David ungido como el futuro rey: 1 Samuel 16:1-13

1 El Señor le dijo a Samuel:

La historia de David empieza con una palabra de Dios. ¿Has notado que una y otra vez en la Biblia es así? Con María. Con Moisés. ¿Y tú? ¿Cuál fue la palabra que recibiste?

La palabra no vino a David. Vino a un siervo del Señor. Un profeta. Un hombre acostumbrado a escuchar la voz de Dios. ¿Recuerdas cómo el Señor llamó a Samuel cuando era un niño? Elí, su mentor, le dijo cómo responder: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. (1 Samuel 3:1-15) Y la vida de ese niño fue transformada. La Palabra de Dios es poderosa. Fue Samuel quien ungió al primer rey de Israel. Era un mentor para Saúl. No fue culpa de Samuel, pero Saúl fracasó, y ahora Dios llama a otro para ser rey. Gracias a Dios, Samuel ya reconoció la voz del Señor y lo obedeció. Pero esta vez hay algo que él tiene que dejar ir para ser útil en las manos de Dios:

El Señor le dijo a Samuel: —¿Cuánto tiempo vas a quedarte llorando por Saúl, si ya lo he rechazado como rey de Israel?

Incluso un gran profeta como Samuel a veces pierde la marca, y tiene que volver a alinearse con el plan de Dios. No podía dejar de afligirse y llorar por Saúl, como un padre llora por su hijo perdido. Obviamente, no podía cambiar la decisión que Dios ya había tomado para rechazarlo como rey. Tuvo que soltar a Saúl para poder ser útil a Dios nuevamente. ¿Hay algo o alguien que tienes que soltar?

Mejor llena de aceite tu cuerno, y ponte en camino. Voy a enviarte a Belén, a la casa de Isaí, pues he escogido como rey a uno de sus hijos.

Dios le da una nueva misión. Su cuerno estaba vacío. Primero tenía que llenarlo de aceite. ¿Cómo está tu aceite? El aceite del Espíritu Santo. ¿Estás seco? Samuel tuvo que dar ese paso de fe y llenar su cuerno. Quizás no quería hacerlo. Puede que debas tomar una decisión para volver a llenarte del aceite del Espíritu. Una vez que Samuel tenga ese aceite, debe ponerse en camino. Sería peligroso salir de camino sin el aceite. Otra vez, él tiene que tomar ese paso y volver a caminar. ¿Estás paralizado en tu servicio al el Señor debido a un fracaso o una decepción del pasado? Es una tarea muy importante para Samuel: Ungir al escogido de Dios. El Señor confía en nosotros para sellar un llamado para alguien que Dios ya ha escogido. La obediencia de Samuel aquí es muy importante. Pero hay un inconveniente: Samuel tiene miedo.

—¿Y cómo voy a ir? —respondió Samuel—. Si Saúl llega a enterarse, me matará.

Moisés tenía su excusa para no ir en obediencia a Dios: Creía que no podía hablar bien. Elías creía que Jezabel lo mataría. Samuel cree que Saúl, que había sido como un hijo para él, lo mataría. Él ya sabía algo acerca del problema de celos de Saúl. ¿Cuál es tu excusa? ¿De qué o de quién tienes miedo?

—Lleva una ternera —dijo el Señor—, y diles que vas a ofrecerle al Señor un sacrificio. Invita a Isaí al sacrificio, y entonces te explicaré lo que debes hacer, pues ungirás para mi servicio a quien yo te diga.

Dios es misericordioso con su siervo, pero le ordena hacer algo que puede parecer engañoso: Usar algo santo, algo religioso, un sacrificio, para encubrir el verdadero propósito de la misión. No era una mentira. Está bien hacer un sacrificio si Dios te lo manda, pero tampoco es toda la verdad. En este caso, el sacrificio tiene aún más sentido porque la tarea es tan importante.

A menudo Dios no nos revela todo lo que tenemos que hacer de una vez. Saberlo todo puede ser abrumador. Él nos guía paso a paso, y tenemos que tener fe que él estará con nosotros y nos guiará en el siguiente paso. ¿Hay algo que Dios te ha llamado a hacer, y aún no lo has obedecido porque no puedes ver todo? Siempre tenemos que mantener los oídos abiertos para escuchar el siguiente paso.

Al final, Samuel tiene que obedecer: “Pues ungirás para mi servicio a quien yo te diga.” Él no le da la a Samuel opción. Lo ungirás. Tenemos que alinearnos al plan de Dios y obedecerlo.

Samuel hizo lo que le mandó el Señor.

Eso es todo. Soltar a Saúl. Llenar el cuerno. Caminar. Obedecer. Caminar así no siempre garantiza que todo será fácil. “Pero” es una palabra muy importante en la Biblia, y en nuestras vidas. A menudo hay un “pero.” ¿Hay un “pero” en tu vida ahora?

Pero, cuando llegó a Belén, los ancianos del pueblo lo recibieron con mucho temor.

—¿Vienes en son de paz? —le preguntaron.

—Claro que sí. He venido a ofrecerle al Señor un sacrificio. Purifíquense y vengan conmigo para tomar parte en él.

¿Por qué le tenían temor? Pues, esos ancianos ya sabían que Saúl estaba muy apegado a Samuel. ¿Por qué iría a Belén? Gracias al Señor, Samuel ya tenía la respuesta adecuada. Para algunos, ese “pero” es suficiente para abandonar la misión. El temor –de Samuel por Saúl, o de estos ancianos por Samuel – puede paralizar y destruir la obra del Señor.

Entonces Samuel purificó a Isaí y a sus hijos, y los invitó al sacrificio. Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: «Sin duda que este es el ungido del Señor». Pero el Señor le dijo a Samuel:

—No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.

Samuel aún no le ha revelado el propósito del sacrificio a Isaí. Y a pesar de sus muchos años de caminar con Dios y escuchar su voz, aún no ha aprendido algo muy fundamental en nuestro servicio para el Señor: No confiar en las apariencias. El mundo se fija en ellas. Tal vez te han rechazado porque tu apariencia no impresiona a la gente del mundo. Tal vez has descuidado tu corazón para mejorar tu apariencia externa. O te has dejado impresionar por alguien en la iglesia porque parece muy espiritual. Para avanzar en tu vida y tu obra para el Señor, es muy importante aprender a mirar más allá de las apariencias. Aprende a fijarte en el corazón de la persona. Dios te ayudará a ver lo que hay en su corazón. ¿Cómo está el tuyo?

Entonces Isaí llamó a Abinadab para presentárselo a Samuel, pero Samuel dijo: —A este no lo ha escogido el Señor.

Luego le presentó a Sama, y Samuel repitió: —Tampoco a este lo ha escogido.

10 Isaí le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo: —El Señor no ha escogido a ninguno de ellos. 11 ¿Son estos todos tus hijos?

Por dicha, Samuel no se rindió, pensando que ya había visto a todos los hijos. No es fácil decirle al joven o a su padre, “el Señor no te ha escogido.” Algunos en ese momento no confían en la voz del Señor y toman una decisión en la carne.

—Queda el más pequeño —respondió Isaí—, pero está cuidando el rebaño.

—Manda a buscarlo —insistió Samuel—, que no podemos continuar hasta que él llegue.

12 Isaí mandó a buscarlo, y se lo trajeron. Era buen mozo, trigueño y de buena presencia. El Señor le dijo a Samuel: —Este es; levántate y úngelo.

A menudo es el más pequeño al que Dios quiere exaltar. Resulta que no solo tiene un buen corazón, sino también buen mozo y buena presencia. David no participó en el sacrificio. No buscaba nada. Estaba cuidando su rebaño. Pero fue el escogido de Dios.

13 Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de sus hermanos. Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él. Luego Samuel regresó a Ramá. 

No dice nada sobre los ancianos del pueblo. Parece que quizás participaron en el sacrificio, pero luego Samuel se fue solo con la familia de Isaí. No podemos minimizar la importancia de lo que sucedió aquí: El Espíritu vino con poder sobre David. No dice cómo se manifestó, pero fue evidente y poderoso. Tampoco dice cómo respondieron sus hermanos y su padre. Y el Espíritu se quedó con David. Desde aquel día siempre estuvo con él. Vamos a ver que, a pesar de eso, David fracasó y no siempre manifestó esa presencia. Lo mismo puede suceder en nuestras vidas a pesar de nuestra unción.

Y ya está. Tiene el Espíritu, y suponemos que Samuel le dijo que Dios lo escogió para ser rey, aunque la Biblia no lo dice. Por el momento, nada cambia. Samuel regresa a Rama, y suponemos que David regresa a su rebaño. Como hemos visto en el Salmo 23, allí Dios continuó formándolo.

¿Ha venido el Espíritu sobre tu vida con poder? Esa es la promesa de Dios para ti. Eso es lo que necesitas para servir al Señor. ¿Andas con la fe de que el Espíritu mora en ti y Jesús está contigo? ¿Has recibido un llamado del Señor y una unción para hacer algo? Puede ser que hasta ahora no haya evidencia de ese llamado. Puede ser que como David, tengas que esperar un buen rato para que se manifieste.