Cómo sobrevivir y prosperar en las pruebas 1 Pedro 1:6-25

Hay momentos cuando leemos la Palabra de Dios y meditamos en todas las bendiciones de nuestra salvación, pero no concuerda con nuestra experiencia actual. Incluso podrías dudar de tu salvación o pensar que podrías haber perdido esa bendición debido a algún pecado. Los creyentes que recibieron esta carta habían experimentado mucha aflicción y vivían con esa tensión.

El sufrir en diversas pruebas

Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. 

Reflexionando en las bendiciones en la primera parte del capítulo, ¿te llena de alegría todo lo que Dios ha hecho para ti? Dice que “hasta ahora” han sufrido; puede ser que ellos aceptaron al Señor y nunca tenían una “luna de miel” libre de problemas, sino sufrían persecución y otras “diversas pruebas.” Gracias a Dios, son “por un tiempo” solamente. Dios las puede permitir, pero Él también puede salvarlos y librarlos de las pruebas.

¿Te parece que tus pruebas nunca se acabarán? La RVR dice que están “afligidos” por estas muchas pruebas. ¿Estás sufriendo y afligido con ellas ahora? Es posible regocijarse en medio de las pruebas cuando llenas tus pensamientos con las cosas gloriosas que Dios tiene preparadas para ti.

Refinados en el fuego

El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. 

¡Qué día glorioso cuando Jesús se revele! Todas estas pruebas serán como nada, cuando recibes aprobación y gloria y honra por la demostración de tu fe pura y fuerte. Esta vida es un proceso, como refinar al oro. Puede que estés pasando por el fuego, pero Dios sabe lo que está haciendo. Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica (NTV). Es mejor tener tu fe (la cual es tan preciosa como el oro) probada ahora, que ser revelada como inauténtica cuando Cristo venga.

¿Dónde estás en este proceso de la purificación de tu fe? ¿Estás en el fuego ahora? ¿Qué revela ese fuego acerca de ti?

Un gozo indescriptible

Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y, aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación.

Eres salvo en el momento que aceptas a Jesús, pero parte de este proceso es permanecer y crecer en tu fe, y tener esa fe probada. Experimentarás más y más de las riquezas de esa salvación en tu relación con Cristo; la cual te llena de un gozo grande y glorioso, que no puedes expresar con palabras. Eso (no la prosperidad o la felicidad) es la meta de tu fe.

Andamos por fe, no por vista. Pedro es un testigo fiel de Jesús; había visto a Jesús y caminaba con Él, pero no es necesario verlo para amarlo. Amarlo sin verlo es la verdadera fe que las pruebas fortalecen, y conduce a una relación íntima y gozosa consigo.

Más privilegiados que los profetas y los ángeles

10 Los profetas, que anunciaron la gracia reservada para ustedes, estudiaron cuidadosamente esta salvación. 11 Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de estos. 12 A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que les predicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo enviado del cielo. Aun los mismos ángeles anhelan contemplar esas cosas.

Los profetas no solo recibieron visiones y revelaciones, sino también diligentemente estudiaban la Palabra de Dios. Ya habían visto, por medio del Espíritu Santo, algo de los sufrimientos del Mesías y la gloria que vendría después. Querían saber más detalles: cuándo, y bajo cuáles circunstancias. Hablaron en parte, pero ahora el Espíritu inspira a los apóstoles y otros siervos del Señor a anunciar el plan de Dios y el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. ¡Esos profetas fieles querían experimentar lo que nosotros damos por sentado! Pero Dios les dijo que los mensajes que habían recibido no eran para ellos, sino para nosotros. ¡Qué pena para esos profetas fieles! ¡Incluso los ángeles anhelan contemplar estas cosas!

¿Cómo debes responder a esta maravilla?

No son solamente doctrinas lindas o cosas que confesamos intelectualmente. Esta realidad del nuevo nacimiento y la obra de Dios en ti, debe revolucionar la vida diaria. Dios ha hecho su obra; ahora, a pesar de las pruebas y el sufrimiento, tú tienes que responder en fe y hacer tu parte.

13 Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia (ceñid los lomos de vuestro entendimiento); tengan dominio propio (usen de su buen juicio; sed sobrios); pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo. 

Aquí hay tres cosas que hacer, frente a las pruebas y tentaciones de esta vida:

  1. Actuar con inteligencia. ¿Significa eso que a veces actuamos tontamente? ¡Podría ser! Las varias traducciones tienen perspectivas muy distintas. Por ejemplo, la Biblia de las Américas dice “ceñid vuestro entendimiento para la acción,” y la NTV: “Preparen su mente para actuar.” Pedro te llama a acción, pero es acción sabia, bien pensada, usando facultades que Dios te ha dado para navegar las dificultades. A veces es tentador pararte y estar paralizado, pero tienes que tomar la decisión de superar el temor y la incertidumbre, reflexionar cuidadosamente sobre lo que la Biblia dice y lo que has aprendido acerca de la vida cristiana, y actuar.
  2. Tener dominio propio. La verdad es que en el pasado a menudo actuábamos con prisa, impulsivamente. No ejercíamos buen juicio. En estos días postreros, en un mundo muy secular que no reconoce la autoridad de Dios y su Palabra (o en medio de la persecución), no hay tiempo ni lugar para tomar decisiones necias. Por ejemplo, la tentación de porno en el internet es tan fuerte que sin dominio propio muchos van a caer en esa trampa. Todavía puedes disfrutar de la vida, pero ya no puedes vivir la vida loca, sino la vida en Dios.
  3. Esperanza puesta en Jesús. En estas circunstancias no puedes poner tu esperanza en el éxito, las riquezas, cosas materiales o la gente de este mundo. Todas esas cosas te dejarán decepcionado. Cristo es tu única esperanza, pero Pedro sabe que a menudo parece un sueño. Para ser “esperanza,” tiene que ser algo que estamos esperando, que no es parte de la experiencia actual; es la gracia de Dios que recibiremos cuando Cristo se manifieste.

Hijos obedientes y santos

14 Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. 15 Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; 16 pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo». 

Muchos creen que el cristianismo es muy rígido y nos esclaviza con sus muchas reglas; los no creyentes se ven a sí mismos como libres de vivir como quieran. Pero Cristo dijo que el que peca es esclavo del pecado (Juan 8:34). La verdad es que todos son moldeados por algo; en muchos casos son los medios, la cultura, los amigos o (lo que Pedro dice aquí) tus propios malos deseos. Todo eso tiene que cambiar cuando estamos iluminados, y podemos ver claramente el final de esa vida. La verdad es que la gente del mundo vive en ignorancia; todos nosotros vivíamos de esa manera. ¿Puedes reconocer los “malos deseos” de tu naturaleza pecaminosa y los malos deseos que el mundo te anima a satisfacer? ¿Todavía estás moldeado por ellos?

Pablo habló del mismo tema en Romanos 12:1-2:

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.

La nueva vida empieza con ofrecer el cuerpo como sacrificio vivo a Dios, y renovando la mente con la Palabra de Dios. Reconocemos el molde del mundo y escogemos otro rumbo, para ser moldeados por la Palabra y el Espíritu de Dios. Solo así puedes aprender cuál es la voluntad de Dios para ti; contrariamente a lo que muchos en el mundo creen, su voluntad es buena, agradable y perfecta.

La meta es muy alta: ser santo, tal como Dios es santo; no solo en la iglesia, sino en todo lo que haces. Somos santos, y esa identidad debe impactar toda la vida, para andar como santos.

Un juicio venidero

Si el deseo de agradar a Dios y experimentar su plan perfecto y agradable no es motivación suficiente, Pedro nos recuerda que hay un juicio venidero:

17 Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo. 

Pedro ya ha hablado de diversas formas en que somos diferentes del mundo; ahora dice que somos peregrinos. ¿Sabes lo que es tener un temor reverente por Dios? Si lo haces bien, no hay nada que temer. De hecho, el día del juicio revelará todas tus buenas obras, y recibirás una corona. Tenemos una relación íntima con Dios; Él es nuestro Padre. Pero no hay excepción de personas con Dios; tú puedes ser su hijo, pero Él juzga a todos con imparcialidad. Si has aceptado a Cristo como Señor y Salvador, puedes descansar seguro en tu salvación, pero el Padre también va a juzgar tus obras. ¿Cómo crees que ese juicio saldrá para ti?

La preciosa sangre de Jesús

18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, 19 sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. 20 Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes. 21 Por medio de él ustedes creen en Dios, que lo resucitó y glorificó, de modo que su fe y su esperanza están puestas en Dios.

La fuente de tu confianza es Cristo; Él pagó el precio de tu redención con su propia sangre. Dios ya lo escogió antes de la creación del mundo para ser ese cordero perfecto, y para morir en la cruz como un sacrificio por tus pecados.

Tú vivías una vida absurda, pero no es culpa tuya; la heredaste de tus antepasados. A veces la familia no entiende por qué tienes que rechazar esa forma de vivir, pero ahora sabes que es una vida vacía, vana, y sin sentido. Jesús te rescató de esa vida; ahora toda tu esperanza esta puesta en Él.

Ámense los unos a los otros de todo corazón

22 Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros. 23 Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. 24 Porque

«todo mortal es como la hierba,
y toda su gloria como la flor del campo;
la hierba se seca y la flor se cae,
25     pero la palabra del Señor permanece para siempre».

Y esta es la palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes.

Pedro ha presentado un contraste muy claro entre la vida vieja en el mundo, y la nueva vida en Cristo. Es tan radical que tienes que nacer de nuevo para entrar en ella. Cuando escuchas la verdad del evangelio y la obedeces en fe, Dios te purifica y te llena de un amor sincero. El amor que conocías en el pasado muchas veces era muy egocéntrico y enfocado en beneficiarte a ti mismo; el amor que Dios nos da debe impactar toda tu vida. Dios nos manda a amarnos de todo corazón los unos a los otros.

La palabra de Dios es viva y eficaz. Solo su palabra (y nuestras almas) permanecen para siempre. Es la semilla, y tú tienes el gran privilegio de sembrarla y anunciarla. Esa es la simiente imperecedera. ¿Estás esparciendo esa semilla? ¿La Palabra de Dios toma el lugar que merece en tu vida diaria?

Sin el nuevo nacimiento es imposible escapar de la vida absurda y loca del pasado.  ¿Has nacido de nuevo? ¿Dónde estás en este proceso de santificación?

 

Una de las tantas razones para alabar a Dios 1 Pedro 1:3-5

¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. 

Es fácil leer estos tres versículos rápidamente, sin prestar atención a la riqueza de cada punto, así que vamos a seguir la progresión del pensamiento en forma de preguntas y respuestas (todo en cursiva es de la Biblia, en varias traducciones.)

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Que toda la alabanza sea para Dios.

Claro que Dios es digno de toda alabanza, pero es más que cantar unas alabanzas emotivas; queremos adorarle en verdad, sabiendo la razón por nuestras alabanzas.

¿Por qué le alabamos?

Nos ha hecho nacer de nuevo. ¿Me ha hecho nacer de nuevo? ¿No fue mi decisión? Posiblemente, pero como vimos en el versículo 2, Dios nos eligió, e hizo toda la obra salvadora. Jesús dijo que tenemos que volver a ser como niños para entrar en el reino (Mateo 18:3), y Dios lo hizo posible con este nuevo nacimiento, lo cual es la única manera de entrar en su reino (Juan 3:3). Aquí, y en el verso 23 del mismo capítulo, son las únicas veces fuera de Juan 3 donde la Biblia usa las palabras “nacer de nuevo,” aunque varias veces habla de nacer espiritualmente. Podemos empezar de nuevo, con todo hecho nuevo, como una persona nueva (2 Corintios 5:17).

¿Por qué haría Dios algo tan inmerecido?

¡Por su gran misericordia! Misericordia es “la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación (Wikipedia).” Dios da la misma habilidad al creyente, para que pueda sentir compasión, empatía y amor por las personas, principalmente aquellas que sufren. Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).

¿Cómo nos dio Dios esta salvación?

Mediante la resurrección de Jesucristo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Para permitirnos entrar en su reino y tener una relación restaurada con Dios, algún sacrificio fue necesario. Dado que Dios es perfectamente justo, alguien tenía que pagar por nuestras ofensas, nuestros pecados. El único sacrificio eficaz tendría que ser perfecto, y el único perfecto es Dios. Empezó con la muerte de Jesús en la cruz, pero sin la resurrección no habría ninguna victoria ni esperanza para nosotros. La resurrección nos garantiza la vida eterna, y victoria sobre el pecado y la muerte.

¿Qué es el beneficio que recibimos? ¿Qué es el propósito de Dios para nosotros?

  1. Para que tengamos una esperanza viva.  Ahora vivimos con gran expectación. Muchos de nosotros vivíamos desesperados. Estábamos decepcionados y desilusionados con la esperanza vacía que el mundo nos ofreció en las riquezas y el placer. En muchos casos nuestra esperanza había muerto. La resurrección de Cristo nos asegura que hay esperanza; El que venció la muerte puede vencer cualquier problema en la vida cotidiana. Vivir sin esperanza es un infierno vivo; con una esperanza viva podemos soportar mucho sufrimiento. Dios quiere darte nueva esperanza, para que vivas cada día con gran expectación de lo que Dios va a hacer.
  2. Para que recibamos una herencia. No solo recibimos el perdón de pecados, y una “mansión” en el cielo, sino también una herencia. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en la herencia que Dios tiene para ti? Jesús dijo que es “el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mateo 25:34). Tenemos la herencia de un hijo del Rey.

¿Cómo es esa herencia?

He conocida a gente que esperaba una gran herencia de sus padres, pero entonces una casa se quemó, la bolsa de valores colapsó, las antigüedades fueron dañadas o había una pelea con sus hermanos, y no recibieron nada. No hay mucha certeza en cuanto a las herencias en este mundo, pero nuestra herencia como hijos de Dios es:

  1. Indestructible, incorruptible. No es de este mundo. No es material.
  2. Incontaminada, inmaculada. Nada ni nadie puede contaminarla. Es pura, hermosa.
  3. No va a cambiar con el tiempo. Es eternal.
  4. Reservada en el cielo. Tiene tu nombre puesto, está esperándote en el cielo.
  5. Garantizada: Esta herencia es tan importante que Dios la garantiza con su Espíritu: Fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios (Efesios 1:13-14).

¿Quién recibe estas bendiciones?

  1. Nosotros (ustedes), cada creyente. Pero no todos van a alcanzar la meta de llegar al cielo para reclamar su herencia. Hay enemigos que nos atacan para destruirnos y robarnos de ella, pero Dios tiene una provisión para esa amenaza también:
  2. Los que el poder de Dios protege. Sin esta protección es muy posible caer y perder todo. No hay ninguna duda que Dios tiene el poder para protegernos, pero aquí llegamos a nuestra parte, y esa parte puede ser delicada…

¿Cómo se aprovecha de esa protección?

Mediante la fe. Toda la vida cristiana es por fe. Ya hemos visto que Dios hace cosas grandes para nosotros, y vamos a ver muchas más en esta carta, pero tenemos que mantener la fe. Dudas nos asediarán y nuestra fe estará atacada por todos lados, pero tenemos que perseverar en nuestra fe en Dios y su Palabra.

¿Hasta cuándo?

Hasta que llegue la salvación. Ya somos salvos, pero no hemos experimentado la plenitud de esa salvación, la manifestación de todo lo que esa fe significa.

¿Cuándo llegará la plenitud de nuestra salvación?

Está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean. Se ha de revelar en los últimos tiempos. Para muchos, no será hasta la muerte. Cuando Cristo viene otra vez para establecer su reino, recibiremos nuestra herencia, la redención de nuestros cuerpos, y la recompensa que Dios tiene preparada para nosotros.

¡Estas son buenas nuevas! En todas las tribulaciones de esta vida tenemos que fijar nuestras mentes en la gran obra que Dios ha hecho para nosotros, porque a veces puede parecer un sueño.

 

Cómo permanecer en Jesús y en su amor; Juan 15:1-10

Ya has tenido la oportunidad para entrar por la puerta estrecha y evaluar el costo de ser un discípulo de Jesucristo. Es un cambio tan radical que Jesús dice que la única manera de ser su discípulo es nacer de nuevo. No podemos rehabilitar al viejo hombre; tenemos que crucificarlo y empezar de nuevo, con la fe sencilla de un niño. Todavía estás leyendo este libro; al parecer, todavía quieres andar con Jesús en el camino angosto, como dice nuestro verso (1 Juan 2:5-6, RVR):

Por esto sabemos que estamos en él: El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

No puede ser mero hablar; tenemos que realmente permanecer. La palabra “permanecer” es la misma que Juan usa en el capítulo 15 de su evangelio:

Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos. »Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Estos son los puntos clave de este pasaje, los cuales vamos a profundizar en este capítulo:

  • Nosotros tenemos que permanecer en Cristo, y Él quiere permanecer en nosotros (pero hay condiciones).
  • Cristo permanece en el amor de su Padre, y sus palabras tienen que permanecer en nosotros.
  • Permanecer no es opcional, solo para algunos creyentes súper espirituales. El que no permanece en Cristo, arderá en el fuego.
  • El secreto de una vida fructífera es permanecer en Cristo.
  • La clave para oración contestada es permanecer en Cristo.
  • Para permanecer tenemos que guardar los mandamientos de Jesús.

¿Cómo te va? ¿Dirías que estás permaneciendo en Cristo? ¿Estás andando como anduvo Cristo? Ser honesto es un comienzo; no puedes engañar a Dios. Si Cristo vive en ti, y cumples su palabra, vas a andar como Cristo anduvo. Él te ha dado su Espíritu Santo para que te guíe y te dé el poder para hacerlo.

Dios quiere que seas fructífero

1Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía.

Jesús es la única vid verdadera. ¿Quiénes son las ramas? ¡Nosotros! Todos aquellos que están conectados y unidos a Él, que andan como Él anduvo, son una parte integral de la vid. Una necesita a la otra. Sin ramas, la vid es inútil, es infructuosa; las ramas producen el fruto. Ramas sin la vid mueren; recibes todo lo que necesitas de la vid. También necesitas a las otras ramas; Dios te coloca en la vid, una rama entre muchas. Tu principal objetivo es producir el mejor fruto posible, en grandes cantidades. No es para tener una vida más fácil, ser próspero en tu negocio, o estar feliz o bendecido. Esas cosas pueden suceder, pero no son el propósito de Dios para  ti.

¿Cómo está tu rama?

Jesús ya hizo su trabajo aquí en la tierra, para proveer muchas ramas para la viña de su Padre. El Padre tiene todo el derecho de hacer lo que quiera en su viña; es suya, y Él es el labrador. Siempre está trabajando, examinando las ramas. En este momento Él está examinando tu vida. ¿Es fructífera? Si tu rama no es fructífera, la quitará. Así lo dice, ¿verdad? No sirve para el Señor; simplemente extrae energía de las ramas fructuosas. No le importan las hojas grandes o las lindas flores; ¡Él quiere fruto!

Pero no te apures; todavía no es tiempo de cosecha. El Padre es paciente contigo; hay tiempo de hacer unos cambios para ser más fructífero. Sabe que la vid tiene que crecer y ser capaz de dar fruto, al igual que una niña tiene que madurar para dar a luz a un bebé.  El Padre es un labrador experto, y hará todo lo posible y necesario para asegurar una cosecha buena, incluso algo radical.

El Padre poda y limpia

Puede ser que el Padre está limpiándote ahora mismo. Es un proceso difícil; duele, y podemos preguntar “¿Por qué me pasa esto? He trabajado fielmente. Estoy buscando a Dios y he visto buenos frutos en mi vida.” Pero el Padre quiere más. Es bueno si Él está limpiándote; significa que Él tiene algo más grande para ti.

¿Qué es la fruta que está buscando?

Empieza con el fruto del Espíritu en Gálatas 5:22 y 23: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Claro que son importantes, pero Dios también está buscando fruto en otras personas que tu vida ha impactado; personas que han recibido a Cristo, que están creciendo en el Señor y están sirviendo a Dios.

Lucas 6:43 a 45 nos da otra perspectiva sobre el fruto: No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

¿Qué hay en tu corazón? ¿Cómo está ese tesoro? Tus palabras revelan la condición de tu corazón; ¿hablas palabras malas o groseras? ¿O hablas para edificar y bendecir a otros?

Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.

¿Cómo te limpia (o te poda) el Padre? Por medio de la Palabra: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). Tienes que estar en la Palabra, y dejar que el Espíritu Santo te limpie y te pode por medio de su Palabra. Dios también usa a otros hermanos, pruebas, y las circunstancias de la vida para limpiarte.

¿Cuál es el secreto de una vida fructífera?

Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.

Las palabras claves en estos diez versículos son “permanecer” y “fruto.” Permanecer aparece diez veces (Dios Habla Hoy traduce la palabra griega “unido”), y fruto seis veces. Es de sentido común: ninguna rama cortada de un árbol o de la vid puede llevar fruto; tienes que permanecer en Cristo. La pregunta para ti, entonces, es: ¿Estás permaneciendo en Cristo? ¿Puedes decir que Él está permaneciendo en ti? ¿Cómo puedes saberlo?

Una iglesia puede tener cultos ungidos y ofrecer programas impresionantes, tener un templo hermoso y la mejor música, y trabajar duro. Pero esas cosas no necesariamente significan éxito. La prueba es la fruta. Puedes hacer muchas cosas religiosas por ti mismo, en la carne, en tu fuerza. Pero solo puedes dar buenos frutos que duren si permaneces en Cristo.

»Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.

Los discípulos han tenido tres años de comunión íntima con el Señor y preparación para el ministerio, pero pronto van a estar físicamente separados de Cristo y tendrán que aprender a vivir sin su presencia física. Es común que un cristiano empiece con unos meses de comunión muy íntima con Jesús, pero puede haber veces cuando tú no sientas su presencia. Una noche oscura. Tienes que aprender a no depender de tus emociones y vivir por fe; fe en que Cristo vive en ti y tu vida está en Cristo.

Dios quiere que seas muy fructífero, pero la calidad es tan importante como la cantidad. Dios no se complace con un montón de fruto podrido. Tal como un árbol saludable produce muchos frutos buenos, así también el cristiano saludable debe producir muchos buenos frutos. Ésta es una promesa para ti, pero como la mayoría de las promesas, hay una condición: Permanecer en Cristo, y Cristo en ti. Entonces seguramente darás mucho buen fruto.

El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.

Ahí está otra vez; Jesús lo repite: Es posible acabar en el fuego. No es opcional permanecer en Cristo, como si fuesen algunos cristianos maduros que permanecen, y otros que solo llegan a la vid en tiempos de necesidad. Beben del agua viva de la vid en un culto, pero vuelven al mundo entre semana. Cristo tiene palabras muy fuertes para la persona que no permanece en Él. Jesús siempre es fiel para hacer su parte para sostenerte y compartir su vida contigo, pero tú tienes que permanecer en Él. Es posible tomar la decisión de no permanecer en Él, o, más a menudo, simplemente descuidar tu relación con Él.

Una promesa de oración contestada

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.

La primera promesa es dar mucho fruto si permaneces en Jesús; esta promesa es para oración contestada, pero no solo tienes que permanecer en Él, sino que sus palabras tienen que permanecer en ti. Ésta es una gran promesa, pero no es para cosas egoisticas; es en el contexto de tu obra en la vid. Por supuesto, Dios proveerá tus necesidades, pero sobre todo Él responderá la oración que ayuda en la cosecha. Si su palabra realmente permanece en ti, tendrás su corazón, y lo pedirás de acuerdo con su voluntad.

Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.

¿Eres un discípulo de Jesús? Un discípulo es fructífero, y Dios quiere mucho fruto. ¿Quieres glorificar a Dios? ¿No crees que el Padre estará muy contento contigo si lo glorificas de esa manera?

Cristo te ama

»Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 

No se trata solo de ser fructífero y de trabajar en la viña; es una relación de amor, y es un mandamiento: Permanece en el amor de Cristo. Él te ama con el mismo amor que el Padre tiene para Él. ¡Ese es un gran amor! Ese amor siempre está allí para ti. (En este capítulo, cuando Jesús habla de amor, es el amor ágape, el amor perfecto e incondicional de Dios.) Cristo no tiene altibajos en su amor. Tú puedes depender de su amor, pero tú tienes que permanecer en él. ¿Cómo?

10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 

Entonces, ¿cómo permaneces en Cristo? ¿Cómo puedes siempre permanecer en su amor?

  • Obedecer sus mandamientos.
  • Mantener la comunión con Él.
  • Andar con Él todo el día, en adoración y oración.
  • Caminar en santidad; no puedes permanecer en Cristo y practicar el pecado al mismo tiempo.

¡Qué gran privilegio de permanecer en Cristo y llevar mucho fruto para la gloria de su Nombre! Al estudiar la vida de Jesús y andar como Él, como estamos aprendiendo en este libro, permanecerás en Él y en su amor.

 

La fe Mateo 8, 9 y 14

Caminar con Jesús es un caminar de fe, pero Pablo agrega esperanza y amor como fundamentos de la vida cristiana; hay una conexión íntima entre los tres:

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

La fe es la garantía (certeza) de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Tanto la fe como la esperanza implican cosas intangibles. Lo que esperamos está en el futuro. Creemos en lo que no vemos ni podemos confirmar con nuestros sentidos (lo que Dios ha dicho, la obra salvadora de Cristo, y el hecho que Dios existe). Nuestro conocimiento de Dios y de su palabra nos da la seguridad de que nuestra esperanza es real; los dos trabajan juntos.

El amor fortalece nuestra fe y esperanza, y nos da perseverancia. La combinación de los tres transforma nuestra relación con Dios y con los demás: Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13:7).

También forman partes esenciales de nuestra armadura espiritual: Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo (1 Tesalonicenses 5:8, RVR). La fe y el amor protegen el corazón, mientras que la esperanza de la salvación eterna protege los pensamientos. Sin ese casco, la fe y el amor pueden llegar a ser egoístas o equivocados. La esperanza mantiene nuestros pensamientos claros, enfocados en nuestra salvación, libre de distracciones, y ordenando el resto de nuestras vidas.

Hemos recibido noticias de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen por todos los santos  a causa de la esperanza reservada para ustedes en el cielo. De esta esperanza ya han sabido por la palabra de verdad, que es el evangelio (Colosenses 1:4-5). Su fe y su amor son notables, y ambos fluyen de la esperanza despertada por el evangelio.  Primero esperanza; entonces la fe se apropia de:

  • La realidad invisible de la libertad del pecado dada por el sacrificio de Cristo.
  • Una relación de amor con Dios.
  • Paz con el prójimo.

Como resultado, el amor fluye, para Dios y para otros.

Fácilmente se puede escribir un libro sobre la fe, pero en realidad no es muy complicada. Estos ejemplos demuestran la simplicidad de andar con Cristo en fe. ¡Tú puedes hacerlo!

Un hombre leproso sanado (Mateo 8)

1 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.

—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.

Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!

Y al instante quedó sano de la lepra.

—Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—; solo ve, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.

Esta es la fe de un niño, la fe que agrada a Dios. Es una fe muy simple, pero con esa fe, como un granito de mostaza, el leproso quedó sano.

¿Cómo manifestó su fe?

El hombre no le rogó mucho y no hizo ninguna declaración de sanidad.

  1. Había oído hablar de Jesús y se acercó a Él. No le importaba lo que dijera los demás o que él pudiera ser señalado por ser inmundo. La fe comienza con un deseo de estar cerca de Jesús, en su presencia. Es difícil tener fe cuando estás involucrado en cosas del mundo o estás lejos del Señor.
  2. Se arrodilló delante de Él. El hombre se humilló y confesó su dependencia de Jesús. La adoración edifica la fe, y expresa una sumisión al señorío de Jesucristo.
  3. Tenía la fe sencilla que Jesús podía sanarlo. Tal vez había visto otros milagros, o había escuchado las enseñanzas de Jesús, pero tenía la certeza de que era posible. Todo depende de la voluntad de Jesús, no de la cantidad de su fe.
  4. Reconoce que Jesús es soberano, y puede decidir sanarlo o no. Muchos enseñan que es una falta de fe orar “si es tu voluntad” o “si quieres,” pero Jesús honra esa sumisión.
  5. Instantáneamente estuvo sano. No siempre es así, pero en este caso Jesús extendió la mano y le tocó (exponiéndose a la posibilidad de contagiarse).

La fe impresionante del centurión

Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

También en este caso el primer indicio de fe fue acercarse a Jesús y pedir ayuda. La oración es una parte muy importante de caminar en fe.

—Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.

Aquí no le pidió a Jesús un milagro; en fe se acercó a Jesús y le confiesa su necesidad (y su incapacidad para hacer algo al respecto).

—Iré a sanarlo —respondió Jesús.

Jesús dio su palabra: en respuesta a la fe del centurión, Jesús sanaría al siervo. Fue conmovido por la fe sencilla de este hombre, quien ahora tiene su promesa. Nosotros tenemos muchas promesas de Jesús sobre lo que Él quiere hacer por nosotros.

—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

Esta es la fe: la humildad, confianza en la palabra de Jesús y comprensión de la naturaleza de la autoridad. Este centurión recibió la autoridad del Imperio Romano. En sí mismo, no tenía el poder para obligar a sus soldados a hacer nada, pero esos soldados entendían que el centurión había recibido la autoridad del emperador. Temen y respetan ese poder, y sin discutir ni demorar, hicieron lo que se les pidió que hicieran. Responden a las palabras de su superior. El centurión sabe que Jesús solo tiene que decir la palabra y se hará; él reconoce la autoridad que Jesús recibió de su Padre.

10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: —Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. 11 Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.

Jesús dice que esa es gran fe; más fe de la que había encontrado en nadie en Israel (este hombre era romano, un gentil). Jesús está muy impresionado con su fe, y conmovido para responder a ella. ¿Qué te comunica que una persona tiene mucha fe? Aquí fue la convicción profunda de que Jesús estaba bajo la autoridad del Padre, de Dios mismo. La persona sin esa fe no solo no recibe milagros, sino que será echada al infierno.

13 Luego Jesús le dijo al centurión: —¡Ve! Todo se hará tal como creíste.

Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.

¡Qué palabra tan interesante! Todo se hará tal como creíste. Dios Habla Hoy dice: Debido a que creíste, ha sucedido. Si tienes la fe para cosas pequeñas, así recibirás cosas pequeñas. Si tienes la fe para mover montañas, si de verdad crees que Jesús (¡quien creó al mundo!) tiene el poder de mover montañas, ¡la montaña se moverá!

Jesús quiere hacer todo lo que creemos que fuese posible.

El temor roba la fe de los discípulos

23 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. 25 Los discípulos fueron a despertarlo.

—¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

Una vez más los discípulos se acercaron a Jesús; más bien, fueron corriendo a Jesús en pánico. Sí, tienen la fe de que Él puede salvarlos, y piden esa salvación, pero también hay temor. El temor es lo opuesto a la fe. El temor paraliza la fe y nos roba de ella. Estos son sus discípulos; Jesús espera más de ellos (¡más de lo que espera de un centurión romano!), así que Jesús los reprende:

26 —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo?

Si tenemos fe, no debemos temer. Es posible tener mucha fe, o poca fe. El temor de los discípulos traiciona su poca fe. ¿Qué parte tiene el miedo en tu vida? ¿Ese temor traiciona tu poca fe? ¿O tienes confianza en las tormentas de esta vida de que Jesús puede manejarlas todas?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

Gracias a Dios, a pesar de su poca fe, Jesús todavía hace el milagro; no va a dejarlos morir en esa tormenta. A veces Dios hace un milagro, no a causa de nuestra mucha fe, sino a pesar de nuestra poca fe.

27 Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»

La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Cristo (Romanos 10:17). Cuando crecemos en nuestro conocimiento de Jesús, nuestra fe crecerá también. Es claro que ellos todavía no tenían un concepto claro de quien es Jesús.

Tocar el borde de su manto (Mateo 9)

18 Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo:

—Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

¡Aquí está de nuevo! El hombre buscó a Jesús, se acercó a Él, se arrodilló, comparte su necesidad, hace una petición y expresa la confianza que Jesús podría sanar a su hija. No tiene la humildad del leproso para decir “si quieres,” ni del centurión, que no se sintió digno de recibir a Jesús en su casa. Este era un dirigente judío, y él es más audaz, lo dice a Jesús lo que debe hacer: “Ven y pon tu mano sobre ella.” Él tiene mucha fe: la muchacha ya está muerta. Hay varias maneras de acercarse a Jesús, y Él honra cada una de estas peticiones.

19 Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. 

Jesús estaba en medio de una enseñanza, pero sin decir nada, inmediatamente se levantó y fue con el hombre. Mientras iba, tenemos otra expresión de fe:

20 En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. 21 Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». 22 Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: —¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.

Y la mujer quedó sana en aquel momento.

Una vez más la persona se acercó a Jesús, pero se avergüenza de su inmundicia y no puede pedirle nada. La única expresión de fe es la certeza que ella tenía, que solo al tocar el borde de su manto quedaría sana, y esa fe es la suficiente para sanarla. Jesús lo dice claramente: Tu fe te ha sanado.

Seguramente el padre de la muchacha estaba nervioso por este retraso, pero ahora llegan a su casa:

23 Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, 24 les dijo:

—Váyanse. La niña no está muerta, sino dormida.

Entonces empezaron a burlarse de él. 25 Pero cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. 26 La noticia se divulgó por toda aquella región.

Hemos visto dos tipos de curaciones:

  1. La persona manifestó fe por su propia curación (ambas personas inmundas: el leproso y la mujer con la hemorragia).
  2. La fe de otra persona resultó en la curación (de la hija y del sirviente del centurión).

En este caso, no se menciona nada más acerca de la fe del padre. Parece que una vez que Jesús tomó la decisión de acompañarlo, ya estaba hecho. Las burlas de la gente no le impidieron sanarla (o, más bien, resucitarla). Solo tomó la niña de la mano y ella se levantó.

Dos ciegos sanados

Al caminar con Jesús a través de estos capítulos de Mateo, notamos una procesión continua de necesidades y peticiones, y la fe simple de la gente:

27 Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: —¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

Esta vez hay dos ciegos que siguen a Jesús y claman a Él. No le piden por sanidad, sino por compasión.

28 Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó: —¿Creen que puedo sanarlos?

—Sí, Señor —le respondieron.

No dejaron de seguir a Jesús; lo siguieron dentro de la casa y se acercaron a Él de nuevo. Jesús quiere aclarar lo que quieren: “¿Qué quieren ustedes cuando piden compasión? ¿Por qué me sigues?” Deben ser más específicos en su petición si quieren sanidad. Ahora dicen claramente que creen que Jesús puede sanarlos.

29 Entonces les tocó los ojos y les dijo: —Que se haga con ustedes conforme a su fe.

Esa simple confesión fue suficiente para mover a Jesús. Reciben conforme a su fe. Si tienes la fe por algo pequeño, eso es lo que recibirás. Si es fe para mover montañas, las montañas se moverán.

30 Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza: —Asegúrense de que nadie se entere de esto.31 Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.

32 Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. 33 Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel».

¡En este caso el pobre hombre no pudo hablar! ¡No pudo pedir nada! Posiblemente fue tan atado por el demonio que ni siquiera tenía fe, pero sus compañeros tenían fe. Como en los otros casos, se acercan a Jesús. No hay registro de nada que pidieron; con esa fe simple de llevar al hombre a Jesús, el Señor hizo el milagro.

Jesús puede multiplicar lo poco que tienes (Mateo 14)

13 Cuando Jesús recibió la noticia [de la muerte de Juan Bautista], se retiró él solo en una barca a un lugar solitario.

Jesús estaba de luto y quería estar solo, pero:

Las multitudes se enteraron y lo siguieron a pie desde los poblados. 14 Cuando Jesús desembarcó y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos.

Una vez más la gente demuestra su fe buscando a Jesús. Esa fe toca su corazón, y Él sana a los enfermos. Pero ahora hay un problema:

15 Al atardecer se le acercaron sus discípulos y le dijeron: —Este es un lugar apartado y ya se hace tarde. Despide a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren algo de comer.

16 —No tienen que irse —contestó Jesús—. Denles ustedes mismos de comer.

17 Ellos objetaron: —No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados.

18 —Tráiganmelos acá —les dijo Jesús.

Los discípulos no pudieron ver la oportunidad de ejercer su fe en esta situación y suplir la necesidad. Para ellos, sería más fácil simplemente despedir a la gente. Ellos pasan la responsabilidad de su bienestar a la multitud, pero Jesús dice que no tienen que irse. No corresponde a gente que recién comienzan su relación con Dios estar agobiados por algo que nosotros (con una fe madura) podemos hacer. La multitud tenía fe por las sanidades, pero no hay evidencia de fe para este milagro.

Esta es una prueba de la fe de los discípulos. Es claro que Jesús sabe que sería posible para ellos, con la fe que tienen, proporcionar alimento a miles de personas. Pero ellos no tienen esos ojos de fe para creer por un milagro y multiplicar lo poco que tenían. ¿Hay algo que te parezca imposible? ¿Podría ser una prueba de tu fe?

La disposición a ofrecerle a Jesús lo que tenían, le permitió hacer un milagro. ¿Hay algo que tú tengas, que Él te diga: Tráemelo?

19 Y mandó a la gente que se sentara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos, quienes los repartieron a la gente. 20 Todos comieron hasta quedar satisfechos, y los discípulos recogieron doce canastas llenas de pedazos que sobraron. 21 Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

¿Cómo hizo Jesús el milagro? No hay una explicación lógica, pero podemos seguir los pasos:

  • Mandó a la gente sentarse. Prepara la escena y organiza a la gente.
  • Tomó lo que tenía y mira al cielo con fe y expectativa.
  • Bendijo lo que tenía.
  • Dio los panes y peces a los discípulos, y ellos los distribuyeron. ¡Imagínate cómo su fe creció cuando vieron a esos panes y peces alimentar a miles!

Cuando Jesús hace un milagro, quiere que quedemos satisfechos, y que haya sobreabundancia. No se ve muchos de estos milagros hoy en día, pero ¿tienes la fe que Jesús podría hacerlo de nuevo?

Una oportunidad y una prueba para Pedro

22 En seguida Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado mientras él despedía a la multitud. 

Ya vimos una prueba con la alimentación de la multitud. Posiblemente los discípulos creían que ahora podían descansar en la barca. Pero Jesús les tiene otra prueba de su fe para ellos – y otra oportunidad para crecer en ella. Él los deja solos en la barca mientras despide a la multitud.

Puede ser que acabes de salir de una gran prueba de tu fe, y quieras descansar por un rato. Pero puede ser que Jesús tenga otra prueba para ti, basada en el crecimiento que apenas has experimentado. ¿Hay algo en tu vida que te haga sentir abandonado por Jesús? ¿Puedes ver algún propósito que Jesús pueda tener en esta prueba?

23 Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo, 24 y la barca ya estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario.

¿Dónde está Jesús? ¡Orando! ¡Toda la noche! Cuando Jesús no está en la barca con nosotros puede parecer que todo es contrario.

25 En la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. 

Jesús los dejó allá en ese mar para pelear con las olas y el viento toda la noche.

26 Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados. —¡Es un fantasma! —gritaron de miedo.

27 Pero Jesús les dijo en seguida: —¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.

Es común sentir temor en la prueba. ¡Pero no hay que tener temor de Jesús! Jesús no quiere asustarte. Si estás en una tormenta ahora, Jesús está contigo, y su palabra es: “¡Cálmate! Soy yo. No tengas miedo.”

28 —Señor, si eres tú —respondió Pedro—, mándame que vaya a ti sobre el agua.

29 —Ven —dijo Jesús.

Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. 

Sin pensar en todas las implicaciones, hay una sola cosa en el corazón de Pedro: Quiere estar con Jesús. Cree que si Cristo puede caminar sobre las aguas, él también puede. Pero solo si realmente es Jesús; la fe tiene que estar en algo seguro, como Cristo. Y tenemos que esperar la palabra de Jesús antes de bajar de la barca. Con esa palabra, Pedro baja y camina.

30 Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame!

31 En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Para nosotros y nuestra experiencia actual, parece que Pedro tenía mucha fe para bajar y caminar, sobre todo con un viento fuerte. Pero Jesús lo reprende por su poca fe y sus dudas. Jesús está diciendo que no importa cuán imposible parezca algo, cuan fuerte es el viento, si creemos, no hay nada difícil ni imposible. El temor, las dudas, y fijar nuestros ojos en las circunstancias nos roban esas bendiciones. Jesús no lo reprende por ser atrevido, lo alentó y lo apoyó en ese paso de fe. Y no le deja hundirse, lo rescata.

32 Cuando subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: —Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.

¿Hay un viento contrario en tu vida ahora? Jesús quiere calmar la tormenta y subir a tu barca. ¡Él verdaderamente es el Hijo de Dios y merece toda tu adoración!

34 Después de cruzar el lago, desembarcaron en Genesaret. 35 Los habitantes de aquel lugar reconocieron a Jesús y divulgaron la noticia por todos los alrededores. Le llevaban todos los enfermos, 36 suplicándole que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos.

Así termina este capítulo de Mateo y este capítulo sobre la fe, con más manifestaciones de fe. La gente reconoce a Jesús y saben que es enviado por Dios con el poder de Dios. Divulgan la noticia por todas partes, invitando a la gente a tener fe para acercarse y recibir, y con fe le llevaron todos los enfermos. La gente se acerca a Jesús con sus necesidades. Le suplican a Jesús por su toque y su milagro. Hacen su petición, su oración, y extienden las manos para tocarlo. Como la mujer, tienen la fe de que tocar siquiera el borde se su manto resultaría en una curación. Y todos aquellos que tienen la fe para tocarlo, quedan sanos.

Eso es, así de simple. De verdad no hay nada complicado acerca de la fe. Tú has leído la Biblia. Tú sabes quién es Jesús, y estás creciendo en tu conocimiento de Él. Probablemente lo has aceptado como tu Señor y Salvador. Es posible que hayas anunciado las buenas nuevas a otras personas. ¿Cuál es la necesidad que puedes llevar a Jesús ahora? ¿O la persona que le puedes llevar? ¿Has suplicado a Jesús por tu petición y necesidad? ¿Tienes la fe para tocarlo? Entonces Jesús dice que quien crea, recibirá, conforme a su fe. Cree en Jesús con la misma fe que hemos visto una y otra vez en este capítulo. Y no dudes, como Pedro, de ser reprendido como un hombre de poca fe.