Introducción a 1 Corintios 1 Corintios 1:1-3

¿Te gusta abrir un mensaje en WhatsApp o Facebook y encontrar una controversia o reproche? ¡Claro que no! Aunque Pablo tiene que tocar algunos temas muy difíciles en esta carta, él empieza con un saludo y las cosas positivas de esta iglesia.

1Pablo, llamado por la voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y nuestro hermano Sóstenes,

¿Quién es este Pablo?

Pablo se identifica como el autor, junto con un hermano llamado Sóstenes. ¿Qué comunica Pablo acerca de su identidad?

  • Fue llamado.  No decidió ser cristiano ni apóstol.  Dios nos llama a la obediencia y al arrepentimiento.  Pocos buscan a Dios; Dios nos busca a nosotros. Si respondemos a ese llamado o nos resistimos, es nuestra decisión. Y tú, ¿has aceptado el llamado de Dios para seguir a Jesucristo?
  • Dios también nos llama a una tarea específica en la iglesia. El llamado de Pablo fue por el apostolado, enviado por Jesús para establecer y supervisar iglesias. Junto con el llamado viene la autoridad de Cristo, que Pablo va a ejercer en esta carta. ¿Sabes cuál es tu llamado? ¿Estás trabajando en ello? ¿Estás experimentando la autoridad de Dios cuando ministras en tu llamado?
  • Pablo puede escribir con autoridad y confianza porque sabe que su vocación es la voluntad de Dios.  Dios tiene un plan, un propósito, para toda la historia.  Su voluntad es suprema.  El clamor del corazón del creyente es “hágase tu voluntad, que venga tu reino.” ¿Quieres conocer la voluntad de Dios para tu vida? ¿Estás seguro de que estás en su voluntad ahora?
  • Jesucristo es su Maestro y Señor. Pablo quiere exaltar a Jesús en todo. Está completamente sometido a la voluntad y al llamado de Dios, lo que lo impulsa a escribir esta carta difícil.
  • No trabaja solo.  Siempre estaba acompañado por alguien a quien él estaba discipulando, u otro apóstol.

Los receptores de la carta

a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros:

La carta está dirigida a la iglesia en Corinto, pero la enseñanza es para la iglesia universal.  Tendemos a pensar en Jesús como nuestro salvador personal, y así es, pero Dios está preparando un cuerpo, un pueblo de discípulos.  Pablo no dirige la carta al pastor ni a los ancianos; Dios trabaja con nosotros como pueblo, como iglesia.  Es muy importante ser parte de una iglesia local.

Hay muchas cosas que Pablo puede decir acerca de la iglesia, pero aquí escoge dos cosas importantes:

  • Han sido santificados en Cristo Jesús.  Cuando aceptaron a Cristo y se unieron a Él, se separaron del mundo, se purificaron y se establecieron como un pueblo distinto.  Vamos a ver que estaban confundidos acerca de esta santidad. Si tú estás en Cristo, has sido santificado. ¿Entiendes lo que eso significa? ¿Estás caminando en santidad?
  • No es solo una cuestión de santidad personal; están llamados a ser un pueblo santo.  Dios ya ha hecho la obra en nosotros, pero aún no hemos llegado.  No somos perfectos. Tenemos el llamado y sabemos cuál es el objetivo, pero aún estamos en el proceso. Es parte de la tensión de la vida actual en este mundo. Por desgracia, los corintios no eran un pueblo tan santo. Pablo los alentará a una vida más santa, a cuadrar su experiencia diaria con lo que Dios ya ha hecho en ellos.

Jesucristo es la fuente de unidad entre los creyentes.  Él es la cabeza del cuerpo y tiene que ocupar su lugar como Señor de cada individuo (y cuerpo) para lograr esa unidad.  Debemos experimentar lazos de amor, ya que todos tenemos el mismo Señor.

Una bendición

Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.

No son meras palabras; hay poder en una bendición.  Ten en cuenta que el Padre y el Señor Jesús son personas distintas, pero ambos son divinos, con el poder de conceder gracia y paz, que solo Dios puede dar.  Pablo sabe que cuando lean las palabras fuertes de esta carta, van a necesitar esa paz y gracia (el favor inmerecido de Dios) para ponerlas en práctica.