Cuando David volvió a Siclag tuvo una buena oportunidad de reflexionar sobre su vida. Sus hombres estaban confundidos. Se dieron cuenta de que tal vez no pudieran morar mucho más tiempo en la tierra de los filisteos. Estaban preocupados por sus familias en Israel. David no estaba seguro de qué hacer. Había pasado un tiempo desde que había disfrutado verdaderamente de una comunión íntima con el Señor. Podía ver la mano de Dios en el rechazo de los generales filisteos. Ya estaba cosechando el fruto de su engaño a Aquis. Es tiempo de buscar a Dios nuevamente.
1 No me reprendas, Señor, en tu ira;
no me castigues en tu furor.
David teme a Dios y se siente culpable por su pecado. En lugar del abrazo de su Pastor que él describe en el Salmo 23, aquí siente su ira y furia. Solo puede pedir misericordia.
2 Ten piedad de mí, Señor, porque desfallezco;
sáname, Señor, porque mis huesos están en agonía.
El estrés ha minado sus fuerzas, hasta el punto de sentirse enfermo. ¿No es común que esperamos hasta que estemos desfallecidos y en agonía para buscar a Dios?
3 Muy angustiada está mi alma;
¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?
Peor aún es la angustia de su alma. David lleva años lejos de su casa. Fue perseguido durante meses por Saúl, quien era su suegro y en un tiempo como un padre para David. Hace mucho que no ve a su amigo Jonatán. La promesa de un reino parece tan lejana.
Yo creo que casi todos tenemos una pregunta de “¿hasta cuándo?” para el Señor. ¿Qué sería la tuya? ¿Qué está causando tu angustia del alma en este momento?
4 Vuélvete, Señor, y sálvame la vida;
por tu gran amor, ¡ponme a salvo!
5 En la muerte nadie te recuerda;
desde los dominios de la muerte, ¿quién te alabará?
Ya ha escapado de la muerte varias veces, pero ahora teme a la muerte, incluso a la posibilidad de una insurrección de sus propios hombres. Clama al Señor por vida y salvación.
6 Cansado estoy de sollozar.
Toda la noche inundo de lágrimas mi cama,
¡mi lecho empapo con mi llanto!
7 Se consumen mis ojos por causa del dolor;
desfallecen por culpa de mis enemigos.
El tiempo en Siglag no ha sido nada fácil. Solo, en su cama, por la noche, ha llorado. ¿Puede ser? David, el gran guerrero valiente, ¿inundando de lágrimas su cama? Si, está bien que un hombre llore. ¿Has pasado noches así?
8 ¡Apártense de mí, todos los malhechores,
que el Señor ha escuchado mi llanto!
9 El Señor ha escuchado mis ruegos;
el Señor ha tomado en cuenta mi oración.
10 Todos mis enemigos quedarán avergonzados y angustiados;
su repentina vergüenza los hará retroceder.
Me recuerda otro Salmo de David (30:5): El llanto podrá durar toda la noche, pero por la mañana habrá gritos de alegría. Como vemos muchas veces en sus Salmos, acercarse así a Dios lo cambia todo. El Señor está allí cuando David vuelve su rostro a él y clama a él. David tiene fe renovada: no será avergonzado. No siempre se sentirá tan angustiado. Dios se levantará contra sus enemigos. Todo estará bien.
David dice: ¡Apártense de mí, todos los malhechores! Pero a veces somos nosotros los que tenemos que tomar la iniciativa y alejarnos de ellos. Ese puede ser el caso ahora con David y los filisteos.
¿Estás en un lugar difícil ahora, como David en la tierra de los filisteos? ¿Has permitido que te roben tu paz, tu fe y tu gozo? ¿Le clamas a Dios “hasta cuándo”? ¿Es hora de separarte de algunas personas malvadas? Cuando nos arrepentimos y buscamos a Dios, él escucha tu llanto y ruego. Él quiere darte confianza ahora que él tiene todo el control, y todo estará bien.