¿Tienes gran fe? ¿O poca fe? Ejemplos de las dos del evangelio de Mateo

Fe. Sin ella es imposible agradar a Dios. Por ella somos salvos. La fe es la garantía de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve. Tenemos todo un capitulo en Hebreos sobre los héroes de la fe. Obviamente la fe es muy importante, pero creo que la mayoría de nosotros tenemos un concepto algo impreciso sobre la fe.

¿Cómo está tu fe? ¿Tienes mucha fe? ¿O poca fe? Es mejor tener poca fe en una rama fuerte que mucha fe en una rama débil. ¿Cómo está tu rama? ¿En que realmente tienes tu fe? Muchos tienen fe. Pero tal vez en algo equivocado. Jesus reprendió a sus discípulos por su poca fe. Después de años de caminar con el Hijo de Dios. Dijo que nunca halló en Israel la fe que tenía un centurión Romano. ¿Cómo se recibe la fe? La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. La fe es lo único que es un don del Espíritu Santo…y también un fruto del Espíritu. Creo que ocupamos más manifestaciones del don y del fruto. ¿Cuántos quieren ese don? ¿Ese fruto? Es lógico que si tenemos más del Espíritu, tendremos más fe.

Hoy quiero que caminemos con Jesús para ver ejemplos de poca fe y de gran fe. Empecemos con ese centurión en Mateo 8:5:

Entrando Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 

No hay nada inusual en lo que hizo el centurión. Había escuchado de Jesús. Sabía algo sobre su ministerio. Y cuando supo que había llegado a Capernaúm, él vino a Jesús. La fe empieza con algún conocimiento sobre Cristo. Por eso Pablo dice que la fe viene por el oír. Por eso compartimos con un inconverso sobre la vida y el sacrificio de Jesús. Pero luego tenemos que actuar sobre ese conocimiento. Hay mucha gente que sabe acerca de Jesús. Pero tenemos que tomar la decisión de venir a Cristo. Para buscarlo. Para acercarnos a Él. Luego tenemos que comunicarnos con Él. El centurión vino rogándole. Vino con audacia, y la confianza de que lo escucharía y que tenía el poder de hacer algo. Y le dijo claramente a Jesús qué fue la situación. Y creo que su obvio amor y cuidado por un criado también tocaron el corazón de Jesús. No pidió nada para sí mismo. Y no le mandó a Jesús lo que debía hacer. Algunos tienen el concepto erróneo de que la fe es mandar a Dios qué hacer. Eso no es fe. Es arrogancia. La fe confía en que Dios sabe exactamente qué hacer. Claro que podemos abrir el corazón y pedirle algo. Recordarle de su palabra. Pero la fe confía en un Dios soberano, que sabe mejor que nosotros qué hacer.

Para nosotros, este primer paso sería acercarnos al Señor en oración y compartir nuestras necesidades con Él.

Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 

¡Qué bueno sería siempre tener una respuesta tan rápida y agradable a nuestro ruego! No tiene que suplicar mucho o hacer nada especial. Simplemente se acerca a Jesús y le cuenta la situación. E inmediatamente Jesús dice que Él se encargará del problema y lo resolverá.

Pero en lugar de agradecerle e irse a casa a ver el milagro, este romano básicamente dice que Jesús no debería hacer lo que quería hacer. Sanarlo sí. Pero que no vaya a su casa. ¿Por qué?

Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 

El varón es humilde. No es digno de tener a Cristo en su casa. ¿Quién es digno por sus propios méritos de tener a Cristo en su vida o en su casa? La fe entiende que no es por nuestros méritos que Dios actúa. No compramos su respuesta por un ayuno. La fe claramente reconoce quien soy yo – y quien es Dios. La fe también entiende que opera en otro ámbito. No tienes que estar presente para ver la mano de Dios moverse. También entiende que hay poder en una palabra. Fue por su palabra que Dios creó el universo. La Palabra de Dios es poderosa. Cuando proclamamos esa Palabra en fe, Dios se mueve. Y lo que Dios ha prometido, creemos por fe que lo hará. Por su experiencia en el ejército romano, este centurión entiende la sencillez y la naturaleza de la fe.

Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 

La fe tiene todo que ver con la autoridad. El centurión operaba bajo la autoridad de César. Si un soldado no le obedece, tiene que rendirle cuentas a César. Si no eres realmente sometido al Señorío de Cristo y su autoridad en tu vida, no hay mucho que puedas hacer por fe. Dios quiere que andemos con autoridad. La autoridad que nace en el tiempo a solas con Él. Y la autoridad para proclamar su Palabra.

10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 

Ese entendimiento sencillo pero profundo tocó a Jesús. Se maravilló. Qué bueno sería si Jesús se maravillara de nuestra fe. A veces yo me maravillo también: Que haya gente humilde, completamente inesperada, que tenga más fe que los líderes de la iglesia. Me maravillo ante la fe sencilla de un niño. Es muy fuerte que Jesús dijera que no había hallado tanta fe en el pueblo de Dios. En la gente con el testimonio de los patriarcas y la ley de Dios. Lo que le lleva a decir algo muy controvertido y sorprendente:

11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 

Cristo dice claramente que aquellos que están demasiados confiados de estar en el reino, en muchos casos terminarán en el infierno. Habla de los judíos. Pero los gentiles, gente que no se espera ver en posiciones de autoridad, se sentarán con Abraham e Isaac. Y dice que son muchos. Yo creo que habrá algunas sorpresas en el reino. Qué hermoso tener la oportunidad de sentarnos con Abraham e Isaac y Jacob. ¿Tienes esa esperanza? ¿Esa fe?

¿Crees que hay “hijos del reino”, tal vez hijos de columnas en la iglesia, gente que viene mucho a la iglesia que no son salvos? Creo que sí.

13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

Ya tenía la fe. Ya recibió su respuesta. Pero aún hay algo más que tiene que hacer. Tiene que irse. No puede quedarse allí con Jesus buscando otra confirmación. Rogándole más. Dudando de lo que dijo. Tiene que irse. Creo que a veces perdemos la bendición porque no nos vamos. No obedecemos todo lo que Jesús nos dice.

“Como creíste, te sea hecho.” Sí, hay mucho poder en la fe. Cuando realmente crees en Dios.

Esa tarde, cuando Jesús entró en Capernaúm, fue a la casa de Simón Pedro y sanó a su suegra. Muy conveniente, porque luego ella comenzó a servirle. La noticia de esos milagros se difundió rápidamente, y todos los enfermos acudían a esa casa, con la fe de recibir su milagro. El verso 16 dice: Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. Todos recibieron su milagro. Pero, como muchas veces, Jesús no quiere tanta publicidad, y va al otro lado del lago con sus discípulos. Yo creo que Cristo los envió para proveer una prueba y una lección para sus discípulos. Era hermoso sanar a la gente, pero esa preparación de los 12 era lo más importante para Jesús. Ya han visto muchas manifestaciones del poder de Dios. Esos testimonios y milagros deberían fortalecer nuestra fe, ¿verdad? A ver.

24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 

Obviamente Jesús estaba cansado después de todo ese día de ministrar. Si tú has ministrado a la gente así, ya sabes que se cansa. Por eso quería irse de Capernaúm, para descansar. Pero yo creo que sería difícil dormir en una tempestad tan grande en una barca pequeña. A menudo cuando parece que Jesus está “dormido” y no se da cuenta de la tempestad en nuestra vida, es para probarnos y ver cómo vamos a responder. ¿Hay olas cubriendo tu barca hoy? ¿Tienes la fe para manejar esa tempestad en tu vida?

25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 

Ellos hacen exactamente lo correcto, ¿verdad? En la tempestad vamos corriendo al Maestro. Clamamos a El: ¡Sálvame! ¿O es realmente lo que hay que hacer? ¿Puede ser evidencia de poca fe correr así hacia Jesús? Porque mira cómo les responde:

26 Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?

Es obvio que está molesto porque lo despertaron. Jesús espera que ellos puedan ejercer la misma autoridad sobre la naturaleza que vieron en Jesús todo ese día. Cuando andamos en fe tenemos que aplicar lo que vemos a Dios hacer en una instancia a otras situaciones en nuestra vida. ¡Los reprende! ¿Por qué temer? ¡Son pescadores! ¡Conocen ese lago! ¡Pero esto es extremo! Creen que perecerán. Es natural que temamos en esa situación. Pero ya no andamos en lo “natural.” Ya andamos en lo “sobrenatural.” Y el temor es evidencia de poca fe. Jesús tiene todas las expectativas de que después de ver un día lleno de su poder y autoridad, habrán aprendido algo sobre la fe. Pero son hombres de poca fe. ¿Cómo está tu fe? Gracias a Dios, a pesar de nuestra poca fe, y de la poca fe de sus discípulos, no nos deja perecer.

Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 

Jesus puede reprender la tempestad en tu vida también. Y cuando Él lo haga, hará una gran bonanza. Estarás completamente tranquilo, con una paz sobrenatural.

27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?

¿Creen que es posible que los vientos y el mar te obedezcan? Parece que lo es. Jesús dijo que con fe como una semilla de mostaza podemos mover montañas. Esos discípulos habían pasado bastante tiempo con Jesús. Lo habían escuchado enseñar. Vieron sus milagros. Pero aun así decían: ¿Qué hombre es este? ¿Realmente conoces a Jesús? ¿Sabes quién es? Parece que es posible venir a la iglesia todos los domingos y aun así no conocer a Cristo.

Al día siguiente, allí al otro lado del lago, Jesús liberó a unos gadarenos endemoniados. Después de esa liberación, el capítulo 9 dice:

1Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 

Mira la fe sencilla de estos amigos del paralítico. No pidieron nada. No declararon nada. Solo le trajeron a Jesús a su amigo, que no tenía manera de ir a Jesús por sí mismo. Y al ver la fe de ellos, Cristo perdonó el pecado del paralítico. Porque a veces el pecado es la fuente de una aflicción física.

Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

El pobre paralítico. Se encuentra ahora en medio de una discusión teológica. La triste realidad es que cuando andamos en fe, habrá oposición. De familiares. De gente religiosa. A veces de la propia iglesia. Puede ser muy desalentador. La pregunta es si permitirás que las críticas o los ataques de los demás te roben la bendición que Dios tiene para ti. Veamos cómo afectó al paralítico:

5¿Qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Puems para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. 

Aunque fue la fe de sus amigos que Jesús recompensó, el paralítico aún tiene que manifestar su propia fe. Tiene que creer que por la palabra de Jesús está sano, aunque en ese momento no sienta nada. Él tiene que levantarse. En lugar de acostarse sobre su cama, ahora tiene que tomarla y volver a su casa, posiblemente para testificar a su familia del poder de Jesús.

Puede que Jesús quiera hacer un milagro en tu vida. Ya ha dado su palabra. Pero aun estás en tu cama, temeroso de levantarte. ¡Levántate y anda! Puede que tú conozcas a alguien atado en su pecado o paralizado. ¿Tienes la fe para llevar a esa persona a Jesús? Puede que tengas que unirte con algunos otros de la misma fe, porque el problema es demasiado grande para la fe de una sola persona. Cuando andamos en unidad se edificamos la fe uno al otro.

Ya vimos con el centurión romano más fe en un gentil que Jesús había hallado en todo Israel. No sabemos por qué, pero en Mateo 15 Jesús va a una región gentil. Hay una mujer cananea que suena muy parecida al centurión. Obviamente ella había oído de Jesús. Lo llama Señor. Humildemente le pide misericordia. En este caso es su hija que está atormentada. Ella viene a Jesús y le cuenta la situación:

21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 

Con el centurión, sin decir nada más, Jesús dijo que iría y sanaría al siervo. Mira cómo le responde a esta pobre mujer:

23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 

¿Es machista? ¿Es que no quiere ayudar a una mujer? Ya ayudó al centurión. Pero ahora vemos algo más en esta mujer: perseverancia. Ella va tras ellos, dando voces. Y los discípulos, en lugar de pedirle a Jesús que haga su milagro, muestran su prejuicio y le piden a Jesús que la despida. Ya vieron que Jesús no quiere responderla.

Esta es una situación única. Es la única vez que Jesús negó una curación a alguien que se lo pidió. Hay algo muy importante que tenemos que entender sobre la fe: Jesús quiere sanar. Él quiere liberar. Siempre en los evangelios dice que todos fueron sanados. Nunca vemos a Jesús decir: “Ya son las 10 de la noche. Ya estamos cerrado por la noche. Ustedes pueden volver mañana.” Cuando alimentó a la multitud, nunca dijo: “Solo nos alcanza para 3 mil. Lo lamento.” No, siempre había suficiente para todos – y de sobra. Jesús siempre responde a una petición dada en fe. Así que esta situación tiene que ser algo especial.

24 Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 

Qué frio, ¿verdad? La mujer obviamente tiene fe. Es cierto que Jesús se centró en su llamado a los judíos. Pero ya ministró al siervo del centurión, aunque puede ser que el siervo fue judío. Liberó a los gadarenos endemoniados. Y si solo ministraría a los judíos, ¿por qué fue a Tiro y Sidón?

25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 

¿Cuánta perseverancia tienes? ¿No recibió el mensaje esta mujer? Ella está desesperada. Se postra ante Jesús. Pero no toca el corazón del Señor, que ahora se ve endurecido e incluso cruel:

26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 

La llama una perra. Pero ni siquiera esa deshonra suya la desanima. Sigue rogándole al Señor:

27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 

28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

Jesus no puede negar esa fe. Le responde y ella recibe la curación y liberación de su hija. ¿Respondió tan duramente Jesús para probarla? No sabemos. Pero Jesús reconoce su perseverancia como gran fe.

¿Cuál es la necesidad en tu familia hoy? ¿Te cansas de clamar a Jesús cuando no recibes una respuesta inmediata? ¿Tienes la fe para perseverar durante semanas, meses o años?

Para la próxima lección sobre la fe, en Mateo 17, una vez más hay alguien que viene a Jesús con fe para otra persona. Hemos visto un centurión para su siervo. Unos amigos con el paralítico. Y la mujer cananea para su hija. En este caso es un padre para su hijo. Él sigue el modelo de los otros: viene a Jesús, se arrodilla delante de Él, y le dice su petición. Ya, con esa fe, lo había intentado con los discípulos, porque Jesús estaba en la montaña, transfigurado en toda su gloria.

14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: 15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. 16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. 

Ahora Jesús está realmente molesto con sus discípulos. No reprende al padre, sino a sus propios discípulos por su falta de fe. Jesús honra la fe del padre y sana a su hijo.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. 18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquella hora. 

¿Cómo es que a menudo nosotros somos como esos discípulos? ¿No podemos sanar o liberar a alguien, a pesar de la fe de esa persona?

19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? 20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. 21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

¿Cómo está nuestra fe? Aquí Jesús está casi al final de su ministerio. Los discípulos ya llevaban años con Jesús y habían visto muchos milagros. Pero Jesús dice que ni siquiera tienen fe como un grano de mostaza. No es una cuestión de una fe inmensa. ¿Crees lo que dice Jesús? ¿Qué nada te será imposible si realmente tienes fe? ¿O dice Jesus sobre nosotros: “Oh generación incrédula y perversa”?

Para terminar, volvemos al mar y a la barca, en Mateo 14. Jesús había recibido la noticia de la muerte de Juan bautista y quería estar apartado de la multitud. Pero lo siguieron y Él hizo el milagro de los panes y peces para alimentar a 5 mil hombres, más mujeres y niños. Se supone que eso fortalecería la fe de sus discípulos.

22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 

Ya sabemos que no es la primera vez que los discípulos encuentran una tormenta en ese mar. Se supone que ya sabrían cómo manejarla. Aquí Jesús los envió sin Él en la barca a propósito. Sabemos que es peligroso ir sin Jesús, pero a veces es una prueba para nosotros.

Estas dos experiencias de los discípulos en la barca nos enseñan algo importante sobre la fe. La tendencia es pensar que si solo tenemos fe, la vida será bendecida y no habrá tormentas. Pero aquí vemos que son los mismos discípulos que encuentran más tormentas. Y alguien con muy poco conocimiento sobre Jesus recibe su milagro de inmediato. La fe no es garantía de una vida sin problemas. Es la clave para soluciones a los problemas en la vida. Y a menudo Jesús puede permitir más problemas en la gente más entregada para ejercer y fortalecer su fe.

26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. 27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

Parece que el temor fue un problema para los discípulos. Se turbaron. Dieron voces de miedo. Creo que el temor es un problema para todos nosotros. ¿Hay temor en tu corazón? Jesus te dice a ti también: ¡Ten ánimo! ¡Yo soy! ¡No temas!

28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 

Esta es una situación única. No es para sanar o liberar. No sirve ningún propósito obvio. Pero en ese momento Pedro tiene la fe para hacer algo que ningún otro hombre ha hecho jamás. El vio a Jesús andar sobre las aguas. Y tenía la fe de que si Jesus pudo hacerlo, él puede también. Pero él sabe que sería necio hacerlo sin la palabra de Jesus. Jesus le da la palabra sencilla: Ven. Y Pedro bajó de la barca y anduvo sobre las aguas. Fue para ir a Jesus. ¿Cuánto quieres ir a Jesus? ¿Andarías sobre las aguas para verlo? ¿Bajarías de tu barca para estar con Cristo?

30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 

¿Has tomado ese paso de fe? ¿Alguna vez has bajado de tu barca, lleno de fe? Pero luego viste el fuerte viento. Viste la oposición, la circunstancia. Te diste cuenta de que habías hecho algo tal vez necio. Ya te olvidaste de Jesús y de cuánto quieres estar con Él. Y comenzaste a hundirte. En ese momento, como vimos con las otras personas, clama a Jesús. Es el instinto de todos en esos momentos imposibles clamar: “Señor, ¡sálvame!” Y gracias a Dios, Jesús te salva.

31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 

Pedro tenía gran fe. Bajó de la barca. Anduvo sobre las aguas. Pero no logró lo que quería. No llegó a Jesús. Cristo le extendió la mano para salvarlo. Pero luego le reprendió: Hombre de poca fe.

¿Cómo está tu fe? ¿Tienes poca fe? ¿O fe como un grano de mostaza para mover montañas? ¿Tienes dudas? ¿Empiezas a andar sobre las aguas, solo para hundirte cuando ves la tormenta, y dudas?

32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Dios quiere hombres y mujeres de fe. La fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios. También viene cuando vemos los milagros de Dios y escuchamos los testimonios de otros. Te invito a venir a Jesús, como el centurión, la madre de la hija endemoniada, el padre. ¿Tienes la fe para bajar de tu lugar seguro y tomar un paso de fe hacia Jesús? ¿La fe para sanar y liberar en el nombre de Jesús? Dios quiere edificar tu fe.