La fe Mateo 8, 9 y 14

Caminar con Jesús es un caminar de fe, pero Pablo agrega esperanza y amor como fundamentos de la vida cristiana; hay una conexión íntima entre los tres:

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

La fe es la garantía (certeza) de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Tanto la fe como la esperanza implican cosas intangibles. Lo que esperamos está en el futuro. Creemos en lo que no vemos ni podemos confirmar con nuestros sentidos (lo que Dios ha dicho, la obra salvadora de Cristo, y el hecho que Dios existe). Nuestro conocimiento de Dios y de su palabra nos da la seguridad de que nuestra esperanza es real; los dos trabajan juntos.

El amor fortalece nuestra fe y esperanza, y nos da perseverancia. La combinación de los tres transforma nuestra relación con Dios y con los demás: Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13:7).

También forman partes esenciales de nuestra armadura espiritual: Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo (1 Tesalonicenses 5:8, RVR). La fe y el amor protegen el corazón, mientras que la esperanza de la salvación eterna protege los pensamientos. Sin ese casco, la fe y el amor pueden llegar a ser egoístas o equivocados. La esperanza mantiene nuestros pensamientos claros, enfocados en nuestra salvación, libre de distracciones, y ordenando el resto de nuestras vidas.

Hemos recibido noticias de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen por todos los santos  a causa de la esperanza reservada para ustedes en el cielo. De esta esperanza ya han sabido por la palabra de verdad, que es el evangelio (Colosenses 1:4-5). Su fe y su amor son notables, y ambos fluyen de la esperanza despertada por el evangelio.  Primero esperanza; entonces la fe se apropia de:

  • La realidad invisible de la libertad del pecado dada por el sacrificio de Cristo.
  • Una relación de amor con Dios.
  • Paz con el prójimo.

Como resultado, el amor fluye, para Dios y para otros.

Fácilmente se puede escribir un libro sobre la fe, pero en realidad no es muy complicada. Estos ejemplos demuestran la simplicidad de andar con Cristo en fe. ¡Tú puedes hacerlo!

Un hombre leproso sanado (Mateo 8)

1 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.

—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.

Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!

Y al instante quedó sano de la lepra.

—Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—; solo ve, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.

Esta es la fe de un niño, la fe que agrada a Dios. Es una fe muy simple, pero con esa fe, como un granito de mostaza, el leproso quedó sano.

¿Cómo manifestó su fe?

El hombre no le rogó mucho y no hizo ninguna declaración de sanidad.

  1. Había oído hablar de Jesús y se acercó a Él. No le importaba lo que dijera los demás o que él pudiera ser señalado por ser inmundo. La fe comienza con un deseo de estar cerca de Jesús, en su presencia. Es difícil tener fe cuando estás involucrado en cosas del mundo o estás lejos del Señor.
  2. Se arrodilló delante de Él. El hombre se humilló y confesó su dependencia de Jesús. La adoración edifica la fe, y expresa una sumisión al señorío de Jesucristo.
  3. Tenía la fe sencilla que Jesús podía sanarlo. Tal vez había visto otros milagros, o había escuchado las enseñanzas de Jesús, pero tenía la certeza de que era posible. Todo depende de la voluntad de Jesús, no de la cantidad de su fe.
  4. Reconoce que Jesús es soberano, y puede decidir sanarlo o no. Muchos enseñan que es una falta de fe orar “si es tu voluntad” o “si quieres,” pero Jesús honra esa sumisión.
  5. Instantáneamente estuvo sano. No siempre es así, pero en este caso Jesús extendió la mano y le tocó (exponiéndose a la posibilidad de contagiarse).

La fe impresionante del centurión

Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

También en este caso el primer indicio de fe fue acercarse a Jesús y pedir ayuda. La oración es una parte muy importante de caminar en fe.

—Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.

Aquí no le pidió a Jesús un milagro; en fe se acercó a Jesús y le confiesa su necesidad (y su incapacidad para hacer algo al respecto).

—Iré a sanarlo —respondió Jesús.

Jesús dio su palabra: en respuesta a la fe del centurión, Jesús sanaría al siervo. Fue conmovido por la fe sencilla de este hombre, quien ahora tiene su promesa. Nosotros tenemos muchas promesas de Jesús sobre lo que Él quiere hacer por nosotros.

—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

Esta es la fe: la humildad, confianza en la palabra de Jesús y comprensión de la naturaleza de la autoridad. Este centurión recibió la autoridad del Imperio Romano. En sí mismo, no tenía el poder para obligar a sus soldados a hacer nada, pero esos soldados entendían que el centurión había recibido la autoridad del emperador. Temen y respetan ese poder, y sin discutir ni demorar, hicieron lo que se les pidió que hicieran. Responden a las palabras de su superior. El centurión sabe que Jesús solo tiene que decir la palabra y se hará; él reconoce la autoridad que Jesús recibió de su Padre.

10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: —Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. 11 Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.

Jesús dice que esa es gran fe; más fe de la que había encontrado en nadie en Israel (este hombre era romano, un gentil). Jesús está muy impresionado con su fe, y conmovido para responder a ella. ¿Qué te comunica que una persona tiene mucha fe? Aquí fue la convicción profunda de que Jesús estaba bajo la autoridad del Padre, de Dios mismo. La persona sin esa fe no solo no recibe milagros, sino que será echada al infierno.

13 Luego Jesús le dijo al centurión: —¡Ve! Todo se hará tal como creíste.

Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.

¡Qué palabra tan interesante! Todo se hará tal como creíste. Dios Habla Hoy dice: Debido a que creíste, ha sucedido. Si tienes la fe para cosas pequeñas, así recibirás cosas pequeñas. Si tienes la fe para mover montañas, si de verdad crees que Jesús (¡quien creó al mundo!) tiene el poder de mover montañas, ¡la montaña se moverá!

Jesús quiere hacer todo lo que creemos que fuese posible.

El temor roba la fe de los discípulos

23 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. 25 Los discípulos fueron a despertarlo.

—¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

Una vez más los discípulos se acercaron a Jesús; más bien, fueron corriendo a Jesús en pánico. Sí, tienen la fe de que Él puede salvarlos, y piden esa salvación, pero también hay temor. El temor es lo opuesto a la fe. El temor paraliza la fe y nos roba de ella. Estos son sus discípulos; Jesús espera más de ellos (¡más de lo que espera de un centurión romano!), así que Jesús los reprende:

26 —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo?

Si tenemos fe, no debemos temer. Es posible tener mucha fe, o poca fe. El temor de los discípulos traiciona su poca fe. ¿Qué parte tiene el miedo en tu vida? ¿Ese temor traiciona tu poca fe? ¿O tienes confianza en las tormentas de esta vida de que Jesús puede manejarlas todas?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

Gracias a Dios, a pesar de su poca fe, Jesús todavía hace el milagro; no va a dejarlos morir en esa tormenta. A veces Dios hace un milagro, no a causa de nuestra mucha fe, sino a pesar de nuestra poca fe.

27 Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»

La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Cristo (Romanos 10:17). Cuando crecemos en nuestro conocimiento de Jesús, nuestra fe crecerá también. Es claro que ellos todavía no tenían un concepto claro de quien es Jesús.

Tocar el borde de su manto (Mateo 9)

18 Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo:

—Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

¡Aquí está de nuevo! El hombre buscó a Jesús, se acercó a Él, se arrodilló, comparte su necesidad, hace una petición y expresa la confianza que Jesús podría sanar a su hija. No tiene la humildad del leproso para decir “si quieres,” ni del centurión, que no se sintió digno de recibir a Jesús en su casa. Este era un dirigente judío, y él es más audaz, lo dice a Jesús lo que debe hacer: “Ven y pon tu mano sobre ella.” Él tiene mucha fe: la muchacha ya está muerta. Hay varias maneras de acercarse a Jesús, y Él honra cada una de estas peticiones.

19 Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. 

Jesús estaba en medio de una enseñanza, pero sin decir nada, inmediatamente se levantó y fue con el hombre. Mientras iba, tenemos otra expresión de fe:

20 En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. 21 Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». 22 Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: —¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.

Y la mujer quedó sana en aquel momento.

Una vez más la persona se acercó a Jesús, pero se avergüenza de su inmundicia y no puede pedirle nada. La única expresión de fe es la certeza que ella tenía, que solo al tocar el borde de su manto quedaría sana, y esa fe es la suficiente para sanarla. Jesús lo dice claramente: Tu fe te ha sanado.

Seguramente el padre de la muchacha estaba nervioso por este retraso, pero ahora llegan a su casa:

23 Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, 24 les dijo:

—Váyanse. La niña no está muerta, sino dormida.

Entonces empezaron a burlarse de él. 25 Pero cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. 26 La noticia se divulgó por toda aquella región.

Hemos visto dos tipos de curaciones:

  1. La persona manifestó fe por su propia curación (ambas personas inmundas: el leproso y la mujer con la hemorragia).
  2. La fe de otra persona resultó en la curación (de la hija y del sirviente del centurión).

En este caso, no se menciona nada más acerca de la fe del padre. Parece que una vez que Jesús tomó la decisión de acompañarlo, ya estaba hecho. Las burlas de la gente no le impidieron sanarla (o, más bien, resucitarla). Solo tomó la niña de la mano y ella se levantó.

Dos ciegos sanados

Al caminar con Jesús a través de estos capítulos de Mateo, notamos una procesión continua de necesidades y peticiones, y la fe simple de la gente:

27 Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: —¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

Esta vez hay dos ciegos que siguen a Jesús y claman a Él. No le piden por sanidad, sino por compasión.

28 Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó: —¿Creen que puedo sanarlos?

—Sí, Señor —le respondieron.

No dejaron de seguir a Jesús; lo siguieron dentro de la casa y se acercaron a Él de nuevo. Jesús quiere aclarar lo que quieren: “¿Qué quieren ustedes cuando piden compasión? ¿Por qué me sigues?” Deben ser más específicos en su petición si quieren sanidad. Ahora dicen claramente que creen que Jesús puede sanarlos.

29 Entonces les tocó los ojos y les dijo: —Que se haga con ustedes conforme a su fe.

Esa simple confesión fue suficiente para mover a Jesús. Reciben conforme a su fe. Si tienes la fe por algo pequeño, eso es lo que recibirás. Si es fe para mover montañas, las montañas se moverán.

30 Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza: —Asegúrense de que nadie se entere de esto.31 Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.

32 Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. 33 Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel».

¡En este caso el pobre hombre no pudo hablar! ¡No pudo pedir nada! Posiblemente fue tan atado por el demonio que ni siquiera tenía fe, pero sus compañeros tenían fe. Como en los otros casos, se acercan a Jesús. No hay registro de nada que pidieron; con esa fe simple de llevar al hombre a Jesús, el Señor hizo el milagro.

Jesús puede multiplicar lo poco que tienes (Mateo 14)

13 Cuando Jesús recibió la noticia [de la muerte de Juan Bautista], se retiró él solo en una barca a un lugar solitario.

Jesús estaba de luto y quería estar solo, pero:

Las multitudes se enteraron y lo siguieron a pie desde los poblados. 14 Cuando Jesús desembarcó y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos.

Una vez más la gente demuestra su fe buscando a Jesús. Esa fe toca su corazón, y Él sana a los enfermos. Pero ahora hay un problema:

15 Al atardecer se le acercaron sus discípulos y le dijeron: —Este es un lugar apartado y ya se hace tarde. Despide a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren algo de comer.

16 —No tienen que irse —contestó Jesús—. Denles ustedes mismos de comer.

17 Ellos objetaron: —No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados.

18 —Tráiganmelos acá —les dijo Jesús.

Los discípulos no pudieron ver la oportunidad de ejercer su fe en esta situación y suplir la necesidad. Para ellos, sería más fácil simplemente despedir a la gente. Ellos pasan la responsabilidad de su bienestar a la multitud, pero Jesús dice que no tienen que irse. No corresponde a gente que recién comienzan su relación con Dios estar agobiados por algo que nosotros (con una fe madura) podemos hacer. La multitud tenía fe por las sanidades, pero no hay evidencia de fe para este milagro.

Esta es una prueba de la fe de los discípulos. Es claro que Jesús sabe que sería posible para ellos, con la fe que tienen, proporcionar alimento a miles de personas. Pero ellos no tienen esos ojos de fe para creer por un milagro y multiplicar lo poco que tenían. ¿Hay algo que te parezca imposible? ¿Podría ser una prueba de tu fe?

La disposición a ofrecerle a Jesús lo que tenían, le permitió hacer un milagro. ¿Hay algo que tú tengas, que Él te diga: Tráemelo?

19 Y mandó a la gente que se sentara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos, quienes los repartieron a la gente. 20 Todos comieron hasta quedar satisfechos, y los discípulos recogieron doce canastas llenas de pedazos que sobraron. 21 Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

¿Cómo hizo Jesús el milagro? No hay una explicación lógica, pero podemos seguir los pasos:

  • Mandó a la gente sentarse. Prepara la escena y organiza a la gente.
  • Tomó lo que tenía y mira al cielo con fe y expectativa.
  • Bendijo lo que tenía.
  • Dio los panes y peces a los discípulos, y ellos los distribuyeron. ¡Imagínate cómo su fe creció cuando vieron a esos panes y peces alimentar a miles!

Cuando Jesús hace un milagro, quiere que quedemos satisfechos, y que haya sobreabundancia. No se ve muchos de estos milagros hoy en día, pero ¿tienes la fe que Jesús podría hacerlo de nuevo?

Una oportunidad y una prueba para Pedro

22 En seguida Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado mientras él despedía a la multitud. 

Ya vimos una prueba con la alimentación de la multitud. Posiblemente los discípulos creían que ahora podían descansar en la barca. Pero Jesús les tiene otra prueba de su fe para ellos – y otra oportunidad para crecer en ella. Él los deja solos en la barca mientras despide a la multitud.

Puede ser que acabes de salir de una gran prueba de tu fe, y quieras descansar por un rato. Pero puede ser que Jesús tenga otra prueba para ti, basada en el crecimiento que apenas has experimentado. ¿Hay algo en tu vida que te haga sentir abandonado por Jesús? ¿Puedes ver algún propósito que Jesús pueda tener en esta prueba?

23 Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo, 24 y la barca ya estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario.

¿Dónde está Jesús? ¡Orando! ¡Toda la noche! Cuando Jesús no está en la barca con nosotros puede parecer que todo es contrario.

25 En la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. 

Jesús los dejó allá en ese mar para pelear con las olas y el viento toda la noche.

26 Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados. —¡Es un fantasma! —gritaron de miedo.

27 Pero Jesús les dijo en seguida: —¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.

Es común sentir temor en la prueba. ¡Pero no hay que tener temor de Jesús! Jesús no quiere asustarte. Si estás en una tormenta ahora, Jesús está contigo, y su palabra es: “¡Cálmate! Soy yo. No tengas miedo.”

28 —Señor, si eres tú —respondió Pedro—, mándame que vaya a ti sobre el agua.

29 —Ven —dijo Jesús.

Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. 

Sin pensar en todas las implicaciones, hay una sola cosa en el corazón de Pedro: Quiere estar con Jesús. Cree que si Cristo puede caminar sobre las aguas, él también puede. Pero solo si realmente es Jesús; la fe tiene que estar en algo seguro, como Cristo. Y tenemos que esperar la palabra de Jesús antes de bajar de la barca. Con esa palabra, Pedro baja y camina.

30 Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame!

31 En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Para nosotros y nuestra experiencia actual, parece que Pedro tenía mucha fe para bajar y caminar, sobre todo con un viento fuerte. Pero Jesús lo reprende por su poca fe y sus dudas. Jesús está diciendo que no importa cuán imposible parezca algo, cuan fuerte es el viento, si creemos, no hay nada difícil ni imposible. El temor, las dudas, y fijar nuestros ojos en las circunstancias nos roban esas bendiciones. Jesús no lo reprende por ser atrevido, lo alentó y lo apoyó en ese paso de fe. Y no le deja hundirse, lo rescata.

32 Cuando subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: —Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.

¿Hay un viento contrario en tu vida ahora? Jesús quiere calmar la tormenta y subir a tu barca. ¡Él verdaderamente es el Hijo de Dios y merece toda tu adoración!

34 Después de cruzar el lago, desembarcaron en Genesaret. 35 Los habitantes de aquel lugar reconocieron a Jesús y divulgaron la noticia por todos los alrededores. Le llevaban todos los enfermos, 36 suplicándole que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos.

Así termina este capítulo de Mateo y este capítulo sobre la fe, con más manifestaciones de fe. La gente reconoce a Jesús y saben que es enviado por Dios con el poder de Dios. Divulgan la noticia por todas partes, invitando a la gente a tener fe para acercarse y recibir, y con fe le llevaron todos los enfermos. La gente se acerca a Jesús con sus necesidades. Le suplican a Jesús por su toque y su milagro. Hacen su petición, su oración, y extienden las manos para tocarlo. Como la mujer, tienen la fe de que tocar siquiera el borde se su manto resultaría en una curación. Y todos aquellos que tienen la fe para tocarlo, quedan sanos.

Eso es, así de simple. De verdad no hay nada complicado acerca de la fe. Tú has leído la Biblia. Tú sabes quién es Jesús, y estás creciendo en tu conocimiento de Él. Probablemente lo has aceptado como tu Señor y Salvador. Es posible que hayas anunciado las buenas nuevas a otras personas. ¿Cuál es la necesidad que puedes llevar a Jesús ahora? ¿O la persona que le puedes llevar? ¿Has suplicado a Jesús por tu petición y necesidad? ¿Tienes la fe para tocarlo? Entonces Jesús dice que quien crea, recibirá, conforme a su fe. Cree en Jesús con la misma fe que hemos visto una y otra vez en este capítulo. Y no dudes, como Pedro, de ser reprendido como un hombre de poca fe.