Cómo obtener respuestas a tus oraciones

Hemos visto en el Padre Nuestro que la oración consta de varios elementos (adoración, confesión, petición y guerra espiritual), pero para la mayoría de los cristianos, la oración es una manera de conseguir lo que queremos de Dios. Tenemos mucho que aprender sobre la adoración, confesión, y guerra espiritual, pero la Biblia también nos anima a entregar nuestras peticiones a Dios. Jesús nos enseñó cómo tener respuestas a nuestras oraciones, comenzando con la introducción al Padre Nuestro, en Mateo 6:

»Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. 

Ora en humildad, no para impresionar a otros

Siempre habrá hipócritas. Ellos oran también, pero con oraciones largas y elocuentes, para impresionar a otros con su espiritualidad. Si es la alabanza de los hombres que buscas en la oración, la recibirás, pero nada más. Dios no está impresionado.

En otra ocasión Jesús compartió una parábola para enfatizar este punto:

A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo”. En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”

»Les digo que este, y no aquel, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:9-14).

¿Quién es más vulnerable a este pecado? Pueden ser líderes, y creyentes con más conocimiento y experiencia con el Señor. El problema aquí es alguien:

  • Quien tiene confianza en sí mismo.
  • Quien es muy confiado de su propia justicia.
  • Quien desprecia y menosprecia a los demás.

Esa persona tiende a orar consigo mismo; Dios no escucha esa oración, sino la oración de los humildes. ¿Es tu humildad evidente en tus oraciones? ¿O vienes a Dios con arrogancia, exigiéndole que haga las cosas como tú quieras?

Ora en secreto

Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. 

Qué bueno saber que Dios ha oído tu clamor. Él sabe todo lo que sucede en ese cuarto, y seguramente te recompensará por cada oración sincera que le ofrezcas.

No es malo orar en voz alta en la iglesia o con unos hermanos, pero el fundamento de nuestra oración es una relación íntima con nuestro Padre. A veces hay mucha bulla en la iglesia, y hallamos a Dios en lo secreto. Puede ser necesario levantarte temprano de mañana para estar a solas con Dios, o pasar una noche en oración, o salir de la casa de vez en cuando para ir un lugar solitario.

Este fue el ejemplo que Jesús ofreció a sus discípulos:

  • Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar (Marcos 1:35).
  • Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar (Lucas 5:16).
  • Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios (Lucas 6:12).
  • Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas (Mateo 14:23).

¿Tienes ese lugar privado? ¿Un espacio quieto donde puedes hablar con libertad a tu Padre?

Ten cuidado de vanas repeticiones

Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan.

Esto plantea dos cuestiones importantes:

  1. ¿Cuántas veces tenemos que repetir una oración?

Otras traducciones nos ayudan a entender mejor lo que Jesús quiere decir:

»Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. (DHH)

»Cuando ores, no parlotees de manera interminable como hacen los seguidores de otras religiones. Piensan que sus oraciones recibirán respuesta solo por repetir las mismas palabras una y otra vez. (NTV)

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (RVR)

El problema es la “vana repetición.” La oración es comunicación con Dios. Él busca un corazón sincero, que honestamente expresa adoración y gratitud, juntamente con peticiones. Una oración larga o con muchas palabras no necesariamente garantiza una respuesta. A veces se puede hacer una oración escrita, pero no es necesario repetirla muchas veces. Puede que no tengas palabras elocuentes, pero en la oración privada, Dios solo quiere conversar contigo.

  1. Si Dios sabe lo que necesitas antes de pedírselo, ¿por qué orar? ¿O debes simplemente darle gracias con la fe y la certeza que Él ya sabe, y va a proveer lo que necesitas? Otra vez, el error es pensar que la oración obliga a Dios a hacer nuestra voluntad. Podemos acercarnos con confianza a Abba Padre y compartir nuestros corazones con Él. Él quiere escucharlo todo, pero tal como con un padre terrenal, no solo le suplicas para más bendiciones.

La importancia de la perseverancia

Tenemos que balancear estas dos cuestiones con otras enseñanzas de Jesús. Él también insta a la perseverancia en nuestras oraciones:

Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario”. Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».

Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lucas 18:1-8)

El propósito de Jesús al contar esta parábola es claro: siempre debes orar, y no desanimarte. Hay un juez que posee mucha autoridad y el potencial de ayudar a una pobre viuda. Para hacer su punto más fuerte, Jesús representa a este juez como muy duro, sin ningún temor de Dios. A pesar de su corazón endurecido, la persistencia de la viuda lo estaba volviendo loco, y para no agotarse, le concede su petición.

Si un juez injusto responde a la persistencia, cuánto más nuestro Padre amoroso:

  • Tú eres su escogido, su hijo adoptado amado.
  • Sí, Dios te hará justicia, y sin demora.
  • Hay que clamar a Dios día y noche, pero no con vanas repeticiones.
  • Dios no tardará mucho en responderte (¡tal vez mucho para ti!).
  • A pesar de estas promesas y el carácter de nuestro Dios, hay pocos como esta viuda con la fe para perseverar y recibir de su Padre.

Hay otra parábola similar:

»Supongamos —continuó— que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle”. Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”. Les digo que, aunque no se levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite.

»Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» (Lucas 11:5-13)

Esta vez un amigo te suplica, pero es tarde y estás acostado (tal vez en un momento íntimo con tu esposa). No quieres ser molestado, pero debido a la audaz insistencia del amigo, le das el pan. Hay lugar en la oración para impertinencia, persistencia, audacia e insistencia.

Pedir, buscar, y llamar

Esas palabras en Lucas son casi idénticas a lo que Jesús dijo en el Sermón del Monte:

»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7:7-11)

Estos son mandamientos, pero también hay promesas preciosas aquí:

  • Hay que pedirle a Dios, y seguir pidiendo. El verbo es progresivo, que significa no solo una vez, sino tal vez pedir hasta que lo recibas. Ese es el problema que Santiago señala en el capítulo 4, verso 2, de su carta: No tienen, porque no piden. Pero Santiago luego explica por qué a veces, a pesar de esta promesa, no recibimos: Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones (verso 3). Si tenemos buenas intenciones y pedimos conforme al corazón de Dios, recibiremos lo que pedimos.
  • Hay que buscar a Dios, buscar su rostro y buscar su voluntad. El judío pensaría en estas promesas de Jeremías: Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón (Jeremías 29:11-13). La primera parte es bien conocida; nos gusta la promesa de planes buenos que el Señor tiene para nosotros. Pero la promesa se da en el contexto de orar y buscar a Dios con todo tu corazón. Muchas veces no encontramos a Dios porque no lo buscamos y no oramos con todo nuestro corazón; no buscamos Él, sino su bendición.
  • Cuando llamas a la puerta, Dios te la abrirá. Pero, ¿cuál puerta? Muchos de nosotros llamamos a la puerta equivocada y estamos decepcionados cuando nadie la contesta, o si otra persona la contesta. Yo veo esta puerta como la puerta del cielo, la puerta del lugar santísimo. Hay una progresión aquí: primero pedimos, entonces buscamos el rostro de Dios y al final simplemente queremos entrar en su presencia. Puede ser también que hay puertas de servicio a Dios, puertas de oportunidades que Dios tiene para ti: Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar (Apocalipsis 3:8).

Entonces Jesús, otra vez pensando en el juez injusto o el vecino molesto, compara a Dios con un padre terrenal. Cualquier padre le daría a su hijo un pan cuando le pide (y no algo venenoso como una serpiente); ¡cuánto más tu Padre celestial te dará cosas buenas!

¿Tienes ese concepto de Dios? Te ama aún más de lo que amas a tu hijo, y quiere bendecirte y responder a tus peticiones. En Lucas, Jesús dice que seguramente Dios te dará su Espíritu Santo. ¿Le has pedido la plenitud de su Espíritu?

Con estas enseñanzas Jesús quiere motivarnos a orar más. Dios es tu Padre amoroso. Quiere oír tu petición. Quiere conversar contigo. Tiene cosas buenas para ti. Si estás desanimado con la oración, es hora de volver a ese lugar secreto y buscar a Dios. Él te espera allí. Piensa en la viuda y el vecino; día y noche acércate a Dios, y derrama tu dolor, tus deseos y tu corazón ante Él. La oración es sencilla, ¡pero muy rica y poderosa!

Pide, y se te dará; busca, y encontrarás; llama, y se te abrirá. Porque cuando pides, recibirás; cuando buscas (de todo corazón), encontrarás; y cuando llamas, se te abrirá.