1 Los filisteos atacaron la ciudad de Queilá y saquearon los graneros. Cuando David se enteró de lo sucedido, 2 consultó al Señor: —¿Debo ir a luchar contra los filisteos?
—Ve —respondió el Señor—, lucha contra los filisteos y libera a Queilá.
¿Notas algo interesante en estos versículos? Es la primera vez que dice que David consultó al Señor. ¿Es esto simplemente algo que el escritor se negó a incluir antes? ¿O refleja un crecimiento en la vida espiritual del joven? Sabemos que David tenía una relación con Dios a través de sus Salmos, pero hasta ahora no hay ninguna indicación de que buscara la dirección del Señor en las muchas luchas que estaba experimentando. Había consultado a Ajimélec, pero me parece que ha llegado a un punto donde se dio cuenta de la necesidad de ser guiado por Dios en cada decisión. Era una cuestión de vida o muerte.
Lo que me impresiona es la respuesta inmediata y clara que recibió David. ¿Te gustaría tener ese tipo de comunicación con el Señor? ¡Claro que sí! Pero nos presenta con un dilema: ¿Estoy listo a entregarle el control de mi vida a Dios? ¿O, honestamente, suelo hacer las cosas a mi manera? ¿Estoy dispuesto a obedecer lo que el Señor dice? Creo que él está más dispuesto a guiarnos claramente si sabe que actuaremos conforme a su voluntad. Y, por más hermoso sería tener este tipo de diálogo con Dios, ¿no tenemos algo aún mejor con el Espíritu Santo morando dentro de nosotros?
Su pregunta al Señor revela algo más acerca de David. ¿Por qué le importa que los filisteos ataquen una ciudad que no tiene nada que ver con David? Porque Dios ya está formando en él un corazón de rey. No puede ignorar un ataque a cualquier pueblo de su territorio. No está pensando en su comodidad. Tiene que defender a su pueblo y dar el mensaje a los filisteos de que ya no pueden saquear su país. Y la respuesta del Señor es “Ve, lucha.”
Pero hay un problemita. Es un problema que cualquier líder enfrenta. Un pastor puede recibir una clara dirección para una guerra espiritual o una campaña evangelística, pero tal vez su congregación no quiera salir de su zona de confort. Lo mismo con un padre de familia, o el líder de un país. En este caso David ni siquiera tenía un ejército. Tenía ese grupo de unos 400 descontentos. ¿Cómo responderán?
3 Pero los soldados le dijeron a David: —Si aun aquí en Judá vivimos con miedo, ¡cuánto más si vamos a Queilá para atacar al ejército filisteo!
El temor es poderoso. Ellos no tienen la misma fe ni la misma relación con Dios. Viven con miedo, y sería aún peor enfrentarse a un ejército poderoso como los filisteos. Puede ser un shock para un líder joven, cuando llega entusiasmado y lleno de fe, y sus soldados no lo apoyan. Algunos simplemente abandonarían la lucha. Volverían a sus rebaños y a su vida diaria. Se acomodarían al enemigo. ¿Qué hará David? Será una prueba importante de su fe y su liderazgo.
4 David volvió a consultar al Señor, y él le respondió: —Ponte en camino y ve a Queilá, que voy a entregar en tus manos a los filisteos.
A veces el Señor puede reprender a alguien que duda la palabra que ha recibido, pero Dios también nos conoce y es misericordioso. Él sabe que David apenas está empezando como líder. Me recuerda lo que el Señor le dijo a Moisés (Éxodo 3 y 4). Repite la primera instrucción, pero también le da una promesa de victoria. Con esa confianza de que Dios los entregará en sus manos, David es capaz de convencer a sus soldados para que luchen.
5 Así que David y sus hombres fueron allá y lucharon contra los filisteos, derrotándolos por completo. David se apoderó de los ganados de los filisteos y rescató a los habitantes de la ciudad.
Según su promesa, Dios los entregó en sus manos. No significa que no haya habido batalla. Ellos pelearon. El coraje y la valentía de David son evidentes. Los derrotó y rescató a la gente de la ciudad. Esas victorias fortalecen nuestra fe y nos preparan para batallas más fuertes.
6 Ahora bien, cuando Abiatar hijo de Ajimélec huyó a Queilá para refugiarse con David, se llevó consigo el efod.
Esta es una nota interesante. Cuando Saúl mató a los sacerdotes de Nob, Abiatar escapó, junto con el efod, un símbolo muy importante de la presencia de Dios. Ahora él fue a la misma ciudad que David liberó, y se refugió con David. Ahora David tiene un sacerdote como parte de su compañía de hombres con historias complicadas.
Saúl persigue a David
7 Cuando le contaron a Saúl que David había ido a Queilá, exclamó: «¡Dios me lo ha entregado! David se ha metido en una ciudad con puertas y cerrojos, y no tiene escapatoria».
Lo que David hizo con valentía y cuidado de sus compatriotas, dirigido y bendecido por Dios, Saúl lo recibe como una oportunidad dada por el Señor para matarlo. Es interesante cómo dos personas supuestamente conocedoras de Dios pueden interpretar algo de maneras completamente diferentes. Nuestros deseos y emociones pueden influir fuertemente en cómo discernimos una situación que parecer originarse con Dios.
8 Entonces convocó a todo su ejército para ir a combatir a David y a sus hombres, y sitiar la ciudad de Queilá.
Esta vez Saúl no está jugando. Está decidido a eliminar a David, y va a sitiar la ciudad con todo su ejército. ¿Hay alguna esperanza para David?
9 David se enteró de que Saúl tramaba su destrucción. Por tanto, le ordenó a Abiatar que le llevara el efod.
David se lo toma en serio. Ya conoce a Saúl, pero no se desmaya. Ya sabe que Dios es su fortaleza, y ya tiene un sacerdote con el efod. Fácilmente puede creer que Dios está de su lado, y tendría razón. Y no solo confía en el efod, sino que ya tiene esa relación personal con el Señor.
10 Luego David oró: —Oh Señor, Dios de Israel, yo, tu siervo, sé muy bien que por mi culpa Saúl se propone venir a Queilá para destruirla. 11 ¿Me entregarán los habitantes de esta ciudad en manos de Saúl? ¿Es verdad que Saúl vendrá, según me han dicho? Yo te ruego, Señor, Dios de Israel, que me lo hagas saber.
Nuevamente, como en el caso de Nob, David se culpa a sí mismo. Liberó a Queilá de los filisteos, pero ahora el rey mismo destruirá la ciudad. David le pide a Dios que le dé a conocer los planes malvados de Saúl. Está firme en su identidad como el siervo del Señor, y confía en la palabra de su Maestro.
—Sí, vendrá —le respondió el Señor.
Breve y dulce. Pero el Señor no responde a sus otras preguntas ni le da consejos ni promesas. ¿Tiene David la perseverancia para preguntarle nuevamente? Cuándo tu no obtienes una respuesta la primera vez, ¿perseveras hasta obtener una respuesta del Señor? ¿Está Dios complacido con esa perseverancia?
12 David volvió a preguntarle: —¿Nos entregarán los habitantes de Queilá a mí y a mis hombres en manos de Saúl?
Y el Señor le contestó: —Sí, los entregarán.
¿Es esa la gratitud que recibe David por arriesgar su vida y el apoyo de sus hombres para salvar Queilá de los filisteos y rescatar su ganado? Dios ya sabe cómo responderán. Egocéntricos. Para salvar sus vidas y su ciudad del gran ejercito de Saúl. Lamentablemente, muchas personas tienen poca memoria y no son fieles a gente que las ha ayudado.
13 Entonces David y sus hombres, que eran como seiscientos, se fueron de Queilá y anduvieron de un lugar a otro. Cuando le contaron a Saúl que David se había ido de Queilá, decidió suspender la campaña.
David no consultó más al Señor, y Dios no le dio ningún consejo ni promesa. A veces es sentido común. Si David confía en la palabra del Señor y en su conocimiento, y si no le da ninguna promesa de victoria, es hora de huir del lugar. No es cobardía sino sabiduría. Y David logró algo que era muy importante para él: la salvación de la ciudad. Saúl ya no tiene motivos para sitiarla.
14 David se estableció en los refugios del desierto, en los áridos cerros de Zif. Día tras día Saúl lo buscaba, pero Dios no lo entregó en sus manos.
Estos refugios estaban tan aislados que sería casi imposible para Saúl encontrarlo allí. Zif estaba al sur de Hebrón, un lugar muy conocido por David. Dios frustra los esfuerzos de Saúl. El rey dedica mucho tiempo y energía a buscar a David.
Jonatan anima a David
15 Estando David en Hores, en el desierto de Zif, se enteró de que Saúl había salido en su busca con la intención de matarlo. 16 Jonatán hijo de Saúl fue a ver a David en Hores, y lo animó a seguir confiando en Dios. 17 «No tengas miedo —le dijo—, que mi padre no podrá atraparte. Tú vas a ser el rey de Israel, y yo seré tu segundo. Esto, hasta mi padre lo sabe». 18 Entonces los dos hicieron un pacto en presencia del Señor, después de lo cual Jonatán regresó a su casa y David se quedó en Hores.
En medio de esta difícil situación, Dios brinda un refrigerio para su alma: Una visita de su amado amigo Jonatán. Seguramente era peligroso para Jonatán traicionar a su papá de esa manera, pero ya conoce el destino de David y ya ha visto lo malvado que es su padre. Y ya tiene una visión de ser el segundo, trabajando con su amigo. Él también tiene fe en la palabra del Señor. Sabe que si Dios ha escogido a David, nada ni nadie puede desviarlo del plan del Señor. Saúl también lo sabe, lo que lo hace aún más desesperado y determinado en la carne a destruir a David. Los amigos hacen un pacto y Jonatán vuelve a casa. Tal vez fue la última vez que estuvieron juntos.
19 Los habitantes de Zif fueron a Guibeá y le dijeron a Saúl: —¿No sabe Su Majestad que David se ha escondido en nuestro territorio? Está en el monte de Jaquilá, en los refugios de Hores, al sur del desierto. 20 Cuando Su Majestad tenga a bien venir, entregaremos a David en sus manos.
¡No hay lugar seguro para David! Era muy popular entre la gente, pero ahora Dios ha permitido que los habitantes de lo que David pensaba que era un lugar seguro cooperen con Saúl para entregar a David en sus manos.
21 —¡Que el Señor los bendiga por tenerme tanta consideración! —respondió Saúl—. 22 Vayan y averigüen bien por dónde anda y quién lo ha visto, pues me han dicho que es muy astuto. 23 Infórmense bien de todos los lugares donde se esconde, y tráiganme datos precisos. Entonces yo iré con ustedes y, si es verdad que está en esa región, lo buscaré entre todos los clanes de Judá.
Saúl sigue siendo el político, y es posible que realmente piense que Dios los bendecirá por traicionar a David.
24 Los de Zif se despidieron de Saúl y volvieron a su tierra. Mientras tanto, David y sus hombres se encontraban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur del desierto. 25 Cuando le avisaron a David que Saúl y sus hombres venían en su búsqueda, bajó al peñasco del desierto de Maón. Al enterarse de esto, Saúl dirigió la persecución hacia ese lugar.
Es un juego de inteligencia y de estar un paso por delante de Saúl.
26 Saúl avanzaba por un costado del monte, mientras que David y sus hombres iban por el otro, apresurándose para escapar. Pero Saúl y sus hombres lo tenían rodeado. Ya estaban a punto de atraparlo, 27 cuando un mensajero llegó y le dijo a Saúl: «¡Apresúrese, Su Majestad, que los filisteos están saqueando el país!» 28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y volvió para enfrentarse con los filisteos. Por eso aquel sitio se llama Sela Hamajlecot. 29 Luego David se fue de allí para establecerse en los refugios de Engadi.
Una vez más vemos la mano protectora de Dios sobre David. Estaba atrapado, pero Dios envía a los filisteos contra Israel y Saúl tiene que abandonar su persecución de David para otra batalla. Lo cierto es que los filisteos probablemente vieron la preocupación de Saúl por David y aprovecharon la oportunidad para invadir.