Jesús y el dinero

Andando como Jesús anduvo implica toda la vida, no solo la vida espiritual. Aquí Jesús enseña acerca de nuestras obligaciones financieras para con los menos afortunados, la iglesia y el gobierno. Cristo nunca manejó mucho dinero, y no era muy importante para Él. Judas Iscariote era su tesorero. No sabemos cómo llegó a tener esa posición, pero él robó dinero (Juan 12:6), y eso también nos puede pasar a nosotros si confiamos en la persona equivocada. Jesús entendió que el dinero era necesario para la vida en este mundo, pero la mayoría de nosotros le damos demasiada importancia.

La enseñanza del Nuevo Testamento sobre el dinero

El Antiguo Testamento presentaba las riquezas y cosas materiales como evidencia de la bendición de Dios. El Nuevo Testamento tiene una actitud bastante negativa hacia el dinero; existe principalmente para dar y ayudar a la gente necesitada. Será muy difícil encontrar un versículo en el Nuevo Testamento que diga que Dios quiere que tú seas rico. Ya hemos visto varios ejemplos en el capítulo anterior, y estos versículos son representativos:

  • No es necesariamente un pecado ser rico, pero hay requisitos para los ricos: A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera (1 Timoteo 6:17-19).
  • Santiago tiene palabras más fuertes: Ahora escuchen, ustedes los ricos: ¡lloren a gritos por las calamidades que se les vienen encima! Se ha podrido su riqueza, y sus ropas están comidas por la polilla. Se han oxidado su oro y su plata. Ese óxido dará testimonio contra ustedes y consumirá como fuego sus cuerpos. Han amontonado riquezas, ¡y eso que estamos en los últimos tiempos! Oigan cómo clama contra ustedes el salario no pagado a los obreros que les trabajaron sus campos. El clamor de esos trabajadores ha llegado a oídos del Señor Todopoderoso. Ustedes han llevado en este mundo una vida de lujo y de placer desenfrenado. Lo que han hecho es engordar para el día de la matanza. Han condenado y matado al justo sin que él les ofreciera resistencia (Santiago 5:1-6).
  • Apocalipsis nos presenta con una contradicción:
    • Para la iglesia en Esmirna: Conozco tus sufrimientos y tu pobreza. ¡Sin embargo, eres rico! (2:9)
    • Y la iglesia en Laodicea: Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de cuán infeliz y miserable, pobre, ciego y desnudo eres tú (3:17).

Nuestra obligación para los menos afortunados: Lucas 16:19-31

19 »Había un hombre rico que se vestía lujosamente y daba espléndidos banquetes todos los días. 20 A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas 21 y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas.

Yo puedo imaginar esta historia en la predicación de muchas iglesias modernas, con un final muy diferente. Muchos cristianos señalarían al hombre rico como bendecido por Dios y se identificarían con él. En la versión popular que se escucha en muchas iglesias, el hombre rico comparte las buenas nuevas de salvación, prosperidad y sanidad con Lázaro. El mendigo se salva, Dios lo sana y le bendice con un buen trabajo en la empresa del hombre rico. La historia termina con Lázaro vestido a la moda y disfrutándose de los espléndidos banquetes todos los días.

Pero la parábola de Jesús es radicalmente diferente. El rico, que vestía lujosamente, no tenía tiempo ni interés ni compasión por el pobre mendigo. No lo dice, pero probablemente nunca le dio nada, aunque tenía tanta abundancia que daba espléndidos banquetes todos los días para sus amigos ricos. No le ofreció a Lázaro ni lo que cayó de su mesa.

22 »Resulta que murió el mendigo, y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron. 23 En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. 

Están en dos extremos: uno súper rico, y el otro indigente. Está claro que el mendigo es el héroe en esta historia, y el rico el maligno. Todos mueren, lo que hace a todos los hombres iguales. Lázaro estaba contento y libre de sus llagas, pero el rico llegó al infierno desnudo, sin sus vestidos lujosos ni un centavo de su riqueza. Jesús nunca menciona la fe o la práctica religiosa de Lázaro o del rico. No podemos asumir que todos los ricos van al infierno y los pobres al cielo, pero creo que Jesús quiere dar la impresión que podría ser así (en Marcos 10:25, en otra ocasión, Él dijo: Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios).

Lo que sucedió después de la muerte es radicalmente diferente:

  • El mendigo fue llevado por los ángeles al lado de Abraham, una posición muy exaltada.
  • El rico fue sepultado, y sufre tormentos en el infierno.

En su parábola, Jesús permite que el hombre rico vea el cielo, pero eso no necesariamente significa que así es en realidad (aunque ciertamente aumentaría su tormento).

24 Así que alzó la voz y lo llamó: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. 25 Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente. 26 Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá”.

Es muy posible que el rico rechazara muchas veces la petición de Lázaro de una miga; ahora le pide a Lázaro que lo alivie del fuego (la punta del dedo en agua). Antes, no necesitaba la misericordia de Dios en su vida, pero ahora la pide.

Otra vez, no podemos deducir que si te va bien durante tu vida aquí, irás al infierno, aunque Jesús también dijo: ¡Ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo! ¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque sabrán lo que es pasar hambre! (Lucas 6:24-25) Tampoco podemos afirmar que si te va muy mal aquí, irás automáticamente al cielo. Pero lo mínimo que Jesús le exigió al rico es tener compasión y ayudar a los menos afortunados; existe una tendencia fuerte a que los ricos confíen en sus riquezas e ignoren a los necesitados que los rodean. Y hay consuelo para los pobres; Dios tiene gran compasión por ellos y los recompensa con mucho en el cielo. Si tú estás sufriendo ahora, Dios lo sabe, y hay esperanza de algo mucho mejor en el futuro. Por desgracia, hay mucha injusticia en este mundo, y muchas veces los ricos continúan con sus banquetes y la vida buena, e ignoran a los necesitados que los rodean. Puede parecer que Dios no hace nada, pero Dios sabe, y algún día tendrán que pagar. Ya es tarde, después de la muerte, para pedir alivio, misericordia o salvación del tormento del infierno.

27 »Él respondió: “Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, 28 para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento”. 29 Pero Abraham le contestó: “Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!” 30 “No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían”. 31 Abraham le dijo: “Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos”».

Los últimos versículos del pasaje no tienen mucho que ver con el tema del dinero, pero hablan de lo difícil que es para la gente que se siente cómoda en este mundo creer las buenas nuevas y ayudar a los necesitados. Tenían el Antiguo Testamento, pero no lo hacían caso, e incluso la resurrección de Jesús no sería suficiente para cambiarlos.

Nuestra obligación para la obra de Dios: Marcos 12:41-44

En el templo no tenían una colecta como la tienen en muchas iglesias; había unas alcancías donde la gente podía depositar su ofrenda en cualquier momento. Nadie sabía cuánto alguien depositó, y así es como debería ser también en la iglesia. Pero un día Jesús estaba observando a la gente; parece que estaba sentado solo, y luego llamó a sus discípulos:

41 Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades. 42 Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor.

Nuevamente, como en el ejemplo anterior, Jesús menospreció a los ricos y convirtió a una viuda pobre en una heroína.

43 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. 44 Estos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento».

Dios tiene un concepto diferente de lo que es importante. Él mira el corazón y el motivo, y no la cantidad. La viuda dio todo; la mayoría de nosotros damos lo que nos sobra. ¿Podrían estar equivocados aquellos que con cuidado dan su 10% y creen que es un gran logro y Dios está feliz? Entonces, ¿siempre tenemos que dar todo lo que tenemos? No lo creo, pero es importante ser generoso, y entregar todo lo que tenemos a Jesús, ser guiado por Él en cómo usarlo, y de verdad vivir por fe.

Nuestra obligación con el gobierno: Mateo 22:15-22

Aunque su pueblo estaba oprimido por el gran imperio romano, Jesús habló muy poco acerca de la política o nuestras responsabilidades para con el gobierno. Aquí habló solo porque los fariseos le obligaron:

15 Entonces salieron los fariseos y tramaron cómo tenderle a Jesús una trampa con sus mismas palabras. 16 Enviaron algunos de sus discípulos junto con los herodianos, los cuales le dijeron:

―Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro y que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. No te dejas influir por nadie porque no te fijas en las apariencias. 17 Danos tu opinión: ¿Está permitido pagar impuestos al césar o no?

Los fariseos se opusieron a los romanos; los herodianos eran un partido político que apoyaba a Herodes Antipas. Los dos grupos siempre eran enemigos, pero aquí se unieron contra Jesús. (Lucas dice que enviaron espías que se simulasen justos.) Para gente con malas intenciones, hablan muy bien de Cristo. ¿Son sinceros, o están echando flores? Dicen que Jesús es un hombre:

  • Integro
  • Que enseña el camino de Dios según la verdad
  • Que no se deja influir por nadie
  • Que no se fija en las apariencias

Es cierto, pero ten cuidado con la adulación; Dios puede ayudarte a detectar y mantenerte alejado de esa trampa. Ellos saben que si Jesús dice que no se tiene que pagar los impuestos, pueden acusarle de rebelión ante las autoridades. Pero puede perder su apoyo popular y ser visto como traidor a su país y su religión si simpatiza con los romanos. Muchos estaban resentidos que los impuestos ayudaron a mantener los templos paganos y la vida lujosa de las altas clases de Roma.

18 Conociendo sus malas intenciones, Jesús replicó: ―¡Hipócritas! ¿Por qué me tienden trampas? 19 Muéstrenme la moneda para el impuesto.

Y se la enseñaron.

20 ―¿De quién son esta imagen y esta inscripción? —les preguntó.

21 ―Del césar —respondieron.

―Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

Jesús los obliga a responder su propia pregunta con una respuesta obvia, y en el proceso confirma nuestra responsabilidad de pagar impuestos. Sirvió perfectamente para callar a sus enemigos y escapar de su trampa. Nos da un principio general: tenemos que ser íntegros en el pago de impuestos y no infringir la ley para evitarlos. Igualmente, tenemos que dar a Dios lo que le pertenece. Hay una separación entre los dos, y es importante mantener esa distinción. La verdad es que somos ciudadanos tanto de un reino terrenal como de un reino celestial.

Jesús nunca tuvo la intención de que ésta fuera una enseñanza integral sobre el dar. Así que nos deja con unas preguntas:

  • Todo el dinero tiene la inscripción del gobierno. ¿Es para decir que tenemos que darles todo nuestro dinero? ¡Claro que no!
  • No hay dinero con la inscripción de Dios. ¿Es para decir que no le damos nada de ese dinero a Dios? ¡Claro que no!
  • ¿Cómo determinamos lo que corresponde a Dios? ¿Quién dice si cumplimos con nuestra obligación o no? Somos nosotros los que llevamos la imagen de Dios; tenemos que ofrecerle toda la vida a Él.

22 Al oír esto, se quedaron asombrados. Así que lo dejaron y se fueron.

¡Jesús es tan maravilloso! Sin discutir ni condenar, siempre tuvo exactamente las palabras adecuadas para responder a cualquier situación. ¡Qué Él nos ayude a hacer lo mismo!

Dios también puede suministrar el dinero que necesitamos para pagar impuestos y obedecer las leyes. Hay una historia muy interesante en Mateo 17:24-27:

Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: ―¿Su maestro no paga el impuesto del templo?

―Sí, lo paga —respondió Pedro. Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle: ―¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás?

―A los demás —contestó Pedro.

―Entonces los suyos están exentos —le dijo Jesús—. Pero, para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo.

En este caso fue el impuesto del templo (algo que Jesús implica que no deberían cobrar a creyentes). Jesús, característicamente, ya sabe lo que le dijeron a Pedro, y tiene una provisión inusual: una moneda en la boca de un pez. Pagar impuestos es importante para Dios (aunque Jesús no parece estar entusiasmado con la idea), y podemos confiar que Él va a suplir el dinero para pagarlos.

¿Cómo te va en estas tres áreas?

  • ¿Te identificas más con Lázaro, o el hombre rico? ¿Hay un Lázaro cerca de ti que debes ayudar?
  • Si hay hombres como el rico en tu congregación, ¿cómo deberías tratar con ellos? ¿Cuál de las dos versiones que describí de esta parábola está más cerca a lo que estás acostumbrado a escuchar en tu iglesia?
  • ¿Te sientes satisfecho porque das mucho de la gran cantidad de dinero que tienes? ¿Requiere fe? ¿Sabes lo que es dar todo, sacrificialmente, hasta que duele? (No porque alguien en la televisión te lo obliga, sino porque Dios lo pone en tu corazón.)
  • ¿Puedes decir con confianza que le estás dando a Dios lo que es de Dios? ¿Le estás robando a “Cesar” porque no pagas todos los impuestos que te corresponden?