Un mensaje para el Día del Padre

¿Qué significa ser padre? La parte más fácil y agradable es iniciar ese proceso de 9 meses que da como resultado el milagro de “hueso de mi hueso, carne de mi carne.” Toda vida tiene un valor infinito, pero es aún más hermoso cuando ese bebé es el fruto del amor comprometido de una pareja casada, donde el padre es parte integral en la crianza de ese hijo. Es el comienzo de un proceso que durará toda la vida. La relación cambia con los años, pero un padre siempre ocupa un lugar único en el corazón de su hijo o hija; la ausencia de un padre deja un agujero.

No hay un padre perfecto en esta tierra. Fracasamos como hijos y como padres. Un paso importante para restaurar esa relación es confesar el fracaso y pedirle perdón. Mientras haya vida, nunca es demasiado tarde, ni siquiera en el lecho de muerte.

La buena noticia a la luz del dolor y la ira que podemos experimentar en esa relación es la posibilidad de ser adoptados por un Padre perfecto y ser hijos de Dios, con la promesa de una herencia en su reino. Recibimos esa nueva vida por la fe en Jesucristo, al confesar nuestro pecado, entregarnos a su señorío y seguirlo con un corazón arrepentido.

El capítulo 11 de Hebreos está lleno de héroes de la fe. Una cosa obvia al leer ese capítulo es que todos tuvieron fallas o dificultades. Incluso llegamos al final del capítulo y leemos:

36 Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. 38 ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas.

¿Y esa es la vida de un héroe de la fe? En la iglesia, ¿has escuchado una invitación a la salvación ofrecer esa vida? ¿No siempre hablamos de cómo Jesús soluciona nuestros problemas, nos hace prosperar, restaura las relaciones y nos da paz y felicidad? Lamentablemente, esta vida no es fácil. La vida cristiana no es fácil. Y ser padre no es fácil. El capítulo 12 de Hebreos es una palabra de Dios para el padre; te ofrece la oportunidad de examinar tu vida y crecer como cristiano y padre.

1Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. 

Por lo tanto, a la luz de esta multitud de héroes de la fe en el capítulo 11, esos testigos del poder y la fidelidad de Dios, hay algunas cosas que tenemos que hacer. Gracias a Dios por esa multitud que nos rodea. Muchos de ellos están en el cielo, pero en cada momento tenemos la Biblia que está llena de sus experiencias. Leerla edifica nuestra fe y nos anima a seguir adelante. También tenemos testigos que nos animan en la iglesia, la familia y entre nuestros amigos. Tu puedes (¡deberías!) ser uno de esos testigos que estimula la fe y la obediencia de otros. Tal como no quieres traicionar la expectativa de tu padre, no quieres traicionar la expectativa de esos testigos o de Papá Dios. Ellos te motivan a ser mejor cristiano y padre.

Hay tres mandatos importantes en este versículo:

  1. Despójate del lastre que te estorba. Quita todo peso que te impida correr. Ese peso hace que la correa sea mucho más difícil. Muchos ni siquiera se dan cuenta de que están intentando correr con mucha carga y mucho peso. Dios nos da permiso y el poder para despojarnos de ese lastre, pero tú tienes que tomar la decisión de eliminarlo. ¿Cuáles son las cargas que tú llevas?
  2. Despójate del pecado que te asedia. Ese pecado te encadena, te ata y te hace tropezar, hasta que sea casi imposible correr. Renúncialo; tu familia te necesita. Dios quiere librarte de ese pecado. Muchos hombres están ciegos a su pecado, pero el Espíritu Santo te abrirá los ojos si se lo pides. ¿Cuáles son los pecados que te hacen tropezar?
  3. Corre con perseverancia la carrera que tienes por delante. Hay una carrera que Dios tiene para tu vida. Un plan y un propósito. ¿Sabes cuál es? ¿Crees que estás corriendo en esa carrera? Está por delante; no vuelvas atrás no mires atrás. Hay algo nuevo que Dios quiere hacer en tu vida. Hay muchos hombres paralizados, que pasan horas sentados frente a su compu o tele. Sí, hay un tiempo para esperar en Dios, pero este es un caminar de fe, siguiendo a Jesús. Hay una carrera, y tenemos que correr. Dios quiere librarte de los altibajos, para correr con perseverancia a pesar del cansancio y el desánimo.

Hay una cosa más, muy importante, que es el secreto de la perseverancia:

Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. 

¿Quién escribió el libro sobre la fe? ¡Cristo! Es el autor o iniciador de nuestra fe. Todo empieza con Jesús. ¿Quién está trabajando para perfeccionar tu fe? ¡Cristo! ¿Quién es tu ejemplo? ¡Cristo! La Nueva Traducción Viviente dice que es el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Él también pasó por un proceso, que incluyó humillarse a sí mismo para dejar al cielo y nacer como un bebé, ser rechazado por su propia familia y sufrir una muerte agonizante en una cruz. Ahora Él nos ofrece el mismo gozo y la misma esperanza: vamos a compartir una eternidad en la gloria del cielo, reinando con Él. Esa visión le dio la fuerza para superar el dolor.

Si tú fijas tu mirada en tu familia, tus circunstancias y lo que está sucediendo en el mundo, no podrás correr la carrera. Hay demasiado pecado, dolor y problemas. Fija la mirada en Jesus. Háblale. Adóralo. Medita en sus palabras. Sigue su ejemplo. Piensa en su vida y lo que tiene preparado para ti en el cielo. Soporta tribulaciones y angustias, y menosprecia la vergüenza que has sentido.

Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo.

¿Experimentas oposición por parte de los pecadores? ¡Habrá oposición! Del diablo, del mundo, y, a veces, de la misma familia o iglesia. Jesus la experimentó. Si te cansas o pierdes el ánimo frente a esa oposición, es normal; sucederá si no tienes la mirada fija en Cristo. Jesus perseveró, y tú tienes que perseverar, no importa lo dura que sea la lucha. No te rindas. Considera a Jesus. Acércate a Él. Fija tu mirada en Él. Y sigue corriendo para ganar el premio.

En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. 

¿Estás en la lucha? Bienvenido a la vida. Incluso el mejor cristiano esta siempre en la lucha. Si no hay lucha, puede significar que el enemigo ya te ha vencido y no tiene que perder el tiempo peleando contra ti. Pero, ¿qué tan duro estás luchando realmente? ¿Has resistido hasta derramar tu sangre? ¿No es cierto que a menudo es más fácil resistir un poco y luego caer en el pecado? ¡Cristo perdió su vida en su lucha contra el pecado!

Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirigen:

«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor
ni te desanimes cuando te reprenda,
porque el Señor disciplina a los que ama,
y azota a todo el que recibe como hijo».

¿Esas son palabras de aliento? ¿En serio? ¿Ser azotado? ¿Reprendido por el Señor? ¿Sabes lo que es ser disciplinado por Dios? ¿De verdad quieres ser hijo de Dios? Entonces, tienes que aceptar que no eres tan perfecto como creías, pero Dios te ama, y quiere perfeccionarte y santificarte. Tómate en serio su disciplina. Recíbela como una señal de que tu Padre perfecto te ama y está obrando en tu vida.

Si recuerdas tu infancia, o si eres padre y has disciplinado a tus hijos, tú sabes que el niño puede volverse rebelde y resistir la disciplina. En lugar de amarte por ella, tu hijo puede aborrecerte. Él hace la vida mucho más dura porque se resiste a aquello que podría permitirle evitar mucho dolor. Si la disciplina es demasiado severa, también puede desanimarse. Recibe la reprensión y corre hacia tu Papá; te espera con los brazos abiertos para sanarte y levantarte.

Si eres padre, sé responsable y amante, y disciplina, reprende y azota a tus hijos. Con sabiduría y amor, y nunca con ira. Ellos te necesitan. Nunca debe tocar solo a mamá para disciplinar a los hijos.

¿Estás experimentando la disciplina de Dios ahora? ¿Te ha reprendido o azotado? ¿Qué puedes hacer para que el proceso sea más fácil y provechoso?

Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? 10 En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. 11 Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.

Desafortunadamente, hay muchos hijos que no son disciplinados por su padre, o ese hombre simplemente no está presente. Y lamentablemente, hay muchos niños que no respetan a sus padres cuando los disciplinan. (Si eres un joven, ¿respetas la disciplina de tu papá?)

Confía en Dios, que Él hace todo perfecto. Créelo, que es por tu bien. Piensa en el fin: ¡puedes participar de su santidad! ¡Habrá una cosecha de justicia y paz! ¡Dios lo hace para que tú vivas de verdad! Deja que Dios te entrene, para correr mejor la carrera que tienes por delante. Sométete a Dios. Soporta la disciplina. Él sabe cuánto tú puedes soportar y no quiere destruirte o lastimar tu espíritu.

12 Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. 13 «Hagan sendas derechas para sus pies», para que la pierna coja no se disloque, sino que se sane.

¡Es otro mandato! ¡Renueva las fuerzas! El autor te ha enseñado cómo hacerlo aquí. Haz sendas derechas para tus pies. Es otro mandato. Algunos corren como si estuviesen en un laberinto. ¡No es de extrañar que se haya caído y tenga la pierna dislocada! Examina tu senda para ver cuáles son los obstáculos, y qué puedes quitar o enderezar para hacer tu carrera más recta. Tus manos, ¿están cansadas? ¿Las rodillas debilitadas? (¡Y no porque hayas pasado tanto tiempo arrodillado en oración!) Eso sucede. Por eso está escrito aquí en la Biblia. Pero piensa de nuevo en los héroes de la fe en el capítulo 11, y especialmente en Jesucristo. Tú eres un hijo de Dios. Él es un Padre perfecto. Uno de los grandes privilegios como hombre es ser padre, y comprender y experimentar el corazón paternal de nuestro Dios. Tal como tú amas a tus hijos, Él te ama a ti, e infinitamente más. Despójate del lastre que te estorba y el pecado que te asedia. Corre con perseverancia la carrera que tienes por delante. Fija tus ojos en Jesus y el gozo que te espera en comunión con Él y esa gran nube de testigos.