Abimélec: Un hijo malvado; Jueces 9:1-57

1Abimélec hijo de Yerubaal fue a Siquén a ver a los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de su madre: «Pregúntenles a todos los señores de Siquén: “¿Qué les conviene más: que todos los setenta hijos de Yerubaal los gobiernen, o que los gobierne un solo hombre?” Acuérdense de que yo soy de la misma sangre que ustedes».

La historia de Gedeón, que inició tan impresionante, tuvo un final muy triste. Lamentablemente, el pecado del padre tiene un impacto devastador en sus hijos. Le interesaba más el placer de engendrar hijos que criarlos como padre. No los manejó bien. Casi siempre hay problemas cuando hay varias mujeres e hijos con varias de esas madres. Durante la vida del padre pueden tener paz, pero a menudo cuando alguien muere hay toda clase de desorden. Una y otra vez vemos a los hijos de un hombre, que al menos en un momento de su vida tuvo una relación con Dios, abandonar completamente al Señor.

¿Cómo te va con el manejo de tu familia? ¿Dedicas el tiempo necesario a ellos y les das un ejemplo piadoso?

 

¿Hay algún pecado en tu vida que pueda devastar a tus hijos?

 

Mientras haya vida, siempre es posible arrepentirse, pedir perdón a tus hijos y buscar maneras de establecerlos en el Señor. Dios no quiere que dejes un desorden cuando mueras.

Abimélec asesina a sus setenta hermanos

Cuando los hermanos de su madre comunicaron todo esto a los señores de Siquén, estos se inclinaron a favor de Abimélec, porque dijeron: «Él es nuestro hermano». Y le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit, con lo cual Abimélec contrató a unos maleantes sin escrúpulos para que lo siguieran. Fue a Ofra, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra asesinó a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal.

Ya vemos que no hay nada bueno en el corazón de este hombre. Todo el pueblo de Siquén estaba involucrado en la adoración de Baal, el mismo “dios” cuyo altar derrotó el padre de Abimélec. No tuvieron ningún problema en sacar plata de su templo. En lugar de confiar en el compromiso de los corazones de otros para servirlo, Abimélec usó esa plata para contratar maleantes, y asesinó a todos sus hermanos. Pues, casi todos.

Pero Jotán, el hijo menor de Yerubaal, se escondió y logró escaparse. Todos los señores de Siquén y Bet Miló se reunieron junto a la encina y la piedra sagrada que están en Siquén, para coronar como rey a Abimélec.

Se puede decir que Abimélec fue el primer rey de Israel, aunque claramente no fue escogido por Dios. Se puede eliminar a muchos, pero a menudo hay alguien que escapa. Seguramente él le va a causar problemas al nuevo rey.

Aquí empiezan algunos capítulos de Jueces con detalles sobre varios jueces malvados que no conocían a Dios ni gobernaban bien el país. Es una caída cada vez más profunda en el caos y el pecado. Como toda la Palabra de Dios, vale la pena leer y meditar sobre estos capítulos, pero en algunos casos yo solo voy a dar un resumen.

Jotán, el único hermano que escapa

En este caso Jotán, el único hijo que quedó después de la matanza, apela a los hombres de Siquén con unas palabras muy poéticas (versos 7 – 15). Luego les pregunta:

16 »Ahora bien, ¿han actuado ustedes con honradez y buena fe al coronar rey a Abimélec? ¿Han sido justos con Yerubaal y su familia, y lo han tratado como se merecía? 17 Mi padre luchó por ustedes, y arriesgando su vida los libró del poder de los madianitas. 18 Pero hoy ustedes se han rebelado contra la familia de mi padre; han matado a sus setenta hijos sobre una misma piedra, y han hecho de Abimélec, hijo de su esclava, el rey de los señores de Siquén solo porque él es pariente de ustedes. 19 Si hoy han actuado con honradez y buena fe hacia Yerubaal y su familia, ¡que sean felices con Abimélec, y que también él lo sea con ustedes! 20 Pero, si no, señores de Siquén y Bet Miló, ¡que salga fuego de Abimélec y los consuma, y que salga fuego de ustedes y consuma a Abimélec!»

Tenía toda la razón para condenar a estos hombres por la matanza de sus hermanos y la selección de Abimélec como rey. Duele ver deshonrada la memoria de alguien que hizo mucho bien a un pueblo. No sé qué clase de fuego tiene en mente, pero quiere que su hermano sea consumido.

21 Luego Jotán escapó, huyendo hasta Ber. Allí se quedó a vivir porque le tenía miedo a su hermano Abimélec. 22 Abimélec había ya gobernado a Israel tres años 23 cuando Dios interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén, quienes lo traicionaron. 24 Esto sucedió a fin de que la violencia contra los setenta hijos de Yerubaal, y el derramamiento de su sangre, recayera sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquén, que habían sido sus cómplices en ese crimen. 25 Los señores de Siquén le tendían emboscadas en las cumbres de las colinas, y asaltaban a todos los que pasaban por allí. Pero Abimélec se enteró de todo esto.

Parece que Dios escuchó la maldición de Jotán, e interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén. No es la única vez que Dios utiliza un espíritu maligno para cumplir sus propósitos. La traición, la violencia y la muerte son características de esta clase de persona.

Las batallas y la muerte de Abimélec

Así empieza un esfuerzo por parte de un Gaal (versos 26-29) para echar a Abimélec y gobernar sobre Siquén. A pesar de su pecado y el espíritu maligno, Abimélec prevaleció sobre Gaal:

45 Abimélec combatió contra la ciudad durante todo aquel día, hasta que la conquistó matando a sus habitantes; arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.

46 Al saber esto, los señores que ocupaban la torre de Siquén entraron en la fortaleza del templo de El Berit. 47 Cuando Abimélec se enteró de que ellos se habían reunido allí, 48 él y todos sus hombres subieron al monte Zalmón. Tomó un hacha, cortó algunas ramas, y se las puso sobre los hombros. A los hombres que estaban con él les ordenó: «¡Rápido! ¡Hagan lo mismo que me han visto hacer!» 49 Todos los hombres cortaron ramas y siguieron a Abimélec hasta la fortaleza, donde amontonaron las ramas y les prendieron fuego. Así murió toda la gente que estaba dentro de la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres.

A menudo cuesta mucho más tiempo de lo que nosotros pensamos que es justo, pero Dios es fiel para juzgar a los malhechores. Podemos cuestionar cómo Dios permitiera otra matanza y otra victoria para Abimélec. Pero así juzgó también a los hombres de Siquén. Esa victoria impulsa a Abimélec a sitiar otro lugar. Pero Dios usa a una mujer (¡una de varias veces en este libro!) para humillarlo:

50 Después Abimélec fue a Tebes, la sitió y la capturó. 51 Dentro de la ciudad había una torre fortificada, a la cual huyeron todos sus habitantes, hombres y mujeres. Se encerraron en la torre y subieron al techo. 52 Abimélec se dirigió a la torre y la atacó. Pero cuando se acercaba a la entrada para prenderle fuego, 53 una mujer le arrojó sobre la cabeza una piedra de moler y le partió el cráneo.

54 De inmediato llamó Abimélec a su escudero y le ordenó: «Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: “¡Lo mató una mujer!”» Entonces su escudero le clavó la espada, y así murió. 55 Cuando los israelitas vieron que Abimélec estaba muerto, regresaron a sus casas.

56 Fue así como Dios le pagó a Abimélec con la misma moneda, por el crimen que había cometido contra su padre al matar a sus setenta hermanos. 57 Además, Dios hizo que los hombres de Siquén pagaran por toda su maldad. Así cayó sobre ellos la maldición de Jotán hijo de Yerubaal.

Lamentablemente, también hay poder en una maldición. Dios honró la maldición de Jotán, y lo reivindicó. Muchos no quieren esperar la venganza del Señor, pero a su tiempo Él paga a los malhechos “con la misma moneda.”