¿Tienes gran fe? ¿O poca fe? Ejemplos de las dos del evangelio de Mateo

Fe. Sin ella es imposible agradar a Dios. Por ella somos salvos. La fe es la garantía de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve. Tenemos todo un capitulo en Hebreos sobre los héroes de la fe. Obviamente la fe es muy importante, pero creo que la mayoría de nosotros tenemos un concepto algo impreciso sobre la fe.

¿Cómo está tu fe? ¿Tienes mucha fe? ¿O poca fe? Es mejor tener poca fe en una rama fuerte que mucha fe en una rama débil. ¿Cómo está tu rama? ¿En que realmente tienes tu fe? Muchos tienen fe. Pero tal vez en algo equivocado. Jesus reprendió a sus discípulos por su poca fe. Después de años de caminar con el Hijo de Dios. Dijo que nunca halló en Israel la fe que tenía un centurión Romano. ¿Cómo se recibe la fe? La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. La fe es lo único que es un don del Espíritu Santo…y también un fruto del Espíritu. Creo que ocupamos más manifestaciones del don y del fruto. ¿Cuántos quieren ese don? ¿Ese fruto? Es lógico que si tenemos más del Espíritu, tendremos más fe.

Hoy quiero que caminemos con Jesús para ver ejemplos de poca fe y de gran fe. Empecemos con ese centurión en Mateo 8:5:

Entrando Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 

No hay nada inusual en lo que hizo el centurión. Había escuchado de Jesús. Sabía algo sobre su ministerio. Y cuando supo que había llegado a Capernaúm, él vino a Jesús. La fe empieza con algún conocimiento sobre Cristo. Por eso Pablo dice que la fe viene por el oír. Por eso compartimos con un inconverso sobre la vida y el sacrificio de Jesús. Pero luego tenemos que actuar sobre ese conocimiento. Hay mucha gente que sabe acerca de Jesús. Pero tenemos que tomar la decisión de venir a Cristo. Para buscarlo. Para acercarnos a Él. Luego tenemos que comunicarnos con Él. El centurión vino rogándole. Vino con audacia, y la confianza de que lo escucharía y que tenía el poder de hacer algo. Y le dijo claramente a Jesús qué fue la situación. Y creo que su obvio amor y cuidado por un criado también tocaron el corazón de Jesús. No pidió nada para sí mismo. Y no le mandó a Jesús lo que debía hacer. Algunos tienen el concepto erróneo de que la fe es mandar a Dios qué hacer. Eso no es fe. Es arrogancia. La fe confía en que Dios sabe exactamente qué hacer. Claro que podemos abrir el corazón y pedirle algo. Recordarle de su palabra. Pero la fe confía en un Dios soberano, que sabe mejor que nosotros qué hacer.

Para nosotros, este primer paso sería acercarnos al Señor en oración y compartir nuestras necesidades con Él.

Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 

¡Qué bueno sería siempre tener una respuesta tan rápida y agradable a nuestro ruego! No tiene que suplicar mucho o hacer nada especial. Simplemente se acerca a Jesús y le cuenta la situación. E inmediatamente Jesús dice que Él se encargará del problema y lo resolverá.

Pero en lugar de agradecerle e irse a casa a ver el milagro, este romano básicamente dice que Jesús no debería hacer lo que quería hacer. Sanarlo sí. Pero que no vaya a su casa. ¿Por qué?

Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 

El varón es humilde. No es digno de tener a Cristo en su casa. ¿Quién es digno por sus propios méritos de tener a Cristo en su vida o en su casa? La fe entiende que no es por nuestros méritos que Dios actúa. No compramos su respuesta por un ayuno. La fe claramente reconoce quien soy yo – y quien es Dios. La fe también entiende que opera en otro ámbito. No tienes que estar presente para ver la mano de Dios moverse. También entiende que hay poder en una palabra. Fue por su palabra que Dios creó el universo. La Palabra de Dios es poderosa. Cuando proclamamos esa Palabra en fe, Dios se mueve. Y lo que Dios ha prometido, creemos por fe que lo hará. Por su experiencia en el ejército romano, este centurión entiende la sencillez y la naturaleza de la fe.

Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 

La fe tiene todo que ver con la autoridad. El centurión operaba bajo la autoridad de César. Si un soldado no le obedece, tiene que rendirle cuentas a César. Si no eres realmente sometido al Señorío de Cristo y su autoridad en tu vida, no hay mucho que puedas hacer por fe. Dios quiere que andemos con autoridad. La autoridad que nace en el tiempo a solas con Él. Y la autoridad para proclamar su Palabra.

10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 

Ese entendimiento sencillo pero profundo tocó a Jesús. Se maravilló. Qué bueno sería si Jesús se maravillara de nuestra fe. A veces yo me maravillo también: Que haya gente humilde, completamente inesperada, que tenga más fe que los líderes de la iglesia. Me maravillo ante la fe sencilla de un niño. Es muy fuerte que Jesús dijera que no había hallado tanta fe en el pueblo de Dios. En la gente con el testimonio de los patriarcas y la ley de Dios. Lo que le lleva a decir algo muy controvertido y sorprendente:

11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 

Cristo dice claramente que aquellos que están demasiados confiados de estar en el reino, en muchos casos terminarán en el infierno. Habla de los judíos. Pero los gentiles, gente que no se espera ver en posiciones de autoridad, se sentarán con Abraham e Isaac. Y dice que son muchos. Yo creo que habrá algunas sorpresas en el reino. Qué hermoso tener la oportunidad de sentarnos con Abraham e Isaac y Jacob. ¿Tienes esa esperanza? ¿Esa fe?

¿Crees que hay “hijos del reino”, tal vez hijos de columnas en la iglesia, gente que viene mucho a la iglesia que no son salvos? Creo que sí.

13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

Ya tenía la fe. Ya recibió su respuesta. Pero aún hay algo más que tiene que hacer. Tiene que irse. No puede quedarse allí con Jesus buscando otra confirmación. Rogándole más. Dudando de lo que dijo. Tiene que irse. Creo que a veces perdemos la bendición porque no nos vamos. No obedecemos todo lo que Jesús nos dice.

“Como creíste, te sea hecho.” Sí, hay mucho poder en la fe. Cuando realmente crees en Dios.

Esa tarde, cuando Jesús entró en Capernaúm, fue a la casa de Simón Pedro y sanó a su suegra. Muy conveniente, porque luego ella comenzó a servirle. La noticia de esos milagros se difundió rápidamente, y todos los enfermos acudían a esa casa, con la fe de recibir su milagro. El verso 16 dice: Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. Todos recibieron su milagro. Pero, como muchas veces, Jesús no quiere tanta publicidad, y va al otro lado del lago con sus discípulos. Yo creo que Cristo los envió para proveer una prueba y una lección para sus discípulos. Era hermoso sanar a la gente, pero esa preparación de los 12 era lo más importante para Jesús. Ya han visto muchas manifestaciones del poder de Dios. Esos testimonios y milagros deberían fortalecer nuestra fe, ¿verdad? A ver.

24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 

Obviamente Jesús estaba cansado después de todo ese día de ministrar. Si tú has ministrado a la gente así, ya sabes que se cansa. Por eso quería irse de Capernaúm, para descansar. Pero yo creo que sería difícil dormir en una tempestad tan grande en una barca pequeña. A menudo cuando parece que Jesus está “dormido” y no se da cuenta de la tempestad en nuestra vida, es para probarnos y ver cómo vamos a responder. ¿Hay olas cubriendo tu barca hoy? ¿Tienes la fe para manejar esa tempestad en tu vida?

25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 

Ellos hacen exactamente lo correcto, ¿verdad? En la tempestad vamos corriendo al Maestro. Clamamos a El: ¡Sálvame! ¿O es realmente lo que hay que hacer? ¿Puede ser evidencia de poca fe correr así hacia Jesús? Porque mira cómo les responde:

26 Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?

Es obvio que está molesto porque lo despertaron. Jesús espera que ellos puedan ejercer la misma autoridad sobre la naturaleza que vieron en Jesús todo ese día. Cuando andamos en fe tenemos que aplicar lo que vemos a Dios hacer en una instancia a otras situaciones en nuestra vida. ¡Los reprende! ¿Por qué temer? ¡Son pescadores! ¡Conocen ese lago! ¡Pero esto es extremo! Creen que perecerán. Es natural que temamos en esa situación. Pero ya no andamos en lo “natural.” Ya andamos en lo “sobrenatural.” Y el temor es evidencia de poca fe. Jesús tiene todas las expectativas de que después de ver un día lleno de su poder y autoridad, habrán aprendido algo sobre la fe. Pero son hombres de poca fe. ¿Cómo está tu fe? Gracias a Dios, a pesar de nuestra poca fe, y de la poca fe de sus discípulos, no nos deja perecer.

Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 

Jesus puede reprender la tempestad en tu vida también. Y cuando Él lo haga, hará una gran bonanza. Estarás completamente tranquilo, con una paz sobrenatural.

27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?

¿Creen que es posible que los vientos y el mar te obedezcan? Parece que lo es. Jesús dijo que con fe como una semilla de mostaza podemos mover montañas. Esos discípulos habían pasado bastante tiempo con Jesús. Lo habían escuchado enseñar. Vieron sus milagros. Pero aun así decían: ¿Qué hombre es este? ¿Realmente conoces a Jesús? ¿Sabes quién es? Parece que es posible venir a la iglesia todos los domingos y aun así no conocer a Cristo.

Al día siguiente, allí al otro lado del lago, Jesús liberó a unos gadarenos endemoniados. Después de esa liberación, el capítulo 9 dice:

1Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 

Mira la fe sencilla de estos amigos del paralítico. No pidieron nada. No declararon nada. Solo le trajeron a Jesús a su amigo, que no tenía manera de ir a Jesús por sí mismo. Y al ver la fe de ellos, Cristo perdonó el pecado del paralítico. Porque a veces el pecado es la fuente de una aflicción física.

Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

El pobre paralítico. Se encuentra ahora en medio de una discusión teológica. La triste realidad es que cuando andamos en fe, habrá oposición. De familiares. De gente religiosa. A veces de la propia iglesia. Puede ser muy desalentador. La pregunta es si permitirás que las críticas o los ataques de los demás te roben la bendición que Dios tiene para ti. Veamos cómo afectó al paralítico:

5¿Qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Puems para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. 

Aunque fue la fe de sus amigos que Jesús recompensó, el paralítico aún tiene que manifestar su propia fe. Tiene que creer que por la palabra de Jesús está sano, aunque en ese momento no sienta nada. Él tiene que levantarse. En lugar de acostarse sobre su cama, ahora tiene que tomarla y volver a su casa, posiblemente para testificar a su familia del poder de Jesús.

Puede que Jesús quiera hacer un milagro en tu vida. Ya ha dado su palabra. Pero aun estás en tu cama, temeroso de levantarte. ¡Levántate y anda! Puede que tú conozcas a alguien atado en su pecado o paralizado. ¿Tienes la fe para llevar a esa persona a Jesús? Puede que tengas que unirte con algunos otros de la misma fe, porque el problema es demasiado grande para la fe de una sola persona. Cuando andamos en unidad se edificamos la fe uno al otro.

Ya vimos con el centurión romano más fe en un gentil que Jesús había hallado en todo Israel. No sabemos por qué, pero en Mateo 15 Jesús va a una región gentil. Hay una mujer cananea que suena muy parecida al centurión. Obviamente ella había oído de Jesús. Lo llama Señor. Humildemente le pide misericordia. En este caso es su hija que está atormentada. Ella viene a Jesús y le cuenta la situación:

21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 

Con el centurión, sin decir nada más, Jesús dijo que iría y sanaría al siervo. Mira cómo le responde a esta pobre mujer:

23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 

¿Es machista? ¿Es que no quiere ayudar a una mujer? Ya ayudó al centurión. Pero ahora vemos algo más en esta mujer: perseverancia. Ella va tras ellos, dando voces. Y los discípulos, en lugar de pedirle a Jesús que haga su milagro, muestran su prejuicio y le piden a Jesús que la despida. Ya vieron que Jesús no quiere responderla.

Esta es una situación única. Es la única vez que Jesús negó una curación a alguien que se lo pidió. Hay algo muy importante que tenemos que entender sobre la fe: Jesús quiere sanar. Él quiere liberar. Siempre en los evangelios dice que todos fueron sanados. Nunca vemos a Jesús decir: “Ya son las 10 de la noche. Ya estamos cerrado por la noche. Ustedes pueden volver mañana.” Cuando alimentó a la multitud, nunca dijo: “Solo nos alcanza para 3 mil. Lo lamento.” No, siempre había suficiente para todos – y de sobra. Jesús siempre responde a una petición dada en fe. Así que esta situación tiene que ser algo especial.

24 Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 

Qué frio, ¿verdad? La mujer obviamente tiene fe. Es cierto que Jesús se centró en su llamado a los judíos. Pero ya ministró al siervo del centurión, aunque puede ser que el siervo fue judío. Liberó a los gadarenos endemoniados. Y si solo ministraría a los judíos, ¿por qué fue a Tiro y Sidón?

25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 

¿Cuánta perseverancia tienes? ¿No recibió el mensaje esta mujer? Ella está desesperada. Se postra ante Jesús. Pero no toca el corazón del Señor, que ahora se ve endurecido e incluso cruel:

26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 

La llama una perra. Pero ni siquiera esa deshonra suya la desanima. Sigue rogándole al Señor:

27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 

28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

Jesus no puede negar esa fe. Le responde y ella recibe la curación y liberación de su hija. ¿Respondió tan duramente Jesús para probarla? No sabemos. Pero Jesús reconoce su perseverancia como gran fe.

¿Cuál es la necesidad en tu familia hoy? ¿Te cansas de clamar a Jesús cuando no recibes una respuesta inmediata? ¿Tienes la fe para perseverar durante semanas, meses o años?

Para la próxima lección sobre la fe, en Mateo 17, una vez más hay alguien que viene a Jesús con fe para otra persona. Hemos visto un centurión para su siervo. Unos amigos con el paralítico. Y la mujer cananea para su hija. En este caso es un padre para su hijo. Él sigue el modelo de los otros: viene a Jesús, se arrodilla delante de Él, y le dice su petición. Ya, con esa fe, lo había intentado con los discípulos, porque Jesús estaba en la montaña, transfigurado en toda su gloria.

14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: 15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. 16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. 

Ahora Jesús está realmente molesto con sus discípulos. No reprende al padre, sino a sus propios discípulos por su falta de fe. Jesús honra la fe del padre y sana a su hijo.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. 18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquella hora. 

¿Cómo es que a menudo nosotros somos como esos discípulos? ¿No podemos sanar o liberar a alguien, a pesar de la fe de esa persona?

19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? 20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. 21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

¿Cómo está nuestra fe? Aquí Jesús está casi al final de su ministerio. Los discípulos ya llevaban años con Jesús y habían visto muchos milagros. Pero Jesús dice que ni siquiera tienen fe como un grano de mostaza. No es una cuestión de una fe inmensa. ¿Crees lo que dice Jesús? ¿Qué nada te será imposible si realmente tienes fe? ¿O dice Jesus sobre nosotros: “Oh generación incrédula y perversa”?

Para terminar, volvemos al mar y a la barca, en Mateo 14. Jesús había recibido la noticia de la muerte de Juan bautista y quería estar apartado de la multitud. Pero lo siguieron y Él hizo el milagro de los panes y peces para alimentar a 5 mil hombres, más mujeres y niños. Se supone que eso fortalecería la fe de sus discípulos.

22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 

Ya sabemos que no es la primera vez que los discípulos encuentran una tormenta en ese mar. Se supone que ya sabrían cómo manejarla. Aquí Jesús los envió sin Él en la barca a propósito. Sabemos que es peligroso ir sin Jesús, pero a veces es una prueba para nosotros.

Estas dos experiencias de los discípulos en la barca nos enseñan algo importante sobre la fe. La tendencia es pensar que si solo tenemos fe, la vida será bendecida y no habrá tormentas. Pero aquí vemos que son los mismos discípulos que encuentran más tormentas. Y alguien con muy poco conocimiento sobre Jesus recibe su milagro de inmediato. La fe no es garantía de una vida sin problemas. Es la clave para soluciones a los problemas en la vida. Y a menudo Jesús puede permitir más problemas en la gente más entregada para ejercer y fortalecer su fe.

26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. 27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

Parece que el temor fue un problema para los discípulos. Se turbaron. Dieron voces de miedo. Creo que el temor es un problema para todos nosotros. ¿Hay temor en tu corazón? Jesus te dice a ti también: ¡Ten ánimo! ¡Yo soy! ¡No temas!

28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 

Esta es una situación única. No es para sanar o liberar. No sirve ningún propósito obvio. Pero en ese momento Pedro tiene la fe para hacer algo que ningún otro hombre ha hecho jamás. El vio a Jesús andar sobre las aguas. Y tenía la fe de que si Jesus pudo hacerlo, él puede también. Pero él sabe que sería necio hacerlo sin la palabra de Jesus. Jesus le da la palabra sencilla: Ven. Y Pedro bajó de la barca y anduvo sobre las aguas. Fue para ir a Jesus. ¿Cuánto quieres ir a Jesus? ¿Andarías sobre las aguas para verlo? ¿Bajarías de tu barca para estar con Cristo?

30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 

¿Has tomado ese paso de fe? ¿Alguna vez has bajado de tu barca, lleno de fe? Pero luego viste el fuerte viento. Viste la oposición, la circunstancia. Te diste cuenta de que habías hecho algo tal vez necio. Ya te olvidaste de Jesús y de cuánto quieres estar con Él. Y comenzaste a hundirte. En ese momento, como vimos con las otras personas, clama a Jesús. Es el instinto de todos en esos momentos imposibles clamar: “Señor, ¡sálvame!” Y gracias a Dios, Jesús te salva.

31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 

Pedro tenía gran fe. Bajó de la barca. Anduvo sobre las aguas. Pero no logró lo que quería. No llegó a Jesús. Cristo le extendió la mano para salvarlo. Pero luego le reprendió: Hombre de poca fe.

¿Cómo está tu fe? ¿Tienes poca fe? ¿O fe como un grano de mostaza para mover montañas? ¿Tienes dudas? ¿Empiezas a andar sobre las aguas, solo para hundirte cuando ves la tormenta, y dudas?

32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Dios quiere hombres y mujeres de fe. La fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios. También viene cuando vemos los milagros de Dios y escuchamos los testimonios de otros. Te invito a venir a Jesús, como el centurión, la madre de la hija endemoniada, el padre. ¿Tienes la fe para bajar de tu lugar seguro y tomar un paso de fe hacia Jesús? ¿La fe para sanar y liberar en el nombre de Jesús? Dios quiere edificar tu fe.

Guerra contra Benjamín: Jueces 20

1Todos los israelitas desde Dan hasta Berseba, incluso los de la tierra de Galaad, salieron como un solo hombre y se reunieron ante el Señor en Mizpa. 

¡La acción drástica del levita tuvo la respuesta esperada! Es cierto que hubo desorden en el país, pero aún hay algunas cosas que no pueden tolerar. Hay dos cosas importantes aquí: unirse como hermanos de las tribus (como un solo hombre) y reunirse ante el Señor. No hemos visto ningún indicio de reverencia o temor de Dios durante algún tiempo.

¿Por qué Mizpa? Estaba en la frontera de Judá y Benjamín, y no muy lejos de Siló. Era un lugar de asambleas durante muchos años (1 Samuel 7:5; 1 Samuel 10:17; 2 Reyes 25:23-25).

Una asamblea para investigar la infamia

Los jefes de todo el pueblo, es decir, de todas las tribus de Israel, tomaron sus puestos en la asamblea del pueblo de Dios. Eran cuatrocientos mil soldados armados con espadas. 

No es sólo una reunión de oración. Llegan armados y listos para vengarse de quienes cometieron esta atrocidad. No sabemos cómo juntaron a tantos soldados en tan poco tiempo, ni cuán acostumbrados estaban a una asamblea nacional, pero los jefes ya tenían sus puestos. La  orden es impresionante dado lo que estaba cerca de la anarquía en el país.

A su vez, los de la tribu de Benjamín se enteraron de que los israelitas habían subido a Mizpa. Entonces los israelitas le dijeron al levita: —Cuéntanos cómo sucedió esta infamia.

Aunque dice que todas las tribus estaban presentes, parece que Benjamín, siendo la tribu culpable, no lo estaba. Quizás a propósito no les informaron de la asamblea.

El levita, esposo de la mujer asesinada, respondió: —Mi concubina y yo llegamos a Guibeá de Benjamín para pasar la noche. Durante la noche los hombres de Guibeá se levantaron contra mí y rodearon la casa, con la intención de matarme. Luego violaron a mi concubina de tal manera que murió. Entonces la tomé, la corté en pedazos, y envié un pedazo a cada tribu en el territorio israelita, porque esa gente cometió un acto depravado e infame en Israel. Ahora, todos ustedes israelitas, opinen y tomen una decisión aquí mismo.

Por casualidad no menciona que querían relaciones sexuales con él, sino que dice que querían matarlo.

Como un solo hombre atacan la ciudad

Todo el pueblo se levantó como un solo hombre, y dijo: —¡Ninguno de nosotros volverá a su carpa! ¡Nadie regresará a su casa! Y esto es lo que le haremos ahora a Guibeá: Echaremos suertes para ver quiénes subirán contra ella. 10 De entre todas las tribus de Israel, tomaremos a diez hombres de cada cien, a cien de cada mil, y a mil de cada diez mil, para conseguir provisiones para el ejército. Cuando el ejército llegue a Guibeá de Benjamín, les dará su merecido por toda la infamia cometida en Israel.

La decisión es unánime: La ciudad pagará por su crimen. Ojo por ojo.

11 Así que todos los israelitas, como un solo hombre, unieron sus fuerzas para atacar la ciudad. 12 Las tribus de Israel enviaron mensajeros por toda la tribu de Benjamín, diciendo: «¿Qué les parece este crimen que se cometió entre ustedes? 13 Entreguen ahora a esos malvados de Guibeá, para que los matemos y eliminemos así la maldad en Israel».

Por tercera vez dice “como un solo hombre.” A luz de la falta de un rey o gobierno central, esa unidad es inusual e impresionante. Por desgracia, a menudo es la tragedia lo que une a un pueblo.

¿Has tenido la experiencia de sentirte parte de un grupo que es “como un solo hombre”? ¿Cómo estuvo?

 

¿Qué puedes hacer para animar a otros creyentes a ser como “un solo hombre” en nuestra lucha con el maligno?

 

 

Aunque parece que no estuvieron presentes, ofrecen misericordia al resto de Benjamín, si reconocen el crimen que los hombres de Guibeá cometieron.

La guerra se expande para incluir a todo Benjamín

Pero los de la tribu de Benjamín no quisieron hacerles caso a sus hermanos israelitas. 14 Al contrario, gente de todas sus ciudades se reunió en Guibeá para luchar contra los israelitas. 15 En aquel día los de Benjamín movilizaron de entre sus ciudades veintiséis mil soldados armados de espada, además de setecientos hombres escogidos de los que vivían en Guibeá. 16 Entre todos ellos había setecientos soldados escogidos que eran zurdos, todos ellos capaces de lanzar con la honda una piedra contra un cabello, sin errar.

17 Israel, sin contar a Benjamín, movilizó a cuatrocientos mil soldados armados de espada, todos ellos expertos guerreros.

Duele ver conflictos dentro de la iglesia, en el cuerpo de Jesús. Pero a veces la lealtad a una etnia, a una posición política o a alguna doctrina se antepone a la lealtad a nuestros hermanos. Así que hoy en día existen muchas peleas y divisiones dentro de la iglesia. En ese entonces, debido a su orgullo y lealtad a su tribu en lugar de lealtad a Dios y su ley, se involucran una guerra. Son 26,700 soldados benjamitas contra 400,000 de las demás tribus. Y, a diferencia de los de Benjamín, todos eran expertos guerreros.

Si no es Dios explícitamente llamándote a pelear con una desventaja tan obvia y grande, es más sabio abandonar la batalla y buscar la paz. Y aún más importante, buscar a Dios. ¿Y qué piensa Dios de esta situación? Sorprendentemente, consultaron a Dios antes de atacar a Benjamín.

Los israelitas consultan a Dios

18 Los israelitas subieron a Betel y consultaron a Dios. Le preguntaron: —¿Cuál de nosotros será el primero en combatir a los de la tribu de Benjamín?

¿Por qué subieron a Betel? Era una caminata de unos cinco kilómetros (3 millas). El verso 27 nos dice por qué: El arca del pacto estaba allí.

La consulta no es si deberían combatir a Benjamín, sino quién sería el primero. Ya tomaron la decisión por su cuenta de atacar a Benjamín.

¿Hay momentos en los que supuestamente buscas la voluntad de Dios, pero en realidad ya te has decidido a hacer algo, y solo buscas su guía para asegurar la victoria?

 

El Señor respondió: —Judá será el primero.

Aquí está de nuevo: Años antes de que quedara claro que el gran rey David y el Mesías serían de Judá, una y otra vez esa tribu toma precedencia. Es interesante, dado lo que sabemos del rey Saúl, que él era de Guibeá mientras que David era de Judá.

Benjamín derrota a Israel

19 Los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá; 20 salieron a luchar contra los de Benjamín, y frente a Guibeá se dispusieron contra ellos en orden de batalla. 21 Pero los de Benjamín salieron de Guibeá y abatieron aquel día a veintidós mil israelitas en el campo de batalla. 22 Los israelitas se animaron unos a otros, y volvieron a presentar batalla donde se habían apostado el primer día, 23 pues habían subido a llorar en presencia del Señor hasta el anochecer, y le habían consultado: —¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos?

Y el Señor les había contestado: —Suban contra ellos.

Ahora vuelven al Señor para una consulta más amplia: ¿Luego de esa derrota vuelven a luchar contra Benjamín? Y el Señor dice que sí.

Es sorprendente que sufrieron una derrota tan dura, dada su ventaja numérica. También fueron ellos los que buscaron a Dios, y están luchando para castigar un delito feo y restaurar la santidad del país. Pero a pesar de la aparente aprobación de Dios, podemos sufrir una derrota. Es muy desalentador, y la tentación es abandonar la lucha. Perder 22,000 hombres es duro, pero hacen tres cosas importantes: se animan unos a otros, lloran en presencia del Señor y lo consultan. Ante la derrota en nuestra vida, necesitamos de otros hermanos que nos alienten. No hay mejor lugar que llorar que en la presencia del Señor. Y cuando ya nos hemos desahogado, estamos listos para escuchar la voz de Dios.

¿Sabes lo que es llorar en la presencia del Señor?

 

¿Has experimentado una derrota, aún con la certeza de que hiciste la voluntad de Dios? ¿Cómo reaccionaste?

 

¿Cómo puedes animar a un hermano que ha sufrido una derrota?

 

Derrotados de nuevo

24 Fue así como los israelitas se acercaron a Benjamín el segundo día. 25 Los de Benjamín salieron de Guibeá para combatirlos, abatiendo esta vez a dieciocho mil israelitas más, todos ellos armados con espadas.

¡Pero aún no hay victoria! Incluso después de buscar a Dios, sufren otra derrota, esta vez con 18,000 muertos. ¿Escucharon mal la voz del Señor?

Puede ser porque Benjamín está luchando por sobrevivir. Defienden sus hogares y familias. Probablemente una minoría fue la responsable por la muerte de la concubina, pero aquellos que tienen encomendada la jefatura de un pueblo o de un país son responsables de las acciones de ese pueblo.

Se puede darse cuenta de esta realidad, y aun así sufrir la derrota. Es muy desalentador perder tantos hombres dos días seguidos. La tentación seria tirar la toalla e irse a casa.

¿Has estado en una situación en la que sentiste la confirmación del Señor de que fue su voluntad, pero sufriste una derrota una y otra vez?

 

¿Tienes la fe para perseverar, o buscar más al Señor?

 

El primer ayuno en todo el libro de Jueces

26 Entonces los israelitas, con todo el pueblo, subieron a Betel, y allí se sentaron y lloraron en presencia del Señor. Ayunaron aquel día hasta el anochecer y presentaron al Señor holocaustos y sacrificios de comunión. 

En el verso 18 simplemente subieron a Betel para consultar a Dios; ya habían decidido qué hacer. La prueba y la derrota sirven muy bien para empujarnos hacia Dios. Quizás por eso Dios permitió estas derrotas. Lástima que miles de hombres perdieron la vida por el fracaso del liderazgo.

Ahora buscan al Señor en serio: Todo el pueblo subió. Aparentemente, la primera vez solo los líderes subieron. Ahora no tienen prisa, sino que se sientan y lloran en la presencia de Dios. Se humillan. Y por primera vez en todo este libro, dice que ayunaron, todo el día, y presentaron holocaustos y sacrificios al Señor.

¿Hay un corazón verdaderamente contrito entre la asamblea? ¿O simplemente desesperación después de dos días seguidos de derrotas? Puede ser difícil discernir la diferencia. La realidad es que todos buscamos más a Dios en la prueba y la tribulación.

¿Sabes lo que es tener un corazón quebrantado y llorar en la presencia de Dios?

 

¿Ayunas? ¿Cómo tomas la decisión de ayunar? ¿Cuál ha sido tu experiencia con los beneficios y las dificultades de ayunar?

 

¿Qué sería el equivalente hoy de presentar holocaustos y sacrificios al Señor?

 

 

El Señor les promete la victoria

27 Después consultaron al Señor, pues en aquel tiempo estaba allí el arca del pacto de Dios, 28 y Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, ministraba delante de ella. Preguntaron: —¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos, o nos retiramos?

El Señor respondió: —Suban, porque mañana los entregaré en sus manos.

¡Qué hermoso es tomarse ese tiempo para humillarse, ayunar y adorar a Dios antes de consultarle o pedirle algo!

Sería posible ver el arca como un amuleto de la suerte. Pero la verdad es que Dios moraba en esa arca, y era un recordatorio fuerte de su fidelidad en el éxodo, de su ley y de sus milagros y promesas. Casi no hemos escuchado nada sobre el culto o la vida espiritual de la gente en este libro de Jueces. Aparentemente mantuvieron a los descendientes de Aarón para cuidar el arca. Seguramente no han tomado un papel destacado en este libro.

Esta vez le presentan a Dios dos opciones. ¿Subimos de nuevo? ¿O nos retiramos? Ahora son más sumisos a Dios. Posiblemente el Señor esperaba esta desesperación y sumisión para darles la victoria.

¿Qué has experimentado en tu vida de presumir, humillarte y luego experimentar la bendición de Dios?

 

¿Cuál sería el equivalente de consultar a Dios así hoy? ¿Hay algo que tome el lugar del arca para el cristiano?

 

29 Israel tendió una emboscada alrededor de Guibeá. 30 Al tercer día subieron contra los de Benjamín y se pusieron en orden de batalla contra Guibeá, como lo habían hecho antes. 

Nada cambió en la estrategia de la batalla. La gran diferencia es que ahora tienen la palabra de Dios de victoria. Con esa palabra pueden rechazar el desánimo y tener fe y valor para la batalla.

31 Los de Benjamín salieron a su encuentro, y se vieron obligados a alejarse de la ciudad. Comenzaron a causar bajas entre los israelitas, como en las ocasiones anteriores, y alcanzaron a matar a unos treinta hombres en el campo abierto y por el camino que lleva a Betel, y también por el que lleva a Guibeá.

32 Los benjaminitas decían: «Los estamos derrotando como antes», pero los israelitas decían: «Huyamos, para que se alejen de la ciudad hasta los caminos».

La falsa confianza es peligrosa. Los benjaminitas no saben que el ambiente espiritual ha cambiado. Están confiados que van a derrotarlos como antes.

33 De pronto, los israelitas cambiaron de táctica y presentaron batalla en Baal Tamar, y los israelitas que estaban emboscados salieron a atacar al oeste de Guibeá. 34 Diez mil de los mejores guerreros de Israel lanzaron un ataque frontal contra Guibeá, y fue tan intenso el combate que los benjaminitas no se dieron cuenta de que la calamidad se les venía encima. 

Cuando una táctica ya no sirve, es hora de buscar a Dios y cambiar de táctica. El enemigo puede creer que vas a caer en la misma vieja rutina, pero ya puedes realizar un ataque frontal al enemigo.

¿Alguna vez has estado en una batalla tan intensa que no te das cuenta de que la calamidad te avecina? ¿O lo has visto en otra persona?

 

Dios derrota a Benjamín

35 El Señor derrotó a Benjamín delante de Israel, y aquel día los israelitas mataron a veinticinco mil cien hombres de la tribu de Benjamín, todos ellos armados con espadas. 36 Allí los de Benjamín cayeron en cuenta de que habían sido vencidos.

Es Dios quien derrotó a Benjamín, pero los soldados fueron su instrumento.

Los hombres de Israel habían cedido terreno delante de Benjamín, porque confiaban en la emboscada que habían tendido contra Guibeá. 37 De repente los hombres que habían estado emboscados asaltaron a Guibeá, se desplegaron, y mataron a filo de espada a todos los habitantes de la ciudad. 38 Los israelitas habían acordado con los que estaban emboscados que, cuando estos levantaran una gran nube de humo desde la ciudad, 39 los hombres de Israel volverían a la batalla.

Veinticinco mil damnificados sería un golpe duro. Pero con esa derrota, ahora matan a todos los habitantes.

Cuando los de Benjamín comenzaron a causar bajas entre los israelitas, matando a unos treinta, se decían: «¡Los estamos derrotando, como en la primera batalla!» 40 Pero cuando la columna de humo comenzó a levantarse de la ciudad, los de Benjamín se dieron vuelta y vieron que el fuego de la ciudad entera subía al cielo. 41 En ese momento atacaron los israelitas, y los hombres de Benjamín se aterrorizaron al darse cuenta de que la calamidad se les venía encima. 42 Así que huyeron ante los israelitas por el camino del desierto; pero no pudieron escapar de la batalla, pues a los que salían de las ciudades los abatieron allí. 43 Rodearon a los de Benjamín; los persiguieron y los aplastaron con facilidad en las inmediaciones de Guibeá, hacia el lado oriental. 44 Cayeron dieciocho mil de la tribu de Benjamín, todos ellos guerreros valientes. 45 Cuando se volvieron y huyeron hacia el desierto, a la peña de Rimón, los israelitas abatieron a cinco mil hombres junto a los caminos. Continuaron persiguiéndolos hasta Guidón, y mataron a dos mil más.

46 Aquel día cayeron en combate veinticinco mil soldados benjaminitas armados con espada, todos ellos guerreros valientes. 47 Pero seiscientos hombres se volvieron y huyeron por el desierto hasta la peña de Rimón, donde permanecieron cuatro meses. 48 Los israelitas se volvieron contra los de Benjamín y mataron a filo de espada a los habitantes de todas las ciudades, incluso a los animales, y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. También les prendieron fuego a todas las ciudades.

Resultó en una masacre. No está claro cuál era la intención al principio, pero básicamente destruyeron a una tribu entera de Israel. Quedaron solo seiscientos hombres con vida.