El concilio de Jerusalén; Hechos 15:1-35

1Algunos que habían llegado de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: «A menos que ustedes se circunciden, conforme a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos». 

Con la inclusión de los gentiles y otras culturas, y la expansión de la iglesia, habrá este tipo de problema. Hemos notado que esta iglesia en Antioquía tenía gente de varias provincias y de habla griega, y no estaban guardando toda la ley de Moisés. La situación era muy diferente en Jerusalén, donde las costumbres judías todavía tenían mucha influencia. A través de los siglos la iglesia ha enfrentado muchas diferencias teológicas, y de prácticas en la vida diaria. Este capítulo provee un modelo de cómo resolverlos. La meta es mantener la unidad, y durante varios siglos la iglesia tenía bastante éxito con eso. Hoy hemos perdido el concepto de la autoridad delegada de Cristo a sus apóstoles, quienes supervisan todas las iglesias. Si hay desacuerdo, las iglesias se dividen; forman una nueva denominación o un nuevo concilio, o se proclaman “independientes” de toda autoridad eclesiástica. En este caso, podría haber resultado en una iglesia de los circuncisos, y otra de los no circuncisos.

Este capítulo determinará la dirección del resto de Hechos: ¿Siempre será una secta judía centrada en Jerusalén que reconoce a Jesús como su mesías? ¿O seguirá extendiéndose en el campo gentil hasta la misma capital del imperio, hasta Roma?

Esto provocó un altercado y un serio debate de Pablo y Bernabé con ellos.

Los hermanos de Judea estaban entrando en el territorio de otra iglesia sin respetar la autoridad de su liderazgo. Más tarde Pablo escribiría de alguien que quiere imponer la ley judía: El que los está perturbando será castigado, sea quien sea (Gálatas 5:10).

Es posible que Pablo escribió la carta a los Gálatas reflexionando sobre esta situación:

Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché en cara su comportamiento condenable. Antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, Pedro solía comer con los gentiles. Pero, cuando aquellos llegaron, comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles por temor a los partidarios de la circuncisión. Entonces los demás judíos se unieron a Pedro en su hipocresía, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por esa conducta hipócrita.

Cuando vi que no actuaban rectamente, como corresponde a la integridad del evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los gentiles a practicar el judaísmo? Nosotros somos judíos de nacimiento y no “pecadores paganos”.  Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por estas nadie será justificado (Gálatas 2:11-16).

Pablo y Bernabé estaban de vuelto de su viaje misionero. Eran líderes de la iglesia, y habían visto a muchos gentiles recibir el evangelio. Pablo era un hombre terco, pero Dios lo usó en gran manera para preservar la sana doctrina de la justificación por la fe. No iba a ceder en este punto, que es el fundamento mismo del evangelio, y volvió a surgir en la Reformación, cuando muchos creyentes (como Martín Lutero) abandonaron la Iglesia Católica. La cuestión era: ¿Es suficiente la fe en Cristo para la salvación? ¿O es Cristo, más la circuncisión, más la ley o más alguna otra obra? Todas las otras religiones del mundo cuentan con alguna obra necesaria para alcanzar a Dios. Es una tentación constante para los cristianos de hoy también; tal vez no lo digan explícitamente, pero en su práctica y sus enseñanzas, muchos agregan algo más que es necesario para ser un buen cristiano.

Entonces se decidió que Pablo y Bernabé, y algunos otros creyentes, subieran a Jerusalén para tratar este asunto con los apóstoles y los ancianos. 

Tomaron la decisión de apelar a los apóstoles y ancianos de la iglesia madre en Jerusalén.

Enviados por la iglesia, al pasar por Fenicia y Samaria contaron cómo se habían convertido los gentiles. Estas noticias llenaron de alegría a todos los creyentes. Al llegar a Jerusalén, fueron muy bien recibidos tanto por la iglesia como por los apóstoles y los ancianos, a quienes informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.

Otra vez, tal como en su viaje misionero, fueron enviados por la iglesia (probablemente con ayuno y oración). El viaje les ofreció la oportunidad de compartir lo que Dios había hecho entre los gentiles. La oportunidad de compartir durante el viaje y la bienvenida que recibieron en Jerusalén los dejaron muy animados.

Entonces intervinieron algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos y afirmaron: —Es necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés.

No es de sorpresa que fueron los fariseos que habían recibido a Cristo quienes sostenían firmemente la importancia de la circuncisión y la obediencia a la ley.

Los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar este asunto. 

Estos son los que tienen la autoridad para determinar cuál sería la doctrina de la iglesia.

Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra:

—Hermanos, ustedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe. 10 Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? 11 ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús.

Pedro responsabiliza a Dios por su cambio de opinión. Fue Dios quien escogió a Pedro y Dios quien conoce el corazón humano. No aceptar esa iniciativa es provocar a Dios. Para Pedro, la visión que tuvo en Jope (Hechos 9), y la conversión milagrosa de Cornelio y su familia, fueron confirmaciones no solo de la inclusión de los gentiles, sino también de un cambio en las leyes del Antiguo Testamento, en ese caso, las leyes de la comida. Sobre esa base, Pedro sugiere varios puntos (¡y hace su última apariencia en este libro!):

  • Fue Dios quien los aceptó y lo confirmó con el don del Espíritu Santo.
  • Dios no hace distinción entre judío y gentil.
  • Tenemos el corazón purificado por fe; lo importante es lo que hay dentro, y no algo externo (como la circuncisión).
  • Agregar algo que Dios no ha mandado es provocar a Dios.
  • El legalismo es un yugo sobre el cuello del creyente.
  • Pedro es honesto, y reconoce que ni ellos ni sus antepasados podrían soportar los requisitos de la ley.
  • La salvación es por la gracia de Jesucristo.

12 Toda la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que les contaron las señales y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. 

Posiblemente Lucas nombra a Bernabé primero porque era mejor conocido en Jerusalén. El caso que ellos presentan no es teológico (lo cual Pablo presentaría en sus cartas, como Efesios 3:2-6, Colosenses 1:26-27 y Romanos 16:25-27), sino un testimonio de señales y prodigios que Dios hizo entre los gentiles, como signo de su aceptación de ellos por parte de Dios.

Para finalizar las presentaciones, Jacobo, el hermano de Jesús y cabeza de la iglesia en Jerusalén, habla.

13 Cuando terminaron, Jacobo tomó la palabra y dijo:

—Hermanos, escúchenme. 14 Simón nos ha expuesto cómo Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra de su nombre. 15 Con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito:

16 »“Después de esto volveré
y reedificaré la choza caída de David.
Reedificaré sus ruinas,
y la restauraré,
17 para que busque al Señor el resto de la humanidad,
todas las naciones que llevan mi nombre.
18 Así dice el Señor, que hace estas cosas”
conocidas desde tiempos antiguos.

19 »Por lo tanto, yo considero (RVR: juzgo) que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios. 20 Más bien debemos escribirles que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados y de sangre. 21 En efecto, desde tiempos antiguos Moisés siempre ha tenido en cada ciudad quien lo predique y lo lea en las sinagogas todos los sábados».

Jacobo honra la visión y el testimonio de Pedro, afirmando que era el propósito de Dios desde el principio incluir a los gentiles. Él cita la profecía (Amos 9:11-12) para apoyarlo, y luego, con la autoridad que posee, declara lo que él cree que debería ser la conclusión del asunto:

  • No suelta a judíos de obedecer a la ley (eso vendría después), pero dice que un converso gentil no tiene que someterse a ella.
  • No ponerles trabas, imponer cargas innecesarias o ponerles obstáculos a los conversos gentiles. Es un buen consejo para nosotros en nuestra evangelización hoy.
  • Deben abstenerse de tres cosas:
    • Lo que está contaminado por los ídolos.
    • La inmoralidad sexual.
    • La carne de animales estrangulados y de sangre.

22 Entonces los apóstoles y los ancianos, de común acuerdo con toda la iglesia, decidieron escoger a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Escogieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, que tenían buena reputación entre los hermanos. 

La decisión no es solo de los apóstoles y los ancianos, sino de toda la iglesia. No sería suficiente enviar una carta con Pablo y Bernabé, sino que quieren enviar a dos hermanos con ellos. Aquí Lucas presenta a Silas, quien sería muy importante en los ministerios de Pablo y Pedro.

23 Con ellos mandaron la siguiente carta:

Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos gentiles en Antioquía, Siria y Cilicia:

Saludos. 24 Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin nuestra autorización, los han inquietado a ustedes, alarmándoles con lo que les han dicho. 25 Así que de común acuerdo hemos decidido escoger a algunos hombres y enviarlos a ustedes con nuestros queridos hermanos Pablo y Bernabé, 26 quienes han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por tanto, les enviamos a Judas y a Silas para que les confirmen personalmente lo que les escribimos. 28 Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes requisitos: 29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas.

Con nuestros mejores deseos.

La carta está dirigida a los hermanos gentiles en tres regiones (no es necesariamente una carta universal de doctrina eclesiástica). Llamarlos “hermanos” del saludo fue una señal importante de su aceptación. Viene de los apóstoles y ancianos en Jerusalén. Hay varias cosas de interés en la carta:

  • Reconocen que los hombres que fueron a Antioquía eran de la iglesia en Jerusalén, pero no tenían su autorización. Algún miembro de la iglesia no tiene derecho salir y predicar lo que quiera en otro lugar. Tiene que ir con la autorización del liderazgo de la iglesia.
  • No quieren inquietar o alarmar a los hermanos; tenemos que guardarnos de aquellos que lo harían.
  • Honran a los líderes de la iglesia en Antioquía (Pablo y Bernabé), llamándolos “queridos hermanos” quienes “han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”
  • Después de discutir el asunto, creen que es la voluntad de Espíritu, y ellos están de acuerdo con las tres normas. No quieren imponerles muchas cargas.

30 Una vez despedidos, ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la congregación y entregaron la carta. 31 Los creyentes la leyeron y se alegraron por su mensaje alentador. 32 Judas y Silas, que también eran profetas, hablaron extensamente para animarlos y fortalecerlos. 33 Después de pasar algún tiempo allí, los hermanos los despidieron en paz, para que regresaran a quienes los habían enviado, 34 pero Silas decidió quedarse. 35 Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y anunciando la palabra del Señor en compañía de muchos otros.

Ahora nos enteramos de que los dos hermanos enviados de Jerusalén, Judas y Silas, eran profetas. No solo entregaron la carta, sino que hablaron “extensamente” para animarlos y fortalecernos. La porción concluye con el “estado de la iglesia” que hemos visto con frecuencia en Hechos. Un problema se ha presentado, la iglesia lo enfrentó, y ahora nuevamente hay paz y bendición en la iglesia.