Hemos disfrutado la rica enseñanza de Jesucristo acerca del reino de Dios. Multitudes siempre buscaban a Jesús, así que mucha de esa enseñanza fue dirigida a ellos (el mejor ejemplo es el Sermón del Monte). En otras ocasiones, sus críticos (los fariseos y los maestros de la ley) escucharon sus enseñanzas, a menudo en grupos más pequeños. Aquí, en la intimidad del aposento alto, solo unas horas antes de su arresto y traición, Jesús quiere compartir cosas sumamente importantes con sus doce discípulos. Quiere prepararlos por su salida, y asegurarlos que, venga lo que venga, en el reino de Dios nunca estás solo.
No se turbe tu corazón
1No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.
Habrá mucha razón para angustiarse; el mundo de los discípulos será destruido mientras ven a su Maestro juzgado y crucificado. Para Jesús habría aún más razón para angustiarse, pero Él tiene tres palabras sencillas para ellos:
- No se angustien. Otras traducciones dicen: No se turbe vuestro corazón (RVR) y No dejen que el corazón se les llene de angustia (NTV). Es un mandato. Este capítulo está lleno de las razones por las que no tenemos que angustiarnos. Puede ser que tú estés enfrentando una situación muy dura. Andando como Jesús anduvo no te exime de ellas; hay veces cuando tenemos que andar con Él hasta el calvario, pero tenemos que luchar contra la angustia y no dejar que el corazón se turbe. La angustia nace del temor; llena tu corazón con la Palabra de Dios, alabanzas y el Espíritu Santo, y no habrá lugar para la angustia.
- Confíen en Dios. Jesús tuvo paz frente a la cruz porque tenía fe de que su Padre lo resucitaría. Esperemos que tú ya hayas experimentado la fidelidad de Dios y tengas una fe firma. Nunca te abandonará ni te desamparará. No confíes en el hombre, confía en Dios. En la NVI es un mandato, pero en la RVR es una declaración: creéis en Dios, creed también en mí. Puede ser que Jesús signifique que ya tienen fe en el Dios soberano de los judíos; pueden tener esa misma fe en Cristo, porque son iguales.
- Confía también en Jesús. Él es tu hermano mayor, tu sumo sacerdote, quien fue tentado en todo como tú. Está intercediendo por ti a la diestra de su Padre.
Es posible que tu vida no vaya como esperabas. Tu mundo está hecho pedazos y tu corazón está quebrantado. No comprendes lo que está sucediendo. Puedes turbarte y angustiarte, pero Jesús te ama y está en control. Quiere lo mejor para ti. Tiene un plan y un propósito para tu vida. Hay joyas para nosotros en este capítulo, pero Jesús sabe que para recibirlas, tienes que ser libre de la angustia y tener una fe viva.
Andar por fe y no por vista
2 En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. 3 Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
Aquí en la tierra aprendemos a andar como Cristo anduvo; su plan es que andemos juntos por toda la eternidad. Él te quiere donde Él está, y ahora mismo está preparando una vivienda especial para ti. Es el sueño de muchos tener una casa propia (y es una bendición), pero si no tienes esa casa y vives en un domicilio muy humilde, no te preocupes. Allá vas a tener una vivienda mucho mejor que cualquier mansión aquí en la tierra.
Cristo quiere llenarte con esa esperanza y expectativa. La mentira y el engaño nos rodean en este mundo, pero puedes confiar en la palabra de Jesús; Él siempre dice la verdad. ¿Tienes una fe sólida que hay un cielo? ¿Cómo te hace sentir saber que algún día Cristo vendrá a llevarte con Él? No hay lugar mejor que estar con Cristo; muchos de nosotros nos gozamos de esa presencia en el lugar secreto y en los cultos en la iglesia. Es una muestra pequeña de lo que vamos a experimentar por toda la eternidad. ¿No quieres que toda tu familia esté contigo en esa vivienda? Comparte esta palabra con ellos, para que tengan la misma esperanza.
Cuando te enfocas en las cosas del mundo, es fácil turbarte; fija tus ojos en Jesús y piensa en la cosas de arriba.
Cristo es el camino
4 Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy».
Si leíste el primer libro en esta serie, es posible que te acuerdes de uno de los primeros pasos para caminar con Jesús: entrar por la puerta estrecha y andar por el camino angosto (Mateo 7:13-14). Estos discípulos pasaron tres años caminando ese camino con Jesús; deberían conocerlo bien. Si seguimos adelante en ese camino, atravesamos la muerte y entramos directamente en la presencia de Jesús.
5 Dijo entonces Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino?
6 —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.7 Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto.
Cuando pensamos en un camino, tendemos a pensar en algo físico, como una carretera. Demasiadas veces el camino cristiano se presenta como una fórmula: orar, leer la Biblia, ir a la iglesia y evitar el pecado. Son cosas buenas, son cosas que hacemos mientras caminamos, pero el camino es una persona, es Jesús. Él es todo: el camino, la verdad y la vida. Es de moda decir que hay muchos caminos al cielo; dicen que lo importante es tener una fe sincera en lo que creas, ya sea Muhammad o Buda, pero Jesús dice que Él es el único camino al Padre.
Tomás ya llevaba tres años con el camino, y no lo sabía. Hay “cristianos” hoy que siempre buscan alguna nueva experiencia, una iglesia más ungida o una palabra profética, y son como Tomás: no se dan cuenta de que solo necesitan a Jesús. Cristo dice aquí “si ustedes realmente me conocieran;” parece que incluso después de tres años de comunión íntima con Jesús, Él sabía que es posible que realmente no le conocieran. Puede ser la situación tuya también: has tratado de hacerlo todo bien, has leído este libro con cuidado, poniendo en práctica sus enseñanzas, pero realmente no conoces a Jesús. No estás convencido de que la Biblia y Dios mismo sean verdaderos, y no estás experimentando la vida sobrenatural. Puede que hayas buscado vida en las relaciones, las riquezas o la fiesta. Solo hay vida real en una relación con Jesús.
8 —Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta.
¿Felipe es sordo? Jesús acaba de decir que ya han conocido al Padre y que han visto al Padre porque conocen a Jesús. Pero la tendencia humana es siempre desear algo más: Más bendiciones, más influencia, más poder o una posición más alta. “Señor, dame un buen trabajo y con eso me basta. Dame una casa nueva y con eso me basta.” Pero si no es a Jesús que buscamos, nunca te basta. Siempre habrá algo más que quieres. ¡Piensa en la sencillez de esos años que Felipe pasó con Jesús! ¡No necesitas nada más que intimidad con Cristo!
9 —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”? 10 ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. 11 Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas.
Más tarde esa misma noche, en la oración registrada en Juan 17, Jesús diría que de la misma manera que el Padre está en Jesús, Jesús está en nosotros y nosotros estamos en el Padre. Esa unión es la base del éxito en este camino cristiano.
Hay varias cosas importantes en estos versículos:
- Jesús habla de palabra y obra. Vemos esa combinación una y otra vez en su ministerio. Muchos hablan paja; nuestras palabras deben edificar y comunicar el corazón de Dios, pero palabra sin obra es mero hablar. Tenemos que demostrar el poder de Dios en nuestras buenas obras.
- Es bueno cuando alguien cree en la Palabra, pero hay algunos que tienen que ver para creer. Nuestras obras deben dar testimonio de quién es Dios.
- El verso 10 en DHH dice: Las cosas que les digo, no las digo por mi propia cuenta. Hay demasiados cristianos (incluso pastores) que hablan por su propia cuenta. Debemos seguir el ejemplo de Jesús y hablar solo las palabras que Dios nos ha dado cuando hablamos en su nombre. Y si no nos da una palabra, mejor permanecer en silencio.
- Hay una creencia común que no es posible ver a Dios (eso es lo que dicen Éxodo 33:20 y 1 Timoteo 6:15-17). Es parte del argumento de los musulmanes y otros, que Jesús no puede ser divino. Pero aquí Cristo dice que si le has visto a Él, has visto al Padre. Ya que Dios es espíritu, no es posible verlo físicamente, y no podemos soportar la plenitud de su gloria. Vemos a Dios en la plena revelación de quién es Dios a través de las palabras, obras y espíritu de Jesús, no en su carne.
- El mismo Padre que realizó sus obras en Jesús puede realizar sus obras en ti también, lo que nos conduce al siguiente punto.
No solo andarás como Jesús anduvo, sino que harás las obras que Él hizo
12 Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.
Para dar énfasis, Jesús dice “ciertamente” y “les aseguro.” Casi toda promesa tiene una condición, pero la única condición aquí es creer en Jesús. Él quiere que hagamos sus obras. Debe ser nuestra experiencia normal, no algo inusual.
¿Cuáles son las obras que Jesús hizo? Son obvias: curaciones, liberaciones, resurrecciones, multiplicación de alimentos y andando sobre las aguas. He oído decir que “mayores” significa mayor en cantidad. Está claro que con millones haciendo sus obras serían mayores en cantidad, pero el sentido obvio es que también serían más impresionantes.
¿No quieres que tu hijo haga algo mayor con su vida de lo que hiciste tú? Dios no es tan celoso que dijera: “Nadie puede hacer algo mayor de lo que Jesús hizo en este mundo.” No, el hijo (o el discípulo), debe hacer más que su maestro.
Es una promesa muy clara; ¿por qué no vemos más de sus obras? Parece que el problema estaría con nuestra fe; de verdad no creemos en Jesús, no tenemos la expectativa que Él va a hacer esas obras a través de nosotros. La verdad es que a veces, en algunos lugares, hemos visto las obras de Jesús, y mayores. Él no necesita a alguien muy especial, solo un vaso limpio y disponible para actuar con fe. El siguiente versículo nos ofrece otra explicación por la falta de mayores obras.
El poder de la oración
13 Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. 14 Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.
Jesús repite la promesa para enfatizar su certeza, y agrega las palabras “cualquier cosa” para hacer la promesa muy amplia. Hay algunas personas que usan esta promesa para justificar pedir y reclamar casas grandes y carros nuevos, cosas materiales y egoístas, pero la promesa se da en el contexto de hacer las obras que hizo Jesús. Y hay una condición muy importante: pedir “en mi nombre.” Eso no significa terminar la petición con las palabras “en el nombre de Jesús” (aunque está bien terminar una oración así). Pedir en su nombre significa pedir conforme al corazón y la voluntad de Jesús, como si Cristo mismo estuviese aquí haciendo la obra.
Dios está tan dispuesto a responder a estas peticiones porque Él quiere glorificar a su Hijo. Así que la petición debe traer gloria a Jesús. Si el motivo de nuestra petición es glorificarnos a nosotros mismos o glorificar nuestro ministerio o iglesia, es probable que Dios no la conteste. Pero si trae mucha gloria a Jesucristo, los cielos están abiertos para derramar el poder de Dios.
La oración es el medio para liberar ese poder para hacer las obras de Jesús. Es tan importante que Jesús modela la oración en el capítulo 17, y vuelve a repetir esta promesa en Juan 16:
23 En aquel día ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 24 Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
De nuevo Jesús usa las palabras “ciertamente les aseguro” para enfatizar la certeza de esta promesa. Antes, ellos no tenían que orar a Jesús, porque Él estaba allí presente con ellos; por medio de la oración nosotros tenemos el mismo acceso a Jesús que disfrutaron esos discípulos.
¡Nuestra alegría es importante para Jesús! Él sabe que es una bendición recibir, y también dar. Él se deleita en contestar nuestras peticiones y en ver nuestro gozo.
¿Cómo está tu alegría? ¿Está completa? ¿Cómo es tu experiencia en la oración? ¿Crees que pides de acuerdo con el corazón y la voluntad de Jesús? ¿Ves muchas respuestas? ¿Es tu deseo en la oración contestada ver a Jesús glorificada, o solo piensas en tu propio beneficio?
La importancia de la obediencia
Continuando en Juan 14:
19 Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán.20 En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes.
El mundo no ve a Jesús; El creyente, sí, lo ve
Cristo vive; Nosotros vivimos
Cristo está en el Padre; Nosotros estamos en Cristo, y Él está en nosotros
Entonces, ¡tenemos todas las bendiciones! Vemos a Jesús, vivimos, estamos en Él, y Cristo está en nosotros. Parece que es cuando Jesús regrese al Padre que ellos se darán cuenta de esta relación tan íntima de unión con Cristo (posiblemente a través del Espíritu Santo que mora en ellos). Puede ser que Cristo esté hablando de sus apariciones después de la resurrección, o que lo vayan a ver espiritualmente.
Lo que cada uno produce es una relación íntima con Jesús, donde lo vemos, compartimos en su vida y nos unimos a Él. Debe resultar en amar a Cristo. ¿Cómo sabes si lo amas?
21 ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Sabemos que Dios ya nos ama tanto que envió a Jesús a este mundo para salvarnos. Pero este versículo dice que experimentamos más del amor del Padre y del Hijo cuando manifestamos nuestro amor en la obediencia. Es fácil decir y cantar en la iglesia cuánto amo a Jesús, pero la prueba está en la vida cotidiana, en la tentación y en tomar esas decisiones difíciles de obedecer su Palabra cuando no tenemos las ganas. Y no es una obediencia obligatoria (por temor, solo para evitar un castigo); si amamos a Jesús, tenemos que hacer sus mandamientos los nuestros. Nos deleitamos en ellos, como a menudo el salmista escribía acerca de la Ley de Dios. Para obedecerlos hay que conocerlos. ¿Estudias la Biblia para conocer sus mandamientos? ¿Pones la Palabra en práctica? ¿Escuchas para la voz del Espíritu y la obedeces?
Qué bueno que tenemos todas estas bendiciones dadas por Dios, pero es aquí donde nos examinamos para ver si andamos como Cristo anduvo. ¿Cómo está tu obediencia? Si no estás experimentando el amor de Dios, ¿puede ser que te falta?
22 Judas (no el Iscariote) le dijo: —¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo?
Esa es una actitud diferente; a mucha gente solo les importa que ellos experimenten una manifestación de Dios. Judas está pensando en la misión que él ha entendido que tiene Jesús; le parece una contradicción que Jesús no se manifestaría al mundo. Y, característicamente, Jesús no responde a su pregunta.
23 Le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías, sino del Padre, que me envió.
Parece que la respuesta de Jesús es: “Yo me manifestaré solo a aquellos que me aman y obedecen mi palabra.” No lo dice, pero tal vez ahora es la responsabilidad de los discípulos manifestar a Jesús al mundo, en sus palabras y en las mismas obras que Jesús hizo.
Si amas a alguien, quieres complacerlo, quieres hacer lo que sea importante para él. Obedecer a Jesús no es una carga, sino algo que queremos hacer, y buscamos todas las oportunidades para hacerlo. Jesús da aún más peso a sus palabras; son de su cabeza, del Padre. No obedecer esa palabra deshonra no solo a Jesús, sino también al Padre.
La paz de Cristo
27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
La NTV dice: Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo.
La paz se puede dar. Cristo tiene paz sobrenatural para dejar con nosotros. El mundo también da paz, pero es una paz pasajera. Podemos sentir paz en un lugar tranquilo, en la naturaleza, en los brazos del cónyuge, con buena música o con éxito en algún proyecto. Pero esa paz depende de las circunstancias, y hay muchas cosas que nos roban esa paz. La paz de Cristo es una paz profunda que perdura a pesar de las circunstancias. Esa paz guarda nuestros corazones de la angustia y nos da valentía para enfrentar los problemas de esta vida. Ese perfecto amor y paz echan fuera todo el temor de nuestros corazones.
Aquí Jesús vuelve a lo que dijo al principio (el verso 1). No sabemos exactamente cómo Jesús compartió este discurso, pero parece que está llegando al final de esta parte.
“Ya no hablaré más con ustedes, porque viene el príncipe de este mundo”
28 »Ya me han oído decirles: “Me voy, pero vuelvo a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Y les he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. 30 Ya no hablaré más con ustedes, porque viene el príncipe de este mundo. Él no tiene ningún dominio sobre mí, 31 pero el mundo tiene que saber que amo al Padre, y que hago exactamente lo que él me ha ordenado que haga.
Se acerca la hora de tribulación. Posiblemente Jesús ya puede ver la ansiedad en los rostros de sus discípulos. No les gusta la idea de despedir a Jesús. Egoístamente, queremos que Jesús siempre esté con nosotros. Como la separación de un ser amado, ya sea que se mude a otro lugar o en la muerte, nos duele. Pero si amamos a esa persona, nos alegramos, sabiendo que el creyente va a la presencia de Dios cuando muere, y que ese trabajo nuevo, o ese matrimonio, va a resultar en mucha bendición para la persona. Por lo tanto, Jesús espera que ellos pueden alegrarse consigo, sabiendo que regresa a casa, regresa a su Padre.
Hay orden en la divinidad. Las tres personas son Dios, pero Jesús dice claramente aquí que el Padre es más grande que Él. Jesús se somete a su autoridad, y el Espíritu Santo actúa de acuerdo con la voluntad del Padre e Hijo. Jesús se sometió voluntariamente al diablo, aunque no tiene dominio sobre Jesús. Cristo le llama “el príncipe de este mundo” porque Dios le ha dado autoridad en esta tierra. Para socavar esa autoridad, Jesús obedecerá a su Padre y morirá como sacrificio en la cruz para inaugurar un reino nuevo y recuperar lo que el diablo robó.
Jesús ha compartido lo que sucederá con la esperanza de que recordarán cuando suceda, y su fe se fortalecerá. Qué tengamos ese corazón de Jesús para hacer exactamente lo que Dios nos manda hacer. Es un testimonio al mundo de nuestro amor para Dios, negándonos para agradecer a Dios.
»¡Levántense, vámonos de aquí!
No es fácil dejar la rica comunión del aposento alto, el compañerismo con hermanos amados y la dulce presencia de Jesús. Pero tarde o temprano tenemos que bajar del monte y entrar en el campo de batalla. Jesús sabe lo que le espera, y ha tratado de preparar a sus discípulos. Lamentablemente, todavía van a caer en el desánimo, la angustia y la incredulidad.