Una liberación milagrosa de la cárcel; Hechos 5:12-42

Ya hemos visto un patrón en este libro: algún evento o milagro (el Espíritu derramado, el cojo sanado), una predicación (en ambos casos por Pedro), y luego otro retrato de la iglesia. En el capítulo cuatro hubo la primera oposición del establecimiento religioso a los apóstoles, pero no detuvo el crecimiento de la iglesia. Acabamos de ver un pecado fuertemente juzgado por el Señor, pero la iglesia sigue adelante. Puedes ver lo mismo en tu vida: estás caminando bien cuando sucede algo: una enfermedad, un accidente o una crisis económica. Al principio puede parecer un desastre, y puedas estar confundido y preguntar a Dios “¿por qué?”. Pero Dios te ayuda y terminas en paz; puedes ver la mano del Señor en la prueba. Se puede ver el mismo patrón en muchas de las experiencias de la vida de Cristo. Así es la vida cuando andamos como Cristo anduvo.

Una vida sobrenatural

Aquí está el retrato de lo que les está sucediendo a los creyentes ahora:

12 Por medio de los apóstoles ocurrían muchas señales y prodigios entre el pueblo; y todos los creyentes se reunían de común acuerdo en el Pórtico de Salomón. 

Hay un ambiente sobrenatural: fuego, avivamiento y mucha expectativa de manifestaciones del poder de Dios. Sigue el patrón evidente en el ministerio de Jesús: milagros y señales que preparan a la gente para la palabra. Esas predicaciones ya han ganado miles para el reino de Dios (aquí no se menciona la palabra, sino solo los muchos señales y prodigios).

Lo impresionante es la vida corporal de la iglesia y las reuniones diarias en el templo, en el Pórtico de Salomón; el mismo Pórtico donde Pedro predicó en el capítulo tres. Todos los creyentes estaban allí. Raramente hoy encontramos a todos los creyentes de una iglesia presentes para un culto, pero aquí el Señor se movía de tal manera que nadie quería perderse ninguna reunión. Y estaban de común acuerdo, unánimes (RVR y LBLA). Mantuvieron la unidad, a pesar de las multitudes de nuevos creyentes y la gran diversidad en la iglesia.

13 Nadie entre el pueblo se atrevía a juntarse con ellos, aunque los elogiaban. 14 Y seguía aumentando el número de los que confiaban en el Señor. 

Eso es extraño. Las multitudes se unieron a la iglesia, pero dice que de entre el pueblo (se supone de los judíos que no habían aceptado a Jesús) nadie se atrevía a juntarse con ellos. Es decir que había una distinción muy clara entre creyentes y los inconversos. Tal vez la experiencia de Ananías y Safira, o el temor que se menciona varias veces, los hizo sentir miedo, pero de alguna manera muchos lo superaron para confiar en Jesús y unirse a la iglesia.

Qué bueno que los inconversos tenían a los creyentes en gran estima, elogiándolos. Mantenían un testimonio muy bueno en su vida cotidiana, y contaron con el respeto de toda la comunidad. Sus vidas y su ejemplo atrajeron a los inconversos, lo que resultó en muchas conversiones. ¿No es ésta la iglesia que Jesús quiere? ¿No es eso lo que quieres tú en una iglesia? El compañerismo, la unidad, las manifestaciones sobrenaturales del poder de Dios y una buena reputación con la gente fuera de la iglesia. ¿Crees que es posible hoy?

15 Era tal la multitud de hombres y mujeres que hasta sacaban a los enfermos a las plazas y los ponían en camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. 

Esto está afectando a toda la ciudad. Pedro se ha convertido en una súper estrella, con tanta unción y poder espiritual, y una reputación tan alta, que parece que su misma sombra cayendo sobre alguien podría sanarlo.

16 También de los pueblos vecinos a Jerusalén acudían multitudes que llevaban personas enfermas y atormentadas por espíritus malignos, y todas eran sanadas.

Aquí hay dos palabras que ya se ven muchas veces en Hechos: “multitudes” y “todos.” ¡No es de extrañar que hubiera multitudes! Hay mucha fe y muchas expectativas. Cada persona enferma o atormentada salió sana. Trajeron enfermos de todos los pueblos vecinos. Es parecido a lo que hemos escuchado de algunos avivamientos hoy y en el pasado que han impactado a todo un país. Es una transformación. Todos hablan de este Jesús que sigue haciendo milagros por medio de sus discípulos.

El diablo dice “basta:” Los apóstoles metidos a la cárcel

Lamentablemente, cuando Dios se mueve con tanto poder, siempre habrá envidia, a menudo de otros pastores y otras iglesias, pero en este caso de los sacerdotes y líderes de los judíos. ¿Qué pueden hacer? Ya han amenazado a Pedro y a Juan, pero eso solo los envalentonó más. Sabemos que nuestra lucha no es contra sangre y carne (Efesios 6:12), sino contra los principados y potestades del maligno. Este es el segundo de tres intentos de parte del establecimiento religioso para detener la iglesia.

17 El sumo sacerdote y todos sus partidarios, que pertenecían a la secta de los saduceos, se llenaron de envidia. 18 Entonces arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel común. 

Esta es la segunda vez que fueron encarcelados. No dice exactamente quienes fueron; seguramente Pedro y Juan, pero posiblemente todos los apóstoles que Jesús nombro.

Otro “pero” de Dios

19 Pero en la noche un ángel del Señor abrió las puertas de la cárcel y los sacó. 20 «Vayan —les dijo—, preséntense en el templo y comuniquen al pueblo todo este mensaje de vida».

La Biblia está llena de “peros,” y este “pero” es poderoso. Nadie lo pidió ni lo declaró. Dios actúa soberanamente. Una cárcel no es un problema para Dios; Él simplemente manda a un ángel parar abrir las puertas y sacarlos de la cárcel. ¡Tantos reos le han pedido a Dios que envíe a ese ángel a su cárcel! Sabemos que Dios puede. ¡Gloria a Dios por esos milagros! Pero sabemos también que no es siempre así.

En lugar de esconderse, dejando a Jerusalén para ir a un lugar más tranquilo, o al menos no predicar en público en el templo, el ángel les ordena que aparezcan en el templo y continúen predicando.

¿Qué harías tú? ¿Eres obediente a compartir el mensaje de la vida a pesar de las consecuencias?

21 Conforme a lo que habían oído, al amanecer entraron en el templo y se pusieron a enseñar. Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus partidarios, convocaron al Consejo, es decir, a la asamblea general de los ancianos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22 Pero, al llegar los guardias a la cárcel, no los encontraron. Así que volvieron con el siguiente informe: 23 «Encontramos la cárcel cerrada, con todas las medidas de seguridad, y a los guardias firmes a las puertas; pero, cuando abrimos, no encontramos a nadie adentro».

Al amanecer hay tres escenas muy distintas:

  1. En el templo los apóstoles se ponen a enseñar. No pierden ni una hora para ministrar a la gente. No hay evidencia de temor; obedecen la palabra del Señor.
  2. En el gran salón de la asamblea general, los ancianos de Israel, encabezados por el sumo sacerdote, convocan al Consejo, con la esperanza de parar este movimiento. Ya sea crucifixión o cárcel, tienen que hacer algo para preservar su posición y la paz de Jerusalén.
  3. La cárcel está vacía, pero no hay evidencia de una fuga. Todo está en orden (¡el ángel cerró la puertas después de sacarlos!), pero hay una gran sorpresa adentro. Los guardias traen la noticia al Consejo.

24 Al oírlo, el capitán de la guardia del templo y los jefes de los sacerdotes se quedaron perplejos, preguntándose en qué terminaría todo aquello. 25 En esto, se presentó alguien que les informó: «¡Miren! Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el templo y siguen enseñando al pueblo». 26 Fue entonces el capitán con sus guardias y trajo a los apóstoles sin recurrir a la fuerza, porque temían ser apedreados por la gente. 

Qué bueno cuando la obra de Dios deja a sus enemigos perplejos. No hay explicación para su presencia en el templo, y ya tienen una gran audiencia en ese momento; tantos que los guardias temen ser apedreados por ellos. Los apóstoles no resisten; saben que están en la voluntad de Dios y confían en Él, pase lo que pase.

Los apóstoles ante el Consejo

27 Los condujeron ante el Consejo, y el sumo sacerdote les reclamó: 28 —Terminantemente les hemos prohibido enseñar en ese nombre. Sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas, y se han propuesto echarnos la culpa a nosotros de la muerte de ese hombre.

La raíz de su ira es la culpa por la muerte de Jesús. Es el nombre de Jesús que siempre es el problema. Tenemos que enseñar y ministrar en ese nombre, como si Jesús mismo estuviera hablando. Cuando enseñamos así, hay un impacto poderoso. Esta no es una “exageración evangelística” (que lamentablemente, muchos ministros cometen). La verdad obvia es que la ciudad está llena de esta enseñanza. Todos hablan de los milagros y la vida de la iglesia.

¿Cómo responderán los apóstoles? ¿Qué dirías tú?

29 —¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles—. 

Pedro ya les dijo lo mismo la última vez. Es un tema delicado, porque la Biblia también enseña la importancia de obedecer a las autoridades que Dios ha establecido. Pero cuando hay un claro conflicto entre la voluntad de Dios y la de los hombres inconversos, tenemos que obedecer a Dios, a pesar de las consecuencias. Solo tenemos que estar seguros de que Dios realmente lo ha mandado, y no es simplemente una excusa para hacer lo que queremos hacer.

30 El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. 31 Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. 32 Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen.

Dadas las circunstancias, uno podría esperar que Pedro diga algo para calmar al Consejo, pero fuertemente los acusa de ser responsables de la muerte del “Príncipe y Salvador.” Nuevamente, el enfoque sencillo de su breve mensaje es Jesús. Los  apóstoles son testigos del Cristo resucitado y no pueden dejar de compartir esta buena noticia de arrepentimiento y perdón de pecados que Israel necesita tanto. Y ellos no son los únicos, el Espíritu Santo de Dios también es testigo.

Pedro dice algo interesante sobre el Espíritu aquí: es un don, pero no para todos; es para aquellos que obedecen a Dios. Este Espíritu trabaja con nosotros hoy para testificar sobre Jesucristo. Pedro inicia y concluye sus palabras hablando de la obediencia. ¿Son estos líderes judíos obedientes a Dios? Pedro no lo dice, pero es obvio que él cree que no. Los apóstoles han experimentado las bendiciones de la obediencia, sobre todo la presencia del Espíritu Santo, y no van a arriesgar esa unción al desobedecer a su Señor.

¿Y tú? ¿Cómo está tu obediencia? ¿Puede que la desobediencia sea una razón por la cual no experimentas más de la plenitud del Espíritu?

La decisión del Consejo

33 A los que oyeron esto se les subió la sangre a la cabeza y querían matarlos. 

¡Es muy frustrante!

  • Crucificaron a Jesús para poner un fin a sus enseñanzas, y Dios lo resucitó.
  • Mandaron a los apóstoles que no hablaran más en el nombre de Jesús, y la evidencia de todas las sanidades y liberaciones, y el apoyo popular es tanto que tienen miedo de matarlos.
  • Los arrestan y los encarcelan, y un ángel abre las puertas de la cárcel.

Estos son hombre comunes, y el Consejo tiene mucho dinero y mucho poder, ¡pero son impotentes frente a los apóstoles! Pedro no hizo nada para acomodar al Consejo o tranquilizarlos. Están furiosos y decididos a matarlos, pero Dios tiene planes para ellos, y Él levanta a un fariseo con palabras muy sabias:

34 Pero un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley muy respetado por todo el pueblo, se puso de pie en el Consejo y mandó que hicieran salir por un momento a los apóstoles. 35 Luego dijo: «Hombres de Israel, piensen dos veces en lo que están a punto de hacer con estos hombres. 36 Hace algún tiempo surgió Teudas, jactándose de ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres. Pero lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y allí se acabó todo. 37 Después de él surgió Judas el galileo, en los días del censo, y logró que la gente lo siguiera. A él también lo mataron, y todos sus secuaces se dispersaron. 38 En este caso les aconsejo que dejen a estos hombres en paz. ¡Suéltenlos! Si lo que se proponen y hacen es de origen humano, fracasará; 39 pero, si es de Dios, no podrán destruirlos, y ustedes se encontrarán luchando contra Dios».

En estas situaciones es fácil responder con las emociones, y sobre todo la ira. Pocas personas analizan la situación, reflexionan sobre la historia y lo que ha sucedido en otras situaciones parecidas, y hablan sabiamente. Creo que Dios inspiró a Gamaliel a decir estas palabras.

Hay momentos en la escrituras cuando tenemos que recordarnos que algunas palabras son de gente que no conoce a Dios. Las palabras de Gamaliel se citan muchas veces, como garantía de que algo de origen humano fracasará y que algo de Dios no puede ser destruido. Puede ser cierto en muchos casos, pero también sabemos que hay muchas cosas de origen humano que han prosperado, y hay obras de Dios que han sido destruidas por hombres malevolentes. Es duro luchar contra Dios, pero muchos lo hacen.

Posiblemente Gamaliel había escuchado las enseñanzas de Jesús y tenía verdadera fe en Dios. Era nieto del famoso rabino Hillel y maestro de Saulo, y muy respetado por todo el pueblo.  Ciertamente, sus palabras expresan esa fe: dejar a los apóstoles en las manos de Dios.

Se dejaron persuadir por Gamaliel. 40 Entonces llamaron a los apóstoles y, luego de azotarlos, les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús. Después de eso los soltaron.

Aceptaron lo que surgió Gamaliel y los soltaron, pero no antes de azotarlos y ordenarles que no hablaran en el nombre de Jesús.

No dejan de andar con Jesús

41 Así, pues, los apóstoles salieron del Consejo, llenos de gozo por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre. 42 Y día tras día, en el templo y de casa en casa, no dejaban de enseñar y anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías.

Al igual que la primera vez (en el capítulo 4) que amenazaron a los apóstoles, esto solo sirvió para animarlos aún más. No pueden dejar de enseñar y anunciar las buenas nuevas; cada día están ministrando no solo en el templo sino también de casa en casa. Así otra vez la porción termina con un retrato de la iglesia victoriosa.