Cómo obtener respuestas a tus oraciones

Hemos visto en el Padre Nuestro que la oración consta de varios elementos (adoración, confesión, petición y guerra espiritual), pero para la mayoría de los cristianos, la oración es una manera de conseguir lo que queremos de Dios. Tenemos mucho que aprender sobre la adoración, confesión, y guerra espiritual, pero la Biblia también nos anima a entregar nuestras peticiones a Dios. Jesús nos enseñó cómo tener respuestas a nuestras oraciones, comenzando con la introducción al Padre Nuestro, en Mateo 6:

»Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. 

Ora en humildad, no para impresionar a otros

Siempre habrá hipócritas. Ellos oran también, pero con oraciones largas y elocuentes, para impresionar a otros con su espiritualidad. Si es la alabanza de los hombres que buscas en la oración, la recibirás, pero nada más. Dios no está impresionado.

En otra ocasión Jesús compartió una parábola para enfatizar este punto:

A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo”. En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”

»Les digo que este, y no aquel, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:9-14).

¿Quién es más vulnerable a este pecado? Pueden ser líderes, y creyentes con más conocimiento y experiencia con el Señor. El problema aquí es alguien:

  • Quien tiene confianza en sí mismo.
  • Quien es muy confiado de su propia justicia.
  • Quien desprecia y menosprecia a los demás.

Esa persona tiende a orar consigo mismo; Dios no escucha esa oración, sino la oración de los humildes. ¿Es tu humildad evidente en tus oraciones? ¿O vienes a Dios con arrogancia, exigiéndole que haga las cosas como tú quieras?

Ora en secreto

Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. 

Qué bueno saber que Dios ha oído tu clamor. Él sabe todo lo que sucede en ese cuarto, y seguramente te recompensará por cada oración sincera que le ofrezcas.

No es malo orar en voz alta en la iglesia o con unos hermanos, pero el fundamento de nuestra oración es una relación íntima con nuestro Padre. A veces hay mucha bulla en la iglesia, y hallamos a Dios en lo secreto. Puede ser necesario levantarte temprano de mañana para estar a solas con Dios, o pasar una noche en oración, o salir de la casa de vez en cuando para ir un lugar solitario.

Este fue el ejemplo que Jesús ofreció a sus discípulos:

  • Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar (Marcos 1:35).
  • Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar (Lucas 5:16).
  • Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios (Lucas 6:12).
  • Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas (Mateo 14:23).

¿Tienes ese lugar privado? ¿Un espacio quieto donde puedes hablar con libertad a tu Padre?

Ten cuidado de vanas repeticiones

Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan.

Esto plantea dos cuestiones importantes:

  1. ¿Cuántas veces tenemos que repetir una oración?

Otras traducciones nos ayudan a entender mejor lo que Jesús quiere decir:

»Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. (DHH)

»Cuando ores, no parlotees de manera interminable como hacen los seguidores de otras religiones. Piensan que sus oraciones recibirán respuesta solo por repetir las mismas palabras una y otra vez. (NTV)

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (RVR)

El problema es la “vana repetición.” La oración es comunicación con Dios. Él busca un corazón sincero, que honestamente expresa adoración y gratitud, juntamente con peticiones. Una oración larga o con muchas palabras no necesariamente garantiza una respuesta. A veces se puede hacer una oración escrita, pero no es necesario repetirla muchas veces. Puede que no tengas palabras elocuentes, pero en la oración privada, Dios solo quiere conversar contigo.

  1. Si Dios sabe lo que necesitas antes de pedírselo, ¿por qué orar? ¿O debes simplemente darle gracias con la fe y la certeza que Él ya sabe, y va a proveer lo que necesitas? Otra vez, el error es pensar que la oración obliga a Dios a hacer nuestra voluntad. Podemos acercarnos con confianza a Abba Padre y compartir nuestros corazones con Él. Él quiere escucharlo todo, pero tal como con un padre terrenal, no solo le suplicas para más bendiciones.

La importancia de la perseverancia

Tenemos que balancear estas dos cuestiones con otras enseñanzas de Jesús. Él también insta a la perseverancia en nuestras oraciones:

Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario”. Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».

Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lucas 18:1-8)

El propósito de Jesús al contar esta parábola es claro: siempre debes orar, y no desanimarte. Hay un juez que posee mucha autoridad y el potencial de ayudar a una pobre viuda. Para hacer su punto más fuerte, Jesús representa a este juez como muy duro, sin ningún temor de Dios. A pesar de su corazón endurecido, la persistencia de la viuda lo estaba volviendo loco, y para no agotarse, le concede su petición.

Si un juez injusto responde a la persistencia, cuánto más nuestro Padre amoroso:

  • Tú eres su escogido, su hijo adoptado amado.
  • Sí, Dios te hará justicia, y sin demora.
  • Hay que clamar a Dios día y noche, pero no con vanas repeticiones.
  • Dios no tardará mucho en responderte (¡tal vez mucho para ti!).
  • A pesar de estas promesas y el carácter de nuestro Dios, hay pocos como esta viuda con la fe para perseverar y recibir de su Padre.

Hay otra parábola similar:

»Supongamos —continuó— que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle”. Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”. Les digo que, aunque no se levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite.

»Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» (Lucas 11:5-13)

Esta vez un amigo te suplica, pero es tarde y estás acostado (tal vez en un momento íntimo con tu esposa). No quieres ser molestado, pero debido a la audaz insistencia del amigo, le das el pan. Hay lugar en la oración para impertinencia, persistencia, audacia e insistencia.

Pedir, buscar, y llamar

Esas palabras en Lucas son casi idénticas a lo que Jesús dijo en el Sermón del Monte:

»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7:7-11)

Estos son mandamientos, pero también hay promesas preciosas aquí:

  • Hay que pedirle a Dios, y seguir pidiendo. El verbo es progresivo, que significa no solo una vez, sino tal vez pedir hasta que lo recibas. Ese es el problema que Santiago señala en el capítulo 4, verso 2, de su carta: No tienen, porque no piden. Pero Santiago luego explica por qué a veces, a pesar de esta promesa, no recibimos: Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones (verso 3). Si tenemos buenas intenciones y pedimos conforme al corazón de Dios, recibiremos lo que pedimos.
  • Hay que buscar a Dios, buscar su rostro y buscar su voluntad. El judío pensaría en estas promesas de Jeremías: Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón (Jeremías 29:11-13). La primera parte es bien conocida; nos gusta la promesa de planes buenos que el Señor tiene para nosotros. Pero la promesa se da en el contexto de orar y buscar a Dios con todo tu corazón. Muchas veces no encontramos a Dios porque no lo buscamos y no oramos con todo nuestro corazón; no buscamos Él, sino su bendición.
  • Cuando llamas a la puerta, Dios te la abrirá. Pero, ¿cuál puerta? Muchos de nosotros llamamos a la puerta equivocada y estamos decepcionados cuando nadie la contesta, o si otra persona la contesta. Yo veo esta puerta como la puerta del cielo, la puerta del lugar santísimo. Hay una progresión aquí: primero pedimos, entonces buscamos el rostro de Dios y al final simplemente queremos entrar en su presencia. Puede ser también que hay puertas de servicio a Dios, puertas de oportunidades que Dios tiene para ti: Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar (Apocalipsis 3:8).

Entonces Jesús, otra vez pensando en el juez injusto o el vecino molesto, compara a Dios con un padre terrenal. Cualquier padre le daría a su hijo un pan cuando le pide (y no algo venenoso como una serpiente); ¡cuánto más tu Padre celestial te dará cosas buenas!

¿Tienes ese concepto de Dios? Te ama aún más de lo que amas a tu hijo, y quiere bendecirte y responder a tus peticiones. En Lucas, Jesús dice que seguramente Dios te dará su Espíritu Santo. ¿Le has pedido la plenitud de su Espíritu?

Con estas enseñanzas Jesús quiere motivarnos a orar más. Dios es tu Padre amoroso. Quiere oír tu petición. Quiere conversar contigo. Tiene cosas buenas para ti. Si estás desanimado con la oración, es hora de volver a ese lugar secreto y buscar a Dios. Él te espera allí. Piensa en la viuda y el vecino; día y noche acércate a Dios, y derrama tu dolor, tus deseos y tu corazón ante Él. La oración es sencilla, ¡pero muy rica y poderosa!

Pide, y se te dará; busca, y encontrarás; llama, y se te abrirá. Porque cuando pides, recibirás; cuando buscas (de todo corazón), encontrarás; y cuando llamas, se te abrirá.

 

Orar como Jesús, justo antes de su muerte Juan 17

¿Estás listo para entrar en un lugar santo, para ver el mismo corazón de nuestro Salvador? Juan 17 es una joya, y es la oración más larga de Jesús registrada en los evangelios. No es su última oración antes de su muerte (la que estudiamos en el capítulo anterior, registrada en Marcos 14:32-42, Mateo 26:36-46 y Lucas 22:39-46), pero Jesús ya sabía que dentro de unas pocas horas sería traicionado, arrestado, y crucificado. La oración de un hombre frente a las pruebas más duras de su vida revela su fe y su corazón.

JESUS GLORIFICA AL PADRE

1Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;

Sabemos que Dios no mora en una nube o planeta; Él vive afuera de nuestro concepto del espacio. Pero Jesús ascendió al cielo, y aquí levantó los ojos al cielo. Alzamos las manos al cielo en adoración. Instintivamente sabemos que Dios habita en un lugar alto, por encima de nosotros.

Padre

Jesús empieza como nos enseñó en el Padre Nuestro. Dios es tu Padre también. Qué bueno es saber que Él te adoptó como su hijo, y puedes descansar seguro en sus brazos. ¡Acércate a tu Padre con denuedo y confianza!

La hora ha llegado

Dios tiene planes para cada persona, y para toda historia.  El Padre tenía un plan para Jesús, y Cristo vivía con el conocimiento de ese destino. Jesús tenía que esperar para esta hora, y ahora ha llegado. Puede ser que la hora ha llegado para un nuevo ministerio o la revelación del plan de Dios para ti. ¿Sabes cuál es tu destino? ¿El propósito de tu vida? La hora de la muerte llegará para cada persona. ¿Estás listo para esa hora, o la hora cuando Cristo venga?

Padre e Hijo se glorifican mutuamente

La primera petición de Jesús fue para ser glorificado. Él sería glorificado al día siguiente en la agonía de la cruz, y aún más en la victoria de su resurrección. Quiere ser glorificado para que Él glorifique a su Padre.  El Padre e Hijo tratan de superarse mutuamente: El Padre se deleita en glorificar a Jesús, y Jesús anhela glorificar a su Padre.

¿Qué significa glorificar? El diccionario dice “Reconocer y ensalzar a quien es glorioso, tributándole alabanzas. Glorificar es reconocer quien es alguien y darle honra, gloria, y alabanza; manifestar aprobación e interés en alguien.”

La maravilla es que Dios nos glorifica también; nos santifica, quita toda mancha, nos dará un cuerpo glorioso e incluso nos permite compartir en su gloria. Tal como Jesús glorificaba a su Padre en toda su vida, ahora nuestra meta es glorificar a Dios en todo. ¿Cómo puedes glorificar a Jesús ahora? ¿Es el deseo de tu corazón glorificar a Dios?

como le has dado potestad (autoridad) sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.

Jesús glorificaba al Padre usando sabiamente el poder que le fue dado, para traer la salvación a aquellos que su Padre le dio. Glorificar implica dar, y ese verbo aparece tres veces en esta frase, y 19 veces en este capítulo; es la palabra clave de esta oración.

Tres cosas dadas

Primero, el Padre dio a Jesús la potestad, o autoridad, sobre todo ser humano. Eso incluye a tu familia, tu jefe y los líderes de tu país. Ese poder es dado, no se lo puede ganar. En este mundo complejo, qué bueno saber que Jesús es soberano y tiene autoridad sobre todo ser humano. El Padre puede dar potestad (o autoridad) a ti también, en tu familia, iglesia o algún trabajo o ministerio.

Otra vez, esas palabras “para que” son importantes. El poder corrompe, y Dios no nos da poder para enaltecernos, sino para el beneficio de aquellos que Él quiere bendecir. La segunda cosa dada es vida eterna, la salvación. No se puede ganar esa salvación por tus buenas obras; es un regalo que Cristo compró con el precio de su sangre, y regala a los que le aceptan como Señor y Salvador.

La tercera cosa dada es un número desconocido de hombres y mujeres que el Padre le dio a Jesús. El concepto de elección aparece varias veces en esta oración. Es un tema incómodo para algunos, pero es muy claro en las Escrituras. La voluntad de Dios es que todos los que Él seleccionó y dio a Jesús recibiesen esa vida eterna.

¿Qué es la vida eterna?

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Nuestra tendencia es pensar en la vida eterna como un sin fin de años; vamos a vivir por toda la eternidad. Pero Jesús dice aquí que no es una cuestión de cantidad sino de calidad. Vida eterna es una relación; es conocer al Padre y a Jesucristo. Dios opera fuera de nuestro concepto del tiempo. Tú puedes experimentar la vida eterna ahora.

Hay muchos dioses en este mundo, pero hay solo un Dios verdadero, y Jesús es el único camino hacia Él. Jesús introduce otra palabra clave de esta oración: enviar; Jesús fue enviado por su Padre a esta tierra.

Y tú, ¿tienes vida eterna? ¿Dirías que conoces al Padre? ¿Conoces a Jesús? ¿Qué puedes hacer para conocerlos mejor?

He acabado la obra

Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.

Cuando el Padre envió a Jesús al mundo, le envió con un trabajo, una misión, una tarea. Cristo pasó 30 años en preparación para esa obra, y la terminó en solo tres años: entrenó a sus discípulos, manifestó  a Dios en sus palabras y prodigios, y era completamente obediente. Así, ha glorificado a su Padre.

Qué bueno poder decir “he acabado la obra.” Otra vez, esa obra es dada; no es algo que nosotros seleccionamos. Tenemos que buscar a Dios y esperar en Él por la revelación de esa obra. Entonces es nuestra obligación trabajar en esa obra con todas nuestras fuerzas, y así glorificar a Dios.

¿Sabes cuál es la obra que Dios te ha dado para esta vida? ¿Cómo te va? ¿Estás progresando con esa obra? ¿Crees que has acabado con esa obra?

Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

Cristo sabe que va a experimentar la agonía de la cruz, pero puede soportarla, sabiendo que va a volver al lado de su Padre y compartir de nuevo en su gloria, la gloria que Él dejó voluntariamente para venir a este mundo.

JESUS INTERCEDE POR SUS DISCIPULOS

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

En esta segunda parte de la oración Jesús está intercediendo por sus doce discípulos. Ellos eran el enfoque de su ministerio, y son ellos quienes van a establecer la iglesia. Jesús los amaba. Tal como dijo “he acabado la obra” ahora dice “he manifestado tu nombre,” es decir, he hecho lo que me enviaste a hacer.

Sabemos que en la Biblia un nombre implica mucho más que “Juan” o “Jorge.” Significa quién es esa persona; todo su carácter y sus características. Jesús dijo que alguien que lo vio a Él había visto al Padre (Juan 14:9). En su diario andar, sus palabras y sus hechos, Jesús manifestaba perfectamente quién es Dios. Es posible que nosotros “manifestemos el nombre de Jesús” a otros también, para que puedan ver a Dios en nosotros.

Ahora Jesús profundiza más sobre este tema de la elección: esos hombres eran tuyos, pertenecían al Padre. El Padre los seleccionó para esta obra y Jesús pasó una noche entera en oración para confirmar que ellos eran los su Padre quería (Lucas 6:12). Es una gran responsabilidad cuidar y ministrar a personas a quienes el Padre valora tanto. Él nos da a nosotros un cónyuge, hijos, una familia, hijos espirituales y tal vez una iglesia. Somos mayordomos; tenemos que cuidarlos y protegerlos.

Jesús se regocija porque “han guardado tu palabra.” Es importante recibir la palabra, pero aún más importante obedecerla. Jesús confía en que si obedecen la palabra de Dios, van a manifestar su nombre al mundo y acabar con la obra que Él los dio.

Dar la palabra recibida

Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

El enfoque de la obra de Jesús con ellos era la palabra: el Padre le dio palabras, Jesús las dio a sus discípulos y ellos las recibieron. Es un proceso sencillo, pero muy importante. En otra ocasión Jesús dijo que no habló de su propia cuenta, sino compartió solamente las palabras que Él recibió de su Padre (Juan 5:19; 12:49). La palabra de Dios es poderosa; hay que esperar en Dios por su palabra y darla como la recibimos.

Cuando recibieron la palabra tres cosas importantes sucedieron:

  • Conocieron que a Jesús le fueron dadas muchas cosas, y todas procedieron del Padre. Qué bueno vivir de tal manera que otros reconozcan que no es nuestro talento o inteligencia, sino que todo lo que tenemos nos es dado por Dios.
  • Conocieron que Jesús salió del Padre; comprendieron que vino de Dios.
  • Con fe, en el corazón, creyeron que el Padre envió a Jesús.

Es decir que han visto la relación íntima que Jesús tiene con su Padre, y han aceptado que Él es Dios.

Todo lo mío es tuyo

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.

De nuevo Jesús reconoce que sus discípulos le fueron dados; son de su Padre. Hay un intercambio entre estas dos personas de la divinidad: Todo lo que Jesús tiene es del Padre, y el Padre no retiene nada del Hijo. Y Dios es así también con nosotros: Cuando entregamos todo a Él (nuestro dinero, posesiones y talentos, y todo lo que somos), Él no retiene nada de nosotros.

En otras ocasiones Jesús había rogado por el mundo, pero ahora su petición es solo para estos hombres especiales que su Padre le dio. Jesús glorificaba al Padre en su vida terrenal, y también fue glorificado en sus discípulos. Otros notaron el poder y el carácter de Dios en ellos, notaron que habían estado con Jesús, y le dieron gloria a Dios.

¿Ha sido Jesús glorificado en tu vida e iglesia? ¿Cómo? Si no, ¿qué puedes cambiar para que Jesús fuese glorificado?

Que sean uno, así como nosotros

11 Y ya no estoy en el mundo (Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo), mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos (protégelos) en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

Jesús ya extraña a sus amados discípulos. Reconoce que su Padre se les dio, y ahora necesita que su Padre los guarde o proteja. Él sabe que el diablo vendrá contra ellos, y hará todo lo posible para dividirlos y crear contiendas entre ellos.

La carga más pesada en el corazón de Jesús esa noche fue la unidad de estos discípulos, y no es algo superficial, sino la misma unidad que Jesús tiene con su Padre, esa unión perfecta de la divinidad.  Es una petición que vemos varias veces en esta oración.

12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé (los preservaba, los cuidé), y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

Jesús ya dijo “he acabado la obra” y “he manifestado tu nombre,” y ahora dice “los guardaba en tu nombre.” Él siempre tenía en mente que eran dados a Él por su Padre. Cuando Jesús estaba aquí Él hizo todo lo necesario para protegerlos, tal como nosotros tenemos que hacer todo lo posible para proteger a las personas que Dios nos da a nosotros para cuidar, y mantener su unidad. Pero incluso Jesús perdió uno de sus discípulos; para cumplir las Escrituras uno (Judas) era un hijo de perdición (un lobo disfrazado de oveja), quien le traicionó. Nosotros también podemos perder a alguien que hemos discipulado.

Es bueno que puedas confiar en que Dios guardará a ti, tu familia y los hermanos que Él te ha encargado, aunque, por desgracia, a veces un Judas puede escoger a apartarse y perder esa protección.

El gozo de Jesús cumplido

13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos (para que tengan mi alegría en plenitud).

Me imagino que estar con Jesús era puro gozo, pero Él sabe que ahora va al Padre, y no quiere que pierdan ese gozo. De hecho, quiere que su gozo sea cumplido en ellos. Jesús nos ha dejado sus palabras, para que podamos tener su gozo. El gozo no tiene nada que ver con las circunstancias, sino con la relación que tenemos con Jesús y la manifestación de ese fruto del Espíritu Santo.

¿Tienes el gozo de Jesús? ¿Su gozo cumplido? ¿Qué está ahogando ese gozo?

El mundo nos aborrece

14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Esta es lo cuarto que Jesús dice que hizo: Les he dado tu palabra.

Ya que somos de Cristo, no somos del mundo. De hecho, el mundo nos aborrece. Somos de reinos distintos. El mundo no puede comprender los valores del reino de Dios; está bajo el dominio del maligno. Por desgracia, muchos cristianos quieren la aprobación y el amor del mundo. Hay un problema si el mundo nos ama. Lamentablemente, si somos fieles a Cristo y guardamos su palabra, el mundo va a aborrecernos.

Lo que nosotros podemos hacer, lo que Jesús también hizo, es darles la palabra de Dios. De verdad, ellos no aborrecen a nosotros, sino a aquel que nos dio la palabra y nos envió para manifestar su nombre.

15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal (del maligno). 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

La solución no es quitarnos del mundo, aunque muchos cristianos a lo largo de los siglos han intentado dejar al mundo y vivir completamente separados de los “pecadores.” ¡Qué lindo sería aceptar a Cristo e inmediatamente ser quitado para el cielo! ¡Creo que el 100% de los prisioneros aceptarían a Jesús! Pero Dios tiene un propósito para nosotros aquí, y nos moldea y nos santifica en las pruebas de esta vida.

Jesús se repite que Él no es del mundo, y nosotros no somos del mundo, pero estamos en el mundo. La petición de Jesús es que su Padre nos guarde, o proteja, de Satanás y todo lo malo. Vamos a estar tentados y rodeados por el pecado, pero Dios puede guardarnos de ello.

17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Parte de este proceso es nuestra santificación. Dios nos separa del mundo para una comunidad nueva, nos purifica de nuestros pecados y nos hace vencedores. La palabra de Dios es la herramienta principal que usa, como una espada del Espíritu. ¿Estás inmerso en la palabra, para darla la oportunidad de santificarte?

Dios nos envía al mundo

18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.

Exactamente como el Padre envió a Jesús al mundo, ahora Cristo nos envía al mundo también, para experimentar lo que Cristo experimentó en sus 33 años en esta tierra. Sí, es cierto que no somos del mundo, y Dios nos separa espiritualmente del mundo. Pero luego, como un soldado bien preparado es enviado a la guerra con su armadura y armas, Él nos envía al mundo con su palabra, para manifestar su nombre en señales, prodigios y buenas obras.

Jesús dejó todo y se humilló para nacer como un bebé y experimentar lo que es ser hombre. Tenemos que seguir el ejemplo de su encarnación y entrar en el mundo y amarlo, a pesar de su rechazo y odio.

19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

Seguramente parece que Jesús ya fue santificado. La Nueva Traducción Viviente nos ayuda: me entrego por ellos como un sacrificio santo. Cristo hizo todo “por ellos,” y ¡por nosotros! Su sacrificio hace posible que nosotros seamos santificados también y manifestemos su nombre en el mundo.

JESUS INTERCEDE POR TI

20 Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

¡Jesús es tu sumo sacerdote! ¡Él está orando por ti ahora mismo! ¿Cómo llegamos a creer en Jesús? ¡Por medio de la palabra! Alguien compartió la Palabra de Dios contigo; ¿conoces a alguien que necesita la palabra para que pueda creer en Jesús?

Para que el mundo crea

21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

Jesús ha dicho que no somos del mundo, que no está rogando por el mundo y que el mundo nos aborrece. Pero todavía quiere que el mundo crea que fue enviado a ellos por su Padre. Ya dijo que creemos cuando recibimos su palabra, pero juntamente con la palabra, el mundo necesita una demostración del amor y el poder de Dios; necesita el testimonio de una iglesia unida.

Esta unidad es la primera petición de Jesús para su iglesia, y es algo muy profundo. Esta es unión con Dios: Así como el Padre está en Jesús y como Jesús está en el Padre, nosotros somos uno en Jesús y el Padre. Nuestra unidad fluye de nuestra unión con Dios; es la misma intimidad que Jesús tiene con su Padre. Si no hay unidad, probablemente hay un problema con nuestra unión con Dios. Por desgracia, poco se ve de esta unión. No es de extrañar que el mundo no crea en Jesús y piense que la iglesia es una broma.

22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

Esta unidad es tan importante para Jesús que Él nos ha dado la misma gloria que su Padre le dio. Su expectativa es que, con esa gloria manifestada, vamos a ser uno. Si carecemos de esa unidad, probablemente no hemos experimentado la gloria que Jesús quiere darnos.

¿Eres consciente de la gloria que Jesús le ha dado a su iglesia? ¿Estás haciendo tu parte para promover la unidad de la iglesia?

23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

Jesús dice que el Padre nos ha amado con el mismo amor que tiene por Jesús. El cristiano debe experimentar un amor profundo, que es obvio para el mundo. Con ese gran amor, tenemos que amar a nuestros hermanos, y también al mundo, pero con demasiada frecuencia carecemos de ese amor.

Nuestra unidad refleja el amor de Dios en nosotros. Si no hay unidad, es probable que no hayamos experimentado este amor. De nuevo Jesús pide esa unidad, pero esta vez es que podríamos ser perfectos en unidad. Esto es algo sobrenatural. También es algo que nos presenta un dilema muy difícil. ¿Cómo reconciliamos estas dos cosas?

  • Por un lado tenemos todas las promesas sobre la oración contestada, la importancia de la fe y la oración según la voluntad de Dios. Si hay alguien que debería tener su oración contestada, es Jesús, el Hijo de Dios. No tenía ningunas dudas, es la voluntad de Dios y es para la gloria de Dios.
  • Por otro lado es la realidad: rara vez hemos experimentado esa perfecta unidad. El mundo sigue en su incredulidad y Dios no es glorificado.

Me anima a saber que incluso Jesucristo no tenía todas sus oraciones contestadas. La única solución que yo puedo sugerir para este dilema es el libre albedrío del ser humano y el dominio del maligno y el pecado en este mundo, lo cual nos hace anhelar aún más estar con Jesús en su reino.

Que estén conmigo y vean mi gloria

24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

Sí, Dios tiene un propósito para nosotros en el mundo, pero Jesús nos quiere consigo en el cielo, y nos está preparando un lugar ahora mismo. ¿Estás emocionado por la expectativa de estar con Jesús y ver su gloria?

El amor de Dios en nosotros, y Cristo en nosotros

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

Conocer a Dios es un proceso que incluye el estudio de la Biblia, conocer mejor a Dios y estar lleno de su amor. Y no es solamente su amor en nosotros, sino Cristo mismo en nosotros. Son tres palabras sencillas que terminan esta oración, pero son asombrosas: Cristo vive en ti. ¡Tienes que meditar en todo lo que implica para la vida diaria!

¿Qué es el mensaje de Dios para ti?

Esta oración es una comunicación íntima entre Jesús y su Padre, pero también llena de desafíos para nosotros:

  • ¿Conoces el plan de Dios para tu vida? ¿La obra que Él tiene para ti? ¿Estás trabajando en esa obra?
  • ¿Tienes el gozo de Jesús?
  • ¿Estás experimentando la unidad perfecta con otros hermanos en Cristo?
  • ¿Estás manifestando el nombre de Jesús al mundo en palabras y buenas obras? ¿Vives con el conocimiento que Jesús te envió al mundo?
  • ¿Cuidas a la gente que Dios te ha confiado con el entendimiento que eres un mayordomo, que ellos son de Dios, y Él los dio a ti?
  • ¿Conoces ese mismo amor que el Padre tiene para Jesús?
  • ¿Andas con el conocimiento que Cristo vive en ti?
  • ¿Estás glorificando a Dios?