Juan 1: Los primeros pasos en el ministerio de Jesús

Mientras que el diablo tentó a Jesús en el desierto, Juan el Bautista estaba bautizando a los pecadores arrepentidos en preparación para la venida del Mesías. Ahora es el momento de presentar a esta persona desconocida. Hay mucho en estos primeros días de su ministerio que podemos aprender acerca de andar como Jesús y prepararnos para cumplir la gran comisión.

26 ―Yo (Juan Bautista) bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, 27 y que viene después de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias.

Preparando el camino para Jesús: Arrepentimiento y humildad

¿Estás listo para una relación viva con Jesús? Por desgracia, muchos “cristianos” hoy nunca han experimentado un arrepentimiento genuino. ¿Por qué digo eso?

  • No se han humillado a sí mismos, para reconocer y confesar la profundidad de su pecado y su necesidad de Dios.
  • No están desconsolados por el daño que han hecho a sus seres queridos y a Dios.
  • No odian el pecado; incluso toleran pecados que los separan de Dios.
  • Vacilan entre el camino espacioso del mundo y el camino angosto (Mateo 7:13-14), pero la triste realidad es que muchos andan más en el camino ancho.

Dios quiere exaltarte, pero primero tienes que humillarte. Aquí vemos la humildad de Juan, algo que a muchos ministros les falta. En lugar de entender que no son dignos de servir al Rey de reyes, creen que son muy especiales, incluso indispensables, en el reino de Dios. Edifican grandes templos y predican prosperidad, pero no saben lo que es lavar los pies de la gente humilde. Puede ser que Dios te haya dado un ministerio lindo, fructífero y bendecido. Es fácil exagerar su importancia (y la tuya), pero solo eres un siervo del Maestro. Tal como Juan, estamos preparando el camino para su venida, cuando Jesús reinará con gloria y poder. No somos dignos del gran privilegio de ser sus embajadores y representantes en este mundo, pero por su gracia nos llama y nos capacita para servirle.

¿Eres consciente de que tenemos que preparar el camino para el regreso de Jesucristo? La parte más importante de esa preparación es nuestra obediencia a su Gran Comisión. ¿Predicas arrepentimiento y humildad para preparar a gente para recibir a Cristo? ¿Cómo está tu humildad? ¿Crees que has experimentado un arrepentimiento genuino?

Andar como Jesús es andar de incógnito

Jesús ya estaba entre ellos, pero no lo sabían. ¡El nombre de Jesús ni siquiera se menciona en los primeros 16 versos del Evangelio de San Juan! Él es tan grande que Juan Bautista no es digno de desatarle la correa de las sandalias, ¡pero su identidad es un misterio! Es natural que busquemos la aclamación del mundo para ser conocido como un pastor exitoso, pero Jesús no hizo nada para llamar la atención de los discípulos de Juan, ni hizo nada para disminuir el ministerio de Juan.

Dos veces (en los versículos 31 y 33) Juan también dice que “no lo conocía.” ¡Qué extraño! Porque el mismo Juan saltó en el vientre de su madre cuando escuchó la voz de María (Lucas 1:41). Eran primos, y  supondrías que habrían pasado tiempos juntos en todos esos años. ¡Pero Juan dice que nunca lo conocía! Es posible estar muy cerca de Jesús y no conocerlo; es aún más común tener algún conocimiento de Jesús, pero no andar como Él anduvo. Jesús ya está entre nosotros también. ¡Qué triste tener a alguien tan especial tan cerca y no saber quién es! ¡Peor aún cantarle alabanzas, sin realmente conocerlo! Y tal como los líderes religiosos en el tiempo de Juan no conocían a Jesús, es posible tener un gran ministerio y nunca conocer a Cristo (Mateo 7:21-23).

Tú puedes tener una palabra o un llamado de Dios, pero puedes permanecer desconocido; tienes que andar de incógnito. Está bien. Nadie conocía a Jesús tampoco (¡ni siquiera su propia familia lo conocía a Él!).

Jesús revelado

28 Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Los que estaban con Juan no tuvieron que esperar mucho tiempo para la revelación del Maestro:

29 Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30 De este hablaba yo cuando dije: “Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. 31 Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua».

Andar como Jesús anduvo es someterse

Juan mismo dijo que Jesús era superior a él, pero Jesús se sujetó voluntariamente a Juan. Le dio preferencia para que Juan pudiera cumplir su ministerio, y se sometió al bautismo de Juan:

Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mateo 3:13-17).

Cuando andamos como Jesús, nos sometemos a las autoridades que Dios ha establecido; primero a Dios, pero luego a los pastores o apóstoles que Dios ha puesto en nuestras vidas. La humildad se manifiesta en tomar el lugar más bajo y no buscar la posición.

Juan dice que vino bautizando con agua para que Jesús se revelara a Israel. Jesús no tuvo que arrepentirse, pero algo sobrenatural sucedió en ese bautismo que permitió la revelación de Jesús. El Espíritu Santo descendió sobre Él y recibió la aprobación del Padre.

Andar como Jesús es costoso

La sumisión de Jesús al propósito de su Padre era muy costoso. Suena bien ser el lindo “Cordero de Dios,” y muy noble “quitar el pecado del mundo.” Pero ser un Cordero significa ser un sacrificio. Jesús pagó el precio de nuestros pecados con su propia sangre. Murió en esa cruz como una propiciación para nosotros, para redimirnos y reconciliarnos con Dios.

¿Has pagado un precio alto por servir a Jesús? ¿Hay cosas que has tenido que sacrificar o negarte para seguirlo?

Andar como Jesús anduvo es enfatizar el perdón del pecado

Aquí tenemos el primero de los dos propósitos que Juan proclama para el ministerio de Jesús: Cristo quitó el pecado de todo el mundo, porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16). Cuando hablas con alguien acerca de Jesús, ¿lo ayudas a entender la naturaleza y la gravedad del pecado? ¿Incluyes siempre el perdón de ese pecado como el fundamento de una vida que agrada a Dios? ¿Estás comprometido a llevar ese mensaje al mundo entero? ¿Te ha quitado Jesús tus pecados?

32 Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. 33 Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. 34 Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios».

Andar como Jesús anduvo es esperar el tiempo del Señor

Jesús pacientemente (asumimos) esperó el tiempo indicado por su Padre para arrancar su ministerio; ya tenía casi 20 años de preparación. Tenía que esperar a otro ministro (Juan), quien preparó el camino para Él. Si tú estás en espera, puede ser que Dios ya tenga a alguien que te esté preparando el camino.

También hay ocasiones en que debemos reconocer y aceptar que el ministerio que Dios nos ha dado está terminando; es hora de retirarse y apoyar a otro, tal vez más grande, a quien Dios nos ha mostrado. Tenemos que ser obedientes en ese momento y ceder ante él. Juan no estaba en competencia con Jesús; sería muy feo para él mantener su ministerio de bautismo en agua mientras Jesús ya estaba bautizando con el Espíritu. Por desgracia, hay muchos que no quieren dejar algo que era de otra época. Andar como Jesús es confiar y descansar en la soberanía de su Padre: Él manda, Él lo sabe todo y tiene todo en sus manos.

Andar como Jesús anduvo es enfatizar el Espíritu Santo

Juan bautizó a las multitudes, pero ya sabía que algo mucho mejor estaba por venir: el Espíritu Santo. Bautizar con el Espíritu Santo es el segundo propósito de Jesús. Jesús nos mandó bautizar con agua como símbolo de nuestra identificación con su muerte y resurrección (Mateo 28:19). Ese bautismo es diferente del bautismo de arrepentimiento de Juan, y es importante como símbolo del nuevo nacimiento. Pero hay otro bautismo aún más importante, el bautismo del Espíritu Santo, para sumergirse en el amor y el poder de Dios, y ser lleno de la tercera persona de la Trinidad. Si vamos a andar como Jesús anduvo, tenemos que predicar y administrar ese bautismo en su Nombre. ¡Qué triste que muchas veces no le demos a ese bautismo el lugar que merece! Por desgracia, incluso en las iglesias pentecostales o carismáticas, poco se escucha hoy sobre el bautismo en el Espíritu, y hay muchos que nunca lo han experimentado. El Espíritu tuvo que descender y permanecer sobre Jesús. ¡Qué bueno cuando el Espíritu desciende sobre ti en un culto ungido! Pero aún mejor cuando permanece en ti. Es imposible andar como Jesús anduvo sin el bautismo del Espíritu Santo.

Andar como Jesús anduvo es formar discípulos

35 Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. 36 Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: ―¡Aquí tienen al Cordero de Dios!

37 Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. 

Juan tenía discípulos; Jesús ahora tendrá sus primeros discípulos, y Él nos manda que hagamos discípulos, como ya hemos visto en la Gran Comisión:

Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo (Mateo 28:19-20).

Esta fue una prueba de la humildad de Juan: él proclamó a Jesús el Cordero de Dios, pero luego le perdió a dos de sus discípulos a Él. Es muy delicado para un pastor perder algunas de sus “ovejas” a otro pastor. Ser un “ladrón de ovejas” es muy feo, pero Jesús no los robó; Juan los soltó. Es duro, pero hay ocasiones en que tenemos que soltar a alguien en la iglesia para avanzar a otro ministerio donde él pueda hacer mucho más por la gloria de Dios.

38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: ―¿Qué buscan?

―Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro).

Es tentador recibir de inmediato a alguien que sale de otra iglesia para ser parte del equipo ministerial, pero Jesús quiere conocer el motivo de sus corazones, y está bien que le preguntemos a alguien que viene a la iglesia: ¿Qué buscas?

Estos dos hombres no están buscando posición o poder; solo quieren saber dónde mora Jesús, ir a su casa y estar con Él. Eso agrada a Jesús. No lo buscamos por sus bendiciones, un milagro, éxito en el ministerio o prosperidad. Simplemente queremos estar con Él y morar en su presencia.

39 ―Vengan a ver —les contestó Jesús.

Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde.

¡Estos son sus primeros discípulos! ¡Qué emoción! Pero Jesús simplemente los invita que vengan a ver. No hay compromiso ni promesas de ser parte de un gran ministerio. Primero tienen que obedecer ese mandato para llegar a donde está Jesús, y luego observarlo. Y de esa manera invitamos a la gente interesada en la casa de Dios; les damos la oportunidad de ver a Jesús y les permitimos ver cómo su presencia impacta y transforma a otros. En este caso se quedaron con Él, y así debería ser cuando alguien entra en la morada de Jesús y lo ve en toda su gloria: quiere quedarse con Él. Cuándo alguien viene a tu iglesia, ¿ve a Jesús? ¿O solo ve una banda profesional, un gran predicador elocuente o un templo hermoso? Si no se queda, ¿es posible que le resulte difícil ver a Jesús entre todo el humo y la bulla?

Si tienes la oportunidad de invitar a alguien a tu hogar, esperamos que pueda ver un matrimonio Cristo-céntrico, hijos que honren a sus padres y la paz de Cristo. Si invitas a alguien nuevo a tu casa, asegúrate de que tu familia esté segura y de que los invitados no le quiten el tiempo que debes dedicar a ella.

Los primeros evangelistas

40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. 41 Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: ―Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo).

42 Luego lo llevó a Jesús, quien, mirándolo fijamente, le dijo: ―Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).

Cuando tú encuentras algo tan hermoso como Jesús, tienes que compartir las nuevas con tu familia. Andrés fue el primer evangelista. Jesús no buscó ni llamó a Pedro, quien sería el más importante de los doce; su hermano lo buscó y, cuando lo encontró, compartió la noticia y se lo llevó a Jesús.

Jesús no vio a un pescador ni a un pecador; vio una roca, y el potencial de Pedro. Cuando andamos como anduvo Jesús, cada persona tiene gran importancia. Hay momentos en que tenemos que mirar fijamente a alguien, y en ese momento el Señor puede darnos una palabra de ciencia acerca de él. Esa palabra, si es dada por el Espíritu, puede tener un gran impacto en su vida. Cuando andas con Jesús, tú puedes soltar un destino y un llamado en la vida de un joven.

Andar como Jesús es andar de tal manera que puedes decir: Sígueme

43 Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe, y lo llamó: ―Sígueme.

Jesús está empezando algo que va a incluir a millones de personas, pero comienza con una persona a la vez. Ya hemos visto a algunos que mostraron interés en Jesús y donde Él moraba. Ahora Jesús toma la iniciativa y llama a Felipe: Sígueme. Ser un discípulo de Jesús es seguirlo. Cuando tomamos esa decisión, comenzamos una peregrinación en el camino angosto que nos lleva al cielo. Siempre tenemos que fijar nuestros ojos en Jesús y seguirlo a dondequiera que vaya.

Puede sentirse incómodo decirle a alguien: “sígueme.” Claro que es a Jesús a quien tienen que seguir, pero también necesitamos modelos humanos. Cuando andas como anduvo Jesús, puedes llamar a alguien para que te siga, creyendo que esa persona verá a Jesús en ti y buscará al Maestro. Y es apropiado llamar a alguien que Dios te ha mostrado para ser parte de tu equipo ministerial.

¿Cómo está tu vida? ¿Andas de tal manera que puedes llamar a alguien para que te siga?

44 Felipe era del pueblo de Betsaida, lo mismo que Andrés y Pedro. 45 Felipe buscó a Natanael y le dijo: ―Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas.

Cuando testificas a alguien, no necesitas un mensaje muy profundo ni un gran conocimiento de la Palabra (aunque ese conocimiento es muy útil, y debemos prepararnos). Puedes simplemente compartir lo que tú has encontrado. Por desgracia, no siempre recibirás una respuesta positiva:

46 ―¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?

No todos van a compartir tu entusiasmo por Cristo. Vas a encontrar diversos prejuicios entre la gente, ya sea de otra religión o iglesia, o debido a los hipócritas que han conocido. No tenemos que condenar, discutir o predicarles. Felipe respondió muy sabiamente:

―Ven a ver —le contestó Felipe.

Andar como Jesús anduvo es invitar a la gente a venir a Cristo y verlo

¡Felipe ya estaba andando como Jesús! ¡Dijo exactamente lo que dijo Jesús el día anterior! El Espíritu Santo es libre de revelar a Cristo cuando das ese paso de fe para ir y buscar a Dios. Si tienen ojos (y corazones) abiertos, verán maravillas.

47 Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó: ―Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay falsedad.

Puede ser que Jesús ya sabía que Natanael era un caso más complicado, pero Jesús sabe exactamente cómo entablar una conversación con él. Algunos dirían que Jesús está echando flores, pero decir algo positivo acerca de alguien (que también es la verdad) es una buena manera de llamar la atención.

Jesús era un experto en estudiar la gente. Además de la capacidad sobrenatural de ver lo que hay en alguien, estoy seguro de que Él pudo ver la duda en la cara de Natanael cuando se le acercó. Es fácil ignorar el lenguaje corporal, pero hay que prestar mucha atención a los ojos, a la expresión de la cara y la postura de una persona, y responder en consecuencia.

Andar como Jesús es operar en revelación sobrenatural

Dios puede dar a cada creyente el don de profecía o palabra de ciencia, para decir algo que solo Dios puede revelar. Mira más allá de las apariencias, al corazón, y espera para ver si Dios te revelará algo acerca de él.

48 ―¿De dónde me conoces? —le preguntó Natanael.

Jesús aún no ha ganado a Natanael; el tipo sigue a la defensiva. Pero ahora una revelación sobrenatural lo va a ganar:

―Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto.

49 ―Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael.

¡Qué cambio tan drástico! Hay personas que son más difíciles de convencer, pero a veces son las personas que estarán más entregadas al Señor. Natanael no estaba cerrado, solo un escéptico.

50 ―¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que estas! Y añadió: 51 ―Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

Andando con Jesús verás el cielo abierto y la gloria de Dios

¿Estás listo para cosas más grandes? ¿Estás listo para un cielo abierto? ¿Crees que si caminas con Jesús tú también vas a ver maravillas?

¿Qué te llama la atención en el caminar de Jesús aquí? ¿Cómo puedes seguir su ejemplo? ¿Crees que Dios puede darte una palabra de ciencia acerca de alguien que podría llevarlo a los pies de Jesús? ¿Deseas andar como Jesús anduvo?

 

Mateo 7:13-27  Tres advertencias alarmantes

El Sermón del Monte contiene la enseñanza más extensa y rica de Jesucristo acerca de la vida de su discípulo (incluye las Bienaventuranzas, el Padre Nuestro y la Regla de Oro). Empieza con lo básico: Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que lloran. Pero durante el sermón Jesús va más y más profundo; al final, es obvio que la vida cristiana no es para la persona floja, o para aquellos que buscan a Dios solo por sus bendiciones. Y es aquí donde Jesús dirige sus palabras a los líderes, volviendo a cómo entrar en el reino. Estos versos sirven como una introducción a tres advertencias fuertes al final del Sermón:

13 »Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. 14 Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.

Solo hay dos opciones en esta vida, dos puertas. La puerta ancha es muy obvia. En esa puerta hay mujeres hermosas, muchas luces y letreros que anuncian todos los placeres del mundo. Por naturaleza, la mayoría entra por la puerta ancha, sin darse cuenta de la otra opción.

Pocos encuentran la puerta estrecha. Hay poco atractivo para llamar la atención sobre esta puerta. Las personas que entran allí llevan muy poco con ellas. Tienen que dejar atrás casi todas sus pertenencias.  Son personas humildes. No están vestidos a la última moda.

¿Has entrado por la puerta estrecha? ¿Cómo entras?

  • Ríndete radicalmente al señorío de Jesucristo. Él tiene que ser tu Maestro y Rey. Él manda. Él es tu dueño.
  • Arrepiéntete genuinamente, con un corazón quebrantado por la forma en que has lastimado a tus seres queridos y el corazón de un Dios que te ama tanto. Eso incluye el reconocimiento pleno de que tú eres un pecador, y sin Cristo y su poder no hay esperanza para ti. Puede ser que muchas veces ya hayas intentado cambiar en tu propia fuerza y ser una mejor persona, dejando tus malos hábitos. Ya sabes que no puedes, y lo confiesas abiertamente. Ahora, con la ayuda de Dios, estás decidido a renunciar a tus excusas y no pecar más.
  • Crucifica la carne, el viejo hombre. La puerta estrecha es la entrada al camino hacia la cruz. Naces de nuevo cuando entras por esa puerta con un corazón sincero. Eres una criatura nueva, un hombre nuevo. Todo lo viejo está sepultado (simbólicamente en las aguas del bautismo) y te levantas a una vida completamente nueva.
  • Jesús dijo: “Yo soy la puerta” (Juan 10:9). La entrada es por una relación con una persona, Jesucristo.

Si tú eres un pastor y has predicado lo fácil que es ser salvo y entrar en una vida nueva, puedes estar engañando a tu gente, y posiblemente a ti mismo. Si crees que al pasar por la puerta estrecha entras en una vida de bendición y prosperidad, Cristo tiene una sorpresa: Una vez que entras por esa puerta, un camino angosto te espera. No es fácil. Sin el poder del Espíritu Santo, es casi imposible caminarlo.

Jesús también dijo “Yo soy el camino” (Juan 14:6). El camino no es una vía sino una persona, y solo ese camino conduce a la vida. Caminar por el camino angosto es caminar unido a Cristo. Andas en la voluntad de Dios, pero eso no siempre te garantiza una vida sin problemas. La verdad es que muchos de los que toman la decisión de entrar por la puerta estrecha se dan la vuelta y regresan al camino espacioso. Esa es la única otra opción, pero lo que no es obvio es que ese camino conduce a la perdición. ¿En cuál andas?

Hay tres peligros mortales en el camino angosto que sirven para tropezar a muchas personas y devolverlas al camino ancho que conduce a la destrucción.

1: Falsos profetas

15 »Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. 16 Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? 17 Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. 18 Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. 19 Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20 Así que por sus frutos los conocerán.

El peligro

A lo largo del Antiguo Testamento, siempre hubo falsos profetas junto con los verdaderos siervos del Señor. Cristo nos advirtió que en los días postreros habría aún más falsos profetas (Mateo 24:11), y yo creo que la iglesia ya está llena de ellos. Es responsabilidad de cada pastor identificarlos y proteger a sus rebaños de ellos. Por eso es tan importante ser parte de una iglesia sana, pero aquí Cristo también llama a cada creyente a ser cauteloso con ellos. No es fácil. Satanás siempre se ha disfrazado muy bien. Ellos no vienen a la iglesia como lobos, sino como ovejas. Traen las palabras que tu carne quiere escuchar. Es muy fácil ser engañado, pero Cristo nos da la respuesta a este peligro.

El remedio

Examina sus frutos. Pueden hablar palabras muy elocuentes y espirituales. Pueden citar la Biblia. Todas las apariencias pueden ser muy hermosas, pero mira más allá de esas apariencias. Despiértate. Cristo dice que muchos de ellos son lobos.

¿Cuáles son los frutos que Cristo espera de sus siervos?

  • Vidas transformadas. Aquellos que reciben palabras del profeta y son parte de su ministerio deben demostrar el carácter de Jesucristo y andar cada vez más en santidad.
  • Los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23) deben ser evidentes en ellos y en sus seguidores.
  • Deben glorificar a Jesús y dirigir la atención a Él.
  • Su vida familiar y personal debe reflejar el amor y la presencia de Jesús.

Es muy difícil saber cómo es el fruto de un profeta que ministra en Internet o por televisión, o un profeta que viene a visitar tu iglesia (es responsabilidad del pastor analizar cuidadosamente sus frutos). Hay veces en que el fruto de un árbol puede verse bien, pero cuando lo pruebas, está lleno de gusanos o podrido. No todo lo que parece ser buena fruta es realmente buena.

Estas son algunas “frutas” que pueden indicar problemas y que requieren mucha atención de tu parte; frutas que en sí mismas pueden ser buenas, pero no necesariamente aprueban a un profeta como enviado por Dios:

  • Páginas lindas en Internet, llenas de mensajes supuestamente recibidos de Dios.
  • Programas en la televisión y apariencias en programas de ministros conocidos.
  • Una gran cantidad de ventas de libros y otros recursos.
  • Predicciones de cosas que van a suceder que nunca suceden.
  • Muchas solicitudes de ofrendas y énfasis en el dinero; en el peor de los casos, la venta de profecías personales.
  • Un estilo de vida extravagante.
  • Frutos de la carne (Gálatas 5:19-21).
  • Palabras que suenan bien pero no coinciden con la Biblia; poca referencia a la Biblia, o versículos sacados de contexto.
  • Problemas familiares, incluidos divorcios e hijos rebeldes.
  • Pecado sexual.
  • Iglesias divididas y vidas destruidas como resultado de su “ministerio.”

Obviamente no condenamos a alguien simplemente porque tiene una página linda en Internet, pero los frutos buenos deben predominar. Tampoco estamos cazando falsos profetas. Somos humanos, y todos tenemos nuestras debilidades. No hay ningún profeta o pastor perfecto, ni hay una iglesia perfecta o familias perfectas. Si el hijo de un profeta cae en algún pecado, no necesariamente descalifica a ese profeta.

La necesidad de una vida fructífera

Jesús incluye aquí algo que se aplica a cada cristiano. El discípulo de Cristo tiene que ser fructífero:

»Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.  Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía.  Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.  Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.  El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman (Juan 15:1-6).

El cristiano que no lleva buen fruto es inútil en el reino de Dios. Se corta, se echa al fuego y termina en el infierno. ¿Cómo son los frutos de tu vida? ¿Qué notan otros acerca de ti como resultado de tu influencia en tu hogar, trabajo e iglesia? ¿Estás permaneciendo en Jesús? Cristo nos promete que si permanecemos en Él, vamos a dar mucho buen fruto.

2: Ministros engañados

El segundo peligro es muy alarmante: la posibilidad de engañarte a ti mismo y creer que estás haciendo la voluntad de Dios y que estás andando por el camino angosto. Presentas todas las apariencias de un buen cristiano y ministro. Puede ser que no haya pecado obvio en tu vida, y todo lo que dices suena genial.

21 »No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”

El peligro

En cada caso las apariencias son muy engañosas. ¡No confíes en tus ojos! ¡Sin discernimiento espiritual será muy fácil ser engañado!

En este caso todo se ve muy bien:

  • Él llama a Jesús “Señor.” Realmente cree que Jesús es su Señor. Puede tener muchos años en la iglesia. Por supuesto, confesar a Jesús “Señor” es muy importante, pero pueden ser meras palabras; tienen que ser confirmadas por las acciones.
  • Profetizan en el nombre de Jesús. Pueden creer que realmente están trayendo palabras proféticas del Señor.
  • Expulsan a los demonios. Pueden tener ministerios de liberación, y puede haber gente liberada.
  • Hacen milagros; de hecho, muchos. Pueden tener campañas y programas en televisión, y ser conocidos como hacedores de milagros.

Jesús dice que, igual a la mayoría de los que andan por el camino ancho, habrá muchos que caerán en esta decepción. Todas sus vidas hacen sus obras religiosas, y se presentan ante Jesús y el trono de juicio, confiados en que van a recibir una recompensa muy linda. Están totalmente sorprendidos cuando Jesús los condena. No se trata de cometer ningún pecado obvio que pueda costarles su recompensa o posición en el cielo; Jesús dice que nunca los conoció. Todos esos años fueron engañados, ministrando en el nombre de Jesús, creyéndose grandes ministros del Señor. Pero nunca conocieron a Jesús. Nunca entraron por la puerta estrecha. Siempre andaban por el camino ancho. Aún más, ¡Jesús dice que son hacedores de maldad! ¡Son enviados al infierno!

¿Cómo pueden ser tan engañados? ¿Qué pecado cometieron? Su vida no fue sometida a Jesús. Lo que hicieron (que puede ser bastante bueno en sí mismo) no fue lo que Dios tenía para ellos. Hacían todo a su manera. Nunca se les enseñó que para ser salvo uno tiene que hacer la voluntad de Dios; no es una cuestión de palabras, acciones religiosas, o incluso buenas obras para bendecir a otras personas.

El remedio

El remedio es muy sencillo: Hacer la voluntad de Dios. Tener una reverencia y temor de Dios para hacer las cosas a su manera. Profetizar en el nombre de Jesús, expulsar demonios y hacer milagros son cosas muy santas. No es un espectáculo o un juego para ser tomado a la ligera. Siempre examínate y espera para que el Señor te confirme algo que quieres hacer en su Nombre. Ser parte de una iglesia sana y someter tu ministerio a otro siervo de Dios es importante para protegerte.

¿Estás seguro de que estás haciendo la voluntad del Padre? ¿Hay algo que tengas que someter a Él? ¿Algo que tienes que abandonar porque tienes dudas sobre si es su voluntad?

3: Una casa sobre la roca

El último caso también puede ser muy engañoso. Las dos personas están en la iglesia, escuchan la palabra de Jesús y construyen casas. Durante mucho tiempo las dos casas parecen muy sólidas. Puede ser que la casa del hombre insensato fuera aún más impresionante que la casa del prudente.

24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina».

El peligro

Escuchas la Palabra de Dios y no la pones en práctica. El hombre insensato nunca aprendió la importancia de obedecer y someterse a la voluntad de Dios. Dedicó muchos esfuerzos a la construcción de su casa, pero la construyó a su manera, y no prestó atención a las advertencias del peligro de construir en la arena. Puede ser más fácil construir en la arena que trabajar con la roca. Puede ser más atractiva en la playa. Todo puede estar bien por un buen rato. Probablemente la mayoría de la iglesia cree que este hombre es un buen cristiano, pero en la tormenta, en la prueba, no puede soportar la adversidad, y todo colapsa. Su vida se derrumba, y su ruina es grande.

El remedio

Tú eres responsable de todas las palabras que escuchas. Hay gente que pasa todo el día escuchando predicaciones en Internet, la radio o la televisión. Tienen mucho conocimiento, pero poca obediencia. Hay que desarrollar el hábito de siempre meditar y orar sobre toda enseñanza bíblica, y tomar las decisiones necesarias para ponerla en práctica.

¿Cómo es tu casa? ¿Tiene un cimiento firme? Otros pueden tener casas muy bonitas, pero pueden construirse en la arena. Puede ser que en esta temporada estés construyendo los cimientos de tu vida en la roca de la Palabra y en Jesucristo. Otros no pueden ver ningún progreso, pero en su tiempo Dios va a edificar una casa hermosa que permanecerá. ¿Hay vientos fuertes azotando tu casa? Puede ser por la misericordia de Dios, para revelar la calidad de tu fundamento y tu obediencia. Puede ser que Él te esté dando la oportunidad de arrepentirte y obedecerle antes de que tu vida, tu familia o tu iglesia se arruinen.

28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley.

No es de extrañar que se asombraron: Notaron la diferencia con la enseñanza de los maestros de la ley. Esta es la autoridad que necesitamos en la iglesia hoy; alguien que no predica solo para entretener y animar a la gente, sino que entra en las profundidades de la Palabra de Dios.

Cuatro pasos para una vida fructífera

La posibilidad de laborar y edificar una casa (o vida, familia o iglesia) muy bonita, solo para verla en ruinas, es muy alarmante. Igual la posibilidad de profetizar, expulsar demonios y hacer milagros, y acercarse al trono de juicio con gran expectativa de una recompensa y las palabras “bien hecho, buen siervo y fiel,” solo para escuchar que Cristo nunca te conoció y que vas al infierno. Pero no hay razón para alarmarte. Cristo nos da cuatro pasos sencillos para asegurar buenos frutos y una vida agradable al Señor:

  • Entrar a la familia de Dios por la puerta estrecha. Toma la decisión de dejar la vida vieja, arrepentirte de todo pecado y someterte al señorío de Jesucristo. Él es la puerta; únete a Jesús.
  • Caminar por el camino angosto. Después de pasar por la puerta estrecha, el camino no es fácil. Jesús no te obliga a caminar por el camino angosto. Siempre existe la posibilidad de volver al camino espacioso; siempre puedes ver las luces y todo lo atractivo de ese camino. Habrá muchas tentaciones y pruebas. Fija tus ojos en Jesús, busca a otros hermanos decididos a seguir a Jesús y sigue adelante. Recuerda que Jesús es el camino.
  • Leer, estudiar y escuchar la Biblia. La fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios. Con tantas voces de Internet y televisión que llaman nuestra atención, es difícil escuchar la voz de Dios en su Palabra. Esa Palabra alumbra tu camino.
  • Poner la Palabra en práctica. Es muy peligroso escuchar una gran cantidad de la Palabra sin obedecerla. Dios te ayudará a ponerla en práctica.

Esa obediencia es el fundamento. Si caminas bien, cada día poniendo en práctica la Palabra que escuchas, aprenderás bien a discernir y hacer la voluntad de Dios. Siempre examínate y espera en el Señor para saber si las cosas que haces para servir a Dios son hechas a tu manera, o son la voluntad del Padre. En nuestro deseo de cumplir la Gran Comisión, no podemos pasar por alto estos peligros. Ahora más que nunca, tenemos que dejar que Jesús guie nuestros esfuerzos y hacer todo conforme a su voluntad. Hay que mantenerse la iglesia pura y libre de individualismo, desobediencia y profetas enviados por el maligno. Es muy importante establecer los discípulos que hacemos sobre estos fundamentos.

Haz estas cosas y podrás descansar en paz. Tendrás una vida fructífera, impactando a muchos y trayendo mucha gloria a tu Dios.

 

Mateo 6:  Pensar como Jesús pensó acerca de las riquezas

Da generosamente, pero en secreto

1»Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa.

Hacer obras de justicia no es opcional para el discípulo de Jesucristo. El siguiente versículo dice “cuando,” no “si.” La cuestión es cómo lo hacemos, lo que revela nuestro corazón e impacta la recompensa que recibimos.  Lo que ofrendamos a la obra del Señor, y lo que compartimos con los necesitados (ya sea bienes o dinero), revelan nuestra actitud hacia las cosas materiales. Si lo reconocemos como un regalo de Dios para administrar como mayordomos, ser generoso es natural. Dios es un dador, y Él está complacido con un corazón generoso. Pero si hacemos la obra con la expectativa de recuperar más, o para impresionar a otros con nuestra espiritualidad, Dios no se complace. Aunque no la hacemos para recibir una recompensa, perdemos la recompensa que nos corresponde. Gracias a Dios, los otros siempre se beneficiarán, a pesar de nuestros motivos equivocados.

»Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.

La imagen de anunciar nuestra limosna al son de una trompeta es ridícula, pero en la actualidad algunos dan por:

  • Pagar menos impuestos (bajo las layes de los Estados Unidos, puedes deducir cualquier donación de tus ingresos).
  • Ganar el favor de Dios.
  • Recibir elogios de los hombres.
  • ¡Hasta el extremo de insistir en un monumento, placa o noticia en un boletín para reconocer su generosidad!

No conocen al corazón de Dios, y Jesús los llama hipócritas.

  1. ¿Qué te ha dado Dios para manejar como mayordomo? ¿Eres fiel con esas bendiciones?
  2. ¿Dirías que tienes un corazón generoso?
  3. ¿Ayudas a otros para que puedas ser reconocido por los hombres? ¿O lo haces en secreto?
  4. ¿Has dado a otros – y te molesta porque parece que nadie lo reconoce?

Dios ve todo lo que haces en secreto (lo bueno y lo malo), y seguramente te recompensará.

¿Dónde está tu tesoro?

19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Jesús no dice aquí que es pecado ser rico o tener posesiones. Es una cuestión de prioridades, y la acumulación de tesoros. Otras traducciones dicen “almacenar,” “amontonar” o “hacer” tesoros para sí. Creo que todos nosotros sabemos la tendencia a acumular mucho más de lo que necesitamos. Se muestra cuando te mueves de una casa a otra. ¡Y muchas de esas cosas que nunca usamos! Muchos afirman con vehemencia que el versículo 21 no se aplica a ellos: Tienen muchos tesoros acumulados aquí en la tierra, pero creen que son buenos cristianos. Jesús diría que están engañados.

Hay mucha lógica en lo que Jesús dice. La persona con la casa grande o el carro lujoso necesita seguro, alarmas y candados para protegerlos. Siempre está pensando en la posibilidad de un ladrón o algún daño en el auto.

Hay gran libertad en pocas posesiones. Nuestra prioridad debe ser acumular tesoros en el cielo. ¿Cómo?

  1. Hacer buenas obras.
  2. Dar (en vez de acumular) nuestros bienes y dinero.
  3. Invertir en otras personas (en la evangelización, el discipulado y el uso de nuestros dones espirituales).

Es decir, todo lo que hacemos que tenga valor eterno.

Pablo refleja el corazón de Jesús en su consejo a los ricos:

A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera (1 Timoteo 6:17-19).

¡No es pecado tener una abundancia! ¡Dios nos da todas las cosas para disfrutarlas! Pero hay mucha tentación para que el rico ponga su esperanza en sus riquezas y confíe en ellas, y sea arrogante y orgulloso. Ya tienen su seguridad en este mundo, pero necesitan seguridad para el futuro, después de la muerte. Esa es la vida verdadera; no es la vida buena aquí en la tierra. ¿Cómo puedes atesorar para el cielo?

  • Haciendo el bien.
  • Siendo rico en buenas obras.
  • Siendo generoso.
  • Estando dispuesto a compartir lo que tienes.

Pablo no dice que deben vender todo y dárselo a los pobres, pero tienen que entregar sus riquezas a Jesús para que las use de acuerdo con su voluntad.

¿Dónde está tu tesoro?

  • ¿Siempre estás pensando en algo más que quieres comprar?
  • ¿Tienes muchas cosas almacenadas que nunca usas?
  • ¿Has sufrido pérdidas por robo, incendio o tormenta? ¿Cómo respondiste?
  • ¿Puedes decir que eres obediente a este mandato de Jesús de no acumular tesoros en la tierra?
  • Ya sea que tu tesoro terrenal sea grande o pequeño, ¿eres generoso y estás dispuesto a compartirlo?

El problema del ojo

22 »El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. 23 Pero, si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!

Estos versos parecen estar fuera de contexto en esta enseñanza acerca de las posesiones. Claro que hay una aplicación amplia para todo lo que vemos con los ojos, pero yo creo que Jesús está hablando de la tendencia a ver y codiciar las cosas. Él dice que el ojo afecta a toda la vida; al igual que la ambición (donde pones tu tiempo, energía y corazón). Como un ojo te da luz, una ambición piadosa de servir al Señor y a otros ilumina toda la vida. El hombre con visión nublada anda en la oscuridad; el egoísmo y la ambición innoble nos roban el amor y la generosidad.

Juan habló de la codicia del ojo:

No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:15-17).

Muchos cristianos afirman que aman a Dios, pero sus acciones los traicionan. Aman las cosas del mundo, y Juan dice que esa persona no tiene el amor del Padre; acaban adorando al dios del materialismo.

Tenemos que vigilar lo que vemos con nuestros ojos. Anuncios y lo que vemos en Internet o la tele pueden hacernos tropezar o capturar nuestros corazones. Muchas veces las cosas del mundo parecen mucho más reales que los tesoros celestiales.

¿Cómo está tu visión? ¿Está nublada por la atracción de todas las cosas materiales que te rodean? ¿Tienes tus ojos fijos en Cristo?

No es posible servir a dos amos

24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.

Hay muchos que creen que pueden ser buenos cristianos y aun así servir a las riquezas, pero Jesús dice que es imposible; esa persona es engañada y efectivamente dice que la Palabra de Dios no es verdadera. Por supuesto, nadie diría que sirve a las riquezas, y pueden racionalizar y dar buenas excusas (“cuando era niño siempre había escasez,” “soy muy generoso con el dinero”). Pero Dios siempre es relegado cuando tratamos de servir a ambos.

Otras traducciones dan la alternativa como “amar y odiar,” “ser fiel y despreciar,” “ser leal y despreciar,” o “estimar y despreciar.” Aparentemente, si eres fiel y leal a Dios, si lo estimas y lo amas, vas a odiar o despreciar las riquezas. Eso es fuerte para los que se sienten muy atraídos por las riquezas y las cosas del mundo. Alguien dijo: “Los hombres pueden trabajar para dos patrones, pero ningún esclavo puede ser propiedad de dos amos. Ser posesión de alguien y servir a tiempo completo es la esencia de la esclavitud.” Dios nos da los recursos que necesitamos para servir a Él y a otros, y para satisfacer nuestras necesidades.

¡No sirvas a las riquezas! ¿Cómo sabes si eres su esclavo?

  • Tus pensamientos.
  • Donde dedicas tu energía y tu tiempo.
  • Tu disposición para dárselas a otros.

Dios puede probarte para revelar quien es verdaderamente tu Señor, como Jesús desafió a un joven rico:

―Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.

―Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.

Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:

―En ese caso, ¿quién podrá salvarse?

―Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.

―¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?

―Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros (Mateo 19:21-30).

Para acumular tesoros en el cielo este joven tenía que vender todo y entregárselo a los pobres, y luego seguir a Jesús. Puede ser que eso no sea necesario para todos los cristianos, pero revela lo que es más importante para nosotros. Este joven se fue triste, porque está claro que el dinero era su señor. Jesús no dice que las riquezas en sí son malas, pero son muy engañosas, y lo hace muy difícil el elegir a servir a Jesús como Señor. Es mucho más fácil para un hombre pobre.

En el caso de los apóstoles (que ya dejaron todo para seguir a Jesús), Cristo confirma que habrá una recompensa – en el cielo. Aquí nos promete cien veces más, ¡y la vida eterna! Los que parecen pobres en esta vida serán los primeros en el reino, y los ricos y poderosos de este mundo serán los últimos.

Lucas 12:15-21 empieza con esta petición: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.

Jesús le responde: »¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes».

Entonces les contó esta parábola:

―El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha”. Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”

»Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios».

Es un tema común en la enseñanza de Jesús sobre bienes y riquezas: No acumules riquezas para ti. Absténgate de todo tipo de avaricia. Contrariamente a la actitud actual del mundo (y de muchos cristianos, dadas sus acciones), esta vida no depende de la abundancia de bienes. Las riquezas son engañosas. Los anuncios siempre intentan convencernos de que si compramos su producto tendremos una vida mejor, pero el ciclo nunca termina: Siempre necesitas más; nunca es suficiente.

El hombre de la parábola no es condenado por ser rico; puede ser la bendición de Dios que él haya tenido una buena cosecha, pero su respuesta a esa abundancia es incorrecta. Confía en las cosas que él tiene (inversiones, seguros, ahorros, pensiones) para garantizar el descanso y la alegría en la vida. La triste realidad es que nadie sabe cuándo Dios nos va a llamar a la eternidad, y no sabemos cuándo un incendio, huracán o un colapso económico puedan quitarnos todo lo que hemos atesorado. No es posible llevar nada contigo a la eternidad.

¿Qué es la solución de Jesús? Sé rico ante Dios, y no acumules riquezas y bienes para ti mismo.

No te preocupes

Esa parábola sirvió como introducción al tema de la preocupación. Jesús dio casi la misma enseñanza en el Sermón del Monte, en Mateo 6:25-32.

25 »Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?

28 »¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? 31 Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” 32 Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. 

La gente que no conoce a Dios está ocupada consiguiendo muchas cosas; andan tras ellas. Muchos (incluso cristianos) pasan mucho tiempo comprando y preparando comida, visitando restaurantes y vistiendo a la última moda. Gracias a Dios, la gran mayoría que lee esta enseñanza no tiene que preocuparse por agua potable, donde conseguir la próxima comida o ropa para vestirse. Tenemos una nevera llena de comida y un armario lleno de ropa. Estamos libres de esas preocupaciones. Pero todavía es posible andar tras esas cosas que “dominan el pensamiento de los incrédulos” (NTV). Claro que el tener comida es una bendición de Dios, y le damos las gracias, ya sea poca o muy rica. No tenemos que sentirnos culpables por disfrutar lo que Dios nos ha dado, y no siempre tenemos que andar en harapos. Pero tenemos que evaluar nuestra actitud hacia esas cosas a la luz de esta palabra, y mantener un equilibrio saludable en lo que compramos. Si estás en una situación de escasez ahora, Dios quiere liberarte de la preocupación; se compromete a proporcionar lo que necesitas.

Tengo que confesar que es difícil de creer esa promesa cuando veo a niños muriendo de hambre en África. Nunca diría que ellos tienen poca fe y por eso mueren. Creo que como cristianos estamos obligados a hacer todo lo posible para ayudar a la gente hambrienta, en nuestra comunidad y en todo el mundo. Hay suficiente comida en esta tierra para todos; es el egoísmo y el pecado del hombre que no permite que todos coman bien. Por ejemplo, si Estados Unidos dedica lo que gasta en su ejército para alimentar a los hambrientos, podríamos eliminar el hambre.

Jesús dice que los que se preocupan tienen poca fe; de verdad la preocupación no es compatible con la fe. No nos hicimos a nosotros mismos, ni nos mantenemos vivos; Dios nos creó y ahora nos sostiene.

Es de sentido común: la preocupación es inútil, solo nos estresa, y revela una falla en nuestra relación con Dios, como dice este poema:

El petirrojo le dijo al gorrión

“¡Cómo me gustaría saber

por qué los hombres corren

tan ansiosos en su ambición!”

 

Y el gorrión le respondió:

“Amigo, debe ser

que ellos no tienen un Padre

como tenemos tú y yo.”

 

No estoy seguro si los pájaros conocen a Dios como Padre, pero el mensaje es claro: Si lo conocemos de esa manera, ¿cómo podemos preocuparnos por las cosas sencillas de la vida? Pero incluso los pájaros tienen que buscar su alimento; Dios provee, pero aún tenemos que hacer nuestra parte, y sembrar y cosechar.

El amor al dinero

Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero solo si uno está satisfecho con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores (1 Timoteo 6:6-10).

Muchos creen que las “grandes ganancias” son riquezas. Pero la Reina Valera dice:

 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.

Y la Nueva Traducción Viviente:

La verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene.

  • Hay que estar satisfechos y contentos con lo que Dios nos ha dado, y no codiciar más.
  • La búsqueda de riqueza nos abre a mucha tentación; es muy fácil ser esclavo de esos deseos.
  • Afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.
  • El amor al dinero (no el dinero en sí) es la raíz de muchos males.
  • La codicia hace que muchos se desvíen de la fe y causen muchas heridas dolorosas.

Busca primero el reino de Dios

33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. 34 Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.

Una vez más, Jesús no dice que las cosas materiales son malas. De hecho, Él promete añadir a nosotros todo lo que necesitamos. Solo tenemos que dejar que Dios decida lo que es necesario. Hay muchas cosas que anhelamos y deseamos, pero no necesitamos. No es un conformismo; está bien desear lo mejor para tu familia, pero primero, debemos buscar el reino de Dios y su justicia.

¿Cuál es la cosa más importante que nos será añadida? Muchos piensan en riquezas y cosas materiales, pero en Lucas, después de este mismo dicho, Jesús explica lo que es:

»No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino. Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón (Lucas 12:32-34).

¡Es el reino que Dios nos añade! Prepararnos para ese reino implica acumular tesoros inagotables en el cielo. ¿Cómo? Vender nuestros bienes y dar a los pobres. ¡No era solo para el joven rico! ¿Dónde está el corazón de la mayoría de los cristianos?

Jesús continúa, con una advertencia de no esperar a acumular esos tesoros celestiales:

»Manténganse listos, con la ropa bien ajustada y la luz encendida. Pórtense como siervos que esperan a que regrese su señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él llegue y toque. Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre pendientes de su llegada. Créanme que se ajustará la ropa, hará que los siervos se sienten a la mesa, y él mismo se pondrá a servirles. Sí, dichosos aquellos siervos a quienes su señor encuentre preparados, aunque llegue a la medianoche o de madrugada. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada. Así mismo deben ustedes estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Lucas 12:35-40).

Si estamos ocupados acumulando riquezas y distraídos con todos nuestros “juguetes” y las cosas del mundo, hay un gran riesgo de que no estemos listos; los ojos estarán fijos en esas cosas.

Dios nos da dinero y bienes para administrar como mayordomos. Hay que buscar su voluntad en cómo usarlos, y ser fieles en bendecir a otros con ellos. Jesús continúa esta enseñanza con el mismo tema de su regreso, y la necesidad de estar preparado. Aquí Él ha encargado al mayordomo que distribuya comida a los siervos del Señor. Dios espera que aquellos que tienen abundancia de cosas sean fieles y prudentes en administrarlas para bendecir a su pueblo:

―¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: “Mi señor tarda en volver”, y luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y emborracharse! El señor de ese siervo volverá el día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada. Entonces lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los incrédulos (Lucas 12:42-46).

El creyente que fielmente bendice a otros con lo que el Señor le ha confiado, recibirá una posición de gran responsabilidad: Dios lo pondrá a cargo de todos sus bienes. El creyente que egoístamente abusa de otros y piensa solo en sí mismo y en su placer, será severamente castigado y enviado al infierno. Sí, es cuestión de nuestra salvación.

Conclusión

Esta es una enseñanza muy difícil para los que predican que Dios quiere que seas rico, y equivalen la prosperidad con cosas materiales. Ni Jesús ni ningunos de los apóstoles eran ricos. La enseñanza de Jesús va completamente en contra del materialismo de este mundo (y de muchos cristianos). Hay algunos desafíos muy fuertes aquí para los muchos cristianos ricos.

Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho:

«Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré».

(Hebreos 13:5)

Cristo nos enseña cómo relacionarse con otros

Mateo 5

¿Eres un asesino?

21 »Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal”. 

Todos saben que los Diez Mandamientos prohíben el homicidio. “¡Pero yo nunca he matado a nadie! ¡Entonces estoy bien!” Bueno, no necesariamente, porque Jesús tiene un estándar mucho más alto para su discípulo:

22 Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al fuego del infierno.

Aquí hay tres cosas que no parecen ser tan serias; de hecho, son cosas que muchos cristianos hacen todos los días:

  1. Enojarte con tu hermano.
  2. Insultar a tu hermano (le llamas necio o idiota).
  3. Maldecir a tu hermano (le llamas fatuo).

La persona culpable de esto comunica: “Ojalá estuvieras muerto,” y por lo tanto es sujeto a tres formas de castigo:

  1. Un juicio del tribunal.
  2. Un juicio del Consejo.
  3. El fuego del infierno.

Sí, ésta es una cuestión de tu salvación. Jesús toma en serio los pensamientos del corazón y nuestra manera de hablar con otros. Años después Juan afirmó esta enseñanza: Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él (1 Juan 3:15).

Mantener una relación sana con los demás es tan importante que Jesús nos manda a ajustar cuentas con ellos antes de participar en ofrendas o servicios en la iglesia:

23 »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.

Reconcíliate antes de ofrendar

Puedes ser un fiel discípulo de Jesús; tú no eres culpable, pero hay un hermano que tiene algo contra ti. Es tu responsabilidad buscarlo, hablarle y reconciliarte. Esa reconciliación es mucho más importante para Cristo que tu ofrenda. ¡Imagina cuantas ofrendas se perderían si todos pusieran en práctica este mandato de Jesús! ¿Por qué lo tomamos a la ligera?

25 »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.

¡No vayas delante del juez!

Aquí él no es un hermano, sino un adversario, probablemente alguien fuera de la iglesia. Jesús no condena al creyente por los problemas con este hombre; Él sabe que en el mundo estas cosas van a suceder. No tienes que intentar a demostrar tu inocencia o buscar una decisión justa. El consejo de Jesús es:

  • Resolver el problema lo antes posible, incluso si tú crees que no es una decisión justa.
  • Evitar los tribunales. Jesús no confía en el sistema de justicia (un buen consejo para el cristiano que quiere demandar a otros y acudir a los tribunales).

Jesús tampoco confía en las cárceles. Parece creer que es común recibir sentencias muy largas e injustas.

Ojo por ojo

Un poco más tarde en el Sermón, Jesús vuelve a este tema de justicia y retribución:

38 »Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”.

En este caso, Cristo cita directamente la ley. No había mucha compasión ni misericordia en ella:

»Si se pone en peligro la vida de la mujer, esta será la indemnización: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, golpe por golpe, herida por herida (Éxodo 21:23-25).

»Al que lesione a su prójimo se le infligirá el mismo daño que haya causado: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. Sufrirá en carne propia el mismo daño que haya causado (Levítico 24:19-20).

Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie (Deuteronomio 19:21).

Era una retribución exacta. Pero Jesús introduce una ética radical para ese día (¡y aún para hoy!):

39 Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 40 Si alguien te pone pleito para quitarte la camisa, déjale también la capa. 41 Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.

Vuelve la otra mejilla

¡La persona que obedece a Jesús puede parecer muy débil! ¡Sería demasiado fácil para otros aprovecharse de él!

  • No te resistas al que te haga mal.
  • Sométete al abuso de alguien que te abofetea, ofreciéndole la otra mejilla.
  • No solo deja a la persona tomar tu posesión, ¡dale algo más!
  • Si alguien te obliga hacer algo duro, ¡duplica lo que te pide que hagas!
  • Siempre dar y prestar a los que te lo pidan.

Ya no buscamos la justicia; tampoco buscamos retribución por lo que hemos sufrido. Para andar así necesitas una fe radical de que Dios cuidará de ti y te proveerá.

La regla de oro

Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas (Mateo 7:12).

Jesús dijo en Mateo 22:37-40 que amar a Dios y amar a tu prójimo como a ti mismo es un resumen de la ley y los profetas (la enseñanza del Antiguo Testamento). Tratar a los demás como quieres que ellos te traten a ti te ayudará a ser “perfecto,” como tu Padre Celestial. Ponla a prueba, ponla en práctica, a ver cómo puede transformar tus relaciones con otras personas.

¡Amor radical!

La enseñanza de Jesús es muy sencilla, pero muy difícil. Tenemos que negarnos a nosotros mismos, crucificar nuestro egoísmo y aprender a amar con el amor ágape que Dios tiene para nosotros. Es casi imposible sin el Espíritu Santo y su fruto de amor y paciencia, pero es una parte esencial del ADN de un discípulo de Jesús que anda como Él anduvo.

 

La santidad del matrimonio, y el problema del adulterio y divorcio

¡Este tema es tan complicado y controversial que sería más fácil pasarlo por alto! ¡Pero también es un tema que toca a casi todos nosotros! Y dado que el Nuevo Testamento es muy claro que el adúltero no puede entrar en el Reino de los Cielos, es importante para nosotros entender la clara enseñanza bíblica, y andar como Jesús anduvo en esta área tan importante. Hay libros escritos sobre estos temas; aquí solamente vamos a dar una introducción. Yo sé que voy contra la corriente actual en mucho de lo que voy a decir aquí. De verdad, estoy muy preocupado con la actitud y práctica de muchos cristianos en estas áreas; puede impactar su salvación. Así que, mejor estar incómodo e impopular ahora, que estar sorprendido en el futuro, cara a cara con el Señor.

El fundamento

Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos serán (se funden, se convierten en) una sola carne (un solo ser) (Génesis 2:24).

Siempre es bueno volver al principio, algo que Jesús hizo varias veces en sus enseñanzas. El plan de Dios para el matrimonio tiene su origen en la creación. Hay algo sobrenatural, incluso misterioso, que sucede en la unión (emocional, espiritual y sexual) de un hombre y una mujer. ¿Con cuantas mujeres es posible ser una sola carne? Es claro que el plan de Dios es la unión de un hombre y una mujer para toda la vida. Aunque los patriarcas del Antiguo Testamento tenían varias esposas, es claro que nunca era lo ideal para Dios. Todavía sufrimos las consecuencias de la unión de Agar y Abraham (el conflicto entre los judíos y los árabes). David fue castigado fuertemente por ser mujeriego, y las muchas mujeres de Solomon le apartaron del Señor.

Pablo cita este verso de Génesis cuando describe la unión con una prostituta: ¿No saben que el que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues la Escritura dice: «Los dos llegarán a ser un solo cuerpo» (1 Corintios 6:16), y lo cita otra vez  en su enseñanza sobre el matrimonio: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo» (Efesios 5:31).

Jesús afirmó este plan de Dios cuando respondió a una pregunta acerca del divorcio:

En eso, unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: ―¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa?

―¿Qué les mandó Moisés? —replicó Jesús.

―Moisés permitió que un hombre le escribiera un certificado de divorcio y la despidiera —contestaron ellos.

 ―Esa ley la escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son [por la dureza de vuestros corazones, RVR]—aclaró Jesús—.  Pero al principio de la creación Dios “los hizo hombre y mujer”.  “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa,  y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. Así que ya no son dos, sino uno solo.  Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Vueltos a casa, los discípulos le preguntaron a Jesús sobre este asunto.

―El que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio contra la primera —respondió—.  Y, si la mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro, comete adulterio (Marcos 10:2-12).

Vamos a estudiar el divorcio más adelante, pero los puntos principales de esta porción son:

  • Los fariseos quieren saber si es permitido o no divorciarse.
  • Jesús no los contesta, sino les pregunta lo obvio: ¿Qué dice la ley?
  • Deuteronomio 24:1-4 dio un proceso en caso de divorcio; pero no dice que está bien con Dios.
  • La única razón por la cual la ley parece permitir un divorcio fue una concesión a la dureza de sus corazones. Nunca era la voluntad de Dios.
  • Dios mismo une al hombre y la mujer en matrimonio; nadie – ni la esposa, el esposo, o un juez – tiene el derecho de separar lo que Dios ha unido.

Para Jesucristo, el gran problema del divorcio es que viola completamente el plan de Dios, revela la dureza del corazón, y muchas veces conduce al adulterio. Y el adulterio es algo muy serio para Dios.

La gravedad del adulterio

Uno de los diez mandamientos:

No cometerás adulterio (Éxodo 20:14).

El mandamiento contra la codicia es relacionado:

No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo (Éxodo 20:17).

El castigo para el adulterio

No había otra oportunidad para el adúltero; tenían que quitar el mal de en medio de Israel y matarlo:

»Si alguien comete adulterio con la mujer de su prójimo, tanto el adúltero como la adúltera serán condenados a muerte (Levitico 20:10).

»Si un hombre es sorprendido durmiendo con la esposa de otro, los dos morirán, tanto el hombre que se acostó con ella como la mujer. Así extirparás el mal que haya en medio de Israel (Deuteronomio 22:22).

Proverbios habla bastante acerca del adulterio. Proverbios 6:32 explica la verdad acerca de lo que al principio puede parecer muy placentero:

Pero el hombre que comete adulterio es un necio total, porque se destruye a sí mismo.

El adulterio es muy egoísta; no solamente destruye a sí mismo, sino también la esposa, la otra mujer, y ambas familias.

Jesús en el Sermón del Monte

Jesús profundizó sobre lo que es el adulterio. Conforme a su enseñanza, casi todos adulteran en el corazón:

Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (Mateo 5:27-30).

Creo que no hay ningún argumento que bíblicamente el adulterio es un pecado muy grave. El castigo era la muerte, y si no hay arrepentimiento, el adúltero no puede entrar en el reino (1 Corintios 6:9).

El divorcio

El Antiguo Testamento no habla mucho acerca del divorcio, pero Malaquías 2:13-16 lo condena fuertemente:

Otra cosa que ustedes hacen es inundar de lágrimas el altar del Señor; lloran y se lamentan porque él ya no presta atención a sus ofrendas ni las acepta de sus manos con agrado. Y todavía preguntan por qué. Pues porque el Señor actúa como testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que traicionaste aunque es tu compañera, la esposa de tu pacto.  ¿Acaso no hizo el Señor un solo ser, que es cuerpo y espíritu? Y ¿por qué es uno solo? Porque busca descendencia dada por Dios. Así que cuídense ustedes en su propio espíritu, y no traicionen a la esposa de su juventud.  «Yo aborrezco el divorcio —dice el Señor, Dios de Israel—, y al que cubre de violencia sus vestiduras», dice el Señor Todopoderoso. Así que cuídense en su espíritu, y no sean traicioneros.

  • Este hombre era muy religioso: ofrendaba, lloraba en el altar, y buscaba al Señor. Pero Dios no le hace caso, porque ha traicionado a la esposa de su juventud.
  • La mujer es su compañera, la esposa del pacto de matrimonio.
  • Dios los hace un solo ser, en cuerpo y espíritu.
  • Dios aborrece el divorcio.

Ya vimos en Marcos 10 que la persona que se divorcia y se casa de nuevo con otra persona comete adulterio. Lucas 16:18 dice lo mismo: Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.

Mateo 19:3-9 es un pasaje paralelo a Marcos 10, pero Mateo incluye la reacción de los discípulos (versos 10 y 11):

Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.

Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.

Los discípulos reconocen que Jesús no ofrece ninguna posibilidad para el divorcio. ¡Su conclusión es que entonces es mejor no casarse! Y Jesús básicamente concuerda que es una enseñanza dura que no todos son capaces de recibir, aunque es su clara esperanza que nosotros seamos capaces. La norma es el matrimonio de un hombre y una mujer para toda la vida. La excepción es el eunuco, y Jesús nos da tres clases de eunucos:

  • Algunos que por naturaleza, del nacimiento, no tienen atracción a mujeres ni interés en casarse. Puede incluir alguien con atracción al mismo género, pero no es un permiso para actuar sobre esa atracción. Tiene que mantenerse célibe.
  • Otros son hechos eunucos por los hombres. Para varias razones era común en Grecia y Roma castrar a niños (contra su voluntad). Jesús no aprueba esa práctica aquí.
  • Otros hacen la decisión de abstenerse de relaciones sexuales y matrimonio para servir a Dios. Pablo afirma esa decisión (1 Corintios 7), y es el fundamento del sacerdocio célibe en la iglesia católica. Aunque no es una decisión popular ni común en la iglesia evangélica, es bíblica.

¿Es posible casarse por segunda vez?

La mujer está ligada a su esposo mientras él vive; pero, si el esposo muere, ella queda libre para casarse con quien quiera, con tal de que sea en el Señor (1 Corintios 7:39), y se supone que aplica a un viudo también, pero Pablo cree que sería más feliz si no se casara (verso 40). Pablo afirma lo mismo en Romanos: Por ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo solo mientras este vive; pero, si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera. Pero, si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque se case con otro hombre (Romanos 7:2-3).

La persona tiene que ser en el Señor. Es un principio claro del Antiguo y Nuevo Testamento: Los creyentes solamente pueden casarse con otros creyentes.  Una de las tentaciones más comunes es tener a una novia que no conoce al Señor.

Esta es la única situación donde la Biblia claramente dice que es lícito casarse de nuevo. Pablo habla más acerca de esta cuestión el mismo capítulo 7 de 1 Corintios:

10 A los casados les doy la siguiente orden (no yo, sino el Señor): que la mujer no se separe de su esposo. 11 Sin embargo, si se separa, que no se vuelva a casar; de lo contrario, que se reconcilie con su esposo. Así mismo, que el hombre no se divorcie de su esposa.

12 A los demás les digo yo (no es mandamiento del Señor): Si algún hermano tiene una esposa que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, que no se divorcie de ella. 13 Y, si una mujer tiene un esposo que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, que no se divorcie de él. 14 Porque el esposo no creyente ha sido santificado por la unión con su esposa, y la esposa no creyente ha sido santificada por la unión con su esposo creyente. Si así no fuera, sus hijos serían impuros, mientras que, de hecho, son santos.

15 Sin embargo, si el cónyuge no creyente decide separarse, no se lo impidan. En tales circunstancias, el cónyuge creyente queda sin obligación; Dios nos ha llamado a vivir en paz.

Es una orden (un mandato) del Señor: Una mujer no puede separarse de su esposo, y un hombre no puede divorciarse.

  • En el caso de una separación (o, se supone, un divorcio), la única opción es reconciliación con el conyugue.
  • El hecho que el conyugue no conoce a Jesús no es base para un divorcio; el creyente tiene que quedarse en el matrimonio con la fe que la persona aceptará a Jesús.
  • Muchos han creído que si el incrédulo deja al conyugue (verso 15), el creyente es libre para casarse de nuevo. Pero Pablo no dice eso; simplemente dice que el creyente es “sin obligación” para hacer un esfuerzo para mantener el matrimonio. Otra vez, este es un área de color gris, y no quiero ser dogmático. Pero en estas áreas (sobre todo cuando es una cuestión de mi salvación), más vale prevenir que curar, sobre todo porque no será posible curar después de la muerte.

Los eruditos del pasado que escribieron acerca de este versículo no eran tan listos a concedernos libertad para volver a casarse como la iglesia de hoy en día. Albert Barnes (un erudito bíblico del siglo 19 en los Estados Unidos) escribió:

“Un hermano o una hermana no está obligado”… Muchos han supuesto que esto significa que estarían en libertad de casarse de nuevo cuando la esposa o marido incrédulo se hubiese ido; pero esto es contrario a la cepa del argumento del apóstol. El sentido de la expresión “no está obligado” es que si se va, el que queda no está obligado por el lazo matrimonial a hacer provisión para el que partió. No se debe hacer actos que pudieran ser perjudiciales para la religión por un esfuerzo violento para obligar al marido o esposa que se marcha a vivir con el que está abandonado, sino que tiene la libertad de vivir separadamente, y debe considerarlo apropiado hacerlo.

El Nuevo Testamento Griego del Expositor dice del verso 15:

Si la libertad de los inocentes divorciados se extiende al nuevo matrimonio, no aparece: la Iglesia Romana toma la opinión negativa; la Iglesia Luterana dice “en vista de 1 Corintios 7:11, la inferencia de que el divorciado debe permanecer soltero es el más seguro.”

Y el teólogo Woodford escribió en 1881:

La separación aquí mencionada no es una separación que permita al hombre o la mujer cristianos casarse de nuevo durante la vida del cónyuge pagano. Es separación, no divorcio.

La “excepción” de Mateo

Muchos cristianos, basado en dos pasajes en Mateo, creen que Jesús ofrece una “excepción” que también permite el divorcio:

También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio (Mateo 5:31-32).

Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera (Mateo 19:9).

El argumento es que Jesús parece dar permiso para casarse con otra si es “por causa de fornicación.” El problema es que no dice explícitamente que el volverse a casar está bien si hay fornicación. Y el problema mayor es, ¿qué significa cuando Jesús dice “fornicación”? No es la palabra griega para adulterio, sino la griega “porneia,” que hace referencia a cualquier pecado sexual (obviamente la raíz de nuestra palabra “pornografía”). Algunos creen que esta “excepción” es para una pareja comprometida (como José y María), que en ese día requería un divorcio para terminarlo. Es obvio que Jesús no quiere decir que está bien divorciarse de un conyugue que se masturba o usa pornografía. Incluso en el caso de infidelidad, por supuesto la voluntad de Dios es el arrepentimiento, perdón, y restauración.

Dado que Jesús habla tan claramente acerca del peligro del adulterio en un segundo matrimonio, y el adulterio (si no se arrepiente y deja la relación adúltera) lo hace imposible entrar en el Reino, yo prefiero estar seguro, y no jugar con algo tan serio. Tradicionalmente, ni la iglesia Católica ni la evangélica han creído que estos versículos permiten a uno volver a casarse.

Crisóstomo, el padre de la iglesia primitiva, escribió: “Porque aquel que es manso, y pacificador, y pobre de espíritu, y misericordioso, ¿cómo despedirá a su esposa? Él que es usado para reconciliar a otros, ¿cómo estará en desacuerdo con aquella que es suya?”

¿Qué significa todo esto para ti?

¡Hay mucho aquí para reflexión y oración! Algunos pensamientos:

  • Obviamente el matrimonio es muy importante para Dios. Tenemos que compartir su concepto exaltado de ello, y dar gracias que Él es por buenos matrimonios. No hay ningún lugar para el matrimonio gay.
  • Si eres soltero, ora mucho antes de entrar en el matrimonio. Es un compromiso por la vida. Asegúrate de que la otra persona es un verdadero creyente.
  • Si tú aceptas la interpretación dada aquí, el divorcio está fuera de la cuestión. La única posibilidad bíblica para un segundo matrimonio es la muerte del conyugue. (Y ni siquiera pienses en ello – ¡el asesinato también está prohibido en los Diez Mandamientos!)
  • Si estás divorciado y ninguno de los dos se ha vuelto a casar, haz todo lo posible para reconciliarse. Dé a Dios la oportunidad de trabajar en ambos corazones.
  • Si tú te divorciaste y te volviste a casar, y te preocupa que Dios pueda considerar que estás en adulterio, ora por la sabiduría y la guía del Espíritu Santo. Por lo general parece que otro divorcio no es la solución.
  • Si estás en adulterio (o lo contemplas), cierra esa puerta ahora mismo. Arrepiéntete y acércate al Señor, y haz lo necesario para restaurar las relaciones dañadas.
  • Hay una multitud de situaciones individuales. Puedas pedir consejo a alguien que comparte este entendimiento de la enseñanza bíblica, y ora para que el Espíritu Santo te revele lo que debes hacer.
  • El adulterio y el divorcio no son pecados imperdonables, especialmente si el pecado ocurrió antes de tu salvación. ¡Todo es hecho nuevo en Cristo! Jesús fue compasivo con la mujer adúltera (Juan 8), y es compasivo con nosotros en nuestro pecado. Pero también le dijo a la mujer: “Ve y no peques más.”
  • Ciertamente no queremos excluir de la iglesia a alguien divorciado, pero tampoco podemos condonar el pecado. Al mismo tiempo que tenemos que volver a la verdad bíblica, necesitamos hacer todo lo posible para ayudar a los matrimonios a prosperar, y ayudar a la gente a vencer a los pecados que destruyen los matrimonios.

Mateo 18: La naturaleza del Reino de los Cielos

El Sermón del Monte contiene la enseñanza más comprensiva sobre el ADN del reino de Dios, pero el reino es un tema central en todo el evangelio de Mateo. Hay cinco discursos por Jesús; el Sermón del Monte es el primero, el último es el capítulo 24, sobre su segunda venida. Este cuarto discurso se aplica los valores del reino a nuestras relaciones.

¿Quién es el más importante?

El capítulo empieza con esta pregunta de parte de los discípulos:

1―¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?

Seguramente la respuesta de Jesús los sorprendió:

Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: ―Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos. 5Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí. 

No es una cuestión de ser grande en el reino, sino de entrar en el reino. Los discípulos tienen una mentalidad equivocada, la mentalidad del mundo, que busca la posición, el poder y las cosas materiales. Para entrar en el reino (para ser salvos), primero tenemos que abandonar esa mentalidad, cambiar (arrepentirnos) y volvernos como un niño. Por supuesto, físicamente eso no es posible, tal como no es posible volver al vientre de tu mamá para nacer de nuevo. Pero espiritualmente tenemos que humillarnos y empezar de nuevo, como un bebé, y tener la humildad, la sencillez y el corazón de un niño. Es fácil competir por puestos en la iglesia, estar preocupado con  la organización del reino y hacer de la iglesia un negocio. Es más difícil hacerse como un niño, débil y dependiente y sin estatus social ni influencia.

Aún más, Jesús bendice en una manera especial a la persona que recibe a un niño en su nombre, similar a lo que Él dice en Marcos 9:41: Les aseguro que cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre por ser ustedes de Cristo no perderá su recompensa, o en Mateo 25:40, cuando Jesús habló de ministrar a los más necesitados: El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. Parte de humillarse como niño es recibir a otros “niños” con los brazos abiertos; la gente desechada por el mundo debe hallar una bienvenida en la iglesia.

¿Crees que has entrado en el reino? ¿Te has vuelto y cambiado para tener la humildad de un niño? ¿Recibes a niños? ¿O todavía tienes la mentalidad del mundo, buscando posición, fama, riquezas y poder?

La gravedad del pecado

Pero, si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar. 7¡Ay del mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Inevitable es que sucedan, pero ¡ay del que hace pecar a los demás! Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y arrójalo. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que ser arrojado al fuego eterno con tus dos manos y tus dos pies. Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo y arrójalo. Más te vale entrar tuerto en la vida que con dos ojos ser arrojado al fuego del infierno.

Hacer pecar (o tropezar) a un niño (o alguien humilde, con la fe de un niño), es un pecado muy grave. Un niño por naturaleza confía, y la traición por un pastor, un padre o alguien en quien puso su confianza es muy destructivo. Por desgracia, en este mundo es inevitable que habrá tropiezos, pero el que hace pecar a otro será juzgado más severamente. Tenemos que hacer todo lo necesario y lo posible para evitar el pecado, y no hacer tropezar a un niño.

Jesús nos da dos ejemplos extremos para comunicar la gravedad del pecado y la necesidad de ser implacable en resistirlo. Por supuesto, Él no espera que colguemos una piedra al cuello del transgresor y tirarle al mar para hundirse. Tampoco espera que nos mutilemos. ¡La iglesia estaría llena de cojos y ciegos! Hay historias confirmadas de hombres que se han cortado el miembro masculino para evitar el pecado. ¡Jesús no quiere eso!

Decir “él me hizo pecar” tampoco es una excusa para el pecado. El que permanece en pecado, que lo practica, no puede entrar en el reino; no se ha arrepentido, y no tiene el corazón ni la sencillez de un niño. El infierno y su fuego eterno son reales. No hay lugar ninguno para el pecado en el reino de Dios.

  • ¿Sirves como una piedra de tropiezo para algún niño?
  • ¿Hay alguien que tienes que perdonar que te hizo pecar en el pasado?
  • ¿Has aceptado tu propia responsabilidad por el pecado, o solo culpas a esa persona?
  • ¿Estás haciendo todo lo necesario para evitar el pecado? Si tienes que cortar el Internet para evitar la pornografía, ¿estás dispuesto a tomar esa medida radical?

La importancia de cada pequeño

10 »Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.

Jesús acaba de decir que un pequeño es el más grande en el reino, pero la tendencia humana no es exaltar al niño, sino menospreciarlo. ¿Cómo? Menospreciar es: “Tener a una cosa o a una persona en menos de lo que es o de lo que merece; desdeñar, despreciar” (Diccionario de la lengua española). Si hacemos tropezar a un niño, lo menospreciamos. ¿Y por qué es tan grave?

Jesús introduce aquí el concepto bien conocido de un “ángel guardián.” Aparentemente cada persona tiene a un ángel que mora en la presencia de Dios, pero los ángeles de los pequeños tienen un acceso especial; siempre contemplan el rostro del Padre. Si ellos tienen ese privilegio, nosotros también deberíamos honrar a los pequeños en nuestro medio.

12 »¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada? 13 Y, si llega a encontrarla, les aseguro que se pondrá más feliz por esa sola oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.

En el reino, cada persona tiene un valor infinito. Dios va a hacer todo lo posible para buscar y encontrar una oveja descarriada. Hay un gozo muy especial cuando la persona apartada se arrepiente y vuelve al redil. Nos recuerda a la parábola del hijo perdido: el gozo del padre cuando el hijo vuelve a casa, y los celos del hermano mayor (Lucas 15:11-31). Aquí la oveja perdida es un pequeño. Tal vez los pequeños sean más propensos a extraviarse, pero el corazón del Padre es muy tierno hacia ellos.

La Biblia nos da muchas armas para nuestras oraciones. El verso 14 dice claramente que no es la voluntad del Padre perder a ninguno de sus pequeños. Pedro lo amplia más para incluir a todos: El Señor no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan (2 Pedro 3:9). Si estás intercediendo por un cónyuge o hijo descarriado, tú puedes reclamar esta palabra. La persona quien busca a ovejas descarriadas y se preocupa por los pequeños va a recibir una bendición especial, y la ayuda del Padre. El hombre que causa una de estas ovejas a extraviarse será juzgado con dureza.

  • ¿Hay una oveja extraviada en tu iglesia que tienes que buscar? ¿O en tu familia?
  • ¿Cuál es tu actitud hacia hermanos apartados? ¿Haces comentarios y chismeas sobre ellos?
  • ¿Tienes que orar con más fe por alguna oveja descarriada? ¡Tu Padre no quiere perderla!

El hermano que peca contra ti

15 »Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16 Pero, si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. 17 Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado.

Algunos manuscritos antiguos dicen que el hermano “peca contra ti,” otros simplemente dicen “peca.” Lo importante es mantener el Cuerpo de Cristo limpio y libre del pecado, y es la responsabilidad de cada miembro hacer su parte. En el reino no hay lugar para el resentimiento, el odio, la venganza o los chismes. Si alguien peca contra ti, no chismees. Hay un proceso claro que seguir:

  • Puede ser difícil, pero habla con la persona a solas, orando que el Espíritu Santo le revele su falta. Puede ser que tú estés equivocado, y él no cometió ninguna ofensa.
  • Si no te recibe y no pide perdón ni a ti ni a Dios, entonces hay que llevar a uno o dos más (como el pastor o un anciano). No es para atacarlo en grupo, sino en amor buscar una resolución del problema.
  • Si todavía la persona se niega a escuchar, lleva el caso ante la iglesia. No es para condenar al hermano, sino orar por él y juntos buscar una salida para él.
  • Si no se arrepiente de su pecado, ya no lo consideramos un hermano en Cristo.

Esta cuestión de disciplina en la iglesia es muy delicada y requiere mucha oración y unción del Espíritu Santo. Si intentamos hacerlo en la carne, se puede dañar a la persona e incluso podríamos perderla para siempre. También tenemos que balancear lo que Cristo acaba de decir sobre buscar a la oveja perdida (18:12), con el trato de esta persona como un incrédulo o u renegado. El deseo del Padre (la cual siempre debe ser nuestra meta también) es la restauración del hermano. Seguimos orando y haciendo lo que podamos; a continuación hay una herramienta poderosa Dios que nos ha dado para esa lucha.

Hay poder y autoridad en el ADN del reino

18 »Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. 19Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. 20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Hemos visto claramente la necesidad de la humildad, reconciliación y pureza en la iglesia. No podemos tolerar el pecado; nos separa de Dios y de otros hermanos. Pero Jesús sabe que a veces, a pesar de nuestros esfuerzos:

  • Todavía habrá piedras de tropiezo en la iglesia.
  • Habrá pecado que nos ata, que no podemos vencer.
  • Habrá ovejas descarriadas que no quieren volver al redil, hermanos perdidos.
  • Habrá algunos ofendidos por la disciplina de la iglesia que no se arrepienten. Puede causar divisiones en la iglesia, y la persona puede caer en pecado muy grave.

La tentación de muchas iglesias es rechazar al hermano, chismear acerca de él y hacer comentarios de cómo andaba con malos compañeros o no era consistente en sus diezmos o en la asistencia en la iglesia. Pero aquí Jesús nos ofrece otra opción: Dios mismo comparte su autoridad y poder con nosotros.

Tradicionalmente, la iglesia ha enseñado que esta autoridad para atar y desatar se relaciona a perdonar a este pecador o no. Según ellos, si la persona no se arrepiente, le “atamos” en una prisión de disciplina o excomunión. Si se arrepiente, le “desatamos” de culpa y le perdonamos. Puede ser que eso es todo lo que Cristo quiso decir aquí, pero Él no incluye ninguna condición para atar o desatar; es “todo.” En el reino tenemos la autoridad de atar a ese espíritu maligno que hace a un hermano servir de tropiezo en la iglesia. Atamos esas adicciones que mantienen a un hermano en drogas o pornografía. Atamos aquella ceguera que impide que un hermano vea su fracaso. Y desatamos el perdón, la misericordia, la humildad y el poder de Dios.

La misma autoridad de atar y desatar fue dada a Pedro cuando él confesó a Cristo como mesías:

―Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro.

―Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo. Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella.  Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo (Mateo 16:16-19).

Algunos erróneamente han creído que Cristo le dio a Pedro una autoridad única como el primer “papa” de la iglesia. Pero aquí, en el capítulo 18, Jesús le da esa misma autoridad a cada creyente. La “piedra” de la iglesia es la fe que Cristo es el Hijo de Dios. ¡El reino de Dios es un reino de poder! Y aquí también Él nos da una promesa maravillosa: Si dos creyentes se ponen de acuerdo con respecto a cualquier cosa que pidan, el Padre la hará. Es un cheque en blanco, “cualquier cosa.” No hay condición: “les será concedida.” Pero tenemos que estar de acuerdo. Por eso la unidad y la reconciliación entre hermanos son tan importantes. No es un acuerdo superficial, sino el mismo sentir, el mismo corazón, un acuerdo en el Espíritu. La misma autoridad para atar y desatar es dada aquí, pero en este caso no está en el contexto de la disciplina de un hermano, sino la función del reino.

Jesús mismo está siempre presente cuando dos o tres están reunidos en su nombre. La iglesia no es un juego, ni un club social, ni un negocio. Es el Cuerpo de Jesús, la manifestación del reino de Dios aquí en la tierra. Cada miembro tiene gran valor, gran poder y gran autoridad.

¡Yo también era un pecador! ¡Dios me salvó! Tengo que ser paciente, compasivo y misericordioso con los pecadores. Perdonar no es opcional. Si yo no perdono de corazón a mi hermano, Dios no me perdonará, y seré torturado en el fuego eterno del infierno.

Si los pequeños son maltratados, si hay pecado, si hay división y desacuerdo, Cristo no estará presente, no habrá autoridad para atar y desatar, y no habrá oración contestada. Todo este capítulo nos llama a humillarnos, a reconocer la misericordia de Dios en nuestras vidas y a ofrecer la misma misericordia y perdón a otros. Esa humildad y unidad tocan al corazón del Padre y desatan su poder para nosotros.

 

Ayunar como Jesús ayunó

El ayuno es otra forma de comunicación con Dios. No hay duda de que es bueno ayunar, y es bíblico, pero el Nuevo Testamento dice muy poco al respecto.

La única enseñanza de Jesús acerca del ayuno

Inmediatamente después de su enseñanza sobre la oración en el Sermón del Monte, Jesús dijo:

»Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará (Mateo 6:16-18).

¿Que aprendemos aquí acerca del ayuno?

  • Jesús dice “cuando,” y no “si.” Era su expectativa que el ayuno sería parte de la vida del creyente.
  • El ayuno, como la oración, es privado. Claro que hay ayunos congregacionales, y a veces tenemos que compartir con un familiar que estamos ayunando. Pero debemos seguir con la vida normal; la expectativa de Jesús es que estemos con otras personas, y que mantengamos nuestra rutina diaria.
  • A veces se puede retirarse de tu vida normal por un tiempo intenso de ayuno y oración.
  • El Padre promete recompensarnos. La redacción es casi igual a lo que Jesús dijo acerca de la oración.
  • Si ayunamos para impresionar a otros con nuestra espiritualidad, esa será nuestra recompensa; Dios no está impresionado.

El ayuno en la vida de Jesús y sus discípulos

Los 40 días de tentaciones en el desierto fue el único ayuno registrado de Jesús:

Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre (Mateo 4:2).

Ese ayuno parece haber preparado a Jesús para la intensa prueba y tentación con el diablo. Con esos 40 días Jesús siguió el ejemplo de grandes hombres del Antiguo Testamento, sobre todo el “campeón” del ayuno, Moisés, quien probablemente ayunó más que nadie, y con razón: él tenía una tarea sumamente difícil.

Una de las críticas de los líderes religiosos acerca de Jesús y sus discípulos fue su falta de ayunar:

Algunos le dijeron a Jesús: ―Los discípulos de Juan ayunan y oran con frecuencia, lo mismo que los discípulos de los fariseos, pero los tuyos se la pasan comiendo y bebiendo.

Jesús les replicó: ―¿Acaso pueden obligar a los invitados del novio a que ayunen mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; en aquellos días sí ayunarán (Lucas 5:33-35).

Esta parte es clara:

  • El ayuno era normal para gente religiosa. Dos grupos muy distintos, ambos reconocidos como muy espirituales (los discípulos de Juan Bautista y los fariseos), ayunaban con frecuencia. Aunque Jesús pudo haber incluido a los fariseos entre los hipócritas que Él condenó en Mateo 6, vería a los discípulos de Juan como sinceros.
  • No es la primera vez que Jesús fue interrogado acerca de festejar; sus discípulos también tenían la reputación de gozarse de la vida, con mucha comida y bebida.
  • Jesús no defiende ni justifica a sus discípulos. No sabemos si su audiencia se dio cuenta de que Jesús se refirió a sí mismo como el Novio, o si cuestionaron cuándo y cómo el Novio sería quitado. Sabemos que muchos de los judíos no lo aceptaron como el Mesías, pero es lógico que en presencia del Novio los discípulos se regocijen y celebren.
  • Mientras esperamos su venida, el ayuno debe ser parte de nuestras vidas.

Ahora Jesús utiliza tres ejemplos de sentido común para comunicar la misma idea:

Les contó esta parábola: ―Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.  Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán.  Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.  Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor” (Lucas 5:36-39).

Se encuentra pasajes casi idénticos en Mateo 9:14-17 y Marcos 2:18-22. Es claro que la parábola tiene que ver con el ayuno, pero, ¿cómo?

  • Hay un vestido viejo que necesita reparación. La persona también tiene un vestido nuevo, pero los dos son incompatibles. Quitar un retazo del nuevo se arruina ese y no funciona con el viejo. Mejor tirar el viejo y guardar el nuevo.

 

  • Vino nuevo no es compatible con odres viejos. Si intentas llenar los viejos, el odre se arruina, y el vino nuevo se pierde. El viejo odre ya cumplió su función; ahora tienes que tirarlo y usar un odre nuevo.

 

  • El tercer ejemplo parece como una contradicción. Los primeros nos animan a abandonar lo viejo y quedarnos con lo nuevo. Pero con vino, añejo es mejor. Parece que su mensaje es no mirar atrás, y no caer en la nostalgia y volver al vino añejo. Puede parecer mejor, pero tarde o temprano tienes que ir con el vino nuevo.

En el contexto del ayuno, entonces, parece que Jesús quiere decir que las normas y prácticas del viejo pacto no necesariamente se aplican en el reino que Él está proclamando. Tratar de aplicarlas o modificarlas para el nuevo pacto no funcionará. Él está haciendo todo nuevo. Sí, sus discípulos van a ayunar, pero no se verá como se veía bajo la ley.

La única otra vez que Jesús mencionó el ayuno era en el caso del muchacho endemoniado que los discípulos no podían ayudar (Mateo 17:14-20 y Marcos 9:14-29). Jesús les dijo a sus discípulos que ese género no sale excepto con el ayuno y la oración, e implica que el ayuno aumenta la autoridad espiritual.

Hay dos ayunos registrados en Hechos:

Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hechos 13:2-3).

El ayuno les dio más autoridad para esta tarea tan especial de escuchar a Dios, separar a unos como misioneros y despedirlos. Parece que Pablo y Bernabé aprendieron de esta experiencia, porque cuando instalaron a líderes en una iglesia nueva, estaban en ayuno:

Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído (Hechos 14:23).

El ayuno en el Antiguo Testamento

La palabra hebrea que se traduce “ayuno” literalmente significa “cubrir la boca;” en algunos casos usaban una palabra que significa “afligirse el alma.” Es una manera de negarse a sí mismo y humillarse. El Señor incluye ayuno, llantos y lamentos como signos del verdadero arrepentimiento: «Ahora bien —afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos» (Joel 2:12).

El único ayuno requerido bajo la ley era para el día de expiación (Levítico 23:27-29). La penalidad para no participar era la muerte. Varias veces un rey convocó un ayuno nacional, y había ayunos para ocasiones especiales, para buscar a Dios o para arrepentirse. David ayunó por la curación de su hijo (2 Samuel 12:16). Para un tiempo de buscar a Dios, Daniel oró y ayunó, y a la misma vez se humilló con tela de áspera y cenizas: “Así que dirigí mis ruegos al Señor Dios, en oración y ayuno. También me puse ropa de tela áspera y arrojé cenizas sobre mi cabeza” (Daniel 9:3).

La enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte no era nueva; también quedó claro en el Antiguo Testamento que para un ayuno eficaz el corazón tiene que estar bien con Dios:

Dejen de traerme sus regalos sin sentido. ¡El incienso de sus ofrendas me da asco! En cuanto a sus celebraciones de luna nueva, del día de descanso y de sus días especiales de ayuno, todos son pecaminosos y falsos. ¡No quiero más de sus piadosas reuniones! (Isaías 1:13, NTV)

El pasaje más largo y más famoso acerca del ayuno (Isaías 58) amplifica el mismo tema:

1»¡Grita con toda tu fuerza, no te reprimas!
Alza tu voz como trompeta.
Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías;
sus pecados, a los descendientes de Jacob.
Porque día tras día me buscan,
y desean conocer mis caminos,
como si fueran una nación
que practicara la justicia,
como si no hubieran abandonado
mis mandamientos.
Me piden decisiones justas,
y desean acercarse a mí,
y hasta me reclaman:
“¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta?
¿Para qué nos afligimos, si tú no lo notas?”

Buscar a Dios, escuchar las enseñanzas acerca de sus caminos, orar a Dios (pedir decisiones justas), desear acercarse a Él y ayunar: todos son buenos, pero no impresionan a Dios si el corazón no está bien. Israel hizo todas esas cosas. Estaban perplejos porque les parecía que Dios no tuvo en cuenta su ayuno, sino estaban ciegos: andaban en desobediencia y rebelión (habían abandonado sus mandamientos) y no practicaban la justicia. ¡Suenan como muchos cristianos hoy!

»¡Les diré por qué! —les contesto—.
Es porque ayunan para complacerse a sí mismos.
Aun mientras ayunan,
oprimen a sus trabajadores.
¿De qué les sirve ayunar,
si siguen con sus peleas y riñas?
Con esta clase de ayuno,
nunca lograrán nada conmigo.
Ustedes se humillan
al hacer penitencia por pura fórmula:
inclinan la cabeza
como cañas en el viento,
se visten de tela áspera
y se cubren de cenizas.
¿A eso le llaman ayunar?
¿Realmente creen que eso agrada al Señor?

¡Dios afirma que es bueno ayunar! El cielo atenderá los ruegos de alguien que ayuna correctamente, pero el ayuno es más que negarse comida (u otra cosa placentera). Es más que mortificarse religiosamente, hacer duelo e inclinar la cabeza como un junco. ¡Es posible ayunar para complacerse a sí mismo! Mientras ayunan, oprimen a sus trabajadores y entran en peleas y riñas.

»El ayuno que he escogido,
¿no es más bien romper las cadenas de injusticia
y desatar las correas del yugo,
poner en libertad a los oprimidos
y romper toda atadura?
¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento
y dar refugio a los pobres sin techo,
vestir al desnudo
y no dejar de lado a tus semejantes?
Si así procedes,
tu luz despuntará como la aurora,
y al instante llegará tu sanidad;
tu justicia te abrirá el camino,
y la gloria del Señor te seguirá.
Llamarás, y el Señor responderá;
pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!”

Sí, es bueno buscar a Dios y abstenerse de comer, pero Él nos llama a acompañar el ayuno con actos de justicia:

  • Romper las cadenas de injusticia.
  • Desatar las correas del yugo.
  • Poner en libertad a los oprimidos.
  • Romper toda atadura.
  • Compartir el pan con el hambriento.
  • Dar refugio a los pobres que están sin hogar.
  • Vestir al desnudo.
  • No esconderse de parientes que precisen ayuda.

Con ese ayuno, Dios nos promete que:

  • Nuestra luz despuntará como la aurora.
  • Nuestra sanidad llegará al instante.
  • Nuestra justicia nos abrirá el camino.
  • La gloria del Señor nos seguirá.
  • El Señor responderá cuando llamamos.
  • Él dirá “¡Aquí estoy!” cuando pedimos ayuda.

»Si desechas el yugo de opresión,
el dedo acusador y la lengua maliciosa,
10 si te dedicas a ayudar a los hambrientos
y a saciar la necesidad del desvalido,
entonces brillará tu luz en las tinieblas,
y como el mediodía será tu noche.
11 El Señor te guiará siempre;
te saciará en tierras resecas,
y fortalecerá tus huesos.
Serás como jardín bien regado,
como manantial cuyas aguas no se agotan.
12 Tu pueblo reconstruirá las ruinas antiguas
y levantará los cimientos de antaño;
serás llamado “reparador de muros derruidos”,
“restaurador de calles transitables”.

13 »Si dejas de profanar el sábado,
y no haces negocios en mi día santo;
si llamas al sábado “delicia”,
y al día santo del Señor, “honorable”;
si te abstienes de profanarlo,
y lo honras no haciendo negocios
ni profiriendo palabras inútiles,
14 entonces hallarás tu gozo en el Señor;
sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar,
y haré que te deleites
en la herencia de tu padre Jacob».
El Señor mismo lo ha dicho.

El ayuno puede ser poderoso, pero Dios prefiere una vida santificada todos los días. Específicamente Dios nos llama a:

  • Desechar el yugo de opresión.
  • Dejar de señalar con el dedo acusador.
  • Dejar de esparcir rumores maliciosos.
  • Dedicarnos a ayudar a los hambrientos y saciar la necesidad del desvalido.
  • Dejar de profanar el sábado y hacer negocios ese día.
  • No usar palabras inútiles.
  • Disfrutarnos en los servicios en la iglesia y honrar a Dios.

Entonces Dios promete:

  • Hacer brillar nuestra luz en las tinieblas.
  • Hacer nuestra noche como el mediodía.
  • Guiarnos siempre.
  • Saciarnos en tierras resecas.
  • Fortalecer nuestros huesos.
  • Hacernos un jardín bien regado y manantial cuyas aguas no se agotan.
  • Llamarnos “reparador de muros derruidos” y “restaurador de calles transitables.”
  • Que hallemos gozo en el Señor.
  • Hacernos cabalgar sobre las cumbres de la tierra.
  • Hacer que nos deleitemos en nuestra herencia.

Conclusiones

Este no es un estudio exhaustivo sobre el ayuno, y no intenta tocar cuestiones prácticas de cómo ayunar. Hay muchos libros y páginas en Internet para ayudarnos en esas cuestiones; aquí he querido estudiar los pasajes en los evangelios sobre el ayuno y motivarte a ayunar de una manera que agrada a Dios. Si el ayuno no ha sido parte de tu vida espiritual, puede ser muy rico empezar a ayunar. Busca a Dios y sé obediente cuando Él te llame a ayunar.

 

Montes tirados al mar, tres claves para oración contestada, y Jesús agonizando en oración

Montes tirados al mar

¡Qué bendición tener la fe para tirar un monte al mar (o simplemente obtener lo que pedimos en oración)! Jesús dice que es posible. En esta primera porción nos enseña lo que es necesario, y lo hace parecer muy sencillo:

―Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que, si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán. Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados (Marcos 11:22-25).

Mateo nos da la misma historia y su contexto (pero no incluye el último verso acerca del perdón):

Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas. ―¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo. Y al instante se secó la higuera. Los discípulos se asombraron al ver esto. ―¿Cómo es que se secó la higuera tan pronto? —preguntaron ellos.

―Les aseguro que, si tienen fe y no dudan —les respondió Jesús—, no solo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, y así se hará. Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración (Mateo 21:18-22).

Primero, unas palabras importantes:

  • Tengan fe. La fe tiene que ser en Dios. Cuando decimos algo, hay que decirlo creyendo.
  • Jesús quiere dar énfasis a la certeza de lo que dice: Les aseguro.
  • No es solo para gigantes de la fe, es para alguno, cualquier creyente.
  • Cuando pedimos algo, hay que creer que ya hemos recibido todo lo que hemos pedido. Hecho está. Ahora puedes dar gracias a Dios por su respuesta.

Hay dos cosas que nos pueden robar de la respuesta:

  • La menor duda. Es muy común tener alguna duda. Luchamos con las dudas. Pero Jesús dice que la menor duda puede detener el mover de Dios.
  • Falta de perdón. Si hay pecado que no hemos confesado a Dios, para que no hemos recibido su perdón, no veremos el milagro. Y para ser perdonado, primero tenemos que perdonar a otros. Jesús sabe que a veces te des cuenta que tienes que perdonar a alguien mientras estás orando.

El medio hermano de Jesús escribió:

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace (Santiago 1:5-8).

  • Otra vez, es cualquiera, porque Dios da a todos generosamente. Incluso a ti.
  • El único requisito es pedirle con fe.
  • Aquí, la duda es muy seria. La persona que duda no va a recibir cosa alguna del Señor.

La higuera puede parecer muy insignificante, pero si aprendemos a caminar con esa fe, podemos andar con ese poder. Con fe podemos decir algo (¡incluso algo que parece frívolo como quitar un monte y tirarlo al mar!), y lo obtendremos.

¿Cuáles son tus dudas? Confiésalas al Señor y pide su ayuda para vencerlas. Tu fe no depende de tus emociones, sino de las verdades de la Palabra de Dios. Estudia la Biblia, la apologética (las razones por nuestra fe) y los testimonios de otros creyentes. Evita literatura, sitios web o amigos que socavan tu fe. Congrégate con otras personas de fe; la adoración, la predicación de la Palabra y la presencia de Dios silencian las dudas.

¿Eres indeciso e inconstante en todo lo que haces? Puede ser que tienes un problema más fundamental que simples dudas acerca de tu fe. Examínate a ti mismo para ver las raíces de ello, y busca ayuda si es necesario. Cristo te quiere firme en tu fe, no agitado y llevado de un lado a otro por el viento.

Claves para oración contestada del aposento alto

Puede parecer que Jesús no escogió sus palabras con mucho cuidado, porque hay varios “cheques en blanco” para la oración, usando la palabra “todo.” Por ejemplo, hay cuatro promesas de oración contestada en su discurso en el aposento alto:

Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.  Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré (Juan 14:13-14).

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá (Juan 15:7).

No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre (Juan 15:16).

En aquel día ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.  Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa (Juan 16:23-24).

Otra vez Jesús usa palabras impresionantes:

  • Es “cualquier cosa,” “todo lo que le pidan” al Padre. Pueden pedir “lo que quieran, y se les concederá.”
  • Jesús utiliza varias palabras para dar más fuerza a la promesa: Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
  • Dios es glorificado cuando Él contesta nuestras peticiones (¡y Él quiere glorificarse!).
  • La oración contestada nos ayuda a cumplir con nuestra comisión para ser fructíferos. Cuando la petición tiene que ver con ese fruto, seguro que Dios nos la concederá.
  • Experimentamos la plena alegría de Jesús cuando Dios contesta nuestras oraciones.
  • En este caso, la oración consiste de peticiones. ¡Está bien pedirle a Dios!

Con todo ese ánimo, ¿por qué no obtenemos más de lo que pedimos de Dios?

  • Hay que pedir “en su nombre;” como si fuese Jesús mismo haciendo la petición. Tenemos que alinear nuestros corazones con el suyo. Tal vez Juan se acordó de esa noche en el aposento alto cuando escribió: Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye (1 Juan 5:14). La petición tiene que ser “conforme a su voluntad.”
  • Tenemos que permanecer en Jesús y sus palabras en nosotros. Si descuidamos esa relación con Jesús y no andamos conforme a su Palabra, toda nuestra vida espiritual se verá afectada. Nuestra vida de oración sufrirá, y nos faltará esa comunión con Cristo.
  • La otra razón viene de Santiago 4:2-3: No tienen, porque no piden. Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones. A veces es simplemente que no pedimos; no estamos pasando suficiente tiempo en oración. Pero más común es pedir egoístamente, para nuestro placer y beneficio.

Un ejemplo de Jesús agonizando en oración

Esta es la última oración registrada de Jesús:

Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar».  Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo».

Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».

Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil».

Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».

Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo.

Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!» (Mateo 26:36-46)

En la angustia, necesitamos el apoyo y la presencia de amados hermanos en Cristo. Lamentablemente, los tres discípulos más cercanos de Jesús no pudieron cumplir esa simple solicitud; no pudieron velar con Jesús ni por una hora. Estaban dormidos. Y nosotros caemos en lo mismo: Dormimos y descansamos cuando más necesitamos vigilar y resistir al maligno. Oramos en el Padre Nuestro: “No nos metas en la tentación;” Jesús dice aquí que tenemos que orar y estar alerta para no caer en la tentación. La triste realidad para muchos de nosotros con respecto a la oración es que el cuerpo (la carne) es débil.

Algunos enseñan que nunca se debe decir “si es tu voluntad” en nuestras oraciones. Dicen que es una falta de fe; simplemente tenemos que declarar lo que queremos que Dios haga; casi mandamos a Dios a hacer las cosas de acuerdo con nuestra voluntad. Pero eso va en contra de la sumisión evidente en el Padre Nuestro (Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo), y también en esta oración de Jesús. Jesús pidió evitar la cruz “si es posible,” pero se sometió a la voluntad de su Padre: “no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” Estaba luchando por su vida; tres veces pidió lo mismo. Es posible que el autor de Hebreos haya hecho referencia a esta oración:

En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión (Hebreos 5:7).

Dice que fue escuchado, pero no recibió lo que estaba pidiendo. Entonces, a pesar de todas estas promesas de recibir lo que pedimos, a fin de cuentas todavía tenemos que someternos a la voluntad de Dios. Pero, ¿no crees que Él sabe mejor? ¡Toda buena dádiva viene de nuestro Padre! ¡Confía en Él!

¡Ora!

Hemos visto una y otra vez que Dios quiere comunicarse con nosotros y contestar nuestras oraciones, y nos ha dado muchas promesas preciosas para animarnos a orar. La oración es un asunto profundo; hay muchos libros escritos al respecto, pero no es complicada ni difícil. ¡Lo más importante es hacerlo!

 

El Padre Nuestro: Mateo 6:9-13

Ya que tú has nacido de nuevo y tomaste la decisión de andar como tu Señor anduvo, es muy importante mantener una comunicación abierta con Él. Tienes que hablar con Él y aprender a escuchar su voz.  ¿Cómo te sientes acerca de tu vida de oración? La mayoría de los cristianos están de acuerdo que es muy importante, pero también confiesan que no están satisfechos con ella.

Es interesante que Jesús nos advierte del peligro de “vanas repeticiones” y nos animó a orar sencillamente, del corazón. Al principio, parece que una oración “fórmula” va en contra de su enseñanza, sobre todo si, como algunas personas, haces muchas repeticiones.

Cuando yo tenía tal vez tres años, mi madre me enseñó una oración muy simple que recé cada noche antes de acostarme. Varios años después, me enseñó esta oración. Me sentí muy grande; me había graduado, y ahora podía orar la Oración del Señor. Por muchos años la oré cada noche. Creo que es la oración mejor conocida en el mundo. Es muy probable que tú también la aprendiste como niño, y la has orado muchas veces. Pero, ¿de verdad entiendes lo que significa?

»Ustedes deben orar así:

Padre

Qué bueno es comenzar el día con el conocimiento que tenemos un Padre vivo. Mi padre murió en 1978. Era un buen hombre, cristiano, pero muy reservado. Yo era bendecido por tener a un padre en el hogar, pero me siento como si nunca lo hubiese conocido. Durante muchos años yo anhelaba el consejo, la aprobación y el abrazo de un padre. Sentí un vacío en mi corazón. He oído demasiadas historias de padres abusadores, adictos y ausentes. Muchos ni aun saben quién es su padre.

Pues, tú tienes un Padre que te ama tanto que envió a su Hijo unigénito para morir por ti. Él quiere abrazarte. Él te ha adoptado como su hijo. Nos acercamos al Dios todopoderoso con esa intimidad de un hijo amado con su Abba Padre. Jesús ya habló de esta relación en los versículos justo antes de esta oración:

Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.  No sean como los gentiles, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan (Mateo 6:6 y 8).

El pasaje paralelo en Lucas termina con Jesús hablando del Padre:

»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» (Lucas 11:11-13).

Esta relación padre/hijo es el fundamento necesario para toda oración. Si no estás reconciliado con tu Padre celestial, si no eres salvo y adoptado como su hijo, primero tienes que aceptar a su Hijo Jesús y entregar tu vida a Dios.

Nuestro

Hay intimidad cuando vienes a solas a tu Padre, pero también es nuestro Padre. Él tiene una familia muy grande, pero siempre tiene el tiempo para atender a cada uno de sus hijos. Físicamente Él no está presente con nosotros, pero tenemos a muchos hermanos para apoyarnos en las pruebas de esta vida. ¡Nunca debes sentirte solo!

Yo tengo a una hermana mayor. Doy gracias a Dios por ella, pero siempre anhelaba hermanos. Quería muchos hijos, pero solo tengo a un hijo. ¡Ahora tengo una familia muy grande! Y para muchos, esta familia es mucho mejor que nuestra familia carnal. Incluso Jesús (en Mateo 12:46-50) dijo:

Mientras Jesús le hablaba a la multitud, se presentaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera, y deseaban hablar con él. Alguien le dijo: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo.

—¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? —replicó Jesús. Señalando a sus discípulos, añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Que estás en el cielo

Muchos niños ven a su papá casi como un dios. Le admiran, y no les importa que tenga un trabajo muy humilde. Pero el joven entiende que un padre con mucho dinero e influencia tiene el potencial para ayudarle bastante. ¡Imagínate el impacto de tener un papá como presidente! Pues, tu Padre está en el cielo. Él es todopoderoso, soberano, bueno y cariñoso.

Jesús y su Padre ahora mismo están preparando un lugar para ti. La fiesta empieza con las bodas del Cordero; luego vas a recibir tu corona y tu asignación en su reino.

Santificado sea tu nombre

Pedimos que el nombre de Dios sea santificado, pero ¿quién lo santifica? Nosotros. Sabemos que en la Biblia un nombre no es simplemente “Jehová” o “Dios.” Su nombre es todo lo que Él es, todos sus atributos. Esta frase expresa el anhelo que debemos de tener para glorificar a nuestro Padre. Le queremos exaltado, y vamos a hacer todo lo posible para traer honor a Él, y, a través de nuestras palabras y acciones, estimular a otros a darle el honor que merece.

Esta actitud refleja nuestro respeto para el tercero de los diez mandamientos:

No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. (Éxodo 20:7, RVR; NTV: No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios. El Señor no te dejará sin castigo si usas mal su nombre.)

 10 Venga tu reino

El reino de Dios era uno de los temas principales en las enseñanzas de Jesucristo. Decir “venga tu reino” reconoce que Dios ya tiene un reino, pero no está establecido todavía en la tierra; es por venir. Mientras tanto, nosotros tenemos la responsabilidad y la oportunidad para extenderlo. Como dijo Francis Schaeffer: “Debe ser sanidad substancial ahora en todas las áreas de alienación causada por el pecado, y sanidad total cuando Cristo viene.” El reino de Dios está presente dondequiera que Cristo reina. Empieza en tu corazón; el reino está dentro de ti. Debe estar presente en una iglesia o ministerio, y en algunas situaciones puede estar presente en una comunidad o trabajo.

Decir “venga tu reino” reconoce la tensión para nosotros: estar en este mundo, en medio del reino de las tinieblas, y saber que Dios tiene mucho más para nosotros. Su reino estará establecido cuando Cristo venga; esta oración expresa nuestro anhelo por su regreso.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Una parte importante del reino es la absoluta autoridad del Rey. En el cielo hay sumisión a su señorío y obediencia total; su voluntad siempre se hace allí.

Es fácil pensar que Dios debe imponer su voluntad sobre nosotros, pero nos ha dado libre albedrío. El cumplimiento de su voluntad aquí en la tierra comienza con nosotros, y las decisiones que tomamos:

Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2).

Si en serio queremos hacer su voluntad, tenemos que escudriñar las escrituras y orar con corazones abiertos para discernirla. ¿Qué sabes acerca de su voluntad?¿Tienes alguna idea de la voluntad de Dios para tu vida y tu familia? ¿Cómo es el cielo?

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.

Jesús dijo “No solo de pan vive el hombre” (Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3), así que sabemos que esta petición es para más que pan. Creo que en este caso el “pan” es lo que nosotros en Costa Rica llamamos “el diario;” la comida que necesitamos para hoy. Reconocemos que todas las cosas que necesitamos proceden de Dios, y expresamos esa fe y confianza que Dios va a suplirlas.

Hay cuatro cosas notables aquí:

  1. De aquí en adelante todo es plural. Tal vez la iglesia en la cual me creí tenía razón al rezar siempre esta oración como congregación. La cultura occidental es individualista. Al contrario, la cultura del medio oriente (y en muchos casos la cultura latina) se centra en la comunidad. Dios nos salva para ser parte del Cuerpo de Jesús, la iglesia. Nos acercamos a Dios ahora con esa mentalidad, intercediendo por todo el pueblo de Dios.
  2. Jesús acaba de decir (verso 8): Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. Si Él ya lo sabe, y esto es algo tan fundamental, ¿por qué incluirlo en esta oración modelo? Parece ser expresar nuestra dependencia de nuestro Padre por todas las cosas de la vida.
  3. Estamos pidiendo pan, lo que necesitamos, y no cosas extravagantes. La Nueva Traducción Viviente lo traduce así: el alimento que necesitamos.
  4. Es el pan cotidiano, el pan de cada día. Hay que vivir un día a la vez (lo que no niega la importancia de planificar para el futuro y entregar esos planes a Dios). Hay que confiar en Dios cada día por el pan, tal como Israel salió cada mañana en el desierto por el maná. En el mismo capítulo Jesús nos advierte que no nos preocupemos por el futuro, y confiar en Dios día a día:

25 »Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?

28 »¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? 31 Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” 32 Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. 33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. 34 Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.

La corta frase “danos hoy el pan cotidiano” cubre todo lo que Jesús dice en estos versículos. Dejamos esas necesidades en las manos de Dios, confiados que Él va a suplir lo que necesitamos. La oración nos libra de preocupación, y la fe nos libra para dedicarnos a buscar el reino de Dios – la misma petición que acabamos de hacer (“que venga tu reino”). Nuestro Padre celestial nos añadirá todas las cosas que Él sabe que necesitamos; no tenemos que ocuparnos buscando riquezas y cosas materiales.

12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

Jesús no está pensando en deudas monetarias; la Nueva Traducción Viviente lo hace muy claro: “perdónanos nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros.”

¡Alabado sea Dios por la certeza del pecado perdonado! Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1:9). No tenemos que ganar ese perdón, es por pura fe en la obra de Jesús en la cruz. No tenemos que rezar el Padre Nuestro unas cuantas veces. Por su gracia Dios nos perdona. Satanás, el acusador de los hermanos, siembra dudas acerca de nuestro perdón y nos condena, pero “ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Romanos 8:1).

Sin embargo, hay una condición muy importante para recibir ese perdón: tenemos que perdonar a los que han pecado contra nosotros. Como hemos perdonado: antes de venir a Dios en esta oración examínate para ver si hay alguien al que tienes que perdonar. Es tan importante, que inmediatamente después de la oración Jesús vuelve a enfatizarlo:

 14 »Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. 15 Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.

Jesús claramente dice que el perdón es condicional: si no perdonamos, no seremos perdonados por Dios. La falta de perdón puede impactar tu salvación e impedir tus oraciones. Dios no te manda a hacer algo imposible; Él te dará la gracia para perdonar.

Jesús también dedicó una parábola al tema:

Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: ―Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?

―No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—

»Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.  Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo”. El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad.

»Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré”. Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.

»Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano» (Mateo 18:21-35).

Jesús quiere hacerlo lo más claro posible: nuestra salvación y el perdón de pecado es condicional. Si no perdonamos (¡de corazón!) no seremos perdonados. Es imposible pagar una deuda tan grande desde la cárcel. La imagen de ser torturado puede ser el infierno. Dios es nuestro Padre – pero se enoja mucho con alguien que no perdona a otros después de experimentar su gran misericordia.

Nosotros – como Pedro – queremos saber el límite. Para él, perdonar siete veces era mucho. Es obvio que no vamos a contar setenta y siete veces (o, en algunos manuscritos, 70 X 7). Tenemos que seguir perdonando y no aferrarnos a nada contra nadie. ¿Por qué? Porque Dios nos ha perdonado tanto. Nosotros, como el siervo perdonado, queremos negociar con Dios. El siervo le pidió la oportunidad para pagar su deuda, lo cual sería imposible. Nuestra deuda ante Dios también es tan grande que no hay forma de pagarla. Es solo por la misericordia de Dios que somos justificados y perdonados de nuestros pecados; de la misma manera, siempre tenemos que mostrar misericordia hacia otros.

Una de las cosas más comunes que impide nuestras oraciones es la falta de perdón. ¿Hay alguien a quien tengas que perdonar?

13 Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”.

Comenzamos la oración en los brazos de nuestro Padre, en la gloria de su reino. Terminamos en términos muy prácticos, que reconocen la dificultad de vivir en este mundo:

  • Tenemos que pedir y trabajar por nuestro pan diario – no es garantizado.
  • Nosotros vamos a pecar; necesitamos perdón.
  • Otros van a pecar contra nosotros.
  • Habrá tentación.
  • Y, finalmente, hay un malvado, un diablo, que quiere atarnos.

Si creemos que podemos resistir la tentación en nuestra fuerza, o si creemos que ya somos tan espirituales que estamos libres de la tentación, es casi seguro que vamos a caer. La tentación no es pecado. Ya vimos en el capítulo 4 que Cristo fue tentado, y tenemos su modelo de cómo resistir la tentación. Vendrán tentaciones muy feas, que pueden hacernos cuestionar nuestra salvación, pero solo es pecado cuando caemos en la tentación.

Para no caer en ella, tenemos que reconocerla. Parte de esta petición es que Dios abriera nuestros ojos para ver cada tentación. Entonces reconocemos que Dios nos dará una salida de ella (los versículos que cité para memorizar en el capítulo 4):

Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.  Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir (1 Corintios 10:12-13).

La última petición (líbranos del maligno) realmente es una petición diaria para liberación. Muchas veces esperamos por alguien con un ministerio de liberación, o batallamos por años con malos hábitos y fortalezas del enemigo. Pero Jesús reconoce que Satanás siempre está trabajando para destruirnos. Dios quiere liberarnos de esas ataduras antes de que hagan mucho daño a nosotros y a otros.  Cada vez que oramos esta oración del Señor, vale la pena reflexionar sobre nuestras tentaciones, donde hemos caído, y las áreas donde necesitamos liberación. Entonces, en fe, destruimos esas fortalezas y en el Nombre de Jesús somos libres del maligno. Sí, ¡Jesús te quiere libre! Cuando el maligno vuelve a tentarte, clama al Señor nuevamente por su liberación.

Pues tuyo es el reino y el poder y la gloria por siempre. Amén.

Algunos manuscritos (no los mejores) agregan estas palabras, que acaban la oración devolviendo la mirada a Dios y exaltando su grandeza. ¡No queremos terminar pensando en el maligno!

Es probable que tú aprendiste la oración en otra traducción del griego, pero el significado es lo mismo. Para variedad, puedes leer varias versiones de la Biblia. Está bien orarla tal como es, o usarla como un modelo para tus oraciones. Algunos tienen temor de caer en una rutina o “vana repetición,” como otras iglesias. Si estás sincero y buscando al Señor, creo que no hay mucho peligro de eso. Fue Jesús que dijo deben orar así (verso 9), y, en Lucas (11:2) cuando oren, digan. Dedica un mes a aprender más acerca de esta oración y hacerla parte de tu vida.

 

Cómo obtener respuestas a tus oraciones

Hemos visto en el Padre Nuestro que la oración consta de varios elementos (adoración, confesión, petición y guerra espiritual), pero para la mayoría de los cristianos, la oración es una manera de conseguir lo que queremos de Dios. Tenemos mucho que aprender sobre la adoración, confesión, y guerra espiritual, pero la Biblia también nos anima a entregar nuestras peticiones a Dios. Jesús nos enseñó cómo tener respuestas a nuestras oraciones, comenzando con la introducción al Padre Nuestro, en Mateo 6:

»Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. 

Ora en humildad, no para impresionar a otros

Siempre habrá hipócritas. Ellos oran también, pero con oraciones largas y elocuentes, para impresionar a otros con su espiritualidad. Si es la alabanza de los hombres que buscas en la oración, la recibirás, pero nada más. Dios no está impresionado.

En otra ocasión Jesús compartió una parábola para enfatizar este punto:

A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo”. En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”

»Les digo que este, y no aquel, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:9-14).

¿Quién es más vulnerable a este pecado? Pueden ser líderes, y creyentes con más conocimiento y experiencia con el Señor. El problema aquí es alguien:

  • Quien tiene confianza en sí mismo.
  • Quien es muy confiado de su propia justicia.
  • Quien desprecia y menosprecia a los demás.

Esa persona tiende a orar consigo mismo; Dios no escucha esa oración, sino la oración de los humildes. ¿Es tu humildad evidente en tus oraciones? ¿O vienes a Dios con arrogancia, exigiéndole que haga las cosas como tú quieras?

Ora en secreto

Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. 

Qué bueno saber que Dios ha oído tu clamor. Él sabe todo lo que sucede en ese cuarto, y seguramente te recompensará por cada oración sincera que le ofrezcas.

No es malo orar en voz alta en la iglesia o con unos hermanos, pero el fundamento de nuestra oración es una relación íntima con nuestro Padre. A veces hay mucha bulla en la iglesia, y hallamos a Dios en lo secreto. Puede ser necesario levantarte temprano de mañana para estar a solas con Dios, o pasar una noche en oración, o salir de la casa de vez en cuando para ir un lugar solitario.

Este fue el ejemplo que Jesús ofreció a sus discípulos:

  • Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar (Marcos 1:35).
  • Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar (Lucas 5:16).
  • Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios (Lucas 6:12).
  • Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas (Mateo 14:23).

¿Tienes ese lugar privado? ¿Un espacio quieto donde puedes hablar con libertad a tu Padre?

Ten cuidado de vanas repeticiones

Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan.

Esto plantea dos cuestiones importantes:

  1. ¿Cuántas veces tenemos que repetir una oración?

Otras traducciones nos ayudan a entender mejor lo que Jesús quiere decir:

»Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. (DHH)

»Cuando ores, no parlotees de manera interminable como hacen los seguidores de otras religiones. Piensan que sus oraciones recibirán respuesta solo por repetir las mismas palabras una y otra vez. (NTV)

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (RVR)

El problema es la “vana repetición.” La oración es comunicación con Dios. Él busca un corazón sincero, que honestamente expresa adoración y gratitud, juntamente con peticiones. Una oración larga o con muchas palabras no necesariamente garantiza una respuesta. A veces se puede hacer una oración escrita, pero no es necesario repetirla muchas veces. Puede que no tengas palabras elocuentes, pero en la oración privada, Dios solo quiere conversar contigo.

  1. Si Dios sabe lo que necesitas antes de pedírselo, ¿por qué orar? ¿O debes simplemente darle gracias con la fe y la certeza que Él ya sabe, y va a proveer lo que necesitas? Otra vez, el error es pensar que la oración obliga a Dios a hacer nuestra voluntad. Podemos acercarnos con confianza a Abba Padre y compartir nuestros corazones con Él. Él quiere escucharlo todo, pero tal como con un padre terrenal, no solo le suplicas para más bendiciones.

La importancia de la perseverancia

Tenemos que balancear estas dos cuestiones con otras enseñanzas de Jesús. Él también insta a la perseverancia en nuestras oraciones:

Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario”. Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».

Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lucas 18:1-8)

El propósito de Jesús al contar esta parábola es claro: siempre debes orar, y no desanimarte. Hay un juez que posee mucha autoridad y el potencial de ayudar a una pobre viuda. Para hacer su punto más fuerte, Jesús representa a este juez como muy duro, sin ningún temor de Dios. A pesar de su corazón endurecido, la persistencia de la viuda lo estaba volviendo loco, y para no agotarse, le concede su petición.

Si un juez injusto responde a la persistencia, cuánto más nuestro Padre amoroso:

  • Tú eres su escogido, su hijo adoptado amado.
  • Sí, Dios te hará justicia, y sin demora.
  • Hay que clamar a Dios día y noche, pero no con vanas repeticiones.
  • Dios no tardará mucho en responderte (¡tal vez mucho para ti!).
  • A pesar de estas promesas y el carácter de nuestro Dios, hay pocos como esta viuda con la fe para perseverar y recibir de su Padre.

Hay otra parábola similar:

»Supongamos —continuó— que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle”. Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”. Les digo que, aunque no se levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite.

»Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» (Lucas 11:5-13)

Esta vez un amigo te suplica, pero es tarde y estás acostado (tal vez en un momento íntimo con tu esposa). No quieres ser molestado, pero debido a la audaz insistencia del amigo, le das el pan. Hay lugar en la oración para impertinencia, persistencia, audacia e insistencia.

Pedir, buscar, y llamar

Esas palabras en Lucas son casi idénticas a lo que Jesús dijo en el Sermón del Monte:

»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7:7-11)

Estos son mandamientos, pero también hay promesas preciosas aquí:

  • Hay que pedirle a Dios, y seguir pidiendo. El verbo es progresivo, que significa no solo una vez, sino tal vez pedir hasta que lo recibas. Ese es el problema que Santiago señala en el capítulo 4, verso 2, de su carta: No tienen, porque no piden. Pero Santiago luego explica por qué a veces, a pesar de esta promesa, no recibimos: Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones (verso 3). Si tenemos buenas intenciones y pedimos conforme al corazón de Dios, recibiremos lo que pedimos.
  • Hay que buscar a Dios, buscar su rostro y buscar su voluntad. El judío pensaría en estas promesas de Jeremías: Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón (Jeremías 29:11-13). La primera parte es bien conocida; nos gusta la promesa de planes buenos que el Señor tiene para nosotros. Pero la promesa se da en el contexto de orar y buscar a Dios con todo tu corazón. Muchas veces no encontramos a Dios porque no lo buscamos y no oramos con todo nuestro corazón; no buscamos Él, sino su bendición.
  • Cuando llamas a la puerta, Dios te la abrirá. Pero, ¿cuál puerta? Muchos de nosotros llamamos a la puerta equivocada y estamos decepcionados cuando nadie la contesta, o si otra persona la contesta. Yo veo esta puerta como la puerta del cielo, la puerta del lugar santísimo. Hay una progresión aquí: primero pedimos, entonces buscamos el rostro de Dios y al final simplemente queremos entrar en su presencia. Puede ser también que hay puertas de servicio a Dios, puertas de oportunidades que Dios tiene para ti: Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar (Apocalipsis 3:8).

Entonces Jesús, otra vez pensando en el juez injusto o el vecino molesto, compara a Dios con un padre terrenal. Cualquier padre le daría a su hijo un pan cuando le pide (y no algo venenoso como una serpiente); ¡cuánto más tu Padre celestial te dará cosas buenas!

¿Tienes ese concepto de Dios? Te ama aún más de lo que amas a tu hijo, y quiere bendecirte y responder a tus peticiones. En Lucas, Jesús dice que seguramente Dios te dará su Espíritu Santo. ¿Le has pedido la plenitud de su Espíritu?

Con estas enseñanzas Jesús quiere motivarnos a orar más. Dios es tu Padre amoroso. Quiere oír tu petición. Quiere conversar contigo. Tiene cosas buenas para ti. Si estás desanimado con la oración, es hora de volver a ese lugar secreto y buscar a Dios. Él te espera allí. Piensa en la viuda y el vecino; día y noche acércate a Dios, y derrama tu dolor, tus deseos y tu corazón ante Él. La oración es sencilla, ¡pero muy rica y poderosa!

Pide, y se te dará; busca, y encontrarás; llama, y se te abrirá. Porque cuando pides, recibirás; cuando buscas (de todo corazón), encontrarás; y cuando llamas, se te abrirá.