El nuevo mandamiento: 1 Juan 2:7-11

Queridos hermanos, lo que les escribo no es un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que han tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oyeron. 

¿Cuál es este mandamiento antiguo?

Todos hemos oído hablar de los Diez Mandamientos. En la Ley de Moisés hay 613 mandamientos. Pero Jesús dijo que los dos grandes mandamientos antiguos son:

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.” Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.  De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40).

Por otra parte, lo que les escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera.

¿Cuál es el mandamiento nuevo?

Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. (Juan 13:34-35)

Cuando pensamos en vivir como vivió Jesus, tendemos a pensar en milagros y en una vida libre del pecado. Por supuesto, incluye eso. Pero en esta carta, y en obediencia a este mandamiento nuevo, lo más importante es una vida de amor. ¿Quién no quiere amar y ser amado? Andando como Jesús anduvo, vamos a experimentar el amor como nunca antes.

Con eso, Juan vuelve a otro tema importante de la carta: la luz. Sabemos que Cristo es la luz (Juan 1:4 y 5; 8:2), y nosotros somos la luz del mundo (Mateo 5:14-16). Hay un conflicto entre la luz y las tinieblas. Aún existe mucha oscuridad en este mundo, pero “se va desvaneciendo”, “está desapareciendo” (NTV). Él es la luz verdadera, que brilla cada vez más fuerte, y que hace que la oscuridad vaya disminuyendo (TLA). Es parte de esa tensión que sentimos todos los días. Tenemos las primicias y queremos extender el Reino de Dios, pero somos tentados a volver a las tinieblas. Es posible pasar entre las tinieblas y la luz, dependiendo de las decisiones que tomamos.

¿Qué es un signo de estar en las tinieblas?

El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. 

Aquí nuevamente vemos la importancia de las acciones para confirmar lo que decimos. Una confirmación de estar en la luz es el amor que tenemos por nuestros hermanos. Podemos decir que el verdadero amor (el amor ágape, no el amor eros que el mundo equipara con el amor) es una característica de la luz, y el odio es una característica de la oscuridad. Es una completa contradicción decir que ando como Jesús, en su luz, y odiar a mi hermano.

¿Cuánto de este amor observas en tu iglesia? ¿En tu propia vida y familia? Si hay odio en ti, debes resolverlo con la ayuda de Dios.

¿Cuáles son dos beneficios de amar a mi hermano?

10 El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. 

Además del buen compañerismo y el bienestar que experimentamos cuando amamos, Juan nos brinda dos beneficios poderosos:

  1. Permanecemos en la luz.
  2. Nos libramos de tropiezos. ¡Qué maravilloso! ¿Qué te hace tropezar? Juan dice que si amamos a nuestros hermanos, no habrá nada nos hará tropezar. Literalmente, dice “no hay causa de tropiezo en él” (NBLA). Depende de la traducción; algunas Biblias traducen que no hay nada en nosotros que haga tropezar a otros (NTV: no hace que otros tropiecen), o puede que seamos nosotros mismos los que no tropecemos.

El hecho es que el amor es poderoso, y tan importante para Juan que usa la palabra griega para “amor” (ágape) 43 veces en la carta.

¿Qué es el fruto del odio en la vida de un cristiano?

11 Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.

El que odia no experimenta la presencia y la luz de Jesús. Permanece en la oscuridad y anda como un ciego. Impacta toda la vida. Pierde la visión de la voluntad de Dios, se confunde y vaga sin rumbo y sin dirección. No importa si va a la iglesia o tiene ministerios en ella. No tendrá verdadera comunión con otros (1:7) y probablemente tendrá otros pecados ocultos.