1 Por aquel tiempo, los filisteos reunieron sus tropas para ir a la guerra contra Israel. Por lo tanto, Aquis le dijo a David: —Quiero que sepas que tú y tus hombres saldrán conmigo a la guerra.
De alguna manera, entre sus mentiras y engaños, David ha logrado mantener una buena relación con el rey Aquis de los filisteos. Aquis cree que David asaltó a pueblos israelitas, mientras que en realidad asaltó y destruyó pueblos filisteos. Tarde o temprano, esas mentiras casi siempre vuelven a mordernos el trasero. Ahora es el momento de prueba para David. Aquis lo presenta no como una opción, sino como una obligación para quien vive en su territorio: David y sus hombres saldrán con el ejército filisteo a la guerra contra Israel. ¿Qué puede hacer David?
2 —Está bien —respondió David—. Ya verá Su Majestad de lo que es capaz este siervo suyo.
—Si es así —añadió Aquis—, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.
David está de acuerdo. Será una oportunidad para demostrar su capacidad. Pero Aquis parece tener una duda: “si es así.” Si David pasa la prueba, Aquis lo nombrará su guardaespaldas.
Mientras tanto, Saúl se ha enterrado de los preparativos para la guerra. Pero ya está cansado de la guerra. El Espíritu Santo se ha apartado de él y es atormentado por un espíritu maligno. Samuel ha muerto y David, quien lo había ministrado, está morando con los mismos filisteos. El Señor no responde a su clamor. Los versículos 5-7 revelan la desesperación de Saúl:
Cuando vio Saúl al ejército filisteo, le entró tal miedo que se descorazonó por completo. Por eso consultó al Señor, pero él no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por los profetas. Por eso Saúl ordenó a sus oficiales: —Búsquenme a una médium, para que yo vaya a consultarla.
Saúl se acercaba a su fin. El resto de este capítulo describe su encuentro con la adivina y una visita muy rara del supuesto “espíritu” de Samuel.
Mientras tanto, el capítulo 29 resume la historia de David:
1 Los filisteos reunieron a todas sus tropas en Afec. Los israelitas, por su parte, acamparon junto al manantial que está en Jezrel. 2 Los jefes filisteos avanzaban en compañías de cien y de mil soldados, seguidos de Aquis y de David y sus hombres.
Ahora llegamos al campo de batalla. Hay un gran ejército filisteo, y colocan a Aquis y David y todos sus hombres detrás de ellos. Ya tienen sus dudas. Los demás filisteos están sorprendidos y sospechosos: ¿hebreos librando una guerra contra sus compatriotas?
3 —Y estos hebreos, ¿qué hacen aquí? —preguntaron los generales filisteos.
Aquis les respondió: —¿No se dan cuenta de que este es David, quien antes estuvo al servicio de Saúl, rey de Israel? Hace ya más de un año que está conmigo, y desde el primer día que se unió a nosotros no he visto nada que me haga desconfiar de él.
David ha logrado un éxito impresionante con Aquis, quien lo defiende: David se apartó de Saúl, y hace ya más de un año que está conmigo. Desde entonces ha sido muy fiel. No tengo nada que decir en su contra. (TLA)
4 Pero los generales filisteos, enojados con Aquis, le exigieron: —Despídelo; que regrese al lugar que le diste. No dejes que nos acompañe en la batalla, no sea que en medio del combate se vuelva contra nosotros. ¿Qué mejor manera tendría de reconciliarse con su señor, que llevándole las cabezas de estos soldados? 5 ¿Acaso no es este el David por quien danzaban, y en sus cantos decían:
«Saúl mató a sus miles;
pero David, a sus diez miles»?
Todo el mundo ha oído hablar de las victorias de David, de cómo derrotó a Goliat y es amado por Israel. Estos generales son más listos que Aquis, y lo superan. Tienen todas las razones para estar enojados. Esta sería la oportunidad perfecta para que David se rehabilitara.
6 Ante esto, Aquis llamó a David y le dijo: —Tan cierto como que el Señor vive, que tú eres un hombre honrado y me gustaría que me acompañaras en esta campaña. Desde el día en que llegaste, no he visto nada que me haga desconfiar de ti. Pero los jefes filisteos te miran con recelo. 7 Así que, con mis mejores deseos, vuélvete a tu casa y no hagas nada que les desagrade.
Aquis teme a los jefes, y con remordimiento despide a David.
8 —Pero ¿qué es lo que he hecho? —reclamó David—. ¿Qué falla ha visto Su Majestad en este servidor suyo desde el día en que entré a su servicio hasta hoy? ¿Por qué no me permiten luchar contra los enemigos de mi señor y rey?
¡David protestó! Es un insulto, una injusticia. ¿Realmente ve a los hebreos como sus enemigos? ¿De verdad está tan ansioso por luchar contra ellos? Hasta donde Aquis sabe, David no ha cometido ninguna falla, y David quiere mantener esa impresión, posiblemente con otro engaño.
9 —Ya lo sé —respondió Aquis—. Para mí tú eres como un ángel de Dios. Sin embargo, los generales filisteos han decidido que no vayas con nosotros a la batalla. 10 Por lo tanto, levántense mañana temprano, tú y los siervos de tu señor que vinieron contigo, y váyanse con la primera luz del día.
11 Así que al día siguiente David y sus hombres se levantaron temprano para regresar al país filisteo. Por su parte, los filisteos avanzaron hacia Jezrel.
Aquis le tiene cariño a David. Decir que es como un ángel de Dios es impresionante. Pero no puede prevalecer contra los generales.
¿Alguna vez has tenido una relación como esta? Un amigo fiel, que ni tu pareja, ni tu familia ni tu iglesia aprueban. Tal vez, como Aquis, esa persona te ha engañado. A veces es sabio prestar atención a las inquietudes de otros. En este caso, es más importante que Aquis mantenga una buena relación con los jefes filisteos. Y tenemos que confiar en la soberanía de Dios. La verdad es que el Señor está cerrando la puerta a este capítulo de la vida de David. Es tiempo de regresar a Israel.