Ayunar como Jesús ayunó

El ayuno es otra forma de comunicación con Dios. No hay duda de que es bueno ayunar, y es bíblico, pero el Nuevo Testamento dice muy poco al respecto.

La única enseñanza de Jesús acerca del ayuno

Inmediatamente después de su enseñanza sobre la oración en el Sermón del Monte, Jesús dijo:

»Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará (Mateo 6:16-18).

¿Que aprendemos aquí acerca del ayuno?

  • Jesús dice “cuando,” y no “si.” Era su expectativa que el ayuno sería parte de la vida del creyente.
  • El ayuno, como la oración, es privado. Claro que hay ayunos congregacionales, y a veces tenemos que compartir con un familiar que estamos ayunando. Pero debemos seguir con la vida normal; la expectativa de Jesús es que estemos con otras personas, y que mantengamos nuestra rutina diaria.
  • A veces se puede retirarse de tu vida normal por un tiempo intenso de ayuno y oración.
  • El Padre promete recompensarnos. La redacción es casi igual a lo que Jesús dijo acerca de la oración.
  • Si ayunamos para impresionar a otros con nuestra espiritualidad, esa será nuestra recompensa; Dios no está impresionado.

El ayuno en la vida de Jesús y sus discípulos

Los 40 días de tentaciones en el desierto fue el único ayuno registrado de Jesús:

Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre (Mateo 4:2).

Ese ayuno parece haber preparado a Jesús para la intensa prueba y tentación con el diablo. Con esos 40 días Jesús siguió el ejemplo de grandes hombres del Antiguo Testamento, sobre todo el “campeón” del ayuno, Moisés, quien probablemente ayunó más que nadie, y con razón: él tenía una tarea sumamente difícil.

Una de las críticas de los líderes religiosos acerca de Jesús y sus discípulos fue su falta de ayunar:

Algunos le dijeron a Jesús: ―Los discípulos de Juan ayunan y oran con frecuencia, lo mismo que los discípulos de los fariseos, pero los tuyos se la pasan comiendo y bebiendo.

Jesús les replicó: ―¿Acaso pueden obligar a los invitados del novio a que ayunen mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; en aquellos días sí ayunarán (Lucas 5:33-35).

Esta parte es clara:

  • El ayuno era normal para gente religiosa. Dos grupos muy distintos, ambos reconocidos como muy espirituales (los discípulos de Juan Bautista y los fariseos), ayunaban con frecuencia. Aunque Jesús pudo haber incluido a los fariseos entre los hipócritas que Él condenó en Mateo 6, vería a los discípulos de Juan como sinceros.
  • No es la primera vez que Jesús fue interrogado acerca de festejar; sus discípulos también tenían la reputación de gozarse de la vida, con mucha comida y bebida.
  • Jesús no defiende ni justifica a sus discípulos. No sabemos si su audiencia se dio cuenta de que Jesús se refirió a sí mismo como el Novio, o si cuestionaron cuándo y cómo el Novio sería quitado. Sabemos que muchos de los judíos no lo aceptaron como el Mesías, pero es lógico que en presencia del Novio los discípulos se regocijen y celebren.
  • Mientras esperamos su venida, el ayuno debe ser parte de nuestras vidas.

Ahora Jesús utiliza tres ejemplos de sentido común para comunicar la misma idea:

Les contó esta parábola: ―Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.  Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán.  Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.  Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor” (Lucas 5:36-39).

Se encuentra pasajes casi idénticos en Mateo 9:14-17 y Marcos 2:18-22. Es claro que la parábola tiene que ver con el ayuno, pero, ¿cómo?

  • Hay un vestido viejo que necesita reparación. La persona también tiene un vestido nuevo, pero los dos son incompatibles. Quitar un retazo del nuevo se arruina ese y no funciona con el viejo. Mejor tirar el viejo y guardar el nuevo.

 

  • Vino nuevo no es compatible con odres viejos. Si intentas llenar los viejos, el odre se arruina, y el vino nuevo se pierde. El viejo odre ya cumplió su función; ahora tienes que tirarlo y usar un odre nuevo.

 

  • El tercer ejemplo parece como una contradicción. Los primeros nos animan a abandonar lo viejo y quedarnos con lo nuevo. Pero con vino, añejo es mejor. Parece que su mensaje es no mirar atrás, y no caer en la nostalgia y volver al vino añejo. Puede parecer mejor, pero tarde o temprano tienes que ir con el vino nuevo.

En el contexto del ayuno, entonces, parece que Jesús quiere decir que las normas y prácticas del viejo pacto no necesariamente se aplican en el reino que Él está proclamando. Tratar de aplicarlas o modificarlas para el nuevo pacto no funcionará. Él está haciendo todo nuevo. Sí, sus discípulos van a ayunar, pero no se verá como se veía bajo la ley.

La única otra vez que Jesús mencionó el ayuno era en el caso del muchacho endemoniado que los discípulos no podían ayudar (Mateo 17:14-20 y Marcos 9:14-29). Jesús les dijo a sus discípulos que ese género no sale excepto con el ayuno y la oración, e implica que el ayuno aumenta la autoridad espiritual.

Hay dos ayunos registrados en Hechos:

Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hechos 13:2-3).

El ayuno les dio más autoridad para esta tarea tan especial de escuchar a Dios, separar a unos como misioneros y despedirlos. Parece que Pablo y Bernabé aprendieron de esta experiencia, porque cuando instalaron a líderes en una iglesia nueva, estaban en ayuno:

Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (Hechos 14:23).

El ayuno en el Antiguo Testamento

La palabra hebrea que se traduce “ayuno” literalmente significa “cubrir la boca;” en algunos casos usaban una palabra que significa “afligirse el alma.” Es una manera de negarse a sí mismo y humillarse. El Señor incluye ayuno, llantos y lamentos como signos del verdadero arrepentimiento: «Ahora bien —afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos» (Joel 2:12).

El único ayuno requerido bajo la ley era para el día de expiación (Levítico 23:27-29). La penalidad para no participar era la muerte. Varias veces un rey convocó un ayuno nacional, y había ayunos para ocasiones especiales, para buscar a Dios o para arrepentirse. David ayunó por la curación de su hijo (2 Samuel 12:16). Para un tiempo de buscar a Dios, Daniel oró y ayunó, y a la misma vez se humilló con tela de áspera y cenizas: “Así que dirigí mis ruegos al Señor Dios, en oración y ayuno. También me puse ropa de tela áspera y arrojé cenizas sobre mi cabeza” (Daniel 9:3).

La enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte no era nueva; también quedó claro en el Antiguo Testamento que para un ayuno eficaz el corazón tiene que estar bien con Dios:

Dejen de traerme sus regalos sin sentido. ¡El incienso de sus ofrendas me da asco! En cuanto a sus celebraciones de luna nueva, del día de descanso y de sus días especiales de ayuno, todos son pecaminosos y falsos. ¡No quiero más de sus piadosas reuniones! (Isaías 1:13, NTV)

El pasaje más largo y más famoso acerca del ayuno (Isaías 58) amplifica el mismo tema:

1»¡Grita con toda tu fuerza, no te reprimas!
Alza tu voz como trompeta.
Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías;
sus pecados, a los descendientes de Jacob.
Porque día tras día me buscan,
y desean conocer mis caminos,
como si fueran una nación
que practicara la justicia,
como si no hubieran abandonado
mis mandamientos.
Me piden decisiones justas,
y desean acercarse a mí,
y hasta me reclaman:
“¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta?
¿Para qué nos afligimos, si tú no lo notas?”

Buscar a Dios, escuchar las enseñanzas acerca de sus caminos, orar a Dios (pedir decisiones justas), desear acercarse a Él y ayunar: todos son buenos, pero no impresionan a Dios si el corazón no está bien. Israel hizo todas esas cosas. Estaban perplejos porque les parecía que Dios no tuvo en cuenta su ayuno, sino estaban ciegos: andaban en desobediencia y rebelión (habían abandonado sus mandamientos) y no practicaban la justicia. ¡Suenan como muchos cristianos hoy!

»¡Les diré por qué! —les contesto—.
Es porque ayunan para complacerse a sí mismos.
Aun mientras ayunan,
oprimen a sus trabajadores.
¿De qué les sirve ayunar,
si siguen con sus peleas y riñas?
Con esta clase de ayuno,
nunca lograrán nada conmigo.
Ustedes se humillan
al hacer penitencia por pura fórmula:
inclinan la cabeza
como cañas en el viento,
se visten de tela áspera
y se cubren de cenizas.
¿A eso le llaman ayunar?
¿Realmente creen que eso agrada al Señor?

¡Dios afirma que es bueno ayunar! El cielo atenderá los ruegos de alguien que ayuna correctamente, pero el ayuno es más que negarse comida (u otra cosa placentera). Es más que mortificarse religiosamente, hacer duelo e inclinar la cabeza como un junco. ¡Es posible ayunar para complacerse a sí mismo! Mientras ayunan, oprimen a sus trabajadores y entran en peleas y riñas.

»El ayuno que he escogido,
¿no es más bien romper las cadenas de injusticia
y desatar las correas del yugo,
poner en libertad a los oprimidos
y romper toda atadura?
¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento
y dar refugio a los pobres sin techo,
vestir al desnudo
y no dejar de lado a tus semejantes?
Si así procedes,
tu luz despuntará como la aurora,
y al instante llegará tu sanidad;
tu justicia te abrirá el camino,
y la gloria del Señor te seguirá.
Llamarás, y el Señor responderá;
pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!”

Sí, es bueno buscar a Dios y abstenerse de comer, pero Él nos llama a acompañar el ayuno con actos de justicia:

  • Romper las cadenas de injusticia.
  • Desatar las correas del yugo.
  • Poner en libertad a los oprimidos.
  • Romper toda atadura.
  • Compartir el pan con el hambriento.
  • Dar refugio a los pobres que están sin hogar.
  • Vestir al desnudo.
  • No esconderse de parientes que precisen ayuda.

Con ese ayuno, Dios nos promete que:

  • Nuestra luz despuntará como la aurora.
  • Nuestra sanidad llegará al instante.
  • Nuestra justicia nos abrirá el camino.
  • La gloria del Señor nos seguirá.
  • El Señor responderá cuando llamamos.
  • Él dirá “¡Aquí estoy!” cuando pedimos ayuda.

»Si desechas el yugo de opresión,
el dedo acusador y la lengua maliciosa,
10 si te dedicas a ayudar a los hambrientos
y a saciar la necesidad del desvalido,
entonces brillará tu luz en las tinieblas,
y como el mediodía será tu noche.
11 El Señor te guiará siempre;
te saciará en tierras resecas,
y fortalecerá tus huesos.
Serás como jardín bien regado,
como manantial cuyas aguas no se agotan.
12 Tu pueblo reconstruirá las ruinas antiguas
y levantará los cimientos de antaño;
serás llamado “reparador de muros derruidos”,
“restaurador de calles transitables”.

13 »Si dejas de profanar el sábado,
y no haces negocios en mi día santo;
si llamas al sábado “delicia”,
y al día santo del Señor, “honorable”;
si te abstienes de profanarlo,
y lo honras no haciendo negocios
ni profiriendo palabras inútiles,
14 entonces hallarás tu gozo en el Señor;
sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar,
y haré que te deleites
en la herencia de tu padre Jacob».
El Señor mismo lo ha dicho.

El ayuno puede ser poderoso, pero Dios prefiere una vida santificada todos los días. Específicamente Dios nos llama a:

  • Desechar el yugo de opresión.
  • Dejar de señalar con el dedo acusador.
  • Dejar de esparcir rumores maliciosos.
  • Dedicarnos a ayudar a los hambrientos y saciar la necesidad del desvalido.
  • Dejar de profanar el sábado y hacer negocios ese día.
  • No usar palabras inútiles.
  • Disfrutarnos en los servicios en la iglesia y honrar a Dios.

Entonces Dios promete:

  • Hacer brillar nuestra luz en las tinieblas.
  • Hacer nuestra noche como el mediodía.
  • Guiarnos siempre.
  • Saciarnos en tierras resecas.
  • Fortalecer nuestros huesos.
  • Hacernos un jardín bien regado y manantial cuyas aguas no se agotan.
  • Llamarnos “reparador de muros derruidos” y “restaurador de calles transitables.”
  • Que hallemos gozo en el Señor.
  • Hacernos cabalgar sobre las cumbres de la tierra.
  • Hacer que nos deleitemos en nuestra herencia.

Conclusiones

Este no es un estudio exhaustivo sobre el ayuno, y no intenta tocar cuestiones prácticas de cómo ayunar. Hay muchos libros y páginas en Internet para ayudarnos en esas cuestiones; aquí he querido estudiar los pasajes en los evangelios sobre el ayuno y motivarte a ayunar de una manera que agrada a Dios. Si el ayuno no ha sido parte de tu vida espiritual, puede ser muy rico empezar a ayunar. Busca a Dios y sé obediente cuando Él te llame a ayunar.

 

Montes tirados al mar, tres claves para oración contestada, y Jesús agonizando en oración

Montes tirados al mar

¡Qué bendición tener la fe para tirar un monte al mar (o simplemente obtener lo que pedimos en oración)! Jesús dice que es posible. En esta primera porción nos enseña lo que es necesario, y lo hace parecer muy sencillo:

―Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que, si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán. Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados (Marcos 11:22-25).

Mateo nos da la misma historia y su contexto (pero no incluye el último verso acerca del perdón):

Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas. ―¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo. Y al instante se secó la higuera. Los discípulos se asombraron al ver esto. ―¿Cómo es que se secó la higuera tan pronto? —preguntaron ellos.

―Les aseguro que, si tienen fe y no dudan —les respondió Jesús—, no solo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, y así se hará. Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración (Mateo 21:18-22).

Primero, unas palabras importantes:

  • Tengan fe. La fe tiene que ser en Dios. Cuando decimos algo, hay que decirlo creyendo.
  • Jesús quiere dar énfasis a la certeza de lo que dice: Les aseguro.
  • No es solo para gigantes de la fe, es para alguno, cualquier creyente.
  • Cuando pedimos algo, hay que creer que ya hemos recibido todo lo que hemos pedido. Hecho está. Ahora puedes dar gracias a Dios por su respuesta.

Hay dos cosas que nos pueden robar de la respuesta:

  • La menor duda. Es muy común tener alguna duda. Luchamos con las dudas. Pero Jesús dice que la menor duda puede detener el mover de Dios.
  • Falta de perdón. Si hay pecado que no hemos confesado a Dios, para que no hemos recibido su perdón, no veremos el milagro. Y para ser perdonado, primero tenemos que perdonar a otros. Jesús sabe que a veces te des cuenta que tienes que perdonar a alguien mientras estás orando.

El medio hermano de Jesús escribió:

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace (Santiago 1:5-8).

  • Otra vez, es cualquiera, porque Dios da a todos generosamente. Incluso a ti.
  • El único requisito es pedirle con fe.
  • Aquí, la duda es muy seria. La persona que duda no va a recibir cosa alguna del Señor.

La higuera puede parecer muy insignificante, pero si aprendemos a caminar con esa fe, podemos andar con ese poder. Con fe podemos decir algo (¡incluso algo que parece frívolo como quitar un monte y tirarlo al mar!), y lo obtendremos.

¿Cuáles son tus dudas? Confiésalas al Señor y pide su ayuda para vencerlas. Tu fe no depende de tus emociones, sino de las verdades de la Palabra de Dios. Estudia la Biblia, la apologética (las razones por nuestra fe) y los testimonios de otros creyentes. Evita literatura, sitios web o amigos que socavan tu fe. Congrégate con otras personas de fe; la adoración, la predicación de la Palabra y la presencia de Dios silencian las dudas.

¿Eres indeciso e inconstante en todo lo que haces? Puede ser que tienes un problema más fundamental que simples dudas acerca de tu fe. Examínate a ti mismo para ver las raíces de ello, y busca ayuda si es necesario. Cristo te quiere firme en tu fe, no agitado y llevado de un lado a otro por el viento.

Claves para oración contestada del aposento alto

Puede parecer que Jesús no escogió sus palabras con mucho cuidado, porque hay varios “cheques en blanco” para la oración, usando la palabra “todo.” Por ejemplo, hay cuatro promesas de oración contestada en su discurso en el aposento alto:

Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.  Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré (Juan 14:13-14).

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá (Juan 15:7).

No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre (Juan 15:16).

En aquel día ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.  Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa (Juan 16:23-24).

Otra vez Jesús usa palabras impresionantes:

  • Es “cualquier cosa,” “todo lo que le pidan” al Padre. Pueden pedir “lo que quieran, y se les concederá.”
  • Jesús utiliza varias palabras para dar más fuerza a la promesa: Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
  • Dios es glorificado cuando Él contesta nuestras peticiones (¡y Él quiere glorificarse!).
  • La oración contestada nos ayuda a cumplir con nuestra comisión para ser fructíferos. Cuando la petición tiene que ver con ese fruto, seguro que Dios nos la concederá.
  • Experimentamos la plena alegría de Jesús cuando Dios contesta nuestras oraciones.
  • En este caso, la oración consiste de peticiones. ¡Está bien pedirle a Dios!

Con todo ese ánimo, ¿por qué no obtenemos más de lo que pedimos de Dios?

  • Hay que pedir “en su nombre;” como si fuese Jesús mismo haciendo la petición. Tenemos que alinear nuestros corazones con el suyo. Tal vez Juan se acordó de esa noche en el aposento alto cuando escribió: Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye (1 Juan 5:14). La petición tiene que ser “conforme a su voluntad.”
  • Tenemos que permanecer en Jesús y sus palabras en nosotros. Si descuidamos esa relación con Jesús y no andamos conforme a su Palabra, toda nuestra vida espiritual se verá afectada. Nuestra vida de oración sufrirá, y nos faltará esa comunión con Cristo.
  • La otra razón viene de Santiago 4:2-3: No tienen, porque no piden. Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones. A veces es simplemente que no pedimos; no estamos pasando suficiente tiempo en oración. Pero más común es pedir egoístamente, para nuestro placer y beneficio.

Un ejemplo de Jesús agonizando en oración

Esta es la última oración registrada de Jesús:

Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar».  Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo».

Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».

Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil».

Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».

Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo.

Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!» (Mateo 26:36-46)

En la angustia, necesitamos el apoyo y la presencia de amados hermanos en Cristo. Lamentablemente, los tres discípulos más cercanos de Jesús no pudieron cumplir esa simple solicitud; no pudieron velar con Jesús ni por una hora. Estaban dormidos. Y nosotros caemos en lo mismo: Dormimos y descansamos cuando más necesitamos vigilar y resistir al maligno. Oramos en el Padre Nuestro: “No nos metas en la tentación;” Jesús dice aquí que tenemos que orar y estar alerta para no caer en la tentación. La triste realidad para muchos de nosotros con respecto a la oración es que el cuerpo (la carne) es débil.

Algunos enseñan que nunca se debe decir “si es tu voluntad” en nuestras oraciones. Dicen que es una falta de fe; simplemente tenemos que declarar lo que queremos que Dios haga; casi mandamos a Dios a hacer las cosas de acuerdo con nuestra voluntad. Pero eso va en contra de la sumisión evidente en el Padre Nuestro (Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo), y también en esta oración de Jesús. Jesús pidió evitar la cruz “si es posible,” pero se sometió a la voluntad de su Padre: “no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” Estaba luchando por su vida; tres veces pidió lo mismo. Es posible que el autor de Hebreos haya hecho referencia a esta oración:

En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión (Hebreos 5:7).

Dice que fue escuchado, pero no recibió lo que estaba pidiendo. Entonces, a pesar de todas estas promesas de recibir lo que pedimos, a fin de cuentas todavía tenemos que someternos a la voluntad de Dios. Pero, ¿no crees que Él sabe mejor? ¡Toda buena dádiva viene de nuestro Padre! ¡Confía en Él!

¡Ora!

Hemos visto una y otra vez que Dios quiere comunicarse con nosotros y contestar nuestras oraciones, y nos ha dado muchas promesas preciosas para animarnos a orar. La oración es un asunto profundo; hay muchos libros escritos al respecto, pero no es complicada ni difícil. ¡Lo más importante es hacerlo!

 

El Padre Nuestro: Mateo 6:9-13

Ya que tú has nacido de nuevo y tomaste la decisión de andar como tu Señor anduvo, es muy importante mantener una comunicación abierta con Él. Tienes que hablar con Él y aprender a escuchar su voz.  ¿Cómo te sientes acerca de tu vida de oración? La mayoría de los cristianos están de acuerdo que es muy importante, pero también confiesan que no están satisfechos con ella.

Es interesante que Jesús nos advierte del peligro de “vanas repeticiones” y nos animó a orar sencillamente, del corazón. Al principio, parece que una oración “fórmula” va en contra de su enseñanza, sobre todo si, como algunas personas, haces muchas repeticiones.

Cuando yo tenía tal vez tres años, mi madre me enseñó una oración muy simple que recé cada noche antes de acostarme. Varios años después, me enseñó esta oración. Me sentí muy grande; me había graduado, y ahora podía orar la Oración del Señor. Por muchos años la oré cada noche. Creo que es la oración mejor conocida en el mundo. Es muy probable que tú también la aprendiste como niño, y la has orado muchas veces. Pero, ¿de verdad entiendes lo que significa?

»Ustedes deben orar así:

Padre

Qué bueno es comenzar el día con el conocimiento que tenemos un Padre vivo. Mi padre murió en 1978. Era un buen hombre, cristiano, pero muy reservado. Yo era bendecido por tener a un padre en el hogar, pero me siento como si nunca lo hubiese conocido. Durante muchos años yo anhelaba el consejo, la aprobación y el abrazo de un padre. Sentí un vacío en mi corazón. He oído demasiadas historias de padres abusadores, adictos y ausentes. Muchos ni aun saben quién es su padre.

Pues, tú tienes un Padre que te ama tanto que envió a su Hijo unigénito para morir por ti. Él quiere abrazarte. Él te ha adoptado como su hijo. Nos acercamos al Dios todopoderoso con esa intimidad de un hijo amado con su Abba Padre. Jesús ya habló de esta relación en los versículos justo antes de esta oración:

Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.  No sean como los gentiles, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan (Mateo 6:6 y 8).

El pasaje paralelo en Lucas termina con Jesús hablando del Padre:

»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» (Lucas 11:11-13).

Esta relación padre/hijo es el fundamento necesario para toda oración. Si no estás reconciliado con tu Padre celestial, si no eres salvo y adoptado como su hijo, primero tienes que aceptar a su Hijo Jesús y entregar tu vida a Dios.

Nuestro

Hay intimidad cuando vienes a solas a tu Padre, pero también es nuestro Padre. Él tiene una familia muy grande, pero siempre tiene el tiempo para atender a cada uno de sus hijos. Físicamente Él no está presente con nosotros, pero tenemos a muchos hermanos para apoyarnos en las pruebas de esta vida. ¡Nunca debes sentirte solo!

Yo tengo a una hermana mayor. Doy gracias a Dios por ella, pero siempre anhelaba hermanos. Quería muchos hijos, pero solo tengo a un hijo. ¡Ahora tengo una familia muy grande! Y para muchos, esta familia es mucho mejor que nuestra familia carnal. Incluso Jesús (en Mateo 12:46-50) dijo:

Mientras Jesús le hablaba a la multitud, se presentaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera, y deseaban hablar con él. Alguien le dijo: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo.

—¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? —replicó Jesús. Señalando a sus discípulos, añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Que estás en el cielo

Muchos niños ven a su papá casi como un dios. Le admiran, y no les importa que tenga un trabajo muy humilde. Pero el joven entiende que un padre con mucho dinero e influencia tiene el potencial para ayudarle bastante. ¡Imagínate el impacto de tener un papá como presidente! Pues, tu Padre está en el cielo. Él es todopoderoso, soberano, bueno y cariñoso.

Jesús y su Padre ahora mismo están preparando un lugar para ti. La fiesta empieza con las bodas del Cordero; luego vas a recibir tu corona y tu asignación en su reino.

Santificado sea tu nombre

Pedimos que el nombre de Dios sea santificado, pero ¿quién lo santifica? Nosotros. Sabemos que en la Biblia un nombre no es simplemente “Jehová” o “Dios.” Su nombre es todo lo que Él es, todos sus atributos. Esta frase expresa el anhelo que debemos de tener para glorificar a nuestro Padre. Le queremos exaltado, y vamos a hacer todo lo posible para traer honor a Él, y, a través de nuestras palabras y acciones, estimular a otros a darle el honor que merece.

Esta actitud refleja nuestro respeto para el tercero de los diez mandamientos:

No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. (Éxodo 20:7, RVR; NTV: No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios. El Señor no te dejará sin castigo si usas mal su nombre.)

 10 Venga tu reino

El reino de Dios era uno de los temas principales en las enseñanzas de Jesucristo. Decir “venga tu reino” reconoce que Dios ya tiene un reino, pero no está establecido todavía en la tierra; es por venir. Mientras tanto, nosotros tenemos la responsabilidad y la oportunidad para extenderlo. Como dijo Francis Schaeffer: “Debe ser sanidad substancial ahora en todas las áreas de alienación causada por el pecado, y sanidad total cuando Cristo viene.” El reino de Dios está presente dondequiera que Cristo reina. Empieza en tu corazón; el reino está dentro de ti. Debe estar presente en una iglesia o ministerio, y en algunas situaciones puede estar presente en una comunidad o trabajo.

Decir “venga tu reino” reconoce la tensión para nosotros: estar en este mundo, en medio del reino de las tinieblas, y saber que Dios tiene mucho más para nosotros. Su reino estará establecido cuando Cristo venga; esta oración expresa nuestro anhelo por su regreso.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Una parte importante del reino es la absoluta autoridad del Rey. En el cielo hay sumisión a su señorío y obediencia total; su voluntad siempre se hace allí.

Es fácil pensar que Dios debe imponer su voluntad sobre nosotros, pero nos ha dado libre albedrío. El cumplimiento de su voluntad aquí en la tierra comienza con nosotros, y las decisiones que tomamos:

Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2).

Si en serio queremos hacer su voluntad, tenemos que escudriñar las escrituras y orar con corazones abiertos para discernirla. ¿Qué sabes acerca de su voluntad?¿Tienes alguna idea de la voluntad de Dios para tu vida y tu familia? ¿Cómo es el cielo?

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.

Jesús dijo “No solo de pan vive el hombre” (Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3), así que sabemos que esta petición es para más que pan. Creo que en este caso el “pan” es lo que nosotros en Costa Rica llamamos “el diario;” la comida que necesitamos para hoy. Reconocemos que todas las cosas que necesitamos proceden de Dios, y expresamos esa fe y confianza que Dios va a suplirlas.

Hay cuatro cosas notables aquí:

  1. De aquí en adelante todo es plural. Tal vez la iglesia en la cual me creí tenía razón al rezar siempre esta oración como congregación. La cultura occidental es individualista. Al contrario, la cultura del medio oriente (y en muchos casos la cultura latina) se centra en la comunidad. Dios nos salva para ser parte del Cuerpo de Jesús, la iglesia. Nos acercamos a Dios ahora con esa mentalidad, intercediendo por todo el pueblo de Dios.
  2. Jesús acaba de decir (verso 8): Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. Si Él ya lo sabe, y esto es algo tan fundamental, ¿por qué incluirlo en esta oración modelo? Parece ser expresar nuestra dependencia de nuestro Padre por todas las cosas de la vida.
  3. Estamos pidiendo pan, lo que necesitamos, y no cosas extravagantes. La Nueva Traducción Viviente lo traduce así: el alimento que necesitamos.
  4. Es el pan cotidiano, el pan de cada día. Hay que vivir un día a la vez (lo que no niega la importancia de planificar para el futuro y entregar esos planes a Dios). Hay que confiar en Dios cada día por el pan, tal como Israel salió cada mañana en el desierto por el maná. En el mismo capítulo Jesús nos advierte que no nos preocupemos por el futuro, y confiar en Dios día a día:

25 »Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?

28 »¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? 31 Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” 32 Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. 33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. 34 Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.

La corta frase “danos hoy el pan cotidiano” cubre todo lo que Jesús dice en estos versículos. Dejamos esas necesidades en las manos de Dios, confiados que Él va a suplir lo que necesitamos. La oración nos libra de preocupación, y la fe nos libra para dedicarnos a buscar el reino de Dios – la misma petición que acabamos de hacer (“que venga tu reino”). Nuestro Padre celestial nos añadirá todas las cosas que Él sabe que necesitamos; no tenemos que ocuparnos buscando riquezas y cosas materiales.

12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

Jesús no está pensando en deudas monetarias; la Nueva Traducción Viviente lo hace muy claro: “perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros.”

¡Alabado sea Dios por la certeza del pecado perdonado! Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1:9). No tenemos que ganar ese perdón, es por pura fe en la obra de Jesús en la cruz. No tenemos que rezar el Padre Nuestro unas cuantas veces. Por su gracia Dios nos perdona. Satanás, el acusador de los hermanos, siembra dudas acerca de nuestro perdón y nos condena, pero “ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Romanos 8:1).

Sin embargo, hay una condición muy importante para recibir ese perdón: tenemos que perdonar a los que han pecado contra nosotros. Como hemos perdonado: antes de venir a Dios en esta oración examínate para ver si hay alguien al que tienes que perdonar. Es tan importante, que inmediatamente después de la oración Jesús vuelve a enfatizarlo:

 14 »Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. 15 Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.

Jesús claramente dice que el perdón es condicional: si no perdonamos, no seremos perdonados por Dios. La falta de perdón puede impactar tu salvación e impedir tus oraciones. Dios no te manda a hacer algo imposible; Él te dará la gracia para perdonar.

Jesús también dedicó una parábola al tema:

Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: ―Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?

―No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—

»Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.  Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo”. El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad.

»Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré”. Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.

»Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano» (Mateo 18:21-35).

Jesús quiere hacerlo lo más claro posible: nuestra salvación y el perdón de pecado es condicional. Si no perdonamos (¡de corazón!) no seremos perdonados. Es imposible pagar una deuda tan grande desde la cárcel. La imagen de ser torturado puede ser el infierno. Dios es nuestro Padre – pero se enoja mucho con alguien que no perdona a otros después de experimentar su gran misericordia.

Nosotros – como Pedro – queremos saber el límite. Para él, perdonar siete veces era mucho. Es obvio que no vamos a contar setenta y siete veces (o, en algunos manuscritos, 70 X 7). Tenemos que seguir perdonando y no aferrarnos a nada contra nadie. ¿Por qué? Porque Dios nos ha perdonado tanto. Nosotros, como el siervo perdonado, queremos negociar con Dios. El siervo le pidió la oportunidad para pagar su deuda, lo cual sería imposible. Nuestra deuda ante Dios también es tan grande que no hay forma de pagarla. Es solo por la misericordia de Dios que somos justificados y perdonados de nuestros pecados; de la misma manera, siempre tenemos que mostrar misericordia hacia otros.

Una de las cosas más comunes que impide nuestras oraciones es la falta de perdón. ¿Hay alguien a quien tengas que perdonar?

13 Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”.

Comenzamos la oración en los brazos de nuestro Padre, en la gloria de su reino. Terminamos en términos muy prácticos, que reconocen la dificultad de vivir en este mundo:

  • Tenemos que pedir y trabajar por nuestro pan diario – no es garantizado.
  • Nosotros vamos a pecar; necesitamos perdón.
  • Otros van a pecar contra nosotros.
  • Habrá tentación.
  • Y, finalmente, hay un malvado, un diablo, que quiere atarnos.

Si creemos que podemos resistir la tentación en nuestra fuerza, o si creemos que ya somos tan espirituales que estamos libres de la tentación, es casi seguro que vamos a caer. La tentación no es pecado. Ya vimos en el capítulo 4 que Cristo fue tentado, y tenemos su modelo de cómo resistir la tentación. Vendrán tentaciones muy feas, que pueden hacernos cuestionar nuestra salvación, pero solo es pecado cuando caemos en la tentación.

Para no caer en ella, tenemos que reconocerla. Parte de esta petición es que Dios abriera nuestros ojos para ver cada tentación. Entonces reconocemos que Dios nos dará una salida de ella (los versículos que cité para memorizar en el capítulo 4):

Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.  Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir (1 Corintios 10:12-13).

La última petición (líbranos del maligno) realmente es una petición diaria para liberación. Muchas veces esperamos por alguien con un ministerio de liberación, o batallamos por años con malos hábitos y fortalezas del enemigo. Pero Jesús reconoce que Satanás siempre está trabajando para destruirnos. Dios quiere liberarnos de esas ataduras antes de que hagan mucho daño a nosotros y a otros.  Cada vez que oramos esta oración del Señor, vale la pena reflexionar sobre nuestras tentaciones, donde hemos caído, y las áreas donde necesitamos liberación. Entonces, en fe, destruimos esas fortalezas y en el Nombre de Jesús somos libres del maligno. Sí, ¡Jesús te quiere libre! Cuando el maligno vuelve a tentarte, clama al Señor nuevamente por su liberación.

Pues tuyo es el reino y el poder y la gloria por siempre. Amén.

Algunos manuscritos (no los mejores) agregan estas palabras, que acaban la oración devolviendo la mirada a Dios y exaltando su grandeza. ¡No queremos terminar pensando en el maligno!

Es probable que tú aprendiste la oración en otra traducción del griego, pero el significado es lo mismo. Para variedad, puedes leer varias versiones de la Biblia. Está bien orarla tal como es, o usarla como un modelo para tus oraciones. Algunos tienen temor de caer en una rutina o “vana repetición,” como otras iglesias. Si estás sincero y buscando al Señor, creo que no hay mucho peligro de eso. Fue Jesús que dijo deben orar así (verso 9), y, en Lucas (11:2) cuando oren, digan. Dedica un mes a aprender más acerca de esta oración y hacerla parte de tu vida.