla y hay problemas en el hogar y en el trabajo.
¿No tienen algo de comer?
4 Al despuntar el alba Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.
Qué bueno que Jesús llegue en nuestros momentos más oscuros, pero ellos no se dieron cuenta de que era Jesús. ¿Y por qué no se presentó la noche anterior en la casa, para salvarlos de esa noche perdida, el cansancio y la frustración? Podrían haber pasado una hermosa noche de comunión con el Señor, pero a veces tenemos que pasar por esas noches oscuras. Dios nos permite tropezar para revelar nuestro corazón incrédulo y rebelde. Puede ser una prueba de fe. Muchas veces nos cuesta entender el tiempo del Señor. Es fácil pensar que Jesús llega tarde, pero siempre llega justo a tiempo.
¿Podría ser que hay ocasiones en que Jesús se presentó a sí mismo en tu vida, pero tú no sabías que era Jesús? Puedes estar tan enojado o atrapado en tu pecado que no estás pensando en el Señor. En este caso, Jesús se presentó al amanecer. Muchas veces, después de una noche sin dormir, Jesús se presenta al amanecer. No pierdas esa bendición. Levántate temprano para esperar al Señor.
5 Y les dijo: Hijitos, ¿no tienen algo de comer? Le respondieron: No.
Hijitos es una palabra cariñosa que debería llamar la atención de los discípulos. Sería raro que un extraño los llamara hijitos, pero su pregunta es como la sal en una herida. Él sabe que no tienen nada que comer; por eso Él tiene un rico desayuno preparado para ellos. ¡Qué humillante es confesar que no pescaron nada!
Otra pesca milagrosa
6 —Tiren la red a la derecha de la barca, y pescarán algo.
Así lo hicieron, y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.
¿Hay alguna diferencia entre el lado derecho e izquierdo de la barca? ¡Claro que no! ¿Y cómo puede saber este extraño que habría peces a la derecha? Este mandato podría ser ofensivo para estos pescadores, pero su respuesta puede revelar la humildad que Cristo había engendrado en ellos.
Cuando tiran las redes a la derecha, la transformación es radical. ¡Hay tantos peces que no pueden sacar la red! ¡Jesús quiere llenar tu red! Pero tienes que pescar a su manera, en obediencia a su palabra, y no cuándo y cómo tengas las ganas. ¡Pasaron toda una noche de duro trabajo sin nada! Y muchos de nosotros laboramos y gastamos mucha energía y dinero, sin ningún resultado. ¡Qué fácil es cuando hacemos las cosas en obediencia a Jesús! ¡Es mucho mejor esperar su tiempo!
Ésta no es la primera pesca milagrosa (ve Lucas 5:4). Cuando vemos algo tan fuera de lo normal, debería llamar nuestra atención, pero solo Juan tenía los ojos espirituales abiertos:
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!
Juan reconoció a Jesús, ¡pero no hizo nada! Sólo habló con Pedro. Claro que es bueno compartir con otros cuando veas al Señor, pero cuando Jesús se revela a ti, ¡acércate a Él, adóralo y escúchalo!
Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.
Simón era el líder de los discípulos. Fue su idea pescar esa noche. Él se sintió muy culpable porque negó a Jesús, y no lo reconoció esa mañana. Pero cuando escuchó que era el Señor, solo pudo pensar que tenía que ir a Jesús. Nada más importa.
Jesús quiere presentarse a ti
¿Has caído en pecado? ¿Estás lejos de Jesús? Yo creo que Él quiere presentarse ante ti ahora mismo. No es por casualidad que estés leyendo este libro. Tal vez aceptaste la mentira de que sería muy difícil volver a los caminos del Señor. Olvida todo eso. Échate al mar y ve a Jesús, porque Él está esperándote.
Ésta no es la primera vez que Pedro se echó al mar para ir a Jesús. Meses atrás, en el mismo mar, los discípulos estaban solos en una barca, en la noche, en una tormenta, y Jesús se les acercó, andando sobre las aguas (Mateo 14:22-33). Pedro dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Todo estaba bien, pero cuando vio el fuerte viento, tuvo miedo, y empezó a hundirse. Gracias a Dios, Jesús lo rescató, ¡y lo reprendió!: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Esta vez Pedro no anduvo sobre las aguas, pero todavía quería ir a Jesús. No importa si no tienes la fe para andar sobre las aguas, échate al mar.
8 Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros de la orilla.
Estaban cerca de la orilla. Solo Pedro, de los siete discípulos, dejó esa pesca para ir a Jesús. Hay pocos que tienen tanto amor por Jesús que dejarían una pesca tan valiosa para estar con el Señor.
Un rico desayuno
9 Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima, y un pan.
10 —Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —les dijo Jesús.
Es demasiado tarde para preparar esos pescados para el desayuno; Jesús ya tenía un pez encima de las brasas, pero tenemos que llevar al Señor lo que Jesús nos da milagrosamente. No es para enriquecernos, sino para usarlo en su servicio y para bendecir a otros.
11 Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la orilla la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.
Otra vez, es Pedro quien toma la iniciativa y obedece el mandato del Señor. Los peces no solo son muchos, son grandes, y probablemente hubo otro milagro: Juan observa que la red no se rompió. Mira el cuidado que tuvo Juan al escribir este evangelio: alguien contó los peces, y Juan nota el número, 153 peces.
Si Jesús llena tu red, sácala a tierra, a los pies del Señor. Él no quiere perder ni un pez; cada uno es precioso para Él.
12 —Vengan a desayunar —les dijo Jesús.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», porque sabían que era el Señor.
Qué extraño, después de tanta intimidad durante tres años, que ahora nadie se atrevía a decir nada. Ahora todos saben que es Jesús, pero no lo abrazan y no dicen nada.
13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos, e hizo lo mismo con el pescado.
Jesús lo hizo por las multitudes. Esos mismos discípulos repartieron pan y pescado que Jesús multiplicó a miles de personas. Hace solo unos días, Jesús les dio pan y vino, símbolos de su cuerpo quebrantado y sangre derramada. ¡Qué rico es recibir alimento de la mano del Señor!
14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Posiblemente comieron en silencio. Estoy seguro de que este era el pan y el pescado más ricos que ellos jamás hayan comido. Qué hermoso tener esa comunión, temprano, por la mañana, al amanecer, en la playa, con un rico desayuno. Jesús se deleita en bendecirnos, y fue un gran placer para Él preparar esta comida. Pero como en muchas ocasiones, Jesús tenía un propósito más profundo.
La restauración de Pedro
¿Necesitas restauración de la mano de Jesús? Puede ser que su Espíritu toque tu corazón endurecido ahora mismo, para hablarte, desafiarte y restaurarte.
15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.
—Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
Finalmente Jesús rompe el silencio. No sabemos si Jesús lo llevó a un lado, o si estaba con los demás discípulos. Jesús tiene una pregunta para Pedro. Él usa la palabra griega ágape, para preguntarle si realmente ama a Jesús con un amor incondicional, el amor que solo Dios puede darnos. Y no es solo si Pedro ama a Jesús, sino si lo ama a Él más que los demás discípulos. ¿Por qué Jesús le pregunta eso? Tal vez porque Pedro dijo que iría a la muerte por Jesús (Juan 13:37). Él estaba muy seguro de sí mismo. Es un riesgo del liderazgo: presumir y pensar que eres superior a otros.
Pedro respondió con la palabra griega para el amor entre hermanos: fileo. Jesús no dice nada acerca de su falta de amor ágape; Jesús nos acepta dondequiera que estemos. Aun con ese amor, Jesús puede usar a Pedro: Le comanda que apaciente a sus corderos. Los creyentes (nosotros) somos los corderos de Jesús, pero el Señor ha puesto pastores en su rebaño para apacentarnos. Es una responsabilidad sagrada y pesada.
16 Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
—Cuida de mis ovejas.
Esta vez Jesús no le pregunta si ama a Jesús más que los demás; puede ser que la verdad es que no tiene un amor mayor que los otros. De nuevo, Jesús usa la palabra ágape para el amor, y Pedro responde que tiene un amor fileo. Y por segunda vez, Jesús le dice: si realmente me amas, vas a cuidar a los que creen en mí.
17 Por tercera vez Jesús le preguntó: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
—Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—.
Parece que Pedro no estaba tan triste porque Jesús tuvo que preguntarle tres veces si lo ama, sino porque ahora Jesús cambió de ágape a fileo. Está claro que Pedro no tiene un amor ágape por Jesús. Es bueno reconocer los límites de nuestro amor, pero también doloroso. Y tú, ¿amas a Jesús con un amor ágape? ¿Cómo sabes si lo amas o no? Parece ser la fidelidad de tu servicio al llamado de Dios en tu vida. Para Pedro, era para apacentar a las ovejas del Señor; puede ser evangelizar u otro ministerio para ti. Tu servicio para aquellos que Jesús ama es la prueba de tu amor por Él.
Sígueme tú
18 De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.
19 Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios.
El verso 19 explica el significado de esta frase, pero también hay una enseñanza importante acerca de la juventud y la vejez. El joven confiado e independiente hace lo que quiere. Puede cuidarse bien. Se supone que con la madurez tenemos más control, pero cuando entregamos nuestras vidas a Jesús, le damos el control de la vida a Él. Tenemos que humillarnos y someternos a otros. Para muchos, es parte de la obra de Dios en sus vidas para quebrantar su orgullo.
19 Y dicho esto, añadió: Sígueme.
¿Por qué añadió “sígueme”? Pedro estaba luchando con la culpa y muchos sentimientos. Acaba de recibir una palabra dura. Sería fácil sentir temor: “¡No quiero morir así! ¡No quiero perder el control!” Pero lo único verdaderamente importante es seguir a Jesús. ¿Puedes decir que estás siguiendo a Cristo en la vida diaria? ¿Estás poniendo en práctica sus enseñanzas?
20 Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?» 21 Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y este, qué?
Pedro no está satisfecho con simplemente seguir a Jesús. Como muchos de nosotros, a menudo se comparó con otros. Posiblemente había competencia entre él y Juan. Es común desear saber qué va a pasar con otras personas en la iglesia. Facebook promueve esta competencia; leemos lo que sucede con los amigos, vemos sus lindas fotos y es fácil envidiarlos. Jesús tiene una respuesta muy sencilla para esa tendencia:
22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
No te apures por lo que está pasando con tu hermano; Dios tiene planes diferentes para cada persona. Lo único que nosotros tenemos que hacer es ser fieles a Jesús y seguirlo. ¿Cómo te va con seguir a Jesús?
23 Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico.
25 Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.
Y así termina el evangelio de San Juan. ¡Qué maravilloso que el discípulo amado, alguien que estaba tan cerca de Jesús, escribió esta historia!
¿Cuál es la Palabra de Dios para ti en este capítulo?
- ¿Eres un seguidor, como los demás discípulos esa noche en la casa? Has seguido a tus padres, tu esposa o un amigo de la iglesia, y has participado en todas las actividades. Pero, ¿has aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador? Tal vez has mirado con envidia a un Pedro bajar de la barca para ir a Jesús, porque no sabes lo que es tener ese amor por el Señor. Jesús está llamándote ahora a entregarle todo y seguirlo.
- ¿Eres un líder, como Pedro? ¿Le has fallado a alguien en tu iglesia o en tu familia? ¿Has pasado por un tiempo de duda y desánimo, como Pedro? Es una gran responsabilidad ser un líder. Ya es tiempo esforzarte y tomar tu posición para ayudar a otros. Puede que tengas que pedir el perdón de alguien.
- Puede que le hayas fallado a Jesús; como Pedro, lo negaste. O puedes pensar que es demasiado tarde; no puedes ser útil en las manos de Jesús. Tal como Jesús organizó ese tiempo en la playa para hablar con Pedro, ahora lo ha hecho en esta escritura. Quiere restaurarte. No es demasiado tarde. Es hora de volver a tu llamado y ser fructífero en tu ministerio.
- Puedes sentirte tentado a volver a tus redes y tu barca, a tu vida vieja. O ya has vuelto a ella, y no has pescado nada. Estás frustrado y enojado. Nada está funcionando bien. No puedes volver a tu vida vieja. Deja esas cosas y vuelve al Señor.
- Puedes estar trabajando duro y estás cansado. Crees que estás trabajando para el Señor, pero lo estás haciendo a tu manera. Tienes que esperar una palabra de Jesús y hacer las cosas a su manera. Él quiere llenar tus redes. Tiene peces grandes, y muchos, y quiere bendecir tu red para que no se rompa, pero tienes que pescar conforme a su palabra.
- La pregunta del Señor para ti puede ser: “¿Me amas?” ¿Tienes un amor ágape para Jesús, o un amor fileo? Si amas a Jesús, ¿estás cuidando a sus ovejas o sirviendo fielmente en el llamado que Él tiene para ti?
- ¿Estás preocupado con el caminar de otro hermano? ¿Tal vez en competencia con él? Jesús te dice: “¿Qué a ti?” Jesús te llama: “Sígueme.” Ya es tiempo volver a la sencillez del principio y caminar cerca de Jesús. Este no es un tiempo para liderar, sino para seguir.
- Puede que estés cansado. Necesitas alimento espiritual. Tal como Jesús preparó ese desayuno rico para los discípulos, Él quiere alimentarte con su Palabra y su Espíritu. Tómate un tiempo para descansar y cenar o desayunar con Jesús. Él quiere llenarte y bendecirte.
Estos discípulos habían experimentado la bendición incomparable de pasar tres años de comunión íntima con Jesús. Habían visto al Señor resucitado. Pero podrían olvidar todo eso tan rápido y volver a su vida anterior. Hemos hablado en este libro del gran trabajo que Cristo ha entregado a nosotros; de la posibilidad y la necesidad de cumplir su Gran Comisión. Puede ser que te hayas distraído por muchas cosas y quieras volver a la vida tranquila de la pesca, a una vida normal. No puedes. Cristo te ha hablado en este libro y te llama a levantarte y trabajar. Él te llama a hacer discípulos. Te está esperando en la “playa” y quiere amarte y restaurarte. ¿Vas a obedecer su mandato?