Da generosamente, pero en secreto
1»Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa.
Hacer obras de justicia no es opcional para el discípulo de Jesucristo. El siguiente versículo dice “cuando,” no “si.” La cuestión es cómo lo hacemos, lo que revela nuestro corazón e impacta la recompensa que recibimos. Lo que ofrendamos a la obra del Señor, y lo que compartimos con los necesitados (ya sea bienes o dinero), revelan nuestra actitud hacia las cosas materiales. Si lo reconocemos como un regalo de Dios para administrar como mayordomos, ser generoso es natural. Dios es un dador, y Él está complacido con un corazón generoso. Pero si hacemos la obra con la expectativa de recuperar más, o para impresionar a otros con nuestra espiritualidad, Dios no se complace. Aunque no la hacemos para recibir una recompensa, perdemos la recompensa que nos corresponde. Gracias a Dios, los otros siempre se beneficiarán, a pesar de nuestros motivos equivocados.
2 »Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. 3 Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.
La imagen de anunciar nuestra limosna al son de una trompeta es ridícula, pero en la actualidad algunos dan por:
- Pagar menos impuestos (bajo las layes de los Estados Unidos, puedes deducir cualquier donación de tus ingresos).
- Ganar el favor de Dios.
- Recibir elogios de los hombres.
- ¡Hasta el extremo de insistir en un monumento, placa o noticia en un boletín para reconocer su generosidad!
No conocen al corazón de Dios, y Jesús los llama hipócritas.
- ¿Qué te ha dado Dios para manejar como mayordomo? ¿Eres fiel con esas bendiciones?
- ¿Dirías que tienes un corazón generoso?
- ¿Ayudas a otros para que puedas ser reconocido por los hombres? ¿O lo haces en secreto?
- ¿Has dado a otros – y te molesta porque parece que nadie lo reconoce?
Dios ve todo lo que haces en secreto (lo bueno y lo malo), y seguramente te recompensará.
¿Dónde está tu tesoro?
19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Jesús no dice aquí que es pecado ser rico o tener posesiones. Es una cuestión de prioridades, y la acumulación de tesoros. Otras traducciones dicen “almacenar,” “amontonar” o “hacer” tesoros para sí. Creo que todos nosotros sabemos la tendencia a acumular mucho más de lo que necesitamos. Se muestra cuando te mueves de una casa a otra. ¡Y muchas de esas cosas que nunca usamos! Muchos afirman con vehemencia que el versículo 21 no se aplica a ellos: Tienen muchos tesoros acumulados aquí en la tierra, pero creen que son buenos cristianos. Jesús diría que están engañados.
Hay mucha lógica en lo que Jesús dice. La persona con la casa grande o el carro lujoso necesita seguro, alarmas y candados para protegerlos. Siempre está pensando en la posibilidad de un ladrón o algún daño en el auto.
Hay gran libertad en pocas posesiones. Nuestra prioridad debe ser acumular tesoros en el cielo. ¿Cómo?
- Hacer buenas obras.
- Dar (en vez de acumular) nuestros bienes y dinero.
- Invertir en otras personas (en la evangelización, el discipulado y el uso de nuestros dones espirituales).
Es decir, todo lo que hacemos que tenga valor eterno.
Pablo refleja el corazón de Jesús en su consejo a los ricos:
A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera (1 Timoteo 6:17-19).
¡No es pecado tener una abundancia! ¡Dios nos da todas las cosas para disfrutarlas! Pero hay mucha tentación para que el rico ponga su esperanza en sus riquezas y confíe en ellas, y sea arrogante y orgulloso. Ya tienen su seguridad en este mundo, pero necesitan seguridad para el futuro, después de la muerte. Esa es la vida verdadera; no es la vida buena aquí en la tierra. ¿Cómo puedes atesorar para el cielo?
- Haciendo el bien.
- Siendo rico en buenas obras.
- Siendo generoso.
- Estando dispuesto a compartir lo que tienes.
Pablo no dice que deben vender todo y dárselo a los pobres, pero tienen que entregar sus riquezas a Jesús para que las use de acuerdo con su voluntad.
¿Dónde está tu tesoro?
- ¿Siempre estás pensando en algo más que quieres comprar?
- ¿Tienes muchas cosas almacenadas que nunca usas?
- ¿Has sufrido pérdidas por robo, incendio o tormenta? ¿Cómo respondiste?
- ¿Puedes decir que eres obediente a este mandato de Jesús de no acumular tesoros en la tierra?
- Ya sea que tu tesoro terrenal sea grande o pequeño, ¿eres generoso y estás dispuesto a compartirlo?
El problema del ojo
22 »El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. 23 Pero, si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!
Estos versos parecen estar fuera de contexto en esta enseñanza acerca de las posesiones. Claro que hay una aplicación amplia para todo lo que vemos con los ojos, pero yo creo que Jesús está hablando de la tendencia a ver y codiciar las cosas. Él dice que el ojo afecta a toda la vida; al igual que la ambición (donde pones tu tiempo, energía y corazón). Como un ojo te da luz, una ambición piadosa de servir al Señor y a otros ilumina toda la vida. El hombre con visión nublada anda en la oscuridad; el egoísmo y la ambición innoble nos roban el amor y la generosidad.
Juan habló de la codicia del ojo:
No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:15-17).
Muchos cristianos afirman que aman a Dios, pero sus acciones los traicionan. Aman las cosas del mundo, y Juan dice que esa persona no tiene el amor del Padre; acaban adorando al dios del materialismo.
Tenemos que vigilar lo que vemos con nuestros ojos. Anuncios y lo que vemos en Internet o la tele pueden hacernos tropezar o capturar nuestros corazones. Muchas veces las cosas del mundo parecen mucho más reales que los tesoros celestiales.
¿Cómo está tu visión? ¿Está nublada por la atracción de todas las cosas materiales que te rodean? ¿Tienes tus ojos fijos en Cristo?
No es posible servir a dos amos
24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.
Hay muchos que creen que pueden ser buenos cristianos y aun así servir a las riquezas, pero Jesús dice que es imposible; esa persona es engañada y efectivamente dice que la Palabra de Dios no es verdadera. Por supuesto, nadie diría que sirve a las riquezas, y pueden racionalizar y dar buenas excusas (“cuando era niño siempre había escasez,” “soy muy generoso con el dinero”). Pero Dios siempre es relegado cuando tratamos de servir a ambos.
Otras traducciones dan la alternativa como “amar y odiar,” “ser fiel y despreciar,” “ser leal y despreciar,” o “estimar y despreciar.” Aparentemente, si eres fiel y leal a Dios, si lo estimas y lo amas, vas a odiar o despreciar las riquezas. Eso es fuerte para los que se sienten muy atraídos por las riquezas y las cosas del mundo. Alguien dijo: “Los hombres pueden trabajar para dos patrones, pero ningún esclavo puede ser propiedad de dos amos. Ser posesión de alguien y servir a tiempo completo es la esencia de la esclavitud.” Dios nos da los recursos que necesitamos para servir a Él y a otros, y para satisfacer nuestras necesidades.
¡No sirvas a las riquezas! ¿Cómo sabes si eres su esclavo?
- Tus pensamientos.
- Donde dedicas tu energía y tu tiempo.
- Tu disposición para dárselas a otros.
Dios puede probarte para revelar quien es verdaderamente tu Señor, como Jesús desafió a un joven rico:
―Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.
―Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:
―En ese caso, ¿quién podrá salvarse?
―Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.
―¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?
―Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros (Mateo 19:21-30).
Para acumular tesoros en el cielo este joven tenía que vender todo y entregárselo a los pobres, y luego seguir a Jesús. Puede ser que eso no sea necesario para todos los cristianos, pero revela lo que es más importante para nosotros. Este joven se fue triste, porque está claro que el dinero era su señor. Jesús no dice que las riquezas en sí son malas, pero son muy engañosas, y lo hace muy difícil el elegir a servir a Jesús como Señor. Es mucho más fácil para un hombre pobre.
En el caso de los apóstoles (que ya dejaron todo para seguir a Jesús), Cristo confirma que habrá una recompensa – en el cielo. Aquí nos promete cien veces más, ¡y la vida eterna! Los que parecen pobres en esta vida serán los primeros en el reino, y los ricos y poderosos de este mundo serán los últimos.
Lucas 12:15-21 empieza con esta petición: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.”
Jesús le responde: »¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes».
Entonces les contó esta parábola:
―El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha”. Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
»Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios».
Es un tema común en la enseñanza de Jesús sobre bienes y riquezas: No acumules riquezas para ti. Absténgate de todo tipo de avaricia. Contrariamente a la actitud actual del mundo (y de muchos cristianos, dadas sus acciones), esta vida no depende de la abundancia de bienes. Las riquezas son engañosas. Los anuncios siempre intentan convencernos de que si compramos su producto tendremos una vida mejor, pero el ciclo nunca termina: Siempre necesitas más; nunca es suficiente.
El hombre de la parábola no es condenado por ser rico; puede ser la bendición de Dios que él haya tenido una buena cosecha, pero su respuesta a esa abundancia es incorrecta. Confía en las cosas que él tiene (inversiones, seguros, ahorros, pensiones) para garantizar el descanso y la alegría en la vida. La triste realidad es que nadie sabe cuándo Dios nos va a llamar a la eternidad, y no sabemos cuándo un incendio, huracán o un colapso económico puedan quitarnos todo lo que hemos atesorado. No es posible llevar nada contigo a la eternidad.
¿Qué es la solución de Jesús? Sé rico ante Dios, y no acumules riquezas y bienes para ti mismo.
No te preocupes
Esa parábola sirvió como introducción al tema de la preocupación. Jesús dio casi la misma enseñanza en el Sermón del Monte, en Mateo 6:25-32.
25 »Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?
28 »¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? 31 Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” 32 Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan.
La gente que no conoce a Dios está ocupada consiguiendo muchas cosas; andan tras ellas. Muchos (incluso cristianos) pasan mucho tiempo comprando y preparando comida, visitando restaurantes y vistiendo a la última moda. Gracias a Dios, la gran mayoría que lee esta enseñanza no tiene que preocuparse por agua potable, donde conseguir la próxima comida o ropa para vestirse. Tenemos una nevera llena de comida y un armario lleno de ropa. Estamos libres de esas preocupaciones. Pero todavía es posible andar tras esas cosas que “dominan el pensamiento de los incrédulos” (NTV). Claro que el tener comida es una bendición de Dios, y le damos las gracias, ya sea poca o muy rica. No tenemos que sentirnos culpables por disfrutar lo que Dios nos ha dado, y no siempre tenemos que andar en harapos. Pero tenemos que evaluar nuestra actitud hacia esas cosas a la luz de esta palabra, y mantener un equilibrio saludable en lo que compramos. Si estás en una situación de escasez ahora, Dios quiere liberarte de la preocupación; se compromete a proporcionar lo que necesitas.
Tengo que confesar que es difícil de creer esa promesa cuando veo a niños muriendo de hambre en África. Nunca diría que ellos tienen poca fe y por eso mueren. Creo que como cristianos estamos obligados a hacer todo lo posible para ayudar a la gente hambrienta, en nuestra comunidad y en todo el mundo. Hay suficiente comida en esta tierra para todos; es el egoísmo y el pecado del hombre que no permite que todos coman bien. Por ejemplo, si Estados Unidos dedica lo que gasta en su ejército para alimentar a los hambrientos, podríamos eliminar el hambre.
Jesús dice que los que se preocupan tienen poca fe; de verdad la preocupación no es compatible con la fe. No nos hicimos a nosotros mismos, ni nos mantenemos vivos; Dios nos creó y ahora nos sostiene.
Es de sentido común: la preocupación es inútil, solo nos estresa, y revela una falla en nuestra relación con Dios, como dice este poema:
El petirrojo le dijo al gorrión
“¡Cómo me gustaría saber
por qué los hombres corren
tan ansiosos en su ambición!”
Y el gorrión le respondió:
“Amigo, debe ser
que ellos no tienen un Padre
como tenemos tú y yo.”
No estoy seguro si los pájaros conocen a Dios como Padre, pero el mensaje es claro: Si lo conocemos de esa manera, ¿cómo podemos preocuparnos por las cosas sencillas de la vida? Pero incluso los pájaros tienen que buscar su alimento; Dios provee, pero aún tenemos que hacer nuestra parte, y sembrar y cosechar.
El amor al dinero
Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero solo si uno está satisfecho con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores (1 Timoteo 6:6-10).
Muchos creen que las “grandes ganancias” son riquezas. Pero la Reina Valera dice:
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.
Y la Nueva Traducción Viviente:
La verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene.
- Hay que estar satisfechos y contentos con lo que Dios nos ha dado, y no codiciar más.
- La búsqueda de riqueza nos abre a mucha tentación; es muy fácil ser esclavo de esos deseos.
- Afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.
- El amor al dinero (no el dinero en sí) es la raíz de muchos males.
- La codicia hace que muchos se desvíen de la fe y causen muchas heridas dolorosas.
Busca primero el reino de Dios
33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. 34 Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.
Una vez más, Jesús no dice que las cosas materiales son malas. De hecho, Él promete añadir a nosotros todo lo que necesitamos. Solo tenemos que dejar que Dios decida lo que es necesario. Hay muchas cosas que anhelamos y deseamos, pero no necesitamos. No es un conformismo; está bien desear lo mejor para tu familia, pero primero, debemos buscar el reino de Dios y su justicia.
¿Cuál es la cosa más importante que nos será añadida? Muchos piensan en riquezas y cosas materiales, pero en Lucas, después de este mismo dicho, Jesús explica lo que es:
»No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino. Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón (Lucas 12:32-34).
¡Es el reino que Dios nos añade! Prepararnos para ese reino implica acumular tesoros inagotables en el cielo. ¿Cómo? Vender nuestros bienes y dar a los pobres. ¡No era solo para el joven rico! ¿Dónde está el corazón de la mayoría de los cristianos?
Jesús continúa, con una advertencia de no esperar a acumular esos tesoros celestiales:
»Manténganse listos, con la ropa bien ajustada y la luz encendida. Pórtense como siervos que esperan a que regrese su señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él llegue y toque. Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre pendientes de su llegada. Créanme que se ajustará la ropa, hará que los siervos se sienten a la mesa, y él mismo se pondrá a servirles. Sí, dichosos aquellos siervos a quienes su señor encuentre preparados, aunque llegue a la medianoche o de madrugada. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada. Así mismo deben ustedes estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Lucas 12:35-40).
Si estamos ocupados acumulando riquezas y distraídos con todos nuestros “juguetes” y las cosas del mundo, hay un gran riesgo de que no estemos listos; los ojos estarán fijos en esas cosas.
Dios nos da dinero y bienes para administrar como mayordomos. Hay que buscar su voluntad en cómo usarlos, y ser fieles en bendecir a otros con ellos. Jesús continúa esta enseñanza con el mismo tema de su regreso, y la necesidad de estar preparado. Aquí Él ha encargado al mayordomo que distribuya comida a los siervos del Señor. Dios espera que aquellos que tienen abundancia de cosas sean fieles y prudentes en administrarlas para bendecir a su pueblo:
―¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: “Mi señor tarda en volver”, y luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y emborracharse! El señor de ese siervo volverá el día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada. Entonces lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los incrédulos (Lucas 12:42-46).
El creyente que fielmente bendice a otros con lo que el Señor le ha confiado, recibirá una posición de gran responsabilidad: Dios lo pondrá a cargo de todos sus bienes. El creyente que egoístamente abusa de otros y piensa solo en sí mismo y en su placer, será severamente castigado y enviado al infierno. Sí, es cuestión de nuestra salvación.
Conclusión
Esta es una enseñanza muy difícil para los que predican que Dios quiere que seas rico, y equivalen la prosperidad con cosas materiales. Ni Jesús ni ningunos de los apóstoles eran ricos. La enseñanza de Jesús va completamente en contra del materialismo de este mundo (y de muchos cristianos). Hay algunos desafíos muy fuertes aquí para los muchos cristianos ricos.
Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho:
«Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré».
(Hebreos 13:5)