El nuevo mandamiento: 1 Juan 2:7-11

Queridos hermanos, lo que les escribo no es un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que han tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oyeron. 

¿Cuál es este mandamiento antiguo?

Todos hemos oído hablar de los Diez Mandamientos. En la Ley de Moisés hay 613 mandamientos. Pero Jesús dijo que los dos grandes mandamientos antiguos son:

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.” Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.  De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40).

Por otra parte, lo que les escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera.

¿Cuál es el mandamiento nuevo?

Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. (Juan 13:34-35)

Cuando pensamos en vivir como vivió Jesus, tendemos a pensar en milagros y en una vida libre del pecado. Por supuesto, incluye eso. Pero en esta carta, y en obediencia a este mandamiento nuevo, lo más importante es una vida de amor. ¿Quién no quiere amar y ser amado? Andando como Jesús anduvo, vamos a experimentar el amor como nunca antes.

Con eso, Juan vuelve a otro tema importante de la carta: la luz. Sabemos que Cristo es la luz (Juan 1:4 y 5; 8:2), y nosotros somos la luz del mundo (Mateo 5:14-16). Hay un conflicto entre la luz y las tinieblas. Aún existe mucha oscuridad en este mundo, pero “se va desvaneciendo”, “está desapareciendo” (NTV). Él es la luz verdadera, que brilla cada vez más fuerte, y que hace que la oscuridad vaya disminuyendo (TLA). Es parte de esa tensión que sentimos todos los días. Tenemos las primicias y queremos extender el Reino de Dios, pero somos tentados a volver a las tinieblas. Es posible pasar entre las tinieblas y la luz, dependiendo de las decisiones que tomamos.

¿Qué es un signo de estar en las tinieblas?

El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. 

Aquí nuevamente vemos la importancia de las acciones para confirmar lo que decimos. Una confirmación de estar en la luz es el amor que tenemos por nuestros hermanos. Podemos decir que el verdadero amor (el amor ágape, no el amor eros que el mundo equipara con el amor) es una característica de la luz, y el odio es una característica de la oscuridad. Es una completa contradicción decir que ando como Jesús, en su luz, y odiar a mi hermano.

¿Cuánto de este amor observas en tu iglesia? ¿En tu propia vida y familia? Si hay odio en ti, debes resolverlo con la ayuda de Dios.

¿Cuáles son dos beneficios de amar a mi hermano?

10 El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. 

Además del buen compañerismo y el bienestar que experimentamos cuando amamos, Juan nos brinda dos beneficios poderosos:

  1. Permanecemos en la luz.
  2. Nos libramos de tropiezos. ¡Qué maravilloso! ¿Qué te hace tropezar? Juan dice que si amamos a nuestros hermanos, no habrá nada nos hará tropezar. Literalmente, dice “no hay causa de tropiezo en él” (NBLA). Depende de la traducción; algunas Biblias traducen que no hay nada en nosotros que haga tropezar a otros (NTV: no hace que otros tropiecen), o puede que seamos nosotros mismos los que no tropecemos.

El hecho es que el amor es poderoso, y tan importante para Juan que usa la palabra griega para “amor” (ágape) 43 veces en la carta.

¿Qué es el fruto del odio en la vida de un cristiano?

11 Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.

El que odia no experimenta la presencia y la luz de Jesús. Permanece en la oscuridad y anda como un ciego. Impacta toda la vida. Pierde la visión de la voluntad de Dios, se confunde y vaga sin rumbo y sin dirección. No importa si va a la iglesia o tiene ministerios en ella. No tendrá verdadera comunión con otros (1:7) y probablemente tendrá otros pecados ocultos.

 

¿Conoces realmente a Dios? 1 Juan 2:3-6

¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios?

A veces tengo dudas si realmente soy salvo. ¿Es posible estar seguro?

Esta es la primera de varias pruebas en esta carta para nuestra salvación. Existen muchas respuestas a esta pregunta en la iglesia actual. Para muchos, es el simple acto de pasar al frente de una iglesia y hacer una oración de entrega a Dios. Pero según Juan, es más complicado. Su primera prueba:

Si obedecemos sus mandamientos.

Sabemos que somos salvos por la gracia de Dios, mediante nuestra fe en su provisión de un Salvador. Pero cuando alguien nace de nuevo y es salvo, debe haber una transformación en esa persona. Ya tiene el Espíritu Santo y el poder sobrenatural para obedecer a Dios. El Señor quita la rebelión,  y nos da el deseo de agradar a nuestro Dios. Reconocemos que su yugo es fácil y ligera su carga. Sus mandamientos existen no para frustrarnos, sino que son las guías sabias para ordenar la vida y experimentar la vida abundante.

Esta es también la primera de 42 veces que Juan usa los dos verbos griegos para “saber”. El gnosticismo ya estaba apareciendo en la iglesia primitiva, una herejía que creció en el siglo II y predicaba un conocimiento secreto que solo unos pocos pueden alcanzar. Eso, no la fe en Cristo, fue la salvación, la cual es escapar del cuerpo. Decían que sólo el espíritu es bueno; el cuerpo es malo.

El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. 

Algo anda mal, hay una contradicción fundamental, si una persona realmente conoce a Dios pero no le obedece. De nuevo, Juan habla de verdades y mentiras. La persona que vive así vive una ilusión. No se dedica a aprender acerca de los mandamientos de Dios ni le importa obedecerlos. No entiende lo que significa tener a alguien como Señor y Maestro. ¿Cómo está tu obediencia?

Escucho a otros hablar sobre el amor de Dios, pero siento que no he experimentado ese amor. ¿Estoy haciendo algo malo? ¿Estoy en pecado? ¿Cómo puedo experimentar ese amor?

En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra.

Vamos a ver una conexión intima entre la obediencia y el amor. La prueba de nuestro amor a Dios es la obediencia, y lo que desata el amor de Dios en nosotros es nuestra obediencia. El griego dice que “verdaderamente se ha perfeccionado el amor de Dios” (NBLA) en la persona obediente. ¡Qué maravilloso saber que el amor de Dios se puede perfeccionar en tu vida!

En esta misma carta, Juan declara que Dios nos amó primero. Respondemos a ese amor con una entrega a su señorío y la confesión de nuestro pecado. Entonces, asombrados por tan grande amor, le obedecemos, y su amor se hace más manifiesto en nosotros. Si su amor no se manifiesta, a menudo hay un problema con nuestra obediencia. Dice aquí que es la obediencia a su palabra. Tenemos que escuchar la palabra predicada y enseñada en la iglesia (y ser parte de una iglesia centrada en esa palabra), y estudiar la palabra a solas, con el corazón abierto y deseoso de ver algo que pueda obedecer, porque quiero agradar a mi Dios. Algunos esperan una palabra profética o hablada a su espíritu para obedecer, pero esta relación de amor inicia con nuestra obediencia a la palabra escrita de la Biblia.

De este modo sabemos que estamos unidos a él: 

¿Cuál es la segunda prueba de nuestra salvación en esta carta?

el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió. (O “andar como él anduvo.”)

Me parece imposible. ¿No es solo para pastores o algunos cristianos muy especiales?

Juan describe la relación del creyente con su Señor de tres maneras en estos versículos. En dos casos, habla de la persona que “afirma” esta relación. Es obvio que cree que es salvo, pero ya en el verso 4 Juan dice que es posible afirmar algo con la boca, pero si no hay evidencia, si no hay fruto, esa persona no tiene la verdad y es un mentiroso.

Jesús habló de permanecer en él, y Juan lo registró en su evangelio:

Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.

Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá (Juan 15:4-7).

La expectativa es que cada creyente permanezca en su Señor. Separado de él, no puedes hacer nada, y te quemarás. La meta parece muy alta, pero al mismo tiempo debe dejarte muy emocionado: ¡Es posible vivir como vivió Cristo! ¡Es la voluntad de Dios para ti! Su vida en esta tierra fue un ejemplo, un modelo, de lo que tú puedes vivir, de cómo tú puedes andar. De hecho, Cristo dijo:

Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre (Juan 14:12).

Es algo tan fundamental, tan importante, pero algo ignorado por muchos predicadores y cristianos. Yo he escrito una serie de cuatro libros sobre el tema (la serie se llama Andar como Jesús anduvo).

El verdadero cristiano debe andar como Jesús anduvo.

 

Vivir en la luz: 1 Juan 1:3-2:21

¿Cuál es el propósito de Juan al escribir esta carta?

Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 

Vamos a ver varios propósitos, pero el primero es que tengamos comunión (griego: koinonia) con “nosotros;” con Juan y probablemente los demás apóstoles. Pero la comunión más importante es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Juan afirma la asombrosa posibilidad de que, al recibir y poner en práctica el contenido de esta carta, es posible para ti tener esa misma comunión con el Padre y su Hijo. ¿Puedes decir que ya la tienes? ¿La quieres?

Les escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa.

¿Cuál es el segundo propósito de la carta?

Para que sea completa la alegría. Puede ser nuestra alegría, al escuchar y poner en práctica estas verdades, o puede ser la alegría de Juan y sus compañeros, sabiendo que han sido testigos fieles. La NTV lo resuelve así: Escribimos estas cosas para que ustedes puedan participar plenamente de nuestra alegría.

¿Dirías que tu alegría es completa? ¿Cómo sería tener alegría completa? Estudia la carta cuidadosamente para ver cómo puedes aumentar tu alegría.

5 Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. 

¿Cuál es la responsabilidad de Juan?

Cuatro veces en estos primeros versículos Juan repite “les anunciamos” lo que han experimentado. Son testigos; ellos “dan testimonio” de la Vida. Fue la Gran Comisión de Jesús; alguien tan privilegiado de saber personalmente cómo transformar la vida tiene la responsabilidad de anunciarlo al mundo.

¿Anuncias las Buenas Nuevas a tu familia y amigos?

¿Cuál es el primer punto del mensaje que Juan anuncia en esta carta?

Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Empezamos con: ¿Quién es Dios? Vamos a ver un énfasis en la carta sobre la santidad y la necesidad de apartarse del pecado. Juan quiere que la luz de Dios brille en nuestros corazones para revelar toda iniquidad y dejar claro que no es posible tener comunión con Dios ni con otros si hay oscuridad en nosotros. Es el conflicto entre el Reino de la Luz y el reino de las tinieblas. Fue la oscuridad en nuestros corazones lo que hizo necesario que Jesús muriera como sacrificio por nuestros pecados.

Anunciar el evangelio le permite a Juan brillar esa luz, y a través del amor y el buen testimonio ser un ejemplo de la luz en este mundo oscuro. ¿Cómo está tu luz? ¿Tu testimonio y ejemplo?

Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. 

¿Cómo puede un cristiano traicionar la luz y ser engañado?

El ejemplo es más importante que la palabra de nuestra boca. Es obvio que Juan está hablando aquí de alguien que se llama a sí mismo “cristiano.” Esta persona dice que tiene comunión con Dios. Puede ir a la iglesia, leer la Biblia e incluso orar. Pero si vive en la oscuridad, es imposible tener comunión con un Dios que es luz. Es una total contradicción.

Un tema importante en esta carta es la verdad. Esta es la primera de cinco veces que Juan propone la posibilidad de “cristianos” mentirosos. El diablo es un engañador, el padre de la mentira. Más que nunca, hoy es importante saber la verdad. ¡Hay muchas voces en internet! A menudo es difícil discernir entre la verdad y la mentira.

Pero, si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.

¿Cuáles son algunos de los resultados de vivir en la luz?

  1. Tenemos comunión con otros creyentes, y con Dios. El pecado nos separa de Dios y de otros. La persona de vida transparente, que vive en la luz, tiene comunión con otros que están en la luz. Obviamente, no tiene comunión con el diablo, ni con los que viven en tinieblas. Si hay un problema con tu comunión con Dios o con otros, examina tu corazón a ver si hay pecado. O puede ser que la otra persona no viva en la luz, y por lo tanto rompa la comunión contigo.
  2. La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. ¡Aleluya! ¡Hay perdón de pecado! ¡No hay ningún pecado que la sangre de Jesús no sea suficiente para limpiar! Pero la persona que esconde su pecado, lo niega y vive en las tinieblas, no recibe esa limpieza.

La palabra para “pecado” aparece 27 veces en el griego original. Juan denuncia el pecado mientras postula aquí (la primera de varias veces) que tenemos que seguir el ejemplo de nuestro Señor, andar como él anduvo y vivir en la luz como él está en la luz.

Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 

¿”Vivir en la luz” significa que ya no pecamos?

No, significa que no estamos ocultando nada. Somos honestos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Permitimos que la luz del Espíritu Santo revele el pecado en nuestros corazones. Juan ya dijo en el verso 7 que la sangre de Jesús limpia el pecado, incluso de la persona que vive en la luz.

Pablo escribió en Romanos 3:23 (NTV):

Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.

El mismo Pablo, el gran apóstol, dijo:

“La siguiente declaración es digna de confianza, y todos deberían aceptarla: «Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores», de los cuales yo soy el peor de todos (1 Timoteo 1:15, NTV).

Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 

¿Cuál es la clave para recibir el perdón de Dios?

No es ser perfecto, sino honesto. Cuando confesamos sinceramente nuestro pecado, entonces Dios puede perdonarlo. Si negamos que hemos pecado, no hay nada que perdonar.

¿Puedo tener la certeza de que soy perdonado?

Sí, se basa en el carácter de Dios: Él es fiel y justo. Él honra la sinceridad y quiere limpiarnos y liberarnos del pecado. Tenemos una promesa muy clara aquí a la que tú puedes aferrarte para darte esa certeza: Dios te perdonará y te limpiará de toda maldad. No solo para perdonar el pecado, sino para limpiarte de toda maldad.

10 Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.

¿Por qué Juan repite lo que acaba de decir?

Es un fundamento de la vida transformada: Vivir en la luz, en la verdad. Si no vemos nuestra necesidad de un Salvador, si no creemos que tenemos pecado, Dios no puede librarnos del pecado. Negamos todo el propósito de la vida de Jesús y su sacrificio en la cruz. Peor aún, ahora Juan dice que hace a Dios mentiroso, ya que él dice claramente que todos pecamos. El capítulo 15 de Juan habla de la importancia de permanecer en Cristo y que su palabra permanezca en nosotros. La persona que niega su pecado tiende a ignorar la Biblia y no meditar mucho en su mensaje. La Biblia sirve como una luz que Dios utiliza para revelar nuestros corazones.

1 Juan capítulo 2

1Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen.

¿Por qué los llama hijos?

Es un término de cariño y ternura, que el mismo Jesús usó para sus discípulos (Juan 13:33). Hay hijos espirituales también, quienes recibieron a Cristo y son discipulados por un “padre” en la fe, como Pablo y Timoteo (1 Timoteo 1:2).

¿Cuál es el tercer propósito de la carta?

Que no pecamos.

Eso es difícil. Si peco, ¿he perdido mi salvación?

Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. 

Dios sabe que pecamos. Acabamos de decir que la persona que dice que no peca es mentirosa y engañada. Hemos visto que la clave es la honestidad: confesar con un arrepentimiento genuino que hemos pecado y pedir el perdón. Vivir en la luz.

No solo en esta cuestión del perdón, sino en toda la vida Dios nos ha dado una provisión maravillosa: Un intercesor, un abogado, un sumo sacerdote que está siempre ante su Padre intercediendo por ti. La palabra “intercesor” en el griego es “abogado” o “defensor.” Él es justo, y como el Hijo de Dios, el Padre siempre responde a su intercesión. Este abogado siempre gana su caso.

Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.

¿Hay algún límite para este perdón? A menudo pienso que he cometido el mismo pecado demasiadas veces, y que Dios ya no puede perdonarme.

No, no hay  un límite para este milagro del perdón de Dios. En lugar de muchos sacrificios de becerros y corderos, Jesús fue el sacrificio que pagó el precio de todos los pecados del mundo por toda la historia. Pero no es automático. Hay condiciones para ese perdón (entre ellas, tenemos que confesarlo, tener fe en Jesús y nacer de nuevo), pero su sacrificio es eterno y universal. Cubre todo pecado, no sólo de unos pocos escogidos, sino de todos los que reciban a Jesús.

La palabra griega que la NVI traduce como “sacrificio” es “propiciación.” No es una palabra común, pero es muy rica. El Diccionario Real Academia Española la define como:

Sacrificio que se ofrecía en la ley antigua para    aplacar la justicia e ira divina y tener a Dios propicio.

El Diccionario Bíblico Sencillo:

Aquel aspecto de la muerte de Cristo en el que vindicó el carácter santo y recto de Dios, y en virtud del cual Él puede ser propicio, o misericordioso, a todo el mundo.

 

El discípulo que Jesús amaba: Un estudio de las cartas de Juan

Hoy publico un nuevo libro sobre las cartas de Juan. Aquí están la introducción y primer capitulo:

Introducción

 

¿Cómo sería conocer al discípulo que tal vez tenía la relación más íntima con Jesucristo? Estaba allí en el Monte de Transfiguración. Se reclinó sobre el pecho de Jesús en el Aposento Alto. Desde la cruz, Jesús lo designó para cuidar de su madre, María. Escribió el evangelio más íntimo, el único con el discurso de Jesús en el Aposento Alto, el famoso Juan 3:16 y tantos tesoros más. Muchos años después de la muerte de todos los demás Doce, él recibió la extraordinaria visión del Apocalipsis. Qué bueno sería tener algunas cartas de este hombre.

Por la gracia de Dios, las tenemos. Tres cartas. Una bastante conocida y dos muy cortas y casi ignoradas. Ellas nos ofrecen la perspectiva de alguien que ha estado caminando con Jesús durante muchos años.

Juan te invita a tener comunión con él, con alguien con un conocimiento muy personal de Cristo:

Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida.  Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado.  Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros.

Juan nos presenta afirmaciones radicales. Vivir según su enseñanza transformaría muchas vidas e iglesias. Entre ellas:

Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos  en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad.

¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos.

De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió.

No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre.

El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo.

En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.

Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.

Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y, si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.

Estas son algunas de las cosas que vamos a explorar en este libro. Está escrito en forma de diálogo; el lector cuestiona al autor sobre el significado de cada pasaje. De esta manera el objetivo es conocer el corazón de este gran apóstol y aplicar su enseñanza a tu vida.

 

1 “Lo hemos visto”

1 Juan 1:1-2

¿Por qué puedo confiar en lo que dice el escritor de esta carta?

1Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida. 

Este hombre ha escuchado al sujeto de esta carta, lo vio con sus propios ojos, lo había contemplado e incluso ¡lo tocó con las manos! Tiene conocimiento íntimo de esta persona. Y no solo él, porque todo lo dice en plural; él era uno entre varios con este conocimiento.

¡Tres veces en los primeros tres versículos él afirma: “lo hemos visto”! Muchos pueden escribir libros sobre filosofía o teología, pero este hombre quiere que sepamos que esta es una experiencia de primera mano. Podemos confiar completamente en este mensaje.

¿De quién está hablando?

No lo identifica por nombre. Solo le llama “el Verbo.” No lo nombra hasta el verso 3, pero ya sabemos que es Jesucristo.

¿Y quién es el escritor que tenía esta experiencia con Jesús?

Ya sabemos que trata de Juan, uno de los hijos de trueno y hermano de Jacobo. Junto con Pedro, estos tres eran los discípulos más cercanos de Jesús. Es el discípulo “a quien Jesús amó.” Escribió el evangelio más íntimo sobre Jesús y tuvo el privilegio de recibir la profunda revelación del Apocalipsis. Su hermano fue el primero de los Doce en morir mártir; por lo que sabemos, Juan fue el último de los doce en morir. Creen que escribió esta carta entre el 85 y el 95 d.C., desde Éfeso.

Cualquiera que haya leído el Evangelio de Juan inmediatamente hace la conexión con el hermoso preámbulo de ese evangelio (Juan 1:1-5):

En el principio ya existía el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba con Dios en el principio.
Por medio de él todas las cosas fueron creadas;
sin él, nada de lo creado llegó a existir.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no han podido extinguirla.

¿Qué sabemos acerca de la iglesia en esa época?

Ya había sobrevivido a varias persecuciones. Jerusalén fue destruida en el año 70 d.C. Ahora había una pérdida de santidad, con muchos cristianos siguiendo las normas del mundo. Enfrentados a varias enseñanzas falsas, perdieron su firmeza en Cristo y transigían en su fe.

Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado. 

¿Qué aprendemos sobre el Verbo en estos primeros versículos?

  1. Ha sido desde el principio; Juan 1:1 dice que ya existía en el principio. Es la “vida eterna.” Siempre ha existido. Es eterno.
  2. Es vida. Jesus dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” (Juan 14:6) En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad (Juan 1:4).
  3. La vida se manifestó en forma de hombre; una persona que hablaba y podía ser vista y tocada. En algún momento se manifestó en nuestro mundo.
  4. Antes de manifestarse, estaba con el Padre.

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