Orando el Salmo 55

¿Hay veces cuando es difícil para ti orar? Quieres hablar con Dios, pero no sabes cómo expresar lo que hay en tu corazón. O pueda que hay tanto dolor que no hay palabras. En esos momentos es bueno orar las escrituras, especialmente los Salmos. Orando este Salmo, me impresiona que fue David quien lo escribió; David, el gran rey, el hombre conforme al corazón de Dios. Tenía riquezas, poder, mujeres y buen aspecto.

Si estoy leyendo – y orando – el Salmo con mi computadora, me gusta leerlo en varias traducciones. Aquí estoy usando principalmente la Nueva Traducción Viviente, pero voy a incluir otras traducciones también.

Escucha mi oración, oh Dios;
¡no pases por alto mi grito de auxilio!

Señor, me siento que no puedo soportar más. ¿Quién más me ayudará? Estoy clamando a ti. En desesperación doy un grito de auxilio. Creo que tú eres un Dios bueno, un Dios de amor. Por eso vengo a ti ahora en fe, abriendo mi corazón a ti.

Por favor, escúchame y respóndeme,
porque las dificultades me abruman, ¡mis angustias me perturban!

¿Cómo puedo nombrar todas las dificultades en mi vida ahora mismo? Me siento angustiado, pensando en la gente que he lastimado, todo el sufrimiento en el mundo, y los problemas en mi país. No sé qué hacer, ni cómo pensar. Me siento abrumado por mi debilidad, mi pecado, y mi falta de fe. Dicen que en Cristo hay victoria, paz y gozo. ¿Por qué me siento tan perturbado? Por favor, ayúdame y muéstrame lo que debo hacer.

Mis enemigos me gritan,
me lanzan perversas amenazas a viva voz.
Me cargan de problemas
y con rabia me persiguen.

Tú sabes Señor que he intentado amar a todos y vivir en paz con ellos. Tú sabes que en el pasado yo habría respondido con palabras feas, y peleado con ellos. Pero quiero dar un buen testimonio. Es cierto que tú dijiste que nuestros enemigos serían de la misma familia. Perseguían a ti también, Jesús. Pero es cansado oír sus perversas amenazas y sus gritos. ¡Solo quiero vivir en paz!

Las amenazas del enemigo
y la opresión de los impíos,
pues me causan sufrimiento
y en su enojo me insultan.

¿Por qué están tan enojados? Sus insultas me lastiman. Y no son solamente los enemigos aquí en la tierra; el enemigo real, el diablo, me amenaza, me condena, me tienta. Veo opresión a todos lados. ¡Estoy sufriendo a causa de todo esto!

Mi corazón late en el pecho con fuerza;
me asalta el terror de la muerte.

Mi corazón está dolorido dentro de mí,
Y terrores de muerte sobre mí han caído.

Se me estremece el corazón dentro del pecho,
y me invade un pánico mortal.

A veces pienso que voy a tener un infarto. ¡O aun morir! ¡Mi corazón está tan adolorido! Me despierto en la noche con el estómago en nudos, asaltado por el terror de la muerte. Confío en ti, y creo que si muero voy a estar contigo para siempre, pero todavía me invade ese pánico mortal.

No entiendo por qué la vida es tan dura. ¿Por qué un siervo tuyo como David sufrió tanto? David, el gran guerrero, ¿fue invadido por un pánico mortal?

El miedo y el temblor me abruman,
y no puedo dejar de temblar.

Tu Palabra dice que tu perfecto amor echa fuera todo el temor. Pero tengo miedo que voy a perder mi trabajo, mi casa, mi familia, mi salud – ¡a veces aun mi salvación! Yo sé que un hombre tiene que ser valiente, pero a veces no puedo dejar de temblar.

Si tan solo tuviera alas como una paloma,
¡me iría volando y descansaría!
Volaría muy lejos,
a la tranquilidad del desierto.

Me iría muy lejos de aquí;
me quedaría a vivir en el desierto.

Tengo que confesar que a veces es tentador dejar todo – el trabajo, la casa, la familia – y huir a otro país. Empezar de nuevo. Encontrar a otra mujer. Yo sé que muchos de estos “demonios” me seguirían a otro lugar, pero me gustaría escapar. Encontrar algún lugar tranquilo. Hay veces cuando termino un día lleno de conflictos en el trabajo y vuelvo a casa buscando tranquilidad solo para encontrar más problemas. Y a veces incluso si quiero un refugio en la iglesia, ¡hay problemas allá también!

Qué rápido me escaparía
lejos de esta furiosa tormenta de odio.

Presuroso volaría a mi refugio,
para librarme del viento borrascoso
y de la tempestad.

¿Dónde puedo encontrar paz, un refugio? Bajo tus alas. En tu presencia. A veces voy corriendo a tu presencia, adoro a ti, y siento paz. Que engaño que muchos buscan ese escape en la tele, en alcohol, en drogas, en los placeres del mundo. Tú eres mi refugio en medio de la tempestad. Cuando parece que todo el mundo me odia, tú me amas Señor.

Confúndelos, Señor, y frustra sus planes.

¡Destrúyelos, Señor! ¡Confunde su lenguaje!
Porque veo violencia y conflicto en la ciudad.

Yo tengo una inquietud con las muchas veces en el Antiguo Testamento cuando clamaron a ti para destruir a sus enemigos. La venganza es tuya, Señor. Nos mandas a amar a nuestros enemigos. Pero entonces pienso en la gente que roba, o atacan a alguien en la calle. O hacen planes para defraudarme. Y clamo con David: ¡Frustra sus planes! Los enemigos de la iglesia, los enemigos de mi país, los demonios del infierno: ¡Confúndelos! ¡Destrúyelos! ¡Hay mucha violencia y conflicto! ¡Levántate Señor y pelea contra tus enemigos!

10 Día y noche patrullan sus murallas para cuidarla de invasores,
pero dentro de ella hay intrigas y maldad.

El verdadero peligro es la maldad que hay dentro de la ciudad.

Es fácil pensar que todos los problemas vienen de afuera: de los extranjeros, del diablo, de los inconversos. A veces estamos ciegos a las intrigas y maldad que hay dentro de nosotros mismos, dentro de la casa, dentro de la iglesia. Jesús, tu dijiste que una casa dividida contra sí no permanecerá. Primero tenemos que atar al hombre fuerte y entonces podemos saquear su casa. Ayúdame “patrullar las murallas” de mi casa y mi iglesia. Pero también dame los ojos para ver el verdadero peligro.

11 Todo se viene abajo;
las amenazas y el engaño abundan por las calles.

El fraude y la opresión no se apartan de sus plazas.

Clamo a ti por mi ciudad. Hay corrupción, hay fraude, hay opresión…hay toda clase de maldad. Y tarde o temprano todo se viene abajo. Ayúdanos ser sal y luz, traer la Palabra de Dios a estas calles, y demostrar Jesucristo a ellos por medio de nuestras vidas.

12 No es un enemigo el que me hostiga,
eso podría soportarlo.
No son mis adversarios los que me insultan con tanta arrogancia,
de ellos habría podido esconderme.
13 En cambio, eres tú, mi par, mi guía, y mi familiar
mi compañero y amigo íntimo.
14 Unía una bella amistad contigo, convivíamos en la casa de Dios.
Juntos comunicábamos dulcemente los secretos. ¡Cuánto compañerismo disfrutábamos
cuando caminábamos juntos hacia la casa de Dios!

Creo que esto es lo más duro. Gracias Señor que me has protegido de la traición de un amigo íntimo. Pienso en la traición de Judas. Ayúdame ser un amigo fiel a otros. Lo más doloroso es la traición de un compañero en el ministerio. Un hermano amado con quien tenía un compañerismo dulce. Mi corazón duele por los que han sido traicionados por su conyugue. Te pido por sanidad, sabiduría y consuelo para los que están sufriendo como David sufría aquí.

15 Que la muerte aceche a mis enemigos;
que la tumba se los trague vivos,
porque la maldad habita en ellos.

Otra vez, para mi es difícil desear la muerte para mis enemigos. Es una situación fuerte; la maldad habita en ellos. Para mí, a este lado de la cruz, pido por su liberación. Yo creo que tú puedes echar fuera esa maldad. No creo que es tu voluntad que la maldad habite en nadie. No quieres enviar a nadie al infierno. Y yo de verdad no quiero ver a nadie morir en su pecado. Sálvalos. Convéncelos por tu Espíritu. Líbralos de su maldad. Y limpia mi corazón; que el mal nunca habite en mí.

16 Pero clamaré a Dios,
y el Señor me rescatará y me salvará.
17 Mañana, tarde y noche
clamo en medio de mi angustia,
y el Señor oye mi voz.

Esa es mi fe. Por eso a ti clamo. Creo que tú me rescatarás. Ya me salvaste. Hiciste al extremo de enviar a tu hijo unigénito para morir por mi salvación. Eres por mí. Nunca cansas de oír mi voz de súplica. Todo el día clamo a ti. No siempre me libras de mi angustia; muchas veces clamo en medio de la angustia.

18  El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí. Él me rescata y me mantiene a salvo
de la batalla que se libra en mi contra,
aunque muchos todavía se me oponen.
19 Dios, quien siempre ha gobernado,
me oirá, y los humillará y los afligirá.
Pues mis enemigos se niegan a cambiar de rumbo;
no tienen temor de Dios.

De verdad es una guerra. No solo una batalla, sino una batalla tras otra. Una guerra que a veces parece que es por la vida. Quiero que esos enemigos cambien de rumbo – pero es posible que nunca suceda. La verdad es que no tienen temor de ti. Gracias que me redimiste. Pagaste el precio por mi pecado en la cruz y ahora tengo paz contigo y paz interior. Tú eres Rey. Tú siempre has gobernado. Eres soberano. Confío en ti para humillarlos y afligirlos.

20 En cuanto a mi compañero, él traicionó a sus amigos;
violó su pacto y no cumplió sus promesas.
21 Sus palabras son tan suaves como la mantequilla,
pero sus pensamientos son belicosos y en su corazón hay guerra.
Sus palabras son tan relajantes como una loción,
¡pero por debajo son dagas! No son sino espadas desenvainadas.

Que duro es ver a un compañero auto-destruirse. Yo puedo ver la guerra en su interior. Tú miras al corazón, no a las apariencias. Jesús, tu dijiste que de la abundancia del corazón hablamos. Yo veo a gente hablar palabras tan suaves y lindas, y engañan a la gente. Hacen muchas promesas pero no las cumplen. Ayúdame nunca traicionar a un amigo. Ayúdame ser un amigo fiel y un hombre fiel a mi palabra. Quiero ser transparente, con nada escondido, nunca con esas dagas que algunos tienen debajo. Dame sabiduría para discernir lo que está dentro de las personas.

22 Entrégale tus cargas al Señor,
y él cuidará de ti;
no permitirá que los justos tropiecen y caigan y queden abatidos para siempre.

Después de clamar y luchar, fue aquí que tantas veces llegó David. Recibo este mandato de tu Palabra, escrito por David, y entrego mis cargas a ti. Todas. Creo esta promesa, que tú cuidarás de mí. No me permitirás tropezar, no porque yo soy tan especial, sino porque llevo la justicia de Jesucristo. Gracias que puedo caminar en esa confianza. Yo pueda estar abatido por un ratito, pero no para siempre, porque tú me levantarás.

23 Pero tú, oh Dios, mandarás a los perversos
a la fosa de destrucción;
los asesinos y los mentirosos morirán jóvenes,
pero yo confío en que tú me salves.

Perversos, asesinos y mentirosos. Guárdame de todo pensamiento perverso. Yo sé que no tengo que matar a alguien para ser asesino; solo por estar enojado con alguien y guardar ese rencor soy culpable. Y puede ser muy fácil mentir para escapar de una situación complicada, pero yo sé que la mentira es muy seria para ti. Señor, yo confío en ti. Tú me salvas de todas estas trampas y problemas y me ayudas caminar fielmente contigo. Gracias por tu Palabra.