La vida de un peregrino y extranjero 1 Pedro 2:11-25

Una conducta ejemplar

11 Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida. 12 Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.

El mundo no puede entender esta nueva vida. Somos peregrinos y extranjeros, parte de un pueblo nuevo. Tenemos que andar en santidad, porque Dios es santo. Ya no tenemos nuestra ciudadanía en un país terrenal. ¿A veces te sientes extraño, diferente, de no encajar en este mundo (incluso, a veces, en tu iglesia o familia)? En esta tierra solo estamos en el camino a nuestro hogar celestial. Muchos han tenido la experiencia de emigrar a otro país y vivir allí como extranjero. Así somos en este mundo: extranjeros. Si te sientes muy cómodo en este mundo, puede ser que tu corazón esté envuelto en las cosas del mundo y no estés caminando en santidad.

En el mundo, en la carne, en la vida vieja sin Cristo, es natural tener deseos pecaminosos. Es posible que hayas estado cumpliendo esos deseos durante mucho tiempo, y aún luches contra ellos. Ahora tienes que rechazarlos y resistir esa tentación, para mantener tu santidad como un real sacerdote. Es más fácil esconderse en la iglesia y en la comunidad cristiana, pero Dios nos llama a vivir en medio de los incrédulos; como extraños entre un pueblo pecador, tenemos que ser sal y luz.

El mundo siempre nos mira y espera más de nosotros que de los inconversos. Si no hay diferencia en nuestro estilo de vida, arruinamos nuestro testimonio, no hay ninguna motivación para que ellos acepten a Cristo y traemos vergüenza al nombre de Cristo. Es posible que murmuren contra ti como un malhechor, pero es muy importante que nunca les des un motivo para sus acusaciones, sino que más bien los hagas callar con tus buenas obras.

Por desgracia, hay algunos cristianos que se comportan como santos en la iglesia y con sus hermanos cristianos, pero en casa o en el trabajo es otra historia. Tienen dos caras. Tratan de servir a dos amos, y Cristo dice que eso es imposible (Mateo 6:24). ¿Alguna vez has tenido esa lucha interior? No hay paz. Estás miserable como cristiano, sin el gozo del Señor, pero tampoco disfrutas los placeres del mundo como antes. Sí,  todavía hay deseos mundanos que combaten contra el alma; ¡aléjate de ellos!

¿Puedes decir que tu comportamiento entre los incrédulos es ejemplar? ¿Tendrían alguna base para murmurar en tu contra y acusarte de hacer el mal? ¿Cómo son tus buenas obras? ¿Tu vida trae gloria y honra a Jesús, para que ellos puedan glorificar a Dios? ¿Conoces a alguien que tenga una conducta ejemplar que glorifique a Dios a través de sus buenas obras?

Sumisión a toda autoridad humana

13 Sométanse por causa del Señor a toda autoridad humana, ya sea al rey como suprema autoridad, 14 o a los gobernadores que él envía para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien. 15 Porque esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos. 

Aquí Pedro introduce una palabra clave por una buena parte de su carta: sumisión. Es difícil para nosotros someternos a Dios; la naturaleza pecaminosa es rebelde y quiere estar a cargo, no quiere someterse a nadie. Pero tenemos que honrar a las autoridades aquí en la tierra; la NTV dice “por amor al Señor.” Aunque es difícil, el amor de Cristo nos motiva, y Él nos da el poder de someternos por medio de nuestra relación con Él y nuestra nueva naturaleza. El llamado aquí puede parecer extremo: Someterse a toda autoridad humana. Pedro da el ejemplo de un rey, como la suprema autoridad, y todos los gobernadores que actúan con autoridad delegada. Si un gobierno funciona bien, esas autoridades castigan a malhechores y honran a quienes hacen el bien. En nuestra situación actual, el castigo parece más común (a veces sin mucha justicia) que la honra. Debemos alentar a los líderes a hacer ambos, reconociendo a quienes hacen el bien.

Otra vez, el fin es mantener un buen testimonio, para callar la ignorancia de quienes creen que honrar a Jesús como Rey de alguna manera está en conflicto con nuestros deberes como ciudadanos de un país. Es una actitud muy distinta de la de muchos judíos que sufrían bajo la opresión de los romanos. Antes y después de Cristo hubo rebeliones en Judá, que eventualmente terminaron en la destrucción de Jerusalén y el templo en el año 70 dC.

Toda autoridad incluye a los maestros, jefes, la policía y cualquier persona que pueda ejercer la autoridad. ¿Quiénes son las autoridades en tu situación? ¿Puedes decir que te sometes a ellos? ¿O tienes una actitud rebelde? Practicar ese sometimiento nos capacita para someternos a Dios, y desarrolla humildad en nosotros.

Dar a todos el debido respeto

16 Eso es actuar como personas libres que no se valen de su libertad para disimular la maldad, sino que viven como siervos de Dios. 17 Den a todos el debido respeto: amen a los hermanos, teman a Dios, respeten al rey.

Esa es la norma universal que debemos seguir: Dar a todos el debido respeto u honra. Es parecido a la Regla de Oro, y fluye de nuestra humildad como siervos de Dios. Voluntariamente nos sometemos a Dios y a toda autoridad humana. La verdad es que somos libres, más libres que la gente del mundo, pero no podemos usar esa libertad como pretexto para hacer el mal. Tenemos que ser respetuosos con todos: manifestar consideración hacia ellos, estimarlos y honrarlos. Todos están hechos a imagen de Dios y son dignos de respeto.

Ese respeto toma varias formas, dependiendo de quién sea:

  • Para los hermanos en Cristo, la iglesia, el Cuerpo de Jesús: Amor (ágape, el amor incondicional de Dios).
  • Por Dios: Temor, o reverencia.
  • Por el rey: Ni amor ni temor, sino respeto por la posición que ocupa.

Instrucciones para los criados

18 Criados, sométanse con todo respeto a sus amos, no solo a los buenos y comprensivos, sino también a los insoportables. 19 Porque es digno de elogio que, por sentido de responsabilidad delante de Dios, se soporten las penalidades, aun sufriendo injustamente. 20 Pero ¿cómo pueden ustedes atribuirse mérito alguno si soportan que los maltraten por hacer el mal? En cambio, si sufren por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios. 

La primera aplicación de este llamado a someterse es para los criados (siervos, esclavos, aquellos que tienen un amo), de los cuales había muchos en la iglesia primitiva. Esta es una palabra dura, en primer lugar porque Pedro no condena la institución de esclavitud; ni la aprueba, sino la acepta como parte de la sociedad. La Biblia nos enseña cómo vivir en la situación actual, y confiar en que Dios la cambiará cuando (o si) Él quiere.

En cada situación en la que tenemos que someternos, es bastante fácil si la persona es buena y compasiva. Pero Dios nos llama a someternos, con todo respeto (no murmurando y hablando mal contra la persona) a los insoportables o crueles. Nuestra responsabilidad es ante Dios; Él sabe que vamos a sufrir injustamente (Cristo lo hizo), y no promete liberarnos de ello. Dios nos llama a soportar las penalidades con paciencia. No hay mérito si sufrimos por hacer el mal, pero sufrir por hacer el bien merece elogios. Dios lo ve y lo sabe, y habrá una recompensa de su parte.

Gracias a Dios, hay pocos esclavos hoy, debido en gran parte a los esfuerzos de los cristianos por eliminar la esclavitud. Pero tu trabajo puede sentirse como una esclavitud, y algunas mujeres se sienten como las esclavas de sus maridos. Es posible que estés sufriendo por hacer el bien. ¿Estás soportándolo con paciencia? ¿Siempre honras y respetas a tu jefe? ¿Puedes confiar en Dios para aliviar la situación en su tiempo?

Dios sabe lo que está sucediendo, y algún día Él los juzgará y arreglará todo. Dios está contigo y te cuidará.

El ejemplo de Cristo

21 Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos.

22 «Él no cometió ningún pecado,
ni hubo engaño en su boca».

23 Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia. 24 Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados. 25 Antes eran ustedes como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas.

¡Qué hermoso final para este capítulo! Pedro dirige nuestra atención a Cristo. Si estamos tentados a lamentar la dureza de nuestro trabajo y lo difícil que es someternos a las autoridades, debemos reflexionar sobre la experiencia de Jesús.

Primero, Pedro dice que fuimos llamados a sufrir. A la luz del padecimiento increíble que Jesús soportó para llevar nuestros pecados, nuestro sufrimiento no es nada. El sufrimiento no significa que hayas hecho algo malo; Cristo no cometió ningún pecado ni engañó a nadie.

En el mundo, dicen que tienes que expresar tu ira. Muchas veces, como cristianos, intentamos negar esa ira, porque no sabemos qué hacer con la injusticia que hemos sufrido. Pero el cristiano le da la situación y su ira al Señor, y sigue el ejemplo de Cristo en medio del sufrimiento:

  • Otros van a proferir insultos contra ti; no repliques con insultos.
  • Vas a padecer; no amenaces a la persona responsable de ello.
  • Entrégate a Dios, quien juzga con justicia.

En el caso de Cristo, hubo frutos muy hermosos de su sufrimiento; puedes confiar en Dios que Él va a usar tu sufrimiento para el bien también.

  • Su muerte permite tu reconciliación con Dios. Eras rebelde, separado de Dios por tu pecado, una oveja descarriada y perdida. Pero Cristo pagó el precio por ese pecado, y restaura la relación con el Pastor de tu alma. Estás a salvo otra vez en el redil.
  • Te da el poder para crucificar la carne y morir al pecado.
  • Su Espíritu Santo te da el poder y motivación para vivir por la justicia.
  • Por sus heridas eres sanado (espiritual y físicamente; citando Isaías 53:5).

De repente, tu sufrimiento y los problemas en tu vida no parecen tan grandes. ¡Qué privilegio es sufrir por hacer el bien y seguir en las huellas de nuestro Señor y Salvador! Dios vela por ti y te cuida. ¿Has vuelto al Pastor y Guardián de tu alma?