El primer viaje misionero de Pedro; Hechos 9:32-10:23

Si alguien realmente busca a Dios y quiere saber la verdad, el Señor puede usar medidas extraordinarias para revelarse y llevarlo a la salvación. Hoy hay muchos testimonios, sobre todo entre musulmanes, a menudo de que Cristo se les aparece en sueños. Ya hemos visto dos ejemplos en Hechos:

  • Con el eunuco, envió a Felipe a un viaje largo por el desierto, solo para presentarle a Jesús, ¡e incluso le proporcionó el agua para bautizarlo!
  • Con Saulo fue una revelación del Cristo viviente y una interrupción completa de su vida. Ananías fue el discípulo que Dios usó para ministrar a Saulo.

Dios está preparando todo para la inclusión de los gentiles en la iglesia. Ya tiene su apóstol/misionero (Saulo/Pablo), pero tiene que cambiar la mente de Pedro, el líder de los apóstoles. Pedro era un hombre terco, y requiere una revelación casi tan dramática como la conversión de Saulo, una visión que le permite viajar a la casa de un hombre gentil. Pero primero, tendrá la oportunidad de sanar a un paralitico y resucitar a una mujer muerta.

Pedro sana a un paralitico en Lida

Jesús siempre estaba en movimiento: recorría toda la región de Judea y Galilea e incluso las regiones contiguas. Así es la obra de un apóstol. A diferencia de lo que casi siempre hemos visto en Hechos, Pedro viajó solo aquí. Una simple visita a la iglesia en Lida resulta en una curación que sirve como la chispa para una explosión en el crecimiento de la iglesia:

32 Pedro, que estaba recorriendo toda la región, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que llevaba ocho años en cama. 34 «Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama». Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.

Si estamos buscando una fórmula para ministrar curaciones, no hay ninguna. Con el paralitico en Hechos 3, Pedro dijo “En el nombre de Jesús;” aquí dice “Jesucristo te sana.” Es lo misma; en ambos está claro que es Jesús quien sana. Pedro dice “levántate” a los dos, pero aquí no tiene que extender su mano. Simplemente le manda que se levante, y, curiosamente, agrega que debe tender su cama, tal vez para confirmar que ya no siempre tiene que estar en esa cama. Aquí otra vez la curación es instantánea, aunque no es siempre así.

Aparentemente Eneas salió de la casa, anunciando a todos que Jesús lo sanó. En estos pueblos pequeños las noticias se difunden rápidamente; resulta que “todos” que vivían en esas aldeas lo vieron y creyeron en Jesús. Otra vez vemos como un milagro llama la atención de un pueblo y, por supuesto, quieren conocer a este hacedor de milagros. La que empezó como una simple visita a los santos (bíblicamente todos nosotros los creyentes somos santos) da como resultado una expansión impresionante de la iglesia. El milagro confirmó la palabra que esos santos ya estaban compartiendo.

Dorcas levantada de los muertos

36 Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Esta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres. 37 Sucedió que en esos días cayó enferma y murió. Pusieron el cadáver, después de lavarlo, en un cuarto de la planta alta. 38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al enterarse de que Pedro se encontraba en Lida, enviaron a dos hombres a rogarle: «¡Por favor, venga usted a Jope en seguida!»

Mientras Pedro se quedó un rato en Lida, la noticia del milagro llegó a Jope, una aldea vecina, a unos 18 km (11 millas) de distancia. Parece que Pedro no había visitado Jope, aunque ya había una iglesia allí. Dorcas, una de las hermanas mayores de la iglesia y viuda, era conocida por sus buenas obras y por ayudar a los pobres. Aunque estaba claramente muerta, la reputación de Pedro era tal que creían que él aún podía resucitarla. Nos recuerda a Jesús y Lázaro (Juan 11). En ese caso Jesús esperó unos días para ir a Lázaro, pero Pedro se fue de inmediato.

39 Sin demora, Pedro se fue con ellos, y cuando llegó lo llevaron al cuarto de arriba. Todas las viudas se presentaron, llorando y mostrándole las túnicas y otros vestidos que Dorcas había hecho cuando aún estaba con ellas. 40 Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41 Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva. 

Este es el primer registro de una resurrección por un apóstol. Primero, Pedro hizo que todos salieran del cuarto, como Jesús lo hizo con la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:40). Pedro quiere prepararse y centrarse en oración, y probablemente en ese tiempo de comunión con su Maestro recibió una confirmación de que Él quería resucitarla. Aquí Pedro no menciona el nombre de Jesús, a diferencia de las dos curaciones anteriores; posiblemente en esos casos lo dijo en beneficio de los demás. Aquí Pedro simplemente le manda: Levántate. Como hizo con el cojo en el capítulo tres, la toma de la mano y la levanta. ¡Que emoción cuando la presenta viva a los creyentes y a las viudas!

42 La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó en Jope un buen tiempo, en casa de un tal Simón, que era curtidor.

Así se acabó su ministerio en Lida; ahora tiene muchos nuevos creyentes para discipular en Jope, el resultado del testimonio de Dorcas.

Un ángel visita a un centurión romano

1Vivía en Cesarea un centurión llamado Cornelio, del regimiento conocido como el Italiano. Él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios. Realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente. 

Jesús reconoció la gran fe de un centurión que resultó en la curación de su siervo (Mateo 8:5-13), pero este es el primer romano mencionado en Hechos. Es un varón de oración, temeroso de Dios y un hombre de familia. El daba generosamente al pueblo de Israel y toda su familia era devota. Dios quiere bendecirlo, ¿pero cómo? Cuando Dios quiere hacer algo, Él busca a alguien disponible y lo arregla todo.

Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía: —¡Cornelio!

Ya sabemos que las tres de la tarde es la hora de oración para los judíos. Probablemente él estaba orando y en una actitud para recibir del Señor. Me fascina cuando alguien me dice: “Yo quiero oír de Dios,” pero siempre tiene la televisión, el internet o los audífonos de su celular saturando sus ojos, oídos y mente. Para recibir una visión es importante estar en un lugar apropiado (o, como Saulo, ser echado al suelo por el impacto de la luz brillante de la presencia de Dios).

Es impresionante recordar que Dios sabe tu nombre. Te llama por nombre y te conoce por completo.

—¿Qué quieres, Señor? —le preguntó Cornelio, mirándolo fijamente y con mucho miedo.

Se nota otra vez el corazón recto de Cornelio. Claro que tenía mucho miedo. En la Biblia es normal tener miedo cuando el Señor o su ángel aparecen. Las historias hoy de gente que conversan con ángeles sin temor no me parecen muy auténticas. A pesar de su temor, lo mira fijamente. Sabe que es enviado del Señor, y su primer instinto es ponerse disponible: “¿Qué quieres, Señor?” No le pide nada al ángel, solo quiere hacer la voluntad de Dios.

—Dios ha recibido tus oraciones y tus obras de beneficencia como una ofrenda —le contestó el ángel— Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón, apodado Pedro. Él se hospeda con Simón el curtidor, que tiene su casa junto al mar.

Primero, el ángel alivia su temor. Dios ha recibido como una ofrenda sus oraciones y lo que ha hecho para ayudar a los necesitados, y está complacido con Cornelio. Casi siempre pensamos en las ofrendas como dinero, pero tus oraciones y buenas obras pueden ser una ofrenda a Dios. Está claro que Dios tiene algo positivo para Cornelio, pero no le dice qué sería. Solo le da instrucciones muy precisas de qué debería hacer, y hay una urgencia: tiene que enviar a algunos hombres de inmediato. Dios sabe tu nombre, y Él sabe dónde vives y donde estás en este momento.

El ángel puede predicarle a Jesús, pero Dios casi siempre nos usa a nosotros para evangelizar, y la educación de Pedro fue tan importante como la conversión de Cornelio.

Después de que se fue el ángel que le había hablado, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado devoto de los que le servían regularmente. Les explicó todo lo que había sucedido y los envió a Jope.

No lo dijo, pero ahora nos enteramos de que Cornelio es obediente también. Sin preguntar nada más (a diferencia de Moisés, María y muchos otros en la Biblia que recibieron una palabra de Dios), envía a tres hombres confiables a Jope, directamente al sur a unos 63 km (39 millas). Las dos ciudades estaban en la costa del mar Mediterráneo (Jope hoy es un suburbio de Tel Aviv).

Cornelio ha hecho su parte. Sus sirvientes ya están camino a Jope. Ahora Dios necesita la cooperación de Pedro. Él confía en Pedro, tal como confió en Felipe y Ananías para el ministerio importante para el eunuco y Saulo.

Pedro, hambriento, ora y le sobreviene un éxtasis

Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía. 

No era la hora de oración, pero fue cuando Pedro apartó un tiempo para orar que Dios pudo hablarle. Desde la azotea podía ver el mar y comunicarse con su Señor.

10 Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis. 

Pedro solo sabía que tuvo hambre y tuvo que esperar mientras le preparaban la comida. Pero allí, en presencia del Señor, le sobrevino un éxtasis, una visión muy impresionante. ¿Por qué no lo envió un ángel? Tal vez para poder ver, casi como una película, el mensaje que Dios tiene para él.

11 Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra. 12 En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves.

13 —Levántate, Pedro; mata y come —le dijo una voz.

14 —¡De ninguna manera, Señor! —replicó Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo.

¿Podría ser una prueba? Parece que reconoció la voz; Pedro lo llama “Señor.” Pedro conocía a Jesús íntimamente. ¿Por qué no simplemente le habló el Señor? ¿Por qué el misterio? No lo entendemos, pero muchas veces Dios nos habla así. La voz le manda que viole una ley que se ha guardado toda la vida.

15 Por segunda vez le insistió la voz: —Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.

16 Esto sucedió tres veces, y en seguida la sábana fue recogida al cielo.

Dios no le reprende ni le explica el mensaje, aunque está claro: Los animales que no podían comerse bajo la Ley, los animales impuros, se han purificado, y Pedro puede comerlos. Esto sería un cambio radical en la interpretación de la Ley y como se aplica al cristiano.

17 Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, que estaban preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta. 18 Llamando, averiguaron si allí se hospedaba Simón, apodado Pedro.

¿Te ha pasado a ti? Puedes estar meditando en la Palabra o en oración, y tu esposa o hijos te llaman, alguien viene a la puerta o recibes una llamada telefónica. ¿Por qué Dios no le permitió la oportunidad de reflexionar y entender la visión?

19 Mientras Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, Simón, tres hombres te buscan. 20 Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado».

Para hacerlo más complicado, ahora el Espíritu claramente le dice que debe acompañar a los tres hombres que acaban de llegar a la casa. No le dice por qué; solo que él tiene que obedecer a toda prisa. Dios claramente está organizando todo, y Pedro tiene una parte clave. Ya confundido por la visión, ahora tiene que salir con tres hombres, probablemente romanos, a quienes no conoce. ¡Que emocionante escuchar la voz del Espíritu así y participar en la gran obra del Señor de esa manera! ¡Tú puedes también!

21 Pedro bajó y les dijo a los hombres: —Aquí estoy; yo soy el que ustedes buscan. ¿Qué asunto los ha traído por acá?

Pedro no discute con el Señor, pero acepta que es de Dios, y tiene la actitud que siempre debemos tener cuando Dios nos llama a hacer algo: Aquí estoy. Heme aquí, Señor. Envíame a mí.

22 Ellos le contestaron: —Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.

23 Entonces Pedro los invitó a pasar y los hospedó.

Sería difícil rehusar esa invitación. Es una puerta abierta para ministrar. Solo habría un problema para Pedro: Un judío no debería tener gentiles en su casa ni comer con ellos.

¿Qué harías tú? ¿Te ha provisto Dios oportunidades similares? ¿Estás disponible para Dios y obediente a su voz? ¿Hay algún momento en tu vida cuando Dios tenga tu atención y pueda hablarte?